Es una novela poco convencional, eso está claro. Va transgrediendo límites (convenciones cultuales, sociales, morales, de género,...), cuestionando qué es propiamente aquello que entendemos por humano o normal. Muestra que las fronteras son difusas, progresivas. No existe el blanco o el negro solamente, sino tambien una variada gama de grises, de claroscuros. Que las personas somos esencialmente contradictorias. Que desear, querer, amar, conlleva sufrir. Que el sufrimiento te modela o te destruye o, mejor, ambas cosas. Nos propone un viaje a través de la noche, período más proclive a que surjan las pasiones, los instintos, las emociones más profundas, mezclándoselo todo ello con lo onírico, la lucidez y el delirio.
Me ha gustado porque es una novela compleja, profunda y rotunda, aunque constantemente me asaltaba la sensación de perderme cosas o de no pillar posibles referencias o guiños a otras obras. Seguramente requiere una relectura o incluso más.