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TEMA: Nacionalismo y entropía

Nacionalismo y entropía 18 Nov 2010 18:36 #212

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A lo largo de los años he ido consolidando la percepción de que el modelo del Estado-nación avanzaba hacia su caducidad. Y francamente, es más una percepción desiderativa que predictiva: superar el modelo sólo será posible con el planteamiento dialogado, crítico y maduro de un nuevo modelo, por el que la razón frente al poder tendrá mucho que decir y luchar. Pero, ¿qué impredecibles consecuencias podría traer ese nuevo modelo hoy desconocido?

Desde tiempo inmemoral, la cultura humana, a imagen del desarrollo biológico, ha tendido hacia la diversidad, probablemente porque la variación en las prácticas culturales facilitaba, como sucede en la genética, la mejor adaptación de la especie. Nuevas formas culturales permitían experimentar con nuevas estructuras y organizaciones sociales, nuevas respuestas ante las inquietudes individuales y grupales, nuevas respuestas ante los cambios en el entorno (ecológicos, geopolíticos, de las culturas próximas, etc.). Basta que germine una lengua en alguna localización como para que en un plazo históricamente breve surjan dialectos, variantes y con el tiempo nuevas lenguas. Babel es el sino humano, y con toda la riqueza de perspectivas que ello conlleva, también se ha alojado al fondo de tantos sufrimientos a lo largo de la historia que algunos lo consideraron pecado primigenio. El segundo principio de la termodinámica relativo a la imposibilidad de disminuir la entropía, por así decirlo, también impera aquí: la naturaleza humana ha tendido siempre a su dispersión, a su disgregación. La selección natural, sin embargo, ha unido a esta tendencia diversificadora el exigente y fáctico perfil del entorno, estimulando la supervivencia de los más aptos. La vida se opone a la disgregación.

Este fáctico perfil del entorno, en términos culturales y políticos, como fuerza contraria a esta disgregación enriquecedora, se ha traducido a lo largo de la historia en diversos intentos en pos de establecer una cierta uniformidad cultural, que ha facilitado en tantas civilizaciones su administración y supervivencia. Los peces grandes se comían a los chicos e imponían sus modos culturales (e incluso sus genes, pues son curiosos los análisis sociobiológicos que analizan los expolios y saqueos en los que los vencedores mataban a todos los hombres y niños, y violaban a mujeres y a niñas, haciendo preservar sus genes en los embarazos no deseados entre sus vencidos). Darwinismos culturales aparte, en el encuentro entre distintas fuerzas es posible que a causa – entre otras – de la pérdida de flexibilidad que conllevaba esta uniformidad se produjera la caída de tantas civilizaciones hegemónicas. Pero mi ánimo no es entrar sutilezas históricas para consolidar una base empírica sobre la que discutir, a base de ensayar esta óptica sobre el surgimiento y caída de imperios y civilizaciones como el persa, el macedonio o el romano.

La cuestión es que en este batiburrillo cultural en el que la humanidad se ha venido diversificando siempre a lo largo de la historia, los diversos intentos de reducción de la entropía cultural fueron gestando a lo largo de los siglos la potente ideología del nacionalismo, que se consolidó fundamentalmente a lo largo del siglo XIX, a partir del establecimiento de los Estados-nación europeos más antiguos. En pleno romanticismo, la ideología nacionalista encontró un fuerte aliado en el liberalismo emergente, y despertó una potente respuesta en comunidades que compartían los suficientes lazos culturales, pero, sobre todo, enemigos comunes, como para germinar en ellas. La virtud del nacionalismo supuso, de este modo, la consolidación de una nueva solidaridad en comunidades deslavazadas, al calor de una ideología que no habría existido tan vivamente bajo un estado de coerción o temor, y se constituyó en uno de los baluartes más aventajados del liberalismo moderno. Su proliferación hizo que, a partir de ese momento, toda oligarquía o monarquía que quiso sobrevivir tuviera que plegarse a esta suerte de brote liberal, emancipador, aunque sólo fuera revistiéndose de sus principios e incluyéndose entre los signos emblemáticos de su imaginario colectivo. Como dice M. Billing el nacionalismo aglutinaba así costumbres, rutinas, creencias ideológicas, sentimientos y símbolos que se asumen consciente o inconscientemente, en ese nacionalismo interiorizado e inadvertido que a todos nos late de una manera u otra. Omniabarcante y exhaustivo, el nacionalismo nos envuelve desde su construcción como comunidad de pertenencia, anclada en una historia y una cultura de la que ningún ser humano puede sustraerse. La vida cultural se organiza más refinadamente frente al desorden entrópico.

