Todo empezó cuando Juan Valdés, al llegar a su casa después de un agotador día de trabajo en la oficina, se encontró con un extraño sobre que alguien había deslizado por debajo de la puerta. Decimos que es extraño porque conocemos su contenido, pero Juan no vio nada raro en él al encontrárselo. La cosa cambió cuando lo abrió y se percató de que en su interior no había una carta, sino un papel con un extraño dibujo. Era extraño porque ese dibujo coincidía con una marca de nacimiento que Juan Valdés ocultaba en el talón; una marca que había heredado de su padre y este, a su vez, del suyo; una marca de cuya existencia, le dijeron, nunca nadie habría de tener noción.
Al verla, Juan Valdés sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies. Se quedó parado en el umbral, examinando fijamente el dibujo, cuando el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo izquierdo de su americana empezó a vibrar. Sin pensar en lo que hacía, lo cogió, pulsó el botón de llamada entrante y oyó la voz de su hermana Cecilia, que sonaba entrecortada y angustiada.
"Juan, ¿estás en casa? ¿Puedo venir a verte? Ha sucedido algo raro. Acabo de encontrarme un sobre en el buzón...
Juan Valdés sintió escalofríos que le borboteaban por dentro como anguilas eléctricas. ¿También ella habría recibido la misma carta? Volvió a mirarla. Aquella marca, lo recordaba perfectamente, era la que le grabaron primero a su abuelo, después a su padre, luego a Cecilia y a él mismo, los extraterrenos del planeta Ubunuit. Juan Valdés se preguntaba: ¿Qué manía tendrían ellos con el talón? ¿Acaso somos de la familia de Aquiles? El propio Juan nunca reveló a nadie que tuviese ese dibujo, y hasta se mantuvo virgen a fin de ocultarlo. Todo ello, le hacía sentir aún más misterioso el origen de la carta.
Recordó con desprecio al doctor Vázquez Rosales, quien le había asegurado, como tiempo atrás hicieran especialistas ilustres, que la marca del talón no era sino un inhabitual angioma, que, eso sí, tenía una forma extraña, que imitaba perfectamente a una guadaña. Más que una marca de nacimiento, parecía un tatuaje, que él sabía era la imprompta de los Ubunuit... Iba a contestar a su hermana cuando, de pronto, vio a su lado a un desconocido que vestía una levita negra y, tatuada en la frente, como una maldición, la marca del talón. Juan se preguntó cómo habría llegado hasta ahí, aunque sabía que los ubunuitenses no le olvidaban, ni a Cecilia ni a él. El desconocido, que lucía una barbita negra que le daba un aire entre mefistofélico y médico (de hecho, se parecía mucho a la barba del doctor Vázquez Rosales), le hizo una reverencia y se dirigió a él en los siguientes términos:
-¿Podemos entrar dentro de la casa y hablar? Es muy importante, Juan Valdés …-mientras le empujaba al interior de la casa, el extraño desconocido siguió hablando- Te sugiero que saques ese whisky de malta que tienes guardado para ocasiones especiales y te sirvas un buen trago, de paso ponme a mí otro, que los acontecimientos que van a venir, me temo, son extremadamente delicados... Perteneces a una extraña estirpe que…