elías escribió:
Hola
Adela Cortina, y en relación a la neuroética, nos ponía el siguiente caso. Supongamos que una persona acaba de tapizar el asiento trasero de su coche por un importe de 300 euros. Y cuando va con su coche por la calle se encuentra a una persona que se está desangrando. ¿Qué hacer? Obviamente subir a esa persona al coche aunque se estropee el tapizado por valor de 300 euros con tal de salvar una vida humana.
Supongamos ahora, y dando por válido que no es una estafa, que se nos piden 300 euros para salvar una vida humana en África. ¿Lo haríamos? Pues muy posiblemente, y en la mayoría de los casos, no aportaríamos dicha cantidad aunque se tratara de los mismos 300 euros que el tapizado del coche. ¿Por qué?
Según Adela Cortina, y fundamentado en estudios neurocientíficos, parece que el ser humano (y de lo cual se poseía intuición) ayuda a los otros seres humanos según, y por así decir, según círculos concéntricos. Se ayuda más a mejor a los más cercanos mientras que a medida que los vínculos van desapareciendo pues el socorro a los demás va disminuyendo. Y de este “hecho” cabría sacar dos conclusiones:
1.- La primera sería de orden psicológico en el sentido de que no nos deberíamos castigar “tanto”, y castigar a los demás, porque poseemos limitaciones constitutivas. O dicho de otra forma, pero ya no en el orden psicológico, sino en el ontológico, realmente no somos tan libres como nos consideramos.
2.- Que el punto 1 no nos lleve por tanto a justificar cualquier tipo de actuación moral. No valdría el decir o el tratar de justificar todo o cualquier cosa apelando a esa limitación constitutiva. Por supuesto que nos será más difícil ayudar a los demás cuanto más lejos estén de nuestro círculo, pero ello no significa que por tanto no tengamos obligaciones con los mismos.
Un saludo
Pero de verdad que no entiendo el dilema. Puestos que es evidente que uno no puede sentirse responsable moralmente de todo cuanto sucede a su alrededor, ni mucho menos de aquello que incluso ni conoce, y que el afecto (vínculos) son una poderosa herramienta de decisión, ¿qué es lo que exactamente discutís? ¿Con la realidad? Qué os molesta exáctamente, ¿la posibilidad de que a uno pueda no afectarle las desgracias de un niño cuyo nombre ni siquiera sabría pronunciar sin que eso conlleve sentirse profundamente culpable? Porque es evidente que si dices que uno no puede justificarse ante un caso así es porque de verdad pensáis que faltamos a nuestra responsabilidad al no tratar con esa "igualdad moral" ficticia, inventada, teórica y completamente irreal a todo aquel que mora esta tierra. Lo siento mucho, pero yo ni soy soy un masoquista ni me considero en la necesidad de confesar pecados que no me corresponden.
Pero es que es gracioso porque, entrando de nuevo en este bucle de dilemas morales inútiles, todo esto se desmonta si uno observa la vara a partir de la cual os gusta medir. Si no mando mis, cuántos, ¿300, 400, tres cuartas partes de mi capital? al tercer mundo estoy cayendo en una clara irresponsabilidad moral, pero ojo, la conciencia tranquila porque sabéis que la solución al dilema entre salvar a una mascota y a un vecino es de una facilidad pasmosa. Cómo iba a ser una irresponsabilidad elegir al ser humano, ¿verdad?, con lo clara, sencilla y aséptica que es tal decisión porque, joder, es un humano. Pero claro, y aquí viene cuando la matan, tratamos a todos por igual, sí, priorizamos al humano por su condición de humano hasta que, claro, tienes que decidir entre salvar el pellejo a un amigo de verdad o a cualquier otro, a tu niño o al de cualquier otro, al amor de tu vida o al de cualquier otro. Y es por esto que insista en que el debate solo se genera porque hay aún a personas a las que la realidad pues, por lo que sea, no les gusta nada y su "las cosas deberían ser así" entra en conflicto irreconciliable con todo aquello que les rodea. Cuando te pones a observar la vida desde un poquito más de cerca, vivirla es lo suyo, te das cuenta que un humano no es sólo un humano sino mucho más, y que un perro/gato/chimpancé no es sólo el nombre que los categoriza.
Es muy sencillo, y con esto cierro mis aportaciones, si el afecto no es de por sí un buen motivo para decidir entre dos opciones, qué motivo lo es, ¿el tipo de corte de pelo, la altura o la cantidad de kilos que de en la balanza?, o quizá ¿su amabilidad, pesimismo, alegría, aficiones en común, su tendencia explosiva a la ira, etc.? Es decir, puestos que es evidente que en la realidad cada caso, cada ser, es un complejo cúmulo de características, situaciones, etc., cómo decides. Porque si vas a jerarquizar, si vas a decir qué tiene un valor y qué no lo tiene en base a características objetivas uno no puede parar de jerarquizar donde le de la gana.
Ese es el problema de este tipo de ejercicios mentales, que caen siempre en los mismos errores. Lo mismo pasa con el relativismo moral, es exáctamente igual. Es la negación constante y fragrante de la realidad, de lo que de verdad sucede. Deberíamos, en general, dejar de sentirnos culpables porque el mundo que nos inventamos no coincida con el que es, y empezar a aceptarlo tal y como se muestra, con todo su contenido.