Hola, rescato aquel momento del hilo en el que hablábamos del Segundo sexo de Simone de Beauvoir. Me pregunto si debería estar en “Recomendación literaria” u ocupar un hilo a parte como podría ser el de Ser y tiempo o cualquier otro de “sesudo pensamiento” ya que, aunque ella fuera escritora, ocupa una plaza en el pensamiento fenomenológico existencial junto a Sartre y Merleau-Ponty.
Es igual, terminé el primer volumen del Segundo Sexo. En la tercera parte se expresan los diversos mitos con los que a lo largo de la historia se han estereotipado a las mujeres. Después analiza las obras literarias de cinco escritores y el tratamiento que cada uno de ellos le dan a las “damas”. Finalmente pesco entre algunas reflexiones de la francesa ésta.
Hay diversos tipos de mitos. Èste en cuestión, sublimando un aspecto inmutable de la condición humana como es la división de la humanidad en dos categorías de individuos, es un mito estático. Este mito proyecta en un cielo platónico una realidad extraída de la experiencia o conceptualizada a partir de la experiencia; en efecto, ante el valor, ante la significación, ante la noción, ante la ley empírica, el mito opone una Idea transcendental, intemporal, inmutable, necesaria. Esta idea escapa a toda contestación ya que se encuentra más allá del dato, está dotada de verdad absoluta. Así, a la existencia dispersa, contingente y múltiple de “las” mujeres, el pensamiento mítico opone el “Eterno femenino” único y fijo; si la definición que se nos da es contradicha por las conductas femeninas de mujeres de carne y hueso, son ellas las que se equivocan: declarándose, no que la Feminidad es una entidad abstracta, sino que las mujeres no son femeninas. Los desmentidos de la experiencia no pueden hacer nada contra este mito. Sin embargo, de alguna manera, este mito bebe de ella.
Y es que a lo largo de la historia de nuestra racionalidad, incluso en nuestra época, también elaboramos mitos, se busca una lógica simplificada, una lógica binaria en la que cada término es idéntico a sí mismo y absolutamente opuesto al otro, de manera que, llevado a nuestro tema, al hombre se le opone como “el otro” la mujer. Quizá debiéramos mirar a esa otra “lógica arcaica”, esas estructuras lógicas que aunque duales, complementan los términos opuestos, es decir, en el que cada uno de sus términos no es exactamente idéntico a sí mismo, (no hay una idea de hombre que cumplen todos los hombres ni de mujer para todas las mujeres), ni absolutamente opuesta al otro (hombres opuestos a mujeres) porque esos términos opuestos se interimplican conservando en ellos alguna cosa del otro.
Entonces será concedido el deseo de Laforgue: “Oh chicas, ¿cuándo seréis vosotras nuestros hermanos, nuestros hermanos íntimos, sin dobles intenciones de explotación? ¿Cuándo nos daremos verdaderamente la mano?”… ella será entonces un ser humano de pleno derecho, “cuando sea rota la infinita servidumbre de la mujer, cuando ella viva por ella y para ella…”