Sin embargo, a pesar de esa “simpatía común” que Stuart Mill predicaba de la vinculación cultural homogénea que propone el nacionalismo, su problema fundamental es que, al estructurarse apelando a la identidad más que a la voluntad, al sentimiento más que a la razón, desde su definición guarda en su seno una incongruencia irremediable, una fatalidad incapaz de sustraerse al principio entrópico: Como ideología de doble dirección, enfrenta a nacionalismos consagrados como Estados-nación y nacionalismos de oposición demandantes de un Estado propio, independiente y soberano. Se mantiene así una inconsistencia incapaz de soportar la universalidad kantiana: Lo que es legítimo para unos resulta cuestionable para otros. La definición de la nación que unos consideran propia se realiza a costa de la de otros, del mismo modo en que para que en un sistema cerrado pueda reducirse la entropía de una región sólo puede realizarse a costa de que aumente la del resto del sistema.

Los resignados a esta voluntad de poder que nos enfrenta podrán no considerarlo un problema, pero a mí la razón – e incluso el sentimiento, que también se educa – me pide otra cosa. El nacionalismo ha dado cobertura al mantenimiento de statu quo injustos en el seno de las naciones, ha fomentado la división entre ellas, ha servido de semilla de sistemas totalitarios e imperialismos, ha sido motor de guerras, genocidios, holocaustos… Demasiados sufrimientos, esfuerzos en vano, intransigencias, luchas, vidas y muertes se ha cobrado el nacionalismo de cualquier color como para seguir contentándose con él a estas alturas de la Historia. Esta insatisfacción es de la razón, la misma que hacía reflexionar al estoicismo y consolidaba su aspiración al cosmopolitismo, a la liberación de las cadenas irracionales del poder, sin caer en la ingenuidad, ni en un ejercicio de romanticismo barato, burgués y cobarde. Pero esta insatisfacción también es del sentimiento romántico universalista, el de Espronceda, cuyo pirata tenía por única patria la mar.

En las dos últimas centurias hemos asistido a la radicalización del nacionalismo y con sus atrocidades, hoy asistimos al desencanto posmoderno, cayendo junto con el resto de las grandes ideologías. Así pues, cada nación, consolidada o como aspiración, se ve hoy más que nunca sometida a ese plebiscito diario, a ese consentimiento tangible que decía Renan, al cuestionamiento de la vigencia de las bizantinas y cada vez menos pragmáticas discusiones sobre el sujeto de la autodeterminación. Cada individuo realiza hoy un cálculo cada vez más exigente entre los esfuerzos que le demanda y los beneficios que le ofrece la defensa de la nación – insisto, consolidada o imaginada. La gente muestra agotamiento. Y sin embargo, a pesar del individualismo hedonista, las demandas nacionalistas vuelven una y otra vez a levantar ampollas y a causar revuelos. Y el problema del nacionalismo vuelve a evidenciarse: en general, quienes más ruido hacen y más parecen rebelarse frente a las demandas de los nacionalismos aspirantes que consideran insolidarias, son los que descansan tácitamente en su propio nacionalismo inadvertido, sin pretensión expansionista pero satisfecho en su inmovilismo con la facticidad histórica, y al que acríticamente le consienten su insolidaridad con otras naciones históricamente expoliadas, desposeídas y negadas.

En algunas partes del globo, algunas de las virtudes del nacionalismo aún tienen que ser alcanzadas, pues como enorme fuerza movilizadora, muchas comunidades humanas explotadas a lo largo de la historia han encontrado en él el camino hacia su liberación frente a opresores de todo tipo. Y acaso por eso aún resiste su vigencia, por ejemplo, bajo razonables formas de indigenismo. Pero en muchos otros frentes, este modelo resulta un lastre, no sólo por el círculo vicioso en el que se enreda y por el historial conflictivo que lleva consigo, sino por los nuevos retos a los que nos enfrenta desarmados: el poder de las empresas transnacionales – mucho más ágiles y prácticas en observar las ventajas de la globalización del planeta – no deja de crecer, mientras los estados-nación quedan rezagados en su capacidad de influencia y control.

