Hola,

Siguiendo el diálogo que mantuve con Aqueo, me ha parecido oportuno compartir un nuevo término que recoge la RAE desde 2017:

aporofobia
Del gr. ἄπορος áporos 'pobre' y -fobia.

1. f. cult. Fobia a las personas pobres o desfavorecidas.

Fue acuñado por la filósofa, catedrática de ética en la Universidad de Valencia, Adela Cortina autora del libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Fue un término que acuñó hace muchos años pero hasta ahora no se ha recogido en la RAE.

Más aún, el Senado ha aprobado que la aporofobia sea un agravante en el Código Penal.

Según la filósofa, la xenofobia como tal en realidad apenas existe sino que es un rechazo que tenemos hacia los pobres. En un mundo globalizado, ya no tenemos tanto miedo al extraño, al extranjero, porque convivimos con miles de culturas en nuestras ciudades y a través de internet. Nuestro rechazo se enfoca a los que son pobres, por miedo y por odio, pues la fobia tiene estas dos connotaciones.

He sabido del reconocimiento de este término a través de una triste noticia. Un grupo de jóvenes que celebraban una despedida de soltero pagaron a un indigente 200€ por tatuarse el nombre del novio en la frente (elpais.com/politica/2018/07/31/diario_de...33031867_941364.html). Es un caso de humillación semejante al que se produjo en Plaza Mayor cuando tiraban monedas a unas mujeres para que hicieran flexiones. Desgraciadamente hay muchos más ejemplos, algunos bastante macabros.

La filosofía es el amor a la sabiduría pero normalmente amamos al rico aunque sea ignorante y despreciamos al pobre aunque sea sabio. Creo que este ejemplo, el acuñar un término, culto en su etimología y fruto del estudio de una realidad social, muestra la valiosa función del filósofo pues cuando algo tiene un término, entonces existe más claramente en nuestra conciencia.

Un saludo

La pobreza se asocia a la incultura y la incultura a malos modales, violencia y problemas. Y lo que no quiere la gente son problemas y lo que defiende por encima de todo es su tranquilidad, de ahí el rechazo.
Cerca de mi trabajo hay una placita y en un banco, siempre el mismo, se sienta un mendigo. Se le ve muy feliz con una botella de litro de cerveza en una mano y un libraco (el último día era Dickens) en otra. No sé cómo será en realidad su existencia pero cada vez que le veo me da una punzada de envidia.

Creo que el tema es más complejo de lo que parece a priori.

El rechazo a los pobres no podemos circunscribirlo solo como fruto de un mecanismo de defensa de nuestra “tranquilidad” o que el objetivo de nuestro rechazo sea solo el desfavorecido, el pobre. (Aunque primariamente esos factores también influyan).

Creo que la aporofóbia comparte con el resto de fobias colectivas, (islamofóbia, homofobia, etc), la condición de patología social.

La mayoría de estas patologías sociales tienen como denominador común el rechazo a lo diferente.

Es nuestra necesidad, como sociedad, de crear la alteridad, (real o ficticia), que nos cohesione como grupo, por contraposición……fija nuestra identidad.

Tomando prestado a Eclesiastés 1:9 diríamos que “No hay nada nuevo bajo el sol”.

No es un proceso nuevo, ni siquiera es fruto del paradigma actual, donde se rinde culto al éxito. Es un mecanismo identitario conocido desde hace siglos.

De lo afirmado existe bastante bibliografía. Para aquel compañero que desee profundizar en ello, le puedo recomendar un librito, (poco extenso y de fácil lectura), escrito por el profesor Martin Rheinheimer titulado: Pobres, mendigos y vagabundos. (La supervivencia en la necesidad, 1450-1850).
En el libro mencionado se dibuja el rechazo a lo diferente, al extranjero, al desfavorecido, desde finales de la edad media hasta finales del siglo XIX y como ese fenómeno de rechazo recorrió toda Europa, independientemente de la idiosincrasia y particularidades de las distintas sociedades que la conformaban.

Dicho rechazo u odio experimentó cambios en su percepción por parte de la sociedad conforme los medios de producción evolucionaban y por ende, los requisitos para ser identificado como parte del grupo, también cambiaban.

A la par que evolucionaba las características de pertenencia social, el rechazo a lo diferente o que era lo necesario para ser considerado diferente, también evolucionó dando paso cada vez más a la marginación e incluso a la persecución.

Coincido con Abel en que poner un nombre a un fenómeno, ayuda a identificarlo ergo a combatirlo pero si olvidamos la causa raíz, por mucho nombre que le pongamos, el combate estará amañado.

