Perdonad el silencio de estos días pero me surgió un viajecito a la sierra que no fui capaz de rehusar y hasta hoy no he podido ponerme al día. Al hilo de vuestros comentarios y de divagaciones corales en el campo os propongo mi cábala de hoy (que no de mañana). Perdón, nuevamente, esta vez por la extensión…
Zolaris: ... si lo que acaba sucediendo es un designio ineludible del destino , o un pecado de hýbris y por consiguiente un castigo de los dioses, esos que están debajo del destino. supongo que ahí puede andar parte del juego [...] sobre si el destino no está tan escrito y la autonomía del hombre tiene margen de maniobra, y es él el que crea el destino
Primer punto: lo sucedido es un designio ineludible del destino.
Sobre la casa de Layo recae, a mi juicio una doble culpa. Por una parte, como bien señala
Futaki, pesa sobre él la muerte de Crisipo (que además rompe el vínculo de la hospitalidad), pero, igualmente, ha atentado contra su casa al
dar muerte a su hijo. Si bien ésta nunca llega a producirse por la piedad del pastor, él la ha ordenado y por lo tanto sería responsable.
Atentar contra la
familia (tanto sobre su casa como respecto a la hospitalidad de Pélope) conlleva el castigo de las Erinas, mantenedoras del equilibrio moral frente al capricho de los dioses –como señala
Zolaris-, y por tanto necesario.
De este modo
algunas de las
peripecias de Edipo vendrían a dar cumplimiento a la maldición que cae sobre la casa de Layo y que desembocarán, irremediablemente (
Xna dixit: “ya puedes hacer el pino puente que te ha caído la china”), en parricidio e incesto por parte de Edipo.
Señala
Futaki que Edipo es depositario del mal de sus antepasados, pero ¿es responsable de los crímenes cometidos sobre ellos? Desde el principio él no desea hacer daño; se convierte en paria (renunciando a la regencia sobre Corintio) para evitar la pronosticada muerte de los que él creía por padres. Respecto a la muerte del Layo, él en ningún momento atenta contra su
familia (y estos son los crímenes castigados por las Erinas), pues para él era un desconocido -como expone
Bolindre- que le impedía el paso [Por cierto, qué
vio en realidad el criado cundo dijo que eran varios los atacantes. No tenía necesidad alguna de mentir]. Y, en cuanto al incesto, le era connatural como regente yacer con la reina.
Con todo esto, creo que en estas
peripecias él solo es el medio, un
objeto, por el cual las Erinas [¿será en un futuro recompensado por esta labor?] vengan los crímenes cometidos por la casa paterna. Y esto habría de cumplirse necesariamente [Es curioso que acerca de la
necesidad de estos crímenes Freud vea el cumplimiento de pulsiones
universales en el humán].
Segundo punto: lo sucedido es un pecado de “hybris” que atenta contra los olímpicos y por lo tanto, no necesario, libre.
Paralelamente a estos episodios, e incluso en cierto modo condicionados (¿de no haberse convertido en un paria hubiese llegado a Tebas?), se desarrollan otros sucesos,
otras peripecias, que implicarían el segundo punto aludido por
Zolaris.
La ciudad de Tebas se encuentra, por su
impiedad, bajo la maldición de la Esfinge-Hera y gracias a la inteligencia (que no sabiduría) de Edipo logra sustraerse de esta, recibiendo en premio el héroe el reconocimiento popular y la regencia sobre la ciudad. Ahora bien, este episodio (acarreador de
hybris y
phthonos, de envidia de los olímpicos –o desquerido, como señala
Ksetram) es completamente contingente y su acción es deliberada; ha pasado de
objeto a
sujeto. Si bien, y en esto difiere del primer punto, no implica que no lleve aparejada una
pena pero que en este caso es susceptible de expiarse.
La contaminación de la ciudad, pública, pasa a recaer exclusivamente sobre él –como comentaba
Futaki (o, al menos, eso le he entendido)- y solo será purificada si es capaz de transmutar su inteligencia en sabiduría; esto es, escrutándose él mismo en busca de la verdad.
Y es el episodio con Tiresias el que da la clave.
Bolindre está en lo cierto al hablar de dos cegueras totalmente distintas, pero creo que, tal vez, podría tratarse de dos momentos distintos dentro de la misma ceguera-visión. Completa, actualizda, en Tiresias y a partir de este momento (con la acusación directa que no quiere ver) en estado de crisálida en Edipo pero presta a eclosionar. Una ceguera no física, que da las espaldas al mundo y se vuelca al interior, al reconocimiento délfico. Tiresias es claro al reprocharle, en un principio, la inutilidad del interrogatorio: “no te enteraras por mí” (v. 333) o el “llegarán por sí mismas” (v. 341).
Y las palabras de Tiresias se cumplen: se hace consciente de que ha sido una pieza en la venganza de las Erinas. El
sujeto al reflexionar en su papel de
objeto se transmuta en
meta-sujeto, en sabio.
Xna: ¿Y el papel que desempeña la ceguera?, ¿Por qué ciego al final? ciego como el sabio Tiresias, ¿alcanza al fin la sabiduría al conocer? ¿o acaso enfrentar la fealdad de sus hechos le arrojan a dañarse los ojos?, ya nada bello le queda por ver.
Una vez alcanzada la anagnórisis se origina una
síntesis de ambos puntos (no sé si se refería a esto
Zolaris al hablar de culpa material y culpa ontológica) provocándose la ceguera. Se autocastiga por algo que no es culpa suya –señala
Alma-, pero de lo que se siente responsable (un arrebato loco de moral lo llama
Ksetram).
No sé si será ya hilar demasiado fino pero ¿no es demasiada casualidad que se cercene los ojos con los abalorios de la madre? ¿Se habrá tomado ésta venganza…?
Me dejo mil ideas que me sugieren vuestros comentarios pero creo que ya está bien de daros la tabarra. Gracias por llegar hasta aquí.