Desde mi punto de vista, y como he dicho en ocasiones anteriores, la ética no consiste en primer lugar en la realización entre lo bueno y lo malo sino en la realización de lo óptimo, es decir, de lo prudente. Ésta era la concepción defendida en la Grecia Clásica. La prudencia era la virtud fundamental. La prudencia consistía en realizar entre todos los cursos de acción posible aquel que fuera el más adecuado. Y para ello era necesaria realizar un proceso de deliberación (boulesis).
¿Qué es lo que se había de tener en cuenta para la realización de dicha deliberación? Pues en primer lugar había que tener en cuenta los hechos (un mal diagnóstico conlleva un mal tratamiento). En segundo lugar, había que valorar dichos hechos teniendo en cuenta las circunstancias concretas en las que había de tomarse dicha decisión. Y por último había que tener en cuenta las posibles consecuencias que pudieran derivarse al adoptar uno u otro curso de acción.
Una acción moral consiste en la realización de valores no morales. Y de lo que se trata no es de realizar un valor frente a otros sino de realizar el mayor número de valores posibles en la mayor proporción posible. Es decir, lo prudente consiste en la realización del mayor número de valores posibles en la mayor proporción posible. Esto es lo que aconseja la prudencia.
¿Y por qué digo todo esto? ¿Ustedes saben cuántos valores jurídicos, políticos, económicos, biológicos, etc, están en juego en una crisis como la del coronavirus? Y digo esto frente al dogmatismo de aquellos que consideran que lo que debe de hacerse es realizar un valor frente al resto de valores. No se trata, por ejemplo, de apostar por el valor vida frente al valor económico. Se trata de realizar el valor vida y el valor económico en la mayor proporción que nos sea posible. Simplemente no sería prudente apostar por el valor vida y dejar que la economía, tanto a nivel macro como micro, se desplomaran. Es que esto último podría costar más vidas que las que se han pretendido salvar.
¿Habría que hacer lo que nos dijera un organismo mundial de la salud? No, ello sería simplemente una imprudencia. Primar el valor salud frente al resto de valores podría generar una catástrofe mayor que la que se desea paliar.
¿Qué habría que hacer, entonces? Desde mi punto de vista se debería de crear un organismo del cual formaran parte “sabios”, y no “expertos”, de diferentes ramas del conocimiento (política, económica, filosófica, virológica, clínica, etc) para que llevasen a cabo un proceso de deliberación mediante el cual se obtuviera la decisión más prudente, es decir, el mejor curso de acción, teniendo en cuenta las circunstancias particulares y las posibles consecuencias de la toma de dichas decisiones (es que a lo mejor no deben tomarse las mismas medidas en Europa que en África).
Un saludo