El Sentido Común es la sabiduría acumulada de los siglos, la consagrada por el tiempo y vindicada por la experiencia. Es el sedimento de cientos de generaciones de errores y aciertos al vivir. Es el órgano de comprensión del mundo que emerge cuando se comparte socialmente la memoria de los sucesos, y es un pro-común que a nadie en particular pertenece. Es natural huir del Sentido Común a los quince años, para darle una oportunidad a la selección darwinista de cribar a los menos dotados; pero es vergonzoso y patético desoírlo toda la vida.
Bien, pues el sentido común parece indicar que no puede haber derechos sin deberes; que los derechos son siempre adquiridos, y la forma de tomarlos es aceptar los deberes para los que esos derechos capacitan.
Los derechos son así distintos a los valores, ya que el universo entero tiene algún grado de valor para el ser humano, pero no todo lo que nos rodea tiene derechos propios. El valor es más subjetivo que el derecho, ya que el valor puede ser algo asumido individualmente, mientras que un derecho es como mínimo un contrato entre dos.
Los animales y plantas tienen valor, pero también derechos. La razón a mi parecer (esto ya no es sentido común, es cosa mía) es que son sistemas que cumplen ciertos deberes para con el resto del planeta, que los hace acreedores de esos frutos. Estos seres no pueden negarse a cumplir su deber, ya que están impelidos por su instinto; el árbol no puede evitar emitir oxígeno, y el lobo ayuda a gestionar el ecosistema de un parque nacional movido por el hambre y no el sentido del deber.
Los seres humanos somos una añadidura, o una capa, quizá una costra que se suma al biosistema, creando el subsistema social. Aquí aparecen nuevas funciones requeridas para el mantenimiento y prosperidad de la sociedad. De estas funciones derivan deberes y derechos. Quien quiera estar en la sociedad X, tiene que contribuir a ella y recibirá los derechos o libertades que le capaciten para hacer esa contribución, en cada ciudadano distinta por supuesto, como también lo son sus derechos y deberes.
Ciertamente el cirujano adquiere el derecho a operar junto al deber de hacerlo sólo para reparar el cuerpo de los pacientes; o la mujer que se pide una excedencia por maternidad adquiere su derecho en relación directa con su compromiso de amamantar y cuidar a su bebé, en esa especie de fase de gestación externa por la que pasa todo mamífero placentario.
Los animales adaptados a la vida con humanos, es decir los domésticos como el gato o el canario flauta, también asumen derechos y deberes extra respecto a sus familiares silvestres. Así por ejemplo, el gatico tiene derecho a estar en la casa con nosotros donde se está cómodo y acompañado, pero ese derecho va asociado al deber de un comportamiento dócil y de hacer sus necesidades en el sitio asignado. Si no lo hace, pierde su derecho y se le deja en el patio o se lleva a que lo reeduquen. El canario flauta tiene derecho a estar a salvo del gato en su jaula voladera y la mejor dieta de cereales y fruta; pero si es macho tiene que cantar y alegrarnos la vida. De otra forma se arriesga a que le hagamos una foto y la subamos a wallapop. Los canarios silvestres o serines canarios no tienen que cantar para los humanos; trabajan para su ecosistema que no es poca cosa y muy arriesgada.
Durante el Germánico (el Germánico es como llamo yo al periodo geológico dominado por los grandes filósofos alemanes, afortunadamente ya extinguidos, de otra forma el mundo sería todavía más peligroso), se impuso la extraña doctrina, de que los derechos pueden existir separados de los deberes, porque los derechos no se negocian ni forman parte de un contrato social o natural; sino que se conquistan mediante la lucha y la imposición de los deseos de un grupo a los demás, justificándose el atropello en su identificación como heraldo secular del Progreso.. "La guerra es la madre y el padre de todas las cosas", dice un famoso tuit de Heráclito, retuiteado millones de veces. En el Germánico se malinterpretó totalmente como que polemos quería decir guerra, de forma literal. Y si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra. Fue la gran época de las colecciones de soldaditos de plomo pero también de hacer guerras para conquistar, que no ganar ni merecer, derechos. El conquistador o conquistadora de derechos no reconoce deberes más que para con el Movimiento; y se caga en Cicerón a la menor oportunidad.
La revolución industrial, liberó enormes cantidades de energía que fueron parasitadas por estos movimientos que se basaban en la interpretación torticera y muy desviada del tuit del buen filósofo heleno.
Como hijos del triunfo de esta visión agonal y beligerante del mundo en tres guerras mundiales consecutivas, hoy vemos normal que toda la gente reclame derechos, y que nadie hable de los deberes que asume a cambio. Sabemos cuáles son los derechos de la mujer, pero no sus obligaciones; los derechos de las personas con síndrome de Down, pero no los compromisos de los mongólicos en relación al sostenimiento y mejora de la sociedad.
Sin embargo, el sentido común insiste: los derechos sólo pueden existir en correspondencia con sus deberes, de otra forma son meros privilegios y formas de parasitar la sociedad, porque se recibe, pero no se da a cambio; tal y como hacen los virus patógenos, y malditos sean. Otros virus sí contribuyen a la salud de la sociedad pluricelular, y con ésos no me meto.
¿Son posibles los derechos separados de los deberes? ¿Cuáles son las fuentes de legitimación de ambos? ¿Qué filósofo estaría más de acuerdo con tu posición corriente al respecto y qué argumentos te chivaría por detrás, en una mesa redonda?
* En la imagen adjunta lo que sabía Heráclito pero Hegel no podía ver, porque el zeitgeist le nublaba la vista. ¡A veces se daba con las paredes y todo!