Agradezco enormemente la intervención de Tasia. Y la agradezco de veras, porque resultaría muy difícil entender lo que pretendo explicar sin las ilustradoras
intervenciones ejemplarizantes de los justos de turno (en este caso Tasia, como fiel representante de los mismos).
Dice Tasia:
Claro que sí Herr, si decides mear en la cara de un mendigo y él acepta a cambio de unas monedas: adelante, hace uso de su libertad. Si quieres matar a alguien por pura diversión, ofreciendo a cambio dinero para su familia: adelante, esa persona te ha dado permiso. Si alguien decide donar órganos por dinero: venga, viva la libertad. Y si alguien no tiene capacidad para decir no, ya sea por motivos de enfermedad mental, de extrema pobreza, por ser una niña o por hablar bajo la presión del miedo o la amenaza: adelante, porque en este mundo lo único que cuenta es la sacrosanta libertad individual, la que logra expresarse del modo convencionalmente establecido.
Este alegato de Tasia es "infumable", está lleno de contradicciones e incoherencias pero, sin embargo, ha gozado del beneplácito de unos cuantos futuros "filósofos".
¿Dónde ha quedado relegada la filosofía honesta, en tanto que coherente y buscadora de la verdad? Pues a sofismas y argumentaciones sentimentales y racionales. Ya no se hace filosofía, sino que se "moraliza". Y el problema de pretender moralizar es, como ya señalé, que "ca cual" cree que
su moral es la más buena y justa.
A Tasia no le parece bien que un mendigo venda su dignidad dejándose mear a cambio de unas monedas. Sin embargo, existe una conocida práctica sexual (lluvia dorada) que a nadie escandaliza, o al menos no debería escandalizar, que consiste en lo mismo: un contrato libre entre dos personas libres que deciden llevar a la práctica sus fantasías sexuales.
No hace falta ser muy sagaz para descubrir qué factores acentúa o enfatiza Tasia para censurar la "humillación" que sufre el indigente: su condición o clase social.
A Tasia le importa una higa el hecho de que una persona adulta, inteligente, culta y libre, contrate los servicios de otra persona inteligente y culta para practicar una "lluvia dorada". No juzga la moralidad del acto en sí, sino al sujeto (la clase social del mismo) que realiza dicho acto. En realidad a Tasia, y como bien han señalado Nolano y Genio Maligno, no le importa que alguien se mee en la cara de otra persona, sino que la persona
presuntamente humillada sea un mendigo; lo que hace Tasia, en definitiva, es no reconocerle al mendigo
la misma libertad y derecho a decidir que a otras personas que no sean de su misma condición o clase social. ¡Menuda discriminación!
Pero es que, además, podríamos señalar muchas más incoherencias y contradicciones en los "moralizantes" discursos de los justos (dizqueizquierdistas).
Veamos otro ejemplo:
Tasia, ha quedado bien claro, no le reconoce al mendigo
su derecho y libertad para decidir si él, por voluntad propia, permite receptar una lluvia dorada a cambio de unas monedas.
Insisto: a Tasia no le parece bien que un mendigo decida libremente
qué hacer con su cuerpo.
Y, sin embargo, seguro que a Tasia, o en todo caso a muchos "dizque", les parece perfecto que una adolescente pueda abortar libremente.
¡Cuidado, que nadie se me vaya por los cerros de Úbeda! Aquí el tema del aborto no es relevante ni pertinente. De lo que estamos hablando es del derecho a ser
dueños de nuestro cuerpo.
La flagrante incongruencia y contradicción de los moralistas consiste en juzgar según sus propios criterios morales. Así, la joven adolescente es dueña de su cuerpo para abortar, pero el mendigo no es libre ni dueño de su cuerpo para dejarse mear.
¿No gritan las feministas que todas las mujeres son dueñas de sus cuerpos? ¿No es el mendigo, también, dueño de su cuerpo? ¿O es que unos cuerpos valen más que otros? ¿O unas personas valen más que otras?
¡He ahí otra discriminación que cae sobre el pobre indigente! Y ya van dos: cualquier mujer tiene más derecho que él para disponer de su cuerpo.
Parece que a Tasia le molesta la
"sacro santa libertad individual", pero la de los otros, claro. La sacro santa libertad individual de una mujer para abortar, ejerciendo como dueña soberana de su cuerpo, le parece perfecta. Seguramente también le parecerá perfecta la "sacro santa libertad individual" de quienes deciden que su perro es un
igual y tiene los mismos derechos que un humano. ¿Qué digo los mismos derechos? Nuestros justos moralistas, de hecho, le reconocen más derechos a un perro que, por lo visto, a un mendigo, y, desde luego, más derechos que a un ser humano en ciernes (un no-nato)
¿Para qué seguir?
Ellos seguirán en sus "trece", cuales "don erre que erre", prefiriendo la defensa de sus principios morales (el marxismo y sus derivados, feminismos, ecologismos, son religiones sectarias, en tanto que son "partes de") en vez de defender los principios de la sacro santa libertad individual, pero la de todos: la de mendigos, mujeres, no-natos...
la de todos los seres humanos en definitiva.