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TEMA: Existe el concepto "Mi verdad"
Existe el concepto "Mi verdad" 24 Mar 2021 22:08 #61973
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Hola a todos soy nuevo por aquí y llevo tiempo con una gran duda que no saco nada en claro.. he estado buscando y sigo igual a ver si me podeis ayudar..
¿Existe el concepto de mi verdad? ¿ que significa el concepto?Se puede usar en cualquier ocasión? si yo veo a alguien por la calle y digo creo que he visto a Fulano.. eso es mi verdad? Si yo estoy en la nevera y no veo por ejemplo una fruta determinada (a pesar de que pueda estar y yo no la haya visto) es mi verdad? Gracias |
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 01:58 #61974
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La duda que planteas me recuerda un tuit que vi hace algún tiempo:
Si tu casa está sucia y no hay ningún invitado para verlo, ¿está sucia la casa en realidad? |
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 07:54 #61976
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"Mi verdad" es una manifestación de la "posverdad", en que estamos inmersos.
Un ejemplo de " Mi verdad" podría ser la de ese presidente americano, que secundado por dos más y en base a la crencia firme de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, sin necesidad de que jamás se probase, desencadenó una "guerra preventiva". Para protegerse de "la posverdad" es decir, de la mentira, podemos usar la máxima de Husserl e ir "a las cosas mismas" |
Última Edición: 25 Mar 2021 07:55 por Xna.
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 09:53 #61977
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Hola!
El concepto "mi verdad" me parece un concepto sofista, donde el relativismo y el subjetivismo entra en juego en la descripción de este concepto. Este es un problema realmente importante, ya que estamos confundiendo lo que es una verdad de lo que es una percepción, una opinión o incluso, si está un poco infundada, una hipótesis. Opiniones, percepciones, hay muchas (tantas como personas), pero disfrazar esto por verdad, "mi verdad" es utilizar el juego lingüístico, la falacia y la contradicción. Verdad solo hay una, que es la que los hechos o la observación nos puede llevar a dar. Bajo esta premisa, si una persona dice que tiene una verdad, la otra persona otra, y así sucesivamente; estamos viendo como de un mismo hecho (que es uno) se sacan n verdades (opiniones o vivencias). Ahora bien, desde un punto de vista del Marketing, queda precioso decir Mi verdad.... y no "mi opinión, mi percepción, mi visión..."· parece que le quita hierro al asunto o tiene menos enganche no? Un Saludo |
Última Edición: 25 Mar 2021 09:56 por Tincyn.
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 12:11 #61978
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Bueno, yo no creo que "mi verdad" pueda ser un concepto a no ser que alguien la lleve ahí, el propio sujeto u otro. Pero al llevarla a concepto, el sujeto ya queda atrás y debajo porque el concepto flota, Y por lo que se ve en la historia, cuanto más flota el concepto, más se hunde el sujeto.
Un saludo. |
Antes tenía mis dudas, pero ahora no lo tengo claro
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 12:38 #61979
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En mi opinión esa expresión encierra una contradicción en sí misma. Si es sólo mía no es verdad, y si es verdad para todos no hace falta decir "mi". En el fondo lo que se discute es si existe una verdad relativa (subjetiva), o si sólo existe una verdad y esta es objetiva y universal. Yo no creo que el ser humano pueda acceder a la verdad, en todo caso realizar unas afirmaciones en base a la información que capten sus sentidos y en base a su raciocinio, pero de aquí a que sean extrapolables al resto... Las únicas "verdades" de que podemos hablar son convencionales, así llegamos al acuerdo de que un ser con bigotes, cuatro patas y que dice miau es un gato, pero para eso, ya nos metemos en el terreno de Wittgenstein, que sinceramente desconozco.
