Elías escribió:
Y el problema no radica precisamente en los sirios sino en los alemanes
Me parece una opinión bastante maniquea y, en cierto modo, absurda. No sé muy bien que entiendes por "radicar el problema". Pero entre el que tiene pan de sobra para comer y el que no tiene (y depende del otro para subsistir) quien tiene un problema gordo de verdad es el menesteroso, no el acaudalado. Eso me parece a mí. Más que nada porque este último, a lo sumo, tendrá un problema moral, mientras que el otro tiene un problema de supervivencia física. Y la moral estará muy bien, pero sin supervivencia física no hay moralidad.
En relación con este asunto he recordado un pasaje de "Peñas arriba", de Pereda. En el pueblo hay un personaje bastante curioso, el Tarumbo, que no puede soportar ver cómo se deterioran las propiedades de los vecinos. Si ve un cercado ajeno a punto de caer, se pone a repararlo; si ve un tejado de otro en mal estado, lo arregla. Todo ello llevado de un altruista espíritu filantrópico. Sin embargo, tiene su casa hecha un desastre, porque no tiene tiempo para hacer las reparaciones que esta necesita.
El personaje está llevado por Pereda al esperpento, de forma que creo que a cualquiera le parecerá ridícula esa actitud. Entonces, ¿por qué lo que parece ridículo entre individuos se defiende entre esos extraños entes de la ciencia social y política llamados "pueblos", "gente" o similares?
Yo creo que la respuesta es muy sencilla: entre los "colectivos" se difuminan los derechos y las cargas y, en ese
totum revolutum que son los grupos sociales, muchas personas esperan obtener, amparados en el anonimato de la masa, beneficios que, puestas las relaciones a nivel persona-persona, no colarían de ninguna manera. La desconexión entre derechos y obligaciones en nuestras sociedades es más que evidente.
Si simplificamos las cosas y representamos a Siria como una persona y a Alemania como otra, resulta evidente que se pide a Alemania que adopte la actitud del Tarumbo: poner todos sus recursos en la tarea de ayudar a Siria dilapidando el patrimonio acumulado por el esfuerzo de generaciones, deteriorando la sanidad y el sistema de pensiones.
Algunas veces te he leído, Elías, hablar de que hay que equilibrar los valores, que no se puede absolutizar unos valores que deban ser cumplidos antes que otros. Ese equilibrio es el que le faltaba al Tarumbo y que yo creo que habrá que recuperar, siguiendo la tradición del pensamiento occidental, basado en la tolerancia, el respeto mutuo y el equilibrio simétrico derechos-deberes, que parece haberse roto en el imaginario de tantos.