Hola Elías.
Yo también estoy viendo bastante confuso el intercambio de reflexiones en torno al sujeto trascendental.
Intentaré aclarar, en mi opinión, a qué se debe tanta confusión.
Creo que las comparaciones hay que hacerlas en un mismo rango de igualdad, es decir, no son comparables, para el tema que nos ocupa, el capitalismo con el marxismo, ni el liberalismo con el comunismo.
Las raíces ideológicas del capitalismo se encuentran en el liberalismo, y las del comunismo en el marxismo. Así, lo pertinente sería comparar entre sí las diferentes fuentes o raíces ideológicas, que serían
liberalismo vs marxismo.
Tanto el liberalismo filosófico como el marxismo filosófico defienden, como señaló Nolano, la existencia de un sujeto trascendental; consideran al individuo como portador de dignidad y
esencia trascendente.
El problema radica, en mi entender, en que, a pesar de que los dos dicen ser garantes de la dignidad humana y dicen creer en un sentido o esencia del hombre (sujeto trascendental), el marxismo hace trampas.
Ya nos señaló Heidegger, en "Cartas sobre el humanismo", por qué el marxismo hace trampas: porque
construye una esencia o sujeto transcendental
a posteriori, es decir, el marxismo decide unilateralmente cuál es la conciencia verdadera y, por tanto, rechaza a todas las demás. Dicha conciencia y, por tanto, también el sujeto trascendental marxista, no pueden ser universales, en tanto
no son a priori, como sí lo es en esencia el sujeto trascendental del modelo liberal (heredero del judeocristianismo y Kant).
Yo intenté ir más allá cuando concluí lo siguiente:
Creo que solo el sistema capitalista (liberal) puede permitir o facilitar que los individuos, a través del ejercicio de su libertad, puedan optar por creer, o no, en el sujeto transcendental. No sucedería lo mismo en el comunismo, el cual, a través de la negación y represión de las libertades individuales, condicionaría a los individuos para que se olvidasen de sí-mismos y creyesen (comulgasen y/o se fusionasen) con un colectivismo trascendental.
El capitalismo, desde luego, pervirtió las bases ético-morales de la filosofía liberal (judeocristiana). Se olvidó del sujeto trascendental, es decir, se olvidó de la dignidad de los hombres y los cosificó; los convirtió en medios sacrificables para poder obtener fines últimos egoístas.
Marx vio y sintió el dolor que causaba dicha perversión; un dolor magníficamente expuesto, como vuelve a señalar Nolano, en "El manifiesto comunista". Marx, por supuesto, para corregir los excesos del capitalismo, tuvo que volver a apelar a
la dignidad humana (sujeto trascendental) pero, al tiempo, debió realizar un malabarismo tramposo: tuvo que convencernos de que el hombre, aunque sin Dios y, por lo tanto, también sin esencia a priori, podía dotar de sentido (esencia) su existencia, solo que desde la participación en la
construcción, a lo largo del devenir vital, de un proyecto socialista común y universal.
La argucia de Marx sirvió para legitimar al comunismo, quien en nombre de la dignidad humana y de un determinado tipo de sujeto trascendental, se arrogó el deber y el derecho de combatir y eliminar al resto de los hombres que no comulgaran con su particular visión del humanismo; un humanismo que no podía ser universal, en tanto legitimaba la lucha del hombre humanitas contra el hombre homo, de carne y hueso.
Pero Heidegger desnudó hábilmente al humanismo comunista, señalando que, al cabo, también el nacionalsocialismo fue un humanismo que, como el marxismo,
construyó una esencia a la medida de un determinado tipo de hombre.
Resumiendo: si para trascenderse en la existencia, el hombre puede construir su esencia a posteriori, entonces ya no hay un único sentido a priori y universal, sino que habrá tantos sentidos de vida como tipos de hombres. Como consecuencia, caemos en el relativismo sobre la verdad y la esencia del Ser. Cada "parte de" o grupo ideológico podrá construir
su moral y su verdad de acuerdo a sus intereses particularistas y egoístas. Tan egoísta fue el humanismo marxista como el nacionalsocialista, pues en sus respectivos afanes por corregir al
deshumanizado capitalismo, no pudieron evitar, al tiempo, deshumanizarse ellos mismos.
Solo hay que leer "El manifiesto comunista" y el "Mein kampf" para descubrir las coincidencias de ambos en torno a las críticas al capitalismo, la explotación de los trabajadores, el reparto injusto de la riqueza, etc, etc...
¿Qué sucede, entonces, cuando, desde el relativismo, somos conscientes de que el hombre, despojado de esencia apriorística tras aceptar la muerte de Dios, tiene que construir, sí o sí, su propia esencia?
Pues pueden suceder dos cosas: que aceptemos como nuestra la esencia que pueda ofertar la ideología de turno o que nosotros mismos nos obliguemos a hallarla.
Lo fácil, en las sociedades actuales que se han rendido a la mediocridad, siempre rechazando esfuerzo y sacrificio, y despreciando el mérito y la excelencia, es
comprar una ideología, es decir, lo fácil es dejarnos seducir y convencer por
el mejor vendedor y el marketing más seductor.
¿Y qué ideología sabe venderse mejor y ofrece el marketing más seductor y prometedor? ¿Qué ideología conoce mejor qué es lo que quiere el hombre-masa?