Tampoco nos fustiguemos con los spoilers, que ya Aristófanes el Gramático lo casca todo al inicio en su argumento de la obra. El único que no se entera es Edipo, que si es más lelo no nace (lo que hubiese supuesto una alegría para los tebanos y una tragedia para el género trágico). ¿De quién soy hijo? ¿De un pastor, de un ropavejero? Dan ganas de decirle: ¡De Layo y de tu santa esposa, idiota!. Más que de culpa ontológica, hablaría de idiotez ontológica y antológica.
En cuanto al tema de la culpa, yo diría que se produce un desplazamiento desde la responsabilidad del buen gobernante, la culpa pública, que domina la primera parte de la obra, a la culpa privada.
Hay alguna cosa que no entiendo. Edipo dice al final de la obra que si pudiese también se quedaría sordo. ¿No es tan fácil como meterse los broches por los oídos? Tampoco entiendo muy bien por qué le pide a Creonte que cuide de sus hijas y después, cuando Creonte acepta que se vaya de palacio, pide que no se las arrebate. Y Creonte, además, le replica que no se puede tener todo. ¿Todo? Si se ha quedado con lo puesto y sin ojos.
La famosa frase de Yocasta de ¿quién no ha yacido con su madre en sueños? se lo puso a huevo al viejo Dr. Freud. Estoy muy de acuerdo con Xna en las palabras premonitorias de Edipo al inicio de la obra, como si fuese un vidente invidente de su propio destino, un oráculo pítico que se premoniza su futuro. Eso permite una lectura de la obra en la que el espectador sabe más que el personaje y lanza sobre él una mirada irónica y compasiva. Incluso patética, dada la soberbia inicial de Edipo.