El hombre elefante (1980) David Lynch
Recién fallecido el director de cine David Lynch, el pasado enero, es una buena excusa para repasar su obra. Y en concreto, quizás sea la referida una de las que mejor refleje algún aspecto de la sociedad del S. XXI.
Uno que tiene que ver con el cuestionamiento del prisma. Ya que en la obra hay varios y vale la pena tratar de rescatarlos, a mi modo de ver.
Tomemos el tratamiento de adjudicar al hombre elefante la categoría de objeto:
El objeto mirado:
El decir, la fealdad mirada. El sujeto-plebe se deleita en la fealdad circense de la atracción. Es el objeto colapsado. El topos del objeto es un cerco para la exhibición. El topos es la mirada del objeto anulada. La cosificación.
Es el mismo topos del objeto observado por la medicina, donde el hombre elefante permanece en un hospital, e igualmente es exhibido al sujeto-ciencia y al sujeto-aristocracia. Donde sigue cercado.
La mirada a través del objeto:
Aquí aparece el sujeto-espectador de la película. El director comienza a interpelarnos. Empezamos a formar parte de la película. Somos introducidos como categoría de la contemplación de nosotros mismos. Ya no miramos al hombre elefante. Ahora miramos a través del objeto hombre-elefante para atravesarle y vernos a nosotros mismos. El objeto-a-través nos deforma en definiciones de lo bello y lo feo que se van superponiendo para definirnos como enfermos "nietzscheanos" sin jerarquía emocional alguna. Transitamos entre la belleza y el horror sin espacio de aproximación. Somos caos. Inmediatez.
Pero el topos del objeto ha cambiado. Ahora es intermediario, no cerco. Ante la enfermedad humana, ahora contemplada, el objeto fealdad-mítica empieza a dignificarse como portador de un prisma, que aún no le pertenece.
El objeto mira:
La categoría de agente ha cambiado de topos finalmente. Ahora es el objeto hombre-elefante el que adquiere visión propia. En el teatro, mira la función estremecido. Ahora ya sabe por qué ha resistido sin morir. Para conquistar su mirada. Ahora ya es digno de morir y su tormento acaba. No es la mirada perdida de su madre lo que realmente buscaba, sino la suya propia. Su autonomía. La mirada de su madre, que nunca va a aparecer en esta vida, ya no importa. Porque ha aparecido algo más importante: él mismo.
Esa conquista es la filosofía, la contemplación legitimada. El logos empieza ahí o no hay logos.
En el documental El leopardo de las nieves (2021), el fotógrafo Vincent Munier permanece horas y horas observando la posible aparición del leopardo por las montañas del Tíbet. A su lado, el escritor Silvain Tesson, que le acompaña, se sorprende de la capacidad del fotógrafo para permanecer así tanto tiempo en quietud. Finalmente el leopardo acaba apareciendo, después de ser él el que lleve días y días observando al fotógrafo y al escritor desde su posición privilegiada y oculta, mimetizada con la naturaleza. Aparece delante de ellos devorando una pieza que ha cazado y posándose en el suelo frente al fotógrafo y al escritor. Es en ese momento cuando el escritor lo entiende todo. El leopardo les ha regalado su visión después de que ellos se dejaran observar en ese respeto únicamente de mostrarse en quietud, que les hace dignos de observarle ya a él. Luego se yergue y se marcha caminando lentamente. Y el escritor dice finalmente: "La paciencia es la virtud más elegante y la más olvidada. Ayudaba a comprender el mundo."
La paciencia-elegancia del hombre elefante hasta poder mirar él también. Hasta ser nosotros también dignos de que nos mire. Y supongo que si eso no es el amor, no sé que otra cosa podría serlo.
Saludos.