Hola a los dos, Elías y Silvanus.
He necesitado algo de tiempo para "digerir" reflexivamente los comentarios que se han ido sucediendo.
Debo decir, antes de nada, que casi podría suscribir el 100% de las aportaciones de Elías. Sin embargo, poco o nada coincido con la crítica de Silvanus, la cual agradezco enormemente, por cierto. Sospecho que eso se debe a que percibo una clara sintonía con el discurso de Elías y, en cualquier caso, creo que él está entendiendo mejor lo que pretendo exponer, aunque sea, de momento, a través de gruesos brochazos.
Silvanus, en mi opinión, nos ha desviado en exceso del tema que nos ocupa y ello pudiera deberse, como ya señalé, a los prejuicios inherentes a su propia ideología (igualitarismo proletario). Todos obreros y todos proletarios, desde el albañil más humilde hasta el intelectual más brillante. Bien, de acuerdo, como él quiera: todos obreros si así se prefiere (a mí me rechina) pero, en cualquier caso,
no todos genios.
Silvanus realiza varias críticas, la primera de las cuales se centra en cuestionar mi definición de genio. Y nos dice:
Me parece un concepto propio de súbditos, de idolatría y de pensamiento mágico: suponer que alguien, per se, está más cercano al Ser, casi como un mago o un brujo.
Silvanus utiliza dos conceptos muy significativos que desenmascaran sus prejuicios ideológicos:
súbditos y mago o brujo. Pero no caeremos en el error de rebatir dichos prejuicios, porque entonces volveríamos a alejarnos del tema que, al menos a mí, me interesa.
Sí se me antoja inevitable, pero, volver a reformular mi concepto de genio, incorporando a esta nueva definición las acertadas matizaciones de Elías:
Genio, como ya señalé, es el individuo que, además de ensayar un camino de búsqueda (conocerse, aceptarse y superarse), nace con un don o talento natural (como bien señaló Elías). Pero es que, además, ya dije que el genio, para serlo, debe ser reconocido por el Dasein histórico, es decir, su genialidad debe ser aceptada, primero, por los guardianes de la normativización social; y, más tarde, el genio deberá pasar a la posteridad (formar parte de la conciencia o memoria colectiva) para poder constituirse formalmente como tal.
Efectivamente, cualquier individuo podría desempeñar una vida auténtica con, tan solo, instarse a mejorarse a sí mismo. Cualquier persona, más o menos cuerda, más o menos desajustada o discapacitada (aportación de Silvanus) podría desempeñar una vida con sentido; bastaría para ello sacrificio y trabajo constante (areté, como defiende Silvanus). Pero dicho camino de búsqueda, per se, no le convertiría en genio.
Por lo visto, y de no ser así corregidme, Silvanus no reconoce
el don o talento natural inherente al genio, por considerar que dicha capacitación apriorística se fundamentaría desde preceptos propios de pensamientos mágico-místicos.
Sin embargo, ya indiqué que mi interpretación de lo que significa
ser genio partía
desde y
en la realidad (ver mi primera reflexión).
Hay individuos, e insisto en este punto que parece no querer reconocer Silvanus, que portan, desde su nacimiento, una herencia neurobiológica y biogenética que les permite desarrollar una serie de habilidades y capacidades para
crear.
Pareciera que a lo largo del debate hubiésemos perdido de vista la razón de ser del mismo: buscar la relación entre locura, genio y creatividad.
El loco y el genio son creadores; crean y/o construyen nuevas realidades (realidades virtuales) porque son capaces de
experienciar y vivenciar la realidad de un modo diferente a otros individuos. Nada tienen que ver, para el tema que nos ocupa, las personas que, apegadas a la realidad, no sean capaces de construir realidades
en ficción o realidades virtuales, ya sean personas muy trabajadoras o discapacitadas.
Elías lo explica muy bien aquí:
Creo que en la genialidad existe un momento de libertad sin el cual no se explica la misma. Aunque ese momento de libertad sea únicamente el de cuasi-libre creación de nuevas formas de interpretar la realidad.
Y aquí:
Es decir, hay un momento de libertad (voluntad tendente) por el cual una persona decide, y por así decir, ser un genio.
Silvanus nos alejó del tema propuesto, en su obstinado afán por
igualar a todos los individuos.