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 16:09 #61986
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Dpz escribió:
Hola a todos soy nuevo por aquí y llevo tiempo con una gran duda que no saco nada en claro.. he estado buscando y sigo igual a ver si me podeis ayudar.. ¿Existe el concepto de mi verdad? ¿ que significa el concepto?Se puede usar en cualquier ocasión? si yo veo a alguien por la calle y digo creo que he visto a Fulano.. eso es mi verdad? Si yo estoy en la nevera y no veo por ejemplo una fruta determinada (a pesar de que pueda estar y yo no la haya visto) es mi verdad? Gracias Vamos a ver que vamos todos de filósofos aquí.... y na de na, eso de "mi verdad" se dice mucho en T5, en espacios como "Sálvame", "La isla de los famosos" y sitios así. "Yo vengo aquí a contar mi verdad", "bueno, ella está contando su verdad". Es broma, no te molestes. Efectivamente, yo cada vez que veo eso de "mi verdad" me quedo un poco pensando "qué comodidad, no hay Dios que te discuta eso". Suena a "es mi verdad, todos tenemos una, así que me da exactamente igual lo que me digáis o lo que me mostréis que contradiga lo que yo estoy diciendo porque es mi verdad". Porque no están diciendo que van a contar su versión de la historia, su punto de vista, su percepción de lo que ha pasado. No, es su verdad. Dios ha muerto Fiedrich, amigo, y por eso Antonio David ha podido estar 20 años contando su verdad, y la Rociito puede dedicarse a contar la suya durante 10 programas mientras regalan 12000 euros entre lágrima y lágrima de la hija de la más grande. |
Última Edición: 25 Mar 2021 16:17 por erbonono.
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 20:14 #61989
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Muy interesantes aportaciones. Voy a limitarme a pegar el artículo del diccionario Ferrater Mora, por si alguien más está interesado en leerlo. Yo lo haré después:
Advertencia: Spoiler! [ Clic para expandir ][ Clic para ocultar ] El vocablo ‘verdad’ se usa en dos sentidos: para referirse a una proposición y para referirse a una realidad. En el primer caso se dice de una proposición que es verdadera a diferencia de «falsa». En el segundo caso se dice de una realidad que es verdadera a diferencia de «aparente», «ilusoria», «irreal», «inexistente», etc. No siempre se distingue entre estos dos sentidos de ‘verdad’ en el lenguaje corriente. Pero puede destacarse un aspecto de la verdad sobre el otro. Tal ocurrió en la idea de verdad que predominó en los comienzos de la filosofía. Los filósofos griegos comenzaron por buscar la verdad, o lo verdadero, frente a la falsedad, la ilusión, la apariencia, etc. La verdad era en este caso idéntica a la realidad, y esta última era considerada como idéntica a la permanencia, a lo que es, en el sentido de «ser siempre» —fuese una substancia material, números, cualidades primarias, átomos, ideas, etcétera—. Lo permanente era pues, concebido como lo verdadero frente a lo cambiante —que no era considerado necesariamente como falso, sino sólo como aparentemente verdadero sin serlo «en verdad»—. Como la verdad de la realidad —que era a la vez realidad verdadera— era concebida a menudo como algo accesible únicamente al pensamiento y no a los sentidos, se tendió a hacer de la llamada «visión inteligible» un elemento necesario de la verdad. Este sentido griego de la verdad no es históricamente el único posible. Según von Soden, seguido, entre otros, por Zubiri y Ortega y Gasset, hay una diferencia importante entre lo que el griego entendía por verdad y lo que entendía por ello el hebreo. Para este último, en su época «clásica» cuando menos, la verdad (’emunah) es primariamente la seguridad, o, mejor dicho, la confianza. La verdad de las cosas no es entonces su realidad frente a su apariencia, sino su fidelidad frente a su infidelidad. Verdadero es, pues, para el hebreo, lo que es fiel, lo que cumple o cumplirá su promesa, y por eso Dios es lo único verdadero, porque es lo único realmente fiel. Esto quiere decir que la verdad no es estática, que no se halla tanto en el presente como en el futuro, y por eso, señala Zubiri, mientras para manifestar la verdad el griego dice de algo que es, que posee un ser que es, el hebreo dice «así sea», es decir, amen. En otros términos, mientras para el hebreo la verdad es la voluntad fiel a la promesa, para el griego