"Exponerse a un conflicto tan grave, a una crisis, a un trastorno político, porque toquen o dejen de tocar cuatro músicos sus trombones y clarinetes delante de un rector, es lo último que me quedaba por ver para comprobar nuestra decadencia". (B. P. Galdós, "Prim", cap. XIII).
10 de abril de 1865, Noche de San Daniel. Emilio Castelar, días antes, escribe un artículo criticando a Isabel II. Los catedráticos tienen prohibido expresar sus opiniones en la prensa. El gobierno de Narváez decide abrirle un expediente y el rector, Juan Manuel Montalbán, se niega a hacerlo ya que es una intromisión inaceptable del poder político en la Universidad, por lo que es cesado.
Los estudiantes, indignados, deciden hacerle una serenata como homenaje frente a su casa. Se congregan los músicos, llega la autoridad y la prohíbe. Una serenata puede ser peligrosa en estas circunstancia, una exaltación del republicanismo incipiente. Hay insultos, provocaciones, murmullos en la muchedumbre. La Guardia hace una carga para disolver. Resultado: varios muertos y heridos civiles.
Nada nuevo bajo el radiante sol de España.
Quisiera recordar que hay también un grupo neonazi condenado por sus letras racistas:
www.elperiodico.com/es/sociedad/20210107...ock-neonazi-11439804
Y como se pregunta nuestra la opinión en este asunto diré que me parece un signo de infantilismo y mojigatería política encerrar a gente en la cárcel por sus letras u opiniones, por muy desnortadas que estas sean. Es una forma de arte, menor si se quiere, es decir una forma de expresión simbólica cuyo enunciado que no se corresponde con las acciones reales del emisor. Son opiniones, deseos, pura subjetividad. Si Hasél dice que no le da pena el tiro en la nuca a un pepero está expresando un sentimiento que moralmente le descalificará, pero como tal es individual y subjetivo. Habla visceralmente y los escandalizados reaccionan a su vez con las vísceras. No hay racionalidad, sólo provocación, y ya no hay manera de ponerse de acuerdo.
En el fondo, el arte siempre ha servido al poder o se le ha enfrentado, de manera que en este asunto subyace una sibilina represión del pensamiento y de su manifestación hablada, la libertad de expresión, que siempre ha sido incómoda. Filosofía de la sospecha, con perdón.
El delito de injurias a la Corona es el equivalente político a la blasfemia ante Dios y la autoridad religiosa de otros tiempos. Debe ser eliminado para alcanzar la mayoría de edad como sociedad libre y emancipada.
Espero que, dado el nivel intelectual que se supone en este foro, nadie se erija en crítico musical y esgrima la nauseabunda falacia de que no sabe rapear o de que lo que hacen estos nazis no es música, pues esto no tiene importancia. Defiendo la libertad de expresión hasta las últimas consecuencias. El límite, para mí, deberían ser los actos realizados contra personas o instituciones, no las palabras u opiniones.