Yo voy a hablar sólo del otro delito por el que se le condena a la cárcel: el de injurias a la corona. Y voy a hacerlo desde las tripas, que de vez en cuando no viene mal, sin consideraciones jurídicas (que desconozco). Me parece una puñetera vergüenza que alguien entre en la cárcel por llamar ladrón a un (presunto) ladrón y que el (presunto) ladrón esté viviendo a cuerpo de, bueno, a su cuerpo, en un hotel con unos amigos de lo menos recomendable para un Jefe de Estado que presume de serlo de una democracia. Huido, al parecer, para no dar explicaciones sobre unas acusaciones muy graves que de demostrarse dejarían el delito de injuria a la corona por el que este hombre va a entrar en la cárcel en una cuestión, ¿menor?
Pongo presunto porque no me apetece estudiarme la Metafísica II en una celda con este hombre. Y hablo desde las tripas, porque sí, es evidente que si el delito existe en nuestro código penal y se ha cometido y un juez ha juzgado y sentenciado, pues es lo que hay. Pero si dejamos la razón y el código penal a un lado... Qué asco.
Igual tendría que haber empleado otros términos, como quienes para hablar de una amante emplean el término "amiga", o más vomitivo aún "amiga entrañable". Hay aspectos del sistema en el que vivimos que están absolutamente podridos y este asunto del presunto es una de ellos.
Sólo espero que cuando el hijo del presunto, hoy tan venerado y tan a salvo de culpa de repetición de lo hecho por su antecesor, alcance la misma edad, no nos cuenten que este no, pero su hija, ay su hija, esa sí que es una reina preparada y honrada. Total, es lo mismo que nos han contado del padre, del abuelo, del bisabuelo y de la tatarabuela. Y es que parece que no escarmentamos.