La democratización y el diálogo racional exigen un nuevo modelo que desmantele el actual, por ambos extremos: desde la supranacionalidad y el consenso internacional hasta el federalismo plurinacional y multicultural. Y aquí entra de nuevo la reflexión entrópica: ¿Es sólo contrafáctica o es contrafactible esta aspiración? ¿A costa de qué podría la humanidad, en un futuro a priori deseable, construir ese nuevo modelo de separación de poderes, democrático y global, sin perder la riqueza de su diversidad cultural? Algunos temen una globalización uniformista que al estilo orwelliano degenere en un totalitarismo planetario sin alternativa, cercenada o aletargada la conciencia civil. Otros temen la incapacidad del planeta para siquiera soportar una nueva transición de un sistema que, desde los orígenes de la vida, ha venido contrariando el empuje del aumento de entropía a costa de la energía del Sol (como tantos seguidores del Diseño Inteligente se empeñan ofuscadamente en ignorar). Como en la crisis de la democracia, la caducidad del modelo Estado-nación nos urge a reflexionar sobre un nuevo escenario político que creo que aún tardaremos en vislumbrar.
Javier Jurado
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Re: Nacionalismo y entropía 18 Nov 2010 19:18 #214

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Re: Nacionalismo y entropía 19 Nov 2010 11:08 #217

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1.Thunderbird escribió:
¿Hay algún ismo político en la contemporaneidad al que no se le puedan plantear los mismos cargos?
Probablemente a cualquier tipo de fundamentalismo se le puedan achacar cosas similares. Pero creo que el nacionalismo es la ideología moderna por excelencia, que no ha tenido rival (acaso precisamente porque ya albergaba la incoherencia interna que comento). Si los liberalismos, socialismos, marxismos, anarquismos... pujaron entre sí según en qué lugares y momentos, el nacionalismo las impregna a todas, ya sea hacia afuera o hacia adentro. Se da una versatilidad en él que permite instrumentalizarlo para diversos fines, parapetado de la simbología nacional que se construye y de la que se apropia, sirviendo de vehículo para "ismos" completamente opuestos. Quizá, los reproches que en este sentido pueden hacérsele al nacionalismo no son tan sofisticados ni racionalmente discutibles, sino que provienen simplemente de acudir a la razón universalista para que desmantele su estructura sentimental y voluntarista al servicio ciego de cualquier "ismo" que se lo apropie y sea obedecido de forma encubierta, tras su disfraz de la diosa moderna que es la Nación por la que incluso se llega a dar la vida.

2.Thunderbird escribió:
Parece que tú también partes de esta premisa: que las civilizaciones crecen y menguan. Pero ¿crees que es posible afirmar que esa trayectoria parabólica que vuelve a ras del suelo se produce necesariamente para todas las civilizaciones?
Imaginaba que tú precisamente entrarías por aquí :), y por eso me anticipé diciendo que no era mi intención entrar en la discusión sobre la historia empírica para contrastar esta idea. Lo cierto es que no pretendía tomarlo como premisa, y mucho menos necesaria. Pero como idea general, aun siendo un tanto vaga, no le encuentro ahora mismo contradicción alguna. Por lo que sé de Historia, todas las civilizaciones se han comportado de esta manera. Y en general, por la contingencia y caducidad de todo lo humano, no me cabe ahora mismo otra alternativa que imaginar que así es.
Javier Jurado
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Re: Nacionalismo y entropía 19 Nov 2010 11:32 #224

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Re: Nacionalismo y entropía 19 Nov 2010 11:42 #226

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De nuevo, no alcanzo a entender a dónde quieres ir con tu precisión histórica. Ya atribuí a un origen primigenio ese esfuerzo por homogeneizar para hacer pervivir las culturas, por trascender el ámbito individual al grupal: "Este fáctico perfil del entorno, en términos culturales y políticos, como fuerza contraria a esta disgregación enriquecedora, se ha traducido a lo largo de la historia en diversos intentos en pos de establecer una cierta uniformidad cultural, que ha facilitado en tantas civilizaciones su administración y supervivencia."

Evidentemente, los crímenes del nacionalismo no son exclusivos de la contemporaneidad. Pero su volumen, su radio de acción, su repercusión, su fuerza... no se han dejado sentir tanto como en los últimos siglos. La proclama de Tirteo mantiene un hilo conductor con los nacionalismos hasta hoy.

