Civit Ardevol escribió:
Hay filósofos que por sus reflexiones y pensamientos no les corresponde el tiempo que les ha tocado vivir, me refiero a que han estado descolocados en la historia.
Elegidos los de más prestigio y una vez imaginados en épocas distintas, juguemos a enfrentarnos al reto, curioso y mágico, de lograr, si es posible, queden descritos en orden alfabético. ¿Será coherente el resultado? ¿Acaso, después del ejercicio de la mente, los tratados de filosofía no se convierten todos ellos en una efímera quimera?
Por ejemplo el sitio de Platón está en la revolución o ilustración francesa por ello quedará renombrado como “Plateau”, después de la “O” de Ockham. El relato tiene un final; el estoicismo a inicios del siglo XX.
Laberinto aparte, vamos a fijarnos en sus relaciones con la sociedad en lugar de interpretar o analizar, pormenorizadamente, conceptos que concibieron.
El periodo de confinamiento literario (Desde 27-08-2018) que me ha impuesto el moderador del Ágora (Justo o no…, a vuestra consideración) me ha permitido confeccionar 36 textos que iré exponiendo quincenalmente. No responderé vuestros comentarios que para mí, cualquiera que sea vuestra opinión, lógicamente, en perspectiva dispar una de otra, será perfectamente válida y asumible.
Ruego a ustedes que hayan escrito los mensajes anteriores (Octubre), los borren excepto el primero de Ksetram si lo desea, en este caso yo también borraría mi respuesta. Lo pido simplemente por coherencia a la línea de los episodios editados hasta ahora, que en nada están relacionados con la pandemia, lo solicito manteniendo toda mi consideración y respeto hacia ustedes y lejos de cualquier tipo de recriminación u ofensa. Gracias.
Episodio .: 22
Leibniz inventa la respuesta a todo.
-Leibniz quería resolver los interrogantes acumulados durante siglos con una sola palabra-
Aviso de que hoy el tema será duro. Toca hablar de metafísica. ¿Qué es la metafísica? Se suele decir “todo esto es metafísica” cuando queremos sacarnos de encima a alguien que se hace un lío con teorías sin pies ni cabeza.
¿Fue éste el caso de Leibniz?
Posiblemente, porque Leibniz se planteó todos los problemas filosóficos de sopetón, ¡Todos! Y, además, los resolvió con una sola explicación.
¿Era esto posible físicamente?
No. ¿Y metafísicamente? Quizás.
Antes de saberlo hay que hacer la lista de los gruesos interrogantes que se habían acumulado desde la antigua Grecia hasta el siglo XV:
1) ¿Cómo funciona el universo? ¿Obedece un principio o unas leyes inmutables? (Agustín,
Hobbes).
2) ¿Cómo funciona el entendimiento humano? ¿Obedece también unas leyes? ¿Y son distintas
de las leyes que gobiernan el universo? (Aristóteles, Descartes, Kant)
3) Si la máquina del universo funciona sola, ¿Cómo se manifiesta la voluntad de Dios? (Bruno).
4) Si el universo es una maquinaria que funciona de forma inalterable, ¿Cómo es posible la
existencia humana en libertad? (Kierkegaard).
5) Y, finalmente, si la maquinaria universal se mueve, ¿Hacia dónde se encamina? (Comte,
Hegel).
Y a todo esto Leibniz quería resolverlo con una palabra, una palabra que no encontró en ninguna parte, y que tuvo que inventarse: La mónada –del griego monas: unidad-.
Si el universo es una máquina, para entenderla es necesario encontrar las mónadas, que son las piezas mínimas.
Las mónadas son ínfimas, invisibles e indivisibles.
Las mónadas no tienen forma.
Las mónadas no tienen comienzo ni fin.
Las mónadas son todas diferentes entre sí.
Las mónadas son completamente independientes.
De las mónadas nada sale, ni nada entra.
Las mónadas se mueven hacia el perfeccionamiento.
Una vez definido qué son las mónadas, Leibniz las utiliza para responder las cinco grandes preguntas. Simplificando mucho:
El universo es coherente porque todas las mónadas tienen una armonía preestablecida. Dios es quien ha sincronizado todas las mónadas.
El universo es una maquinaria regular regida por leyes rígidas, pero su movimiento no es repetitivo, sino que evoluciona hacia un estadio de perfección.
El conocimiento es posible porque en cada una de las mónadas está el conocimiento de todas las demás mónadas.
Si el universo tiende hacia la perfección, significa que es imperfecto, que existe el mal. El mal puede ser físico o moral. Si hay mal moral, hay libertad humana
¡Uf! ¡Uf!
Es evidente que Leibniz realiza con las mónadas un ejercicio de malabarismo filosófico.
Pero si Leibniz es importante, no es por sus hallazgos -que son fangosos- sino porque responde al ideal del hombre renacentista. Un hombre que proclama la medida de todas las cosas, que siente la ambición de encontrar leyes simples que expliquen al mismo tiempo la naturaleza, el conocimiento, la existencia humana, todo.
Título próximo episodio: Nietzsche y la locura del Renacimiento.