la verdad es el descubrimiento de lo que la cosa es, o mejor aún, de aquello que «es antes de haber sido», de su esencia. El griego concibe, así, la verdad como ἀλήθεια o descubrimiento del ser, es decir, como la visión de la forma o perfil de lo que es verdaderamente, pero que se halla oculto por el velo de la apariencia. Lo contrario de la verdad es para el hebreo la decepción; lo contrario de ella es para el griego la desilusión. Pero lo verdadero como «lo que habrá de cumplirse» es esencialmente distinto de lo verdadero «como lo que es» y como lo que está siempre presente —aun bajo la forma de la latencia— en un ser. El sentido primario de la verdad como ἀλήθεια, dice Zubiri, no es, sin embargo, meramente descubrimiento o patencia, sino, ante todo, la patencia del recuerdo. Pero «la idea misma de verdad tiene su expresión primaria en otras voces» dentro de algunos lenguajes indoeuropeos: es el caso del verus como expresión de una confianza. Por lo tanto, hay cuando menos una posibilidad de conexión semántica entre los dos mentados conceptos de verdad, aparentemente tan distanciados. Julián Marías estima que, metódicamente, hay que distinguir entre la verdad como ἀλήθεια, como ’emunah y como veritas. La primera es patencia; la segunda, confianza; la tercera, veracidad. Los griegos no se ocuparon solamente de la verdad como realidad. Se ocuparon asimismo (y aun sobre todo) de la verdad como propiedad de ciertos enunciados, de los cuales se dice que son verdaderos. Aunque antes de Aristóteles se había ya concebido la verdad como propiedad de ciertos enunciados, la más conocida fórmula es la que se encuentra en Aristóteles: «Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero» (Met., Γ, 7, 1011 b 26-. Con ello Aristóteles precisaba lo que había afirmado ya Platón (Crat., 385 B; Soph. 240 D-241 A, 263 . Pero se atribuye primariamente a Aristóteles lo que se llamará luego «concepción semántica de la verdad», así como «verdad como adecuación», «correspondencia» o «conveniencia». Un enunciado es verdadero si hay correspondencia entre lo que dice y aquello sobre lo cual habla. Hay autores para quienes la proposición es una serie de signos. Para ellos, la verdad es la conjunción o separación de signos —por ejemplo, la conjunción del signo ‘oro’ con el signo ‘amarillo’ o la separación del signo ‘oro’ del signo ‘verde’, lo que da las proposiciones estimadas verdaderas: «el oro es amarillo», «el oro no es verde»—. Esta concepción de la verdad puede estar fundada en supuestos nominalistas y hasta «inscripcionistas». En este caso se mantiene una concepción de la verdad que puede llamarse, según los casos, «nominal» o «literal; si la verdad reside pura y simplemente en el modo como se hallan unidos o separados ciertos signos, el que una serie de signos sea declarada verdadera y otra falsa dependerá únicamente de los signos mismos. Ahora bien, el signo puede ser considerado como expresión física de un concepto mental, el cual puede ser considerado como manifestación de un concepto formal, el cual puede ser considerado como apuntando a una cosa, a una situación, a un hecho, etc. Si así es, la concepción «nominal» de la verdad no es incompatible con la concepción «semántica» y ésta no es incompatible con lo que puede llamarse «concepción real». En efecto, el signo ‘oro’ se une al signo ‘amarillo’ en el enunciado ‘el oro es amarillo’ (o, mejor aun, el signo ‘oro’ se une al signo ‘es amarillo’) porque se piensa que el oro es amarillo en la unión del concepto «oro» con el concepto «ser amarillo», y dicha conjunción de signos es verdadera si y sólo si, en efecto, el oro es amarillo. Puede, pues, concebirse la verdad como una serie de correspondencias y una serie de adecuaciones y «conveniencias»; el signo ‘oro’ conviene al signo ‘amarillo’ porque se piensa que el concepto «ser amarillo» conviene al concepto «oro» a consecuencia de la conveniencia en la realidad del oro con el color amarillo. La serie de «conveniencias» de «oro» con «amarillo» en los signos, en la mente y en el concepto está a su vez adecuada con la conveniencia real del oro con el color amarillo. En suma, la verdad aparece entonces como conveniencia de signos con signos, de pensamientos con pensamientos, de conceptos con conceptos y de realidades con realidades, y a su vez como adecuación de una serie dada de signos, pensamientos y