¿Y por qué rechazamos lo diferente? Porque lo vemos como una amenaza. Es algo que nos desconcierta, que no entra dentro de nuestros esquemas, que sentimos que escapa a nuestro control. Porque de una forma u otra pensamos que pone en peligro nuestra conservación como individuos y como sociedad. La "tranquilidad" que buscamos no es otra cosa que eso, instinto de supervivencia. De la misma manera que se disparan los niveles de estrés cuando vemos una amenaza real o probable, reaccionamos con prevención frente a lo que no nos es familiar porque consideramos que puede ser dañino para nosotros. En cambio, pertenecer a un grupo hace que nos sintamos protegidos (aparte del estúpido instinto gregario, que imagino que tiene la misma raíz)y que, ante una situación de peligro, el grupo vendrá en nuestra ayuda. No creo que sea algo patológico sino natural.
Está muy bien conceptuar este tipo de sentimientos. La pobreza me interesa relativamente poco (como objeto de estudio quiero decir), pero me gustaría saber si hay un término para definir la fobia y el rechazo que producen los enfermos mentales.

Hola Aina,

Entiendo lo que planteas pero, dale una vuelta a lo siguiente:

El rechazo a lo diferente no solo se debe a que identificamos al diferente como amenaza, (hecho que respondería a un vestigio evolutivo).

Es más complejo. Me explico:

El rechazo a lo diferente no solo es innato a nuestra historia evolutiva, (prevención ante la amenaza de un elemento exógeno al grupo).

Desde que las sociedades evolucionan, se amplían y se vuelven permeables a movimientos migratorios, el rechazo a lo diferente se fomenta, se induce, desde dentro mismo de la sociedad más allá de la respuesta a la amenaza, innata, que tú planteas.

Al inducir, al fomentar el rechazo de manera artificial, la intencionalidad es otra. Deviene en una forma de cimentar determinadas actitudes, de forma interesada:

•Afianzamos una supuesta superioridad cultural.
•Creación de un enemigo reconocible, la teoría del chivo expiatorio. (ejemplos de esta teoría tenemos muchos y muy amargos en el siglo XX y más recientemente me viene a la cabeza ciertos ministros Italianos).
•Creación de un falso estándar, con una falsa uniformidad social. (Véase los nacionalismos rampantes).
•Respaldar un modo de organización político-social versus otros. (véase la sobre valoración de la Polis griega por sus coetáneos o más recientemente, nuestro eurocentrismo y paradójicamente también su némesis: el euroescepticismo).

No niego tu análisis, pues es cierto que el rechazo a lo diferente es una respuesta innata ante algo que vemos como amenaza. Pero más allá de ese rechazo automatizado y arcaico hay razones complejas que inducen al rechazo, a la estigmatización de lo diferente, por razones más espurias, interesadas e ideologizadas.

Un abrazo.

Lo que vienes a decir, si no he entendido mal, es que ciertas personas o grupos de personas utilizan a su conveniencia nuestros instintos primarios en su beneficio. Pues sí, claro que sí. En todas las sociedades y en todas las épocas. El efecto es mayor dependiendo de la habilidad del mago de turno, del contexto sociopolítico y de la cohesión social. Un gran ejemplo fue la Alemania de Hitler: un orador brillante (Hitler), rodeado, entre otros, de un genio de la propaganda (Goebbels), una sociedad hundida económica y moralmente (pese a que la economía había mejorado, la humillación persistía) y además bastante cohesionada (no tenían aún gran mezcla de razas y culturas, la cosa se redujo básicamente a ser alemán o ser judío). Puede uno entretenerse, durante el insoportablemente aburrido mes de agosto, a estudiar otros casos tal vez menos llamativos, pero igualmente válidos.

No Aina,

Voy como Buzz Lightyear: Hasta el infinito y más allá…


No solo afirmo que hay personas o colectivos que manipulan y exacerban instintos primarios de rechazo a conveniencia. (Que también, of course).

Incluso nosotros mismos, de manera más o menos consciente, y totalmente autónoma, usamos ese sentimiento de rechazo como mecanismo de afirmación grupal o para sentirnos agustito con nosotros mismos…

Vamos, que nosotros solitos nos regodeamos en nuestra aporofobia, en nuestra Islamofobia, en nuestra Xenofobia, en nuestra X-Fobia, (sustitúyase X por todo aquello susceptible de ser diferente a nuestro canon de identidad colectiva o individual.

La identidad colectiva es una realidad humana que se construye a partir de elementos opuestos, como lo singular y lo común, lo mismo y lo diferente, lo exclusivo y lo compartido, la permanencia y el cambio.

La identidad personal es el conjunto de las representaciones y los sentimientos que una persona desarrolla sobre sí misma.