Pero no entiendo qué tiene que ver eso con ligar la nación y la mala acción.
Javier Jurado
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Re: Nacionalismo y entropía 19 Nov 2010 18:07 #234

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Re: Nacionalismo y entropía 22 Nov 2010 18:05 #312

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Como hay voluntad de entenderse, al final, lo acabaremos consiguiendo: quizá nos esté separando la equivocidad de hablar de nacionalismo en sentido estricto o en sentido laxo. En sentido estricto, el nacionalismo como ideología moderna es más reciente y cabe distinguirlo de otros períodos (si con ello llegamos a algún lugar), mientras que en sentido laxo, podríamos considerar que el discurso nacionalista ha cubierto casi toda la historia humana, y que por tanto, también la proclama de Tirteo es nacionalista – “natio” como pueblo, como comunidad cultural de origen.

Efectivamente consideraba que nos urge superar el modelo estado-nación porque existe entre el nacionalismo y la hybris que llamas una rápida y fácil transición – demasiado fácil, demasiado habitual. Entiendo que tu aportación se centra en matizar que el nacionalismo acaso no tenga “responsabilidad particular” sobre este tipo de comportamientos, y que son otras causas más profundas y diferentes las que se sirven de él para cometerlos, como lo han hecho en otros episodios a lo largo de la historia sin el pretexto nacionalista.

He pretendido acercarme a esta misma idea al manifestar que el nacionalismo apenas contiene un fundamento racional, y que se encuentra mucho más arraigado en la voluntad y el sentimiento, lo que hace que se comporte mucho más como catalizador de voluntades de poder, ambición, egoísmo y maldad en definitiva, que como su precursor y autor intelectual. Como el cuchillo para partir pan o para matar, podríamos pensar, el nacionalismo es puro instrumento orientable tanto a fines positivos como negativos, y en él por tanto no residiría maldad alguna como ideología, porque también puede suscitar una bondadosa solidaridad entre los individuos, que sin él sería desconocida en la historia.

Ahora bien, por lo expuesto, no creo tan imparcial al nacionalismo. Por la propia contradicción interna que le achaco, creo que su capacidad para degenerar viene definida ya desde el comienzo y que por tanto, si bien la causa última de sus malos efectos pudiera no residir en él, gran parte de su propia perversión es estructuralmente inevitable y se da de forma constante al margen de los muy diferentes intereses que lo utilicen.

Por tanto, el nacionalismo no es el único ismo contemporáneo responsable de los comportamientos cuestionados, pero es difícil encontrar alguno de ellos que no encuentre en el nacionalismo algún tipo de cobertura ideológica. El interés económico, el dominio político, o el dominio religioso han causado enormes males en la historia, y sin embargo, sin la cobertura ideológica del nacionalismo – en sentido laxo –, no habrían logrado semejante alcance.

Tú consideras que esos crímenes “no son exclusivos del nacionalismo, y que de hecho no obedecen a una determinada ideología”. El nacionalismo, como cobertura ideológica, sin embargo, ha sido excusa para que esa competición por el poder haya aumentado y se haya contagiado como la peste por todo el planeta y la historia. Me cuesta pensar en otros ismos a los que se les pueda hacer una acusación tan abrumadora como a éste, por la sencilla razón de que si algunos ismos encuentran alternativas que les son excluyentes (el carlismo y el liberalismo no podrían proclamarse al unísono, por ejemplo) el nacionalismo, acaso porque ya lleve la antítesis en su propio seno, es la ideología reina del baile, todo el mundo quiere casarse con ella, permea mucho mejor y se encuentra mucho más extendido. Es por tanto mucho más culpable como justificante ideológico, y por tanto, si no autor intelectual, cómplice más notable de todas las atrocidades que hemos comentado.

Aprecio tu depuración, pero creo que una “llamada” – llamarlo “propuesta” es excesivo – a superar el modelo Estado-nación no pierde fuerza por atribuir al nacionalismo este preponderante papel en la hybris. Si los abraham pudieron convencer a tantos isaac de que era preciso luchar en la guerra que fuera, acaso en un bando fue argumentando que era para defender la democracia y la libertad en el mundo; acaso en el otro fue argumentando que era para defender la supremacía aria y el destino al que estaba llamada; pero seguro que a ambos lados se blandió el argumento de que era para mayor gloria y defensa de la nación a la que debían servir.