conceptos con un hecho real. Los escolásticos trataron de conjugar estos diversos modos de entender la verdad. La verdad o, mejor dicho, lo verdadero, verum, es, por lo pronto, una «propiedad trascendental» del ente y es convertible con el ente. La verdad como verdad trascendental, llamada también a veces «verdad metafísica» y luego «verdad ontológica», es definida como la conformidad o conveniencia del ente con la mente, pues el verum como uno de los trascendentales es la relación del ente con el intelecto. Ello presupone que el ente es inteligible, ya que de lo contrario no podría haber la conformidad mentada. Pero la verdad puede entenderse asimismo como la conformidad o conveniencia de la mente con la cosa, o adecuación de la mente con la cosa, adaequatio rei et intellectus. Este tipo de verdad ha sido llamado a veces, no siempre muy adecuadamente, «verdad lógica». Se ha distinguido a veces entre las siguientes concepciones de la verdad: 1) verdad metafísica (u ontológica), 2) verdad lógica (o semántica); 3) verdad epistemológica, 4) verdad nominal (u oracional): veritas sermonis. 1) equivale a la verdad de la cosa, o a la realidad como verdad; 2) expresa la correspondencia, o adecuación, del enunciado con la cosa o la realidad; 3) se refiere a la verdad en cuanto es concebida por un intelecto y formulada, en un juicio, por un sujeto cognoscente; 4) es la verdad como conformidad entre signos. Pueden admitirse todos estos conceptos de verdad sosteniendo que cada uno de ellos representa un aspecto de la noción de «verdad», o puede mantenerse sólo uno de ellos. Se hace lo último cuando se concibe la verdad en función de la idea que se tiene de la naturaleza de los universales. Los nominalistas tienden a considerar la verdad como veritas sermonis. Los realistas —especialmente los realistas extremos— tienden a concebir la verdad como verdad metafísica u ontológica. Los conceptualistas y los realistas moderados tienden a entenderla como «verdad lógica» o «verdad semántica», y también como «verdad epistemológica». En otro sentido, sin embargo, la mayor parte de los escolásticos, independientemente de su teoría de los universales, han mantenido, siguiendo a San Agustín, que hay una fuente para todas las verdades: esta fuente es Dios, o «la verdad». San Anselmo afirmaba que todo juicio de existencia requiere, para poder ser formulado, la existencia del Ser supremo del cual todo otro ser participa. Los escolásticos introdujeron otras distinciones en el concepto de verdad. Por ejemplo, la llamada «verdad trascendental» —el verum— puede ser concebida como estrictamente trascendental (el ente, en cuanto que es) o como latamente trascendental (el ente en cuanto ente creado o increado). La verdad latamente trascendental a su vez ha sido entendida o como verdad medida por el intelecto o como verdad identificada con el intelecto. La verdad del intelecto ha sido entendida o como verdad medida o causada por el objeto o como verdad identificada con el objeto. Hay, pues, en la escolástica, muy diversas concepciones de la noción de verdad, aun cuando la más conocida, e influyente, ha sido la verdad como correspondencia según la fórmula adaequatio rei et intellectus. En la época moderna han persistido las anteriores concepciones de la verdad, incluyendo la concepción trascendental del Omne ens est verum que Wolff formula de este mismo modo en Philosophia prima sive Ontologia, § 497. Pero la mayor novedad en las concepciones modernas de la verdad ha sido el desarrollo de lo que puede llamarse «concepción idealista». Se ha dicho a veces que esta concepción se caracteriza por entender la verdad como «verdad lógica», y se ha aducido que al reducirse todo ser a contenido de pensamiento, la verdad tendrá que fundarse en el pensamiento mismo y por tanto, en sus leyes formales. Pero ello no corresponde necesariamente a las concepciones idealistas, sino más bien a las llamadas «racionalistas» —sean o no, propiamente, idealistas, o semi-idealistas—. Además, debe tenerse en cuenta que semejante concepción de la verdad es «lógica» sólo porque es «ontológica», y viceversa; si el pensamiento es pensamiento de la realidad, la verdad del pensamiento será la misma que la verdad de la realidad, pero también la verdad de la realidad será la misma que la del pensamiento —el orden y conexión de las ideas serán, como decía