Castlelita escribió:
Hace poco escuché una entrevista a un doctor que contaba que él había aparcado la lectura y los libros para "conectarse más a vivir", que sentía que la vida estaba fuera de las cuatro paredes y que dedicándole tanto tiempo a los libros sentía que "perdía tiempo vital". Es curioso, pero yo tengo justo la sensación contraria, desde que he dejado de leer siento que he perdido mi conexión a la vida. Me siento "menos viva" ¿tiene sentido esto que os digo?
Tiene mucho sentido. Ya desde pequeño yo leía muchísimo, mis cuatro hermanos mayores me enseñaron muy pronto y me encantaba. Leía especialmente fantasía y ciencia ficción, dos géneros a los que les cogí muchísimo cariño: me transportaban no a la realidad que era sino a las millones de realidades que podrían ser, y eso para mí no tenía precio. Por la lectura accedí al sentido de la maravilla, al no estar seguro del todo de qué es la realidad o de su grado de consistencia... En los libros podía pasar cualquier cosa y podía meterme en la piel y la mirada de mil personajes diferentes (por eso odiaba los libros con protagonistas genéricos). Y no solo género: descubrí a Borges, a Bolaño, Eco, Matute, Coetzee, la literatura japonesa... Leer me conectaba al mundo y a la vida, me permitía cambiar mi perspectiva y recargar las pilas antes de enfrentarme a las "realidades" del mundo.
Hace unos cuantos años, con treinta y pico (ahora tengo 42), me descubrí leyendo más ensayo que literatura. Ningún problema: también me conectaba con la realidad aunque (paradójicamente) de un modo más indirecto que la literatura fantástica. Aún guardaba un rinconcito para la literatura "de género": Martin, Sanderson, Bueso...
Sin embargo, he pasado baches lectores muy similares a los que describes, en particular recientemente. En parte supongo que se debe a la multiplicación de obligaciones familiares, laborales, ahora con el grado y sus propias lecturas "obligatorias"... El tiempo que tengo para leer por gusto no es el mismo que antes. Desde que teletrabajo leo menos, porque antes las dos horas diarias de transporte público eran uno de mis momentos de lectura. También compite la lectura con otras formas de distracción y entretenimiento: películas, videojuegos, series... Requieren menos atención y esfuerzo consciente, por lo que son prácticas para momentos de cansancio y estrés.
Sin embargo, supongo que hay algo más. Me falta a veces una conexión que antes establecía con la lectura y que (de nuevo, paradójicamente) me cuesta poner en palabras. Antes la lectura me aislaba del mundo, me sumergía en ella y me podía pasar horas sin que la cabeza se me fuera a otros lugares. Ahora me cuesta más: a menudo no fluye naturalmente, se interrumpe el flujo de lectura con pensamientos extemporáneos, miedos o preocupaciones. A veces me da la sensación (evidentemente estúpida) de que nada puede sorprenderme o pillarme con la guardia baja, como si estuviera de vuelta de todo y no me dejara ya emocionar por narraciones que en otro tiempo me hubieran dejado el corazón en un puño. Quizá me he vuelto demasiado cínico, o demasiado analítico, o menos ingenuo. Solo recupero parte del entusiasmo lector (respecto a la ficción) con obras que sin ser la octava maravilla de la literatura están escritas con oficio, habilidad y una cierta conexión con las formas narrativas actuales: aquí Brandon Sanderson sería un buen ejemplo.
En fin, no sé. Hoy estoy un poco de bajona, no sé muy bien por qué. Este cuatrimestre me está costando: en FPII el tipo de examen le quita todo el entusiasmo a mis lecturas; con los filósofos renacentistas no conecto tanto como con los medievales; y el trabajo de Estética II lo tengo atascadísimo nada más empezar. El trabajo también se me atraganta, tengo problemas en la familia... Antes la lectura me evadía de todas mis preocupaciones, ahora ya casi nunca. Peeeero sé que estas cosas van por rachas, que nunca desaparecerá del todo mi placer por los libros y que simplemente en otra etapa vital se me encenderá de nuevo esa lucecita. Y mientras, pues paciencia.