Para afirmarnos en esas representaciones colectivas o individuales necesitamos de “lo opuesto” y necesitamos “marcar” lo diferente.

Con ello encontramos mecanismos de recompensa que justifican y calman desazones morales, véase a modo de ejemplo:

Encontramos una explicación sencilla a problemas complejos: aumento del desempleo por que vienen de fuera a quitarnos lo nuestro. Aumento de la inseguridad directamente proporcional al aumento de pobres o excluidos o emigrantes…

Ponemos en valor nuestro propio grupo social en base a la diferencia: El pobre no pertenece a nuestro grupo social luego los estereotipos negativos asociados al pobre, al paria, no son los nuestros.

Protegemos nuestra concepción “ombliguista” del mundo: Lo diferente son los otros, que son unos barbaros, unos primitivos o unos salvajes mientras que nosotros somos la Pollxxxxx con cebolla.

Y para ello, nos bastamos nosotros solitos, individualmente, sin que nadie nos coma la oreja cebando nuestros instintos primarios.

Pero si a ese cóctel de individualismos complejos, les añades a los “apóstoles de la diferencia” a los que aludíais vos o aludía un servidor..... el resultado es una Patología Social…

Por cierto: ¡!¡ que gato más chulo el de la foto!!!.

Por cierto Aina, que se me escapaba una cosilla de tu anterior comentario..

Afirmas que la sociedad Alemana anterior a la irrupción del nazismo era una sociedad bastante cohesionada y que “no tenían aún gran mezcla de razas y culturas”….

No es cierto.

La sociedad alemana era muy heterogénea.

Con grandes desigualdades entre la población rural y la población urbana.

Con diferencias notables en adscripciones religiosas.
Con una fuerte lucha ideológica entre una incipiente conciencia feminista y quienes abogaban por un tradicionalismo de genero. Con una diferencia y conciencia de clase brutal…..

Con sus gitanos, (alemanes). Con sus Homosexuales, (alemanes), con sus ricos y pobres, (alemanes), con sus Judios, (alemanes) y con una organización territorial que ahondaba en las diferencias entre unos alemanes y otros alemanes en función del territorio.

Vamos, que de homogéneo, lo que se dice homogéneo, va ser que no mucho.

Es precisamente el nazismo con su odio a lo diferente, quien implanta el ideal de “sociedad homogénea”…. Cepillandose al diferente.

Hola,

Son muy interesantes los comentarios. Me gustaría hacer un par de aportaciones. Comienzo por el final.

En un debate, cuando se saca a colación el nazismo suele ser para usar la conocida como falacia ad hitlerum, si uno es nacionalista, el nazismo también, si uno es vegano, Hitler también, si uno apuesta por el intervencionismo de Estado, el nacionalsocialismo también, etc. La comparación de cualquier cosa con este fenómeno histórico suele ser bastante estéril y algo capcioso.

Así que este fenómeno lo considero el inicio del debate más que su final. En obras como la de Arendt o Adorno, que se arroja mucha luz sobre el fenómeno del nazismo, se pasa por alto el concepto de la otroredad. Cierto que, como bien señala Cum Lupus, todas las víctimas eran alemanes pero cabe preguntarse algo, ¿qué significa ser alemán? Podemos extrapolar la cuestión a cualquier nacionalidad.

La nacionalidad es una categoría contingente (cabe citar la obra de Benedict Anderson donde se define a la nacionalidad como una comunidad imaginada), que solo depende de donde se encuentre el útero de tu madre. Ahora bien, ser homosexual o de una etnia, lo cual incluye al judaísmo por ser religión étnica, no. Esto ya estaría dentro de la categoría de lo posible.

Ante la indefinición de lo alemán se buscan otras categorías que realmente den ese contraste de yo frente al otro: etnia, sexualidad, aspecto, etc, generando el racismo, la homofobia, el antisemitismo. Aquí podemos incluir fácilmente, con la aporofobia, a la pobreza porque es bastante objetiva.

A mi juicio, estos movimientos buscan la destrucción del yo eliminando al otro. Una suerte de proceso dialéctico irracional. Yo soy lo que soy porque hay otro que no lo es. Eliminándolo me estoy destruyendo a mí mismo porque ya no tengo el contraste que me define. Un mundo donde todo es blanco, sin negro, no se puede decir blanco.

Por tanto, mi primera conclusión es que no se ataca a lo distinto porque se lo odie sino porque se odia lo que uno es. A nivel jurídico sólo se puede evaluar los hechos pero considero que en la búsqueda filosófica del origen del odio, en estos casos, podemos invertir el origen.

Un saludo

Sencillamente, brillante.
Gracias por tu reflexion, Abel.