Al no ser sujeto de acción, evidentemente no son sino las personas las culpables de los crímenes y no ideologías algunas. Culpables de manipular ideológicamente y de imponer sus propios intereses; culpables también, efectivamente, de abandonarse a la irracionalidad del seguidismo ciego. Pero en todo ello, el atractivo hipnotizador, estimulante y aparentemente bondadoso del nacionalismo como fermento de odio y guerra no puede ser más que denunciado específicamente en cualquier llamada a superarlo.
Javier Jurado
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Re: Nacionalismo y entropía 14 Sep 2012 17:09 #8788

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A mi juicio lo único que puede llevarnos al escenario supranacional y al armonismo internacional que planteas sería una invasión extraterrestre, bien porque nos viésemos obligados a aliarnos todas las naciones contra un enemigo común, bien porque los extraterrestres terminasen derrotándonos e imponiéndonos una uniformidad que no tenemos por nosotros mismos.
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Re: Nacionalismo y entropía 14 Sep 2012 21:25 #8804

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Kierkegaard escribió:

Los resignados a esta voluntad de poder que nos enfrenta podrán no considerarlo un problema, pero a mí la razón – e incluso el sentimiento, que también se educa – me pide otra cosa. El nacionalismo ha dado cobertura al mantenimiento de statu quo injustos en el seno de las naciones, ha fomentado la división entre ellas, ha servido de semilla de sistemas totalitarios e imperialismos, ha sido motor de guerras, genocidios, holocaustos… Demasiados sufrimientos, esfuerzos en vano, intransigencias, luchas, vidas y muertes se ha cobrado el nacionalismo de cualquier color como para seguir contentándose con él a estas alturas de la Historia. Esta insatisfacción es de la razón, la misma que hacía reflexionar al estoicismo y consolidaba su aspiración al cosmopolitismo, a la liberación de las cadenas irracionales del poder, sin caer en la ingenuidad, ni en un ejercicio de romanticismo barato, burgués y cobarde. Pero esta insatisfacción también es del sentimiento romántico universalista, el de Espronceda, cuyo pirata tenía por única patria la mar.

Suscribo lo que expones Kierkegaard, creo que el discurso nacionalista ha demostrado a lo largo del siglo XX, con dos hechos paradigmáticos: la Primera y la Segunda Guerra Mundial, que los nacionalismos y su intrínseca voluntad de poder que de ellos emana genera un política de conflicto, de diferenciación y de segregación. Más de cincuenta millones de víctimas en ambos conflictos no es una cifra baladí. Nombres como Gallipoli, Vimy, Passchendaele, Caporetto,Nivelle, pero sobre todo el Somme y Verdún (en la Primera Guerra Mundial), resuenan en la conciencia de la historia como mataderos humanos a escala indutrial, atestiguaron con un piélago de sangre y visceras de las méjores generaciones que aquel aforismo de Horacio: "Dulce et decorum est pro patria mori", era una patraña y que apelar a la entraña, al sentimiento de pertenencia a una patria supuestamente inamovible, para empuñar una arma y descerrajar tiros a diestro y siniestro, en vez de legítimo y glorioso era abominable. De hecho, después de la II Guerra Mundial, más funesta que la Primera, se orquestó y creó un organismo internacional nunca antes conseguido, la Organización de Naciones Unidad, nacida de las cenizas de los grandes conflictos del siglo XX. Este organismo tendrá sus lagunas pero es desde luego algo esperanzador. A mi modo de ver el mundo cada día está mas interconectado, no podemos como antaño ignorar de un modo perverso al otro.

Poco hemos aprendido en el objetivo de intentar convivir juntos, y eso que el intento ya viene de lejos. Los estoicos intentaron atisbar un ideal universal, la cosmópolis, ya Zenón en su Politeía, lanza un aviso a navegantes: "No debemos vivir organizados en ciudades y demos, dándonos unos y otros diferentes leyes, sino que debemos considerar a todos los hombres como miembros de nuestras demos y conciudadanos nuestros. Y que el mundo sea uno, y Uno también el orden, como un rebaño que en un prado común se alimenta al mismo tiempo y según la misma ley". Ese ideal estoico ha existido siempre y se ha imaginado como posible.

Y es que la manida frase de es más lo que nos une que nos separa es, a mi modo de ver, clamorosamente cierta. Porque somos humanos, demasiado humanos, y todo lo que es humano no puede sernos ajeno.

Un saludo.
Hay una sola expresión para la verdad: el pensamiento que niega la injusticia. Horkheimer.
Última Edición: 14 Sep 2012 21:28 por Bud.
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Re: Nacionalismo y entropía 15 Sep 2012 01:40 #8816

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-Bueno, pues sigamos en este hilo sin más dilación, pues me quería haber ya pronunciado al respecto-.

