El tema es muy complejo, porque tiene ramificaciones.
Hay que separar ascetismo de misticismo. El ascetismo es un camino de perfección. La mística es el estado último de unión con Dios, en tanto perfección. Por eso incido más en el ascetismo, porque es una tarea, un esfuerzo, un estado de tensión en virtud de unos valores que se asumen como elevados, divinos, buenos, etc. Piensa que Pitágoras, matemático y “lógico”, instauró un sistema de ascetismo, como el orfismo, o como en general todos los movimientos que reconocen una realidad no material (espíritu, alma, aliento, llama divina, etc). Quiero decir que no solo se da en el cristianismo, también en los griegos (ahí está el mito de Dionisio y el nacimiento de los hombres, que hace posible la idea del alma, para después prescribir forma de purificación).
Obviamente, Dios, para los cristianos, es la Verdad, pero no es una verdad de conocimiento. Es decir, lo que encuentra un cristiano en Dios no es una verdad como la matemática o la ciencia. Es una Verdad moral, es también un telos, es un sentido absoluto. De ahí que una verdad científica no nos empuje a ser ascetas, es decir, a esforzarnos por alcanzar una perfección moral. Pero la verdad divina en la que creen los cristianos, sí. Ni siquiera un místico puede sentirse superior, como decías antes, porque un paso básico del ascetismo es la humillación de las propias capacidades (de aquí la crítica de Nietzsche). Es más: precisamente darle el poder último a Dios para elegir, conlleva que el 99 por cierto de los ascetas jamás lleguen a la unión mística. Quedan en el constante camino del ascetismo (en “Las Moradas” de Santa Teresa se ve bien).
Un último detalle que creo que es interesante: la mística golpea contra la Iglesia. Porque abre paso a que alguien pueda tener la posibilidad de unirse con Dios en vida. Eso era cosa de los funcionarios de la Iglesia.
Respecto a las críticas que se le pueden hacer al misticismo y a esa Verdad, pues tenemos a Hume, al mismo Ortega y Gasset, a Freud, etc.
Saludos.