Ya casi no puede uno ni dormirse, tranquilamente, en el metro mientras va camino de su vomitado destino.
Ayer, petado, retacado el vagón de congéneres, alguien introdujo su codo en mis costillas mientras que sus ojos fríos y vidriosos sonreían.
Otra persona, a la par, me incrustaba un objeto no identificado en el pómulo derecho (más tarde supe que eran sus gafas ya que salí con ellas colgadas de la oreja mientras las buscaba desesperadamente al grito de: "mis ñafas...! mis ñafas...! he perdido mis ñafas!)
Sería capaz de resistir esta rutina?
Sería capaz de aguantar esa mirada del tipo de enfrente que me observaba muy fijamente, sin parpadear, mientras se barrenaba con entusiasmo y gran destreza la nariz con el dedo meñique?
No, no debía mirarlo siquiera. No debía entrar en el juego de la provocación.
Esperaba, impaciente, con el pulso agitado, el pistoletazo de salida y la consecuente apertura de puertas. Ayer comprendí que ya no podía más.
Por dónde empezar? O, mejor dicho: cuánto tiempo llevaba aguantando aquello?
Allí estaba, sí, frente a las puertas, en un vagón atestado de gente, deseosos por salir.
De pronto, las puertas se abrieron.
Grité con todas mis fuerzas: "Aquí me quedo!".
- Pero, venga, hombre. No ves que estorbas?- dijo uno a la vez que amagaba con soltarme un hostión.
- Qué no! Que yo me planto aquí, que aquí me quedo- dije.
-Payaso, muévete! - decía otro con cara de querer matarme.
Todo tenía sentido, mi vida entera tenía una razón de ser; hasta ese momento yo había vivido ignorando mi misión en este mundo, pensando que sólo el azar caprichoso de circunstancias justificaba mi paso por él, pero no, yo era el eslabón necesario en el orden universal y aunque no hubiera sido consciente hasta ese momento revelador no había sitio para la duda: todo tenía sentido, no sabía exactamente cual, pero todo tenía un sentido. Me reía, disfrutando de aquella sensación de certidumbre.
Con qué facilidad había tomado esa decisión! Sería consecuente con ella? Sería capaz de resistir? Tenía sentido mi vida en un vagón de metro?
No se quién dijo que el amor era una trampa de la naturaleza. Será verdad?
Woooow Framiza, historia fantástica, mejor dicho, terriblemente fantástica. El vídeo una pasada. Muy bien las dos cosas. Me encantaron.
Y así, rebuscando rápido, que si no me regañan, pongo música en la máquina de Cuarentena
Dura historia, pero bellísima música y voz.
Eso es lo bonito, Anuska. Se trata de dejarse llevar sin tener dónde ir y sin estar demasiado tiempo en un mismo sitio, movernos al azar de nuestros encuentros con la vida, provocar acontecimientos imprevisibles.
La música es el bastón y la noche empieza en las azoteas de cualquier lugar.
Todo lo que hacemos en la vida, lo hacemos en el tren expreso que corre hacia la muerte. Escuchar música es ocuparse de otra cosa que de la vida y de la muerte, es abandonar el tren en marcha.