Después de haber escuchado diferentes posturas en diversos medios, aquí también. De haber visto cómo se tergiversa la historia por intereses políticos varios, puesto que lo que se conmemora el 11 de septiembre de 1714 en la ciudad de Barcelona fue una de las acciones bélicas de la guerra de Sucesión Española, y digo 'sucesión', y no 'secesión', como se está vendiendo por ahí. No hubo el menor asomo de cantonalismo, ni intento de segregación de ningún género. Pero sigo, no quiero distraerme con la casuística.

Y desde el desapasionamiento territorial que da estar en la meseta castellana es que se han producido unos hechos, una realidad que está ahí de la cual podemos disentir si ha sido orquestada o no pero, a veces ingenuamente, pienso que las personas son suficientemente racionales o autónomas como para tomar la decisión de expresar un sentimiento y hacerlo porque quieren. Otra cosa es que a mí me guste o no, pero lo respeto, respeto la decisión de un pueblo a autodeterminarse y tomar las riendas de su propio destino. La voluntad de un pueblo es la clave.

Bien, pero esa realidad está ahí y no se puede obviar. Y también creo que desde el enfrentamiento, desde la confrontación no se va a solucionar nada. Pero así se llega a la pregunta del millón y la que ya se debería plantear: ¿cómo debe reaccionar un gobierno democrático ante una reivindicación secesionista totalmente pacífica dentro de su territorio?. Pienso que ha llegado irremediablemente el momento de poner las cartas sobre la mesa, pues se ha abierto una 'cajita' de la que salen unas dinámicas sociales e históricas que son incontrolables. Yo no digo que sea positivo o negativo, no entro en juicios de valor, sólo hablo con ánimo descriptivo, y para mantener el statu quo actual posiblemente existan ya sólo dos vías: la segregación o el cambio de marco constitucional, una vez las fuerzas desatadas.

La solución más plausible a esta cuestión la ha dado Canadá, 'el primer gran Estado democrático que admite expresamente por ley la posibilidad de su propia divisibilidad'. El primero que ha tenido el suficiente talante democrático para admitir dentro de su propia legislación la posibilidad de que sus territorios se disgreguen. Canadá ha decidido legislar 'cómo se hace para irse de Canadá', y esto está puesto negro sobre blanco en la renombrada 'Ley de Claridad' de 19 de junio de 2000. hayderecho.com/2012/02/09/secesiones-a-l...a-el-caso-de-quebec/
laws-lois.justice.gc.ca/eng/acts/C-31.8/page-1.html#s-1.

En un territorio donde existe un problema de secesión pacífico, en lugar de crispar o tensionar los ánimos, lo que se hizo fue admitir la realidad latente, el sentimiento de esa gente que tiene todo el derecho a pronunciarse y hay que respetarlo.

Sólo añadir, que la regulación y tramitación de esta ley ha tenido un claro efecto, y que resulta ser que el separatismo es menos fuerte, hay menos tensión separatista, no llegándose a celebrar un tercer referéndum, una vez articulada la ley. Pero es el único país que se ha atrevido a enfrentar este hecho, a 'coger el toro por los cuernos', que diríamos por estos castellanos lares. Yo que he vivido in situ y durante algunos años en este gran país he constatado de primera mano este hecho.

Y concluyendo, mi lectura completamente subjetiva es que los nacionalismos pueden ser algo bueno, en la medida en que inspiren una mayor solidaridad dentro de un grupo humano, en un espíritu de apertura a los otros grupos. No obstante, se pueden convertir en una fuerza muy dañina y potencialmente peligrosa cuando se transforman en la ÚNICA referencia como principio de organización política y social, cuando ofrecen la ÚNICA óptica ideológica desde la que se percibe la vida en sociedad. Se asemejan entonces a los fundamentalismos religiosos que, al igual que esos nacionalismos exacerbados, constituyen la mayor amenaza para la democracia y la seguridad nacionales.

Y bien, ¿ahora qué?. Ahora es el turno de la inteligencia política, y ¿alguien cree que ese atributo adorna o no a nuestra casta política actual?. Pues vosotros mismos ...

Saludos. ;)

PS: Espero no haber incumplido ninguna normativa del Foro. :whistle:
Moni Matas - Degree English University of Cambridge & Alumna de Filosofía (UNED).
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'Gobierna tu mente, o ella te gobernará a ti'. Horacio (65 ac-8 ac)
'The trouble with the world is the stupid are cocksure and the intelligent are full of doubt'. Bertrand Russell (1872-1970)
Última Edición: 19 Sep 2012 17:47 por Moni.
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