Llegados a este punto, creo que ya ha quedado bien clara mi definición de genio. Se comparta o no.
Si lo que se pretendía era rebatir dicha definición, argumentando que se sustentaba en conceptos de carácter mágico-místico, ya ha quedado bien aclarado, también, que
la capacitación del genio para crear no proviene de los dioses, ni de los hados ni de ningún mundo suprasensible, sino que tiene su origen en la propia realidad; en el conjunto de notas que conforman la herencia neurobiológica y biogenética de cada individuo (imposible una fundamentación más real y científica).
Yo señalé, además, la coincidencia entre el genio y el loco, en la medida que ambos tipos humanos compartían una herencia biogenética similar que les permitía, a ambos, crear realidades en ficción (realidades virtuales); es decir, argumenté que, tanto el loco como el genio, eran capaces de vivenciar o de experienciar la realidad-fundamento, común a todos, creando
nuevas posibilidades de ser.
La realidad es abierta para todos los seres humanos, todos estamos impelidos (instados) a hacernos a nosotros mismos
en y
desde la realidad; pero solo a un tipo determinado de persona le está permitido
trascender las limitaciones de su propio ser absoluto relativo creando
realidades virtuales.
Ahora se me podrá decir que todos creamos, ergo todos somos artistas en potencia. Y es cierto, así es. Pero, insisto, la creación sublime,
la propia del genio, será la que trascienda, la que abra una nueva posibilidad para interpretar la realidad del ser; será la que se reconozca socialmente como nueva vía o posibilidad del ser y la que permanezca inserta en la conciencia colectiva (Dasein histórico) para la posteridad.
De nuevo Elías lo resume muy bien aquí:
Considero que la genialidad es la capacidad de establecer nuevas posibilidades de entender la realidad en su fondo más profundo. Nuevas posibilidades que tendrán que ser juzgadas como fecundas, y por tanto, necesitadas del reconocimiento social e histórico. Serán la sociedad y la historia las que dictaminen quiénes son o no genios. Por tanto, depende en gran medida de las capacidades de las personas pero también del juicio social e histórico.
Pondré un ejemplo: Picasso.
El cuadro de "Las señoritas D´Avignon" supuso un acto creativo sublime, porque descubrió una nueva vía o
nueva posibilidad de ser-arte. Picasso, efectivamente, fue un incansable trabajador, y seguramente él mismo, que fue un incondicional admirador del padrecito Stalin, se consideró un obrero que se capacitó y se mejoró a fuer de horas y horas de estudio y perfeccionamiento. Su propio padre, además, le instruyó desde pequeñito en el aprendizaje de las Bellas Artes.
Sí, Picasso siguió el camino de la areté, a la que se refiere Silvanus, pero ¿no resulta sospechoso que su propio padre también fuese artista? ¿Tan difícil sería reconocer que Picasso era portador de una determinada herencia neurobiológica que le capacitaba a priori, y aunque fuese potencialmente, para ser artista?
Y, en cualquier caso, si su obra original y descubridora de nuevas posibilidades artísticas (cubismo) no hubiese tenido reconocimiento social, Picasso no hubiese sido reconocido como genio en vida (como le sucedió a Van Gogh).
En fin, ahí lo dejo.
El punto crucial que quedaría por determinar, aceptada la existencia (demostrada científicamente) de una herencia biogenética que nos condiciona a priori, sería el de descubrir de qué modo, además de científicamente, podrían inferirse o evidenciarse dichos
genes de la creatividad a través de la observación y evaluación de la conducta humana.
Por supuesto, sin un estudio exhaustivo (registro observacional, análisis psicométricos y estadísticos) no podemos validar científicamente mis especulaciones. Pero ahí quedan, de momento, algunas pinceladas que, creo, acertadas.
En mi opinión, tanto los locos (individuos con ciertos desajustes) como los genios compartirían ciertos rasgos comunes de personalidad (introspección, antigregarismo y egocentrismo). Claro que todos los individuos, en mayor o menor grado, mostramos dichos rasgos o constructos de la personalidad y de lo que se trataría sería de averiguar en qué grado y qué correlación habría entre dichos constructos y el hecho de ser genio y/o mostrar desajustes; sin olvidar que un
desajuste siempre será lo que se decida por consenso de expertos en cada momento histórico, es decir, lo que decida un colectivo humano a través de la normativización social.
Un saludo.