Ya desde el principio se nos muestra la importancia del sueño en ese relato de Buda y las piedras. Es un sueño que, en otros aspectos, no me resulta del todo desconocido, el intentar hacer algo y no poder. En todo caso el sueño promete ser alegórico, ya que se recurre a él en varias ocasiones.
2. Las descripciones de los personajes ya nos muestra un grado de degeneración considerable, especialmente en el personaje de Rosina y en el viejo que se va con ella.
3. El doble. Ese personaje que no es Atahasius, pero que se encuentra un sombrero con el lema de Atanasius y ya en su puerta pone el nombre de Atanasius, y entra un tipo -se supone que su doble- que enreda con el libro hebreo que lleva una palabra (no la recuerdo, algo así como Ibbur- que es un espíritu positivo que se adueña de las personas. La presencia del doble lleva al personaje a actuar de manera que para él es incomprensible e idéntica al tipo que ha entrado por la puerta.
4. La visión animista del ghetto de Praga, con casas que parecen tener vida propia, como si los humanos fuesen parásitos de ellas. Un mundo desordenado.
5. La presencia del muñeco de cera que cita el tío que cuenta la historia del hijo Odelia buhonero. Supuestamente el buhonero tiene esa muñeca de cera, que tanto extraña al protagonista.
Por el momento, lo que más me interesa de la novela son esos ambientes degradados y la descripción de los personajes, pero ando constantemente con las orejas de punta porque temo perderme en cualquier momento de la narración. Por cierto, el hijo del buhonero, el ocultista, era un hacha. Menudo pibe.
Siento no ser más preciso con los nombres, pero después de Los demonios no estoy para más nombres raros.