Diría que la gira en torno a los sentimientos de dos personajes: Agamenón, encerrado en sus propias contradicciones, e Ifigenia, la joven mártir. El primero, pese al final (al parecer impostado) no creo que salga muy bien parado. Su engaño a Clitemnestra lo delata. Vamos, que es un cagón. Por otra parte no me extraña, porque Clitemnestra tenía un genio de armas tomar. Me hace mucha gracia Aquiles y su chulería: “Incontables doncellas pretenden desposarse conmigo”; y también algún sabio consejo: “Hat veces, en efecto, que es conveniente no meditar en exceso”.

Los dos hermanos quedan bastante mal, pese a las vacilaciones y las lágrimas finales de Agamenón. Menelao llega incluso a proponer la muerte de Calcante, el adivino, para que el secreto no se revele.

La presencia del destino está presente en toda la obra. “¡Ah, soberana Moira, Fatalidad y Destino mío”, dice Agamenón. Bajo la apariencia de personajes que dudan y que parecen poder cambiar de opinión, al final se impone el absurdo, la razón incomprensible de los dioses. A este respecto, me llama la atención que Eurípides haya obviado (o a mí se me ha pasado) el lance de la matanza del ciervo de Artemisa, que es lo que provoca su ira. Además de la inexorabilidad del destino, también encontramos la presión que sienten tanto Aquiles como Agamenón por las tropas que quieren ya partir a Troya.

Me gusta también cómo se prepara el camino para la justificación del futuro asesinato de Agamenón por parte de Clitemnestra, que se anticipa en varios versos. Y la presencia de esos dos personajes, Paris y Helena, que sin aparecer en la obra tienen una presencia constante. Pero ello unido a todos los acontecimientos previos que al final llevarán a la Guerra de Troya, la muerte de Ifigenia, Agamenón, Clitemnestra y Egisto.

Los ramalazos misóginos de Eurípides salpican la obra, especialmente cuando dice Ifigenia que la vida de un hombre vale más que el de mil mujeres. Expresiones semejantes no las encontramos, creo, en Sófocles.

Muy llamativa resulta también el cambio de parecer de Ifigenia, desde el “Es mejor vivir mal que morir honrosamente” al “mi cuerpo por mi patria y por toda la Grecia entrego voluntariamente”..