Marcoaurelio escribió:
Zolaris escribió:
Esto es un fragmento de Punto de vista,un cuento de Lucia Berlin. Una escritora americana .....aspiro, a que, a fuerza de minuciosidad en el detalle, esta mujer les resulte tan creíble que no puedan evitar compadecerla."
Me parece que aquí hay trampa. La escritora pretende que el lector se enganchará por la minuciosidad en el detalle, pero lo que le enganchará será una emoción, una sensación que la narración evocará y que dependerá tanto del espíritu de la narración -y de la escritora- como de la capacidad de evocación del lector. La minuciosidad en el detalle de la descripción es un instrumento que la narradora utilizará para transmitir/evocar algo más, no es sólo un medio aséptico y frio (aquí la escritora pretende vendernos lo que no es, que todo es técnica nada más, si lo he comprendido bien). Me parece que el comentario de Castlelita también va en esta línea. En pura analogía, un médico no sólo cura por su técnica, por muy depurada que ésta sea, también cura con su humanidad. Incluso cuando ésta falla, si utiliza hábilmente toda la espectacularidad de la parafernalia tecnológica, el paciente se beneficia del efecto placebo (que tiene un gran componente subjetivo). Bueno, esa es mi opinión, aunque no descarto que la realidad pueda ser también todo lo contrario, es compleja, como las personas, je, je.
Claro, pero ¿cómo puede evocar la narración una emoción o sensación si no es a través de detalles y cuanto más minuciosos mejor?
No creo que esto funcione con atajos. Si quieres que el lector se compadezca de algún personaje le tienes que dar las coordenadas de ubicación, ya que compadecerse es ponerse en su lugar. Y son bastante definidas. No te puedes ubicar, compadecer, en un espacio indefinido, abstracto, general. La compañera Xna empieza a sentir, a compadecerse, cuando experimenta en la empatía el episodio concreto del beso. Detalle minucioso y personal del personaje que conmueve al lector. Una escena única, no un escenario general. Y creo que como mejor compadecemos en escenas de dolor o incomodidad de la forma que sea. Para algunos radicales ilustres como Epicuro, de hecho, solo hay dolor o ausencia.
Un ejemplo brutal de esto, en mi experiencia lectora, es
La metamorfosis de Kafka: Gregorio Samsa se transforma en un enorme insecto. Y en principio y de momento es lo que veo con asombro sí, pero me importa un pimiento el amigo Gregorio y su nuevo aspecto. Pero entonces, alguien lanza un vegetal e impacta en el cuerpo de insecto de Gregorio. Es entonces cuando Kafka narra con detalle el impacto del vegetal en el cuerpo escamado de Gregorio, la descomposición del vegetal sobre su cuerpo al estallar, el dolor que provoca, la unión violenta del objeto lanzado y el receptor, el gesto de dolor que ves en Gregorio. Y ahí es cuando te compadeces. ¡No te compadece el hecho de que un ser humano concreto se convierta en una cucaracha gigante! No. Te compadece el calabacín (o lo que fuera) que le lanzan y el efecto que provoca. El monstruo ya no lo es. Faltaban las coordenadas de ubicación para el compadecimiento. Kafka nos saca los colores. O al menos los míos.
Un saludo.