Spinoza, los mismos que el orden y conexión de las cosas—. Ahora bien, cuando no se mantiene con completo radicalismo esta concepción a la vez «lógica» y «ontológica», el problema para los autores racionalistas es cómo conjugar las «verdades racionales» con las «verdades empíricas» (véase Verdades de razón, verdades de hecho). Lo que hemos llamado «concepciones idealistas» modernas difieren de las estrictamente racionalistas, y también de las predominantemente empiristas, para las cuales las verdades son fundamentalmente «verdades de hecho». Para entender la concepción idealista de la verdad podemos referirnos ante todo a Kant, cuando habla de la verdad como «verdad trascendental» —en el sentido kantiano de ‘trascendental’—. Si el objeto del conocimiento es la materia de la experiencia ordenada por las categorías, la adecuación entre el entendimiento y la cosa se hallará en la conformidad entre el entendimiento y las categorías del entendimiento. La verdad es entonces primordialmente verdad del conocimiento, coincidente con la verdad del ser conocido. Pues si hay efectivamente cosas en sí, éstas son inaccesibles y, por lo tanto, no puede hablarse de otro conocimiento verdadero que del conocimiento de dicha conformidad trascendental. La dependencia en que se halla la verdad con respecto a la síntesis categorial es lo que permite pasar de la lógica general a la lógica trascendental o lógica de la verdad. Hegel intenta dentro de un marco «idealista» llegar hasta la verdad absoluta, llamada por él «verdad filosófica». La verdad es matemática o formal cuando se reduce al principio de contradicción; es histórica o concreta cuando concierne a la existencia singular, es decir, «a las determinaciones no necesarias del contenido de esta existencia». Pero es verdad filosófica o absoluta cuando se opera una síntesis de lo formal con lo concreto, de lo matemático con lo histórico. Así, lo falso y negativo existen no como una «parte» de la verdad, sino como un «momento» en un desarrollo; su «realidad» queda anulada y absorbida cuando, con el devenir de lo verdadero, se alcanza la idea absoluta de la verdad en y para sí misma. La fenomenología del espíritu es de este modo la preparación para la lógica como ciencia de lo verdadero en la forma de lo verdadero. La verdad absoluta es la filosofía misma, el sistema de la filosofía. Hegel efectúa así una primera aproximación a una noción de verdad que trasciende de todo formalismo y de todo intelectualismo. Su oposición a considerar como verdad una parte de ella, el resultado de lo verdadero, le hace buscar éste en una totalidad que comprende no sólo lo principiado, mas asimismo su principio. La verdad es de este modo la unidad absoluta y radical del principio con lo que él engendra. De ahí el carácter plenamente sistemático de la verdad filosófica que exige, sin duda, los caracteres formales de lo matemático y los concretos de lo histórico, pero que sólo por la unión de lo universal con lo concreto que realiza la filosofía puede convertirse en absoluta. O lo que es lo mismo: «La verdadera figura en la cual existe la verdad no puede ser más que el sistema científico de esta verdad» (Phän. des Geistes, I § 1). Concepción que será en gran parte recogida por las direcciones neohegelianas contemporáneas, pero, como veremos luego en el caso de Bradley, con un abandono del panlogismo y un acercamiento al organologismo que se manifiesta también en las tendencias del actualismo italiano. En todo caso, empero, permanece como algo propio del concepto de verdad sustentado por Hegel el hecho de que la verdad no sea jamás la expresión de un «hecho atómico», el hecho de que la verdad sea, en cuanto ontológica, una totalidad indivisible sobre la cual se destaca cualquier enunciado parcial de lo verdadero o de su negación: el hecho, en suma, de que «lo verdadero sea el todo». En su libro The Nature of Truth (1906), Harold Henry Joachim (1868-1938) precisa y desarrolla esta tesis. Joachim señala, en efecto, que la verdad no es mera correspondencia del pensamiento con la realidad, ni tampoco mera propiedad del objeto independientemente de la conciencia, ni, finalmente, aprehensión intuitiva de objetos, sino proposición racionalmente ordenada dentro de su sistema, es decir, juicio que extrae su «significación» del significado del «Todo». No es siempre claro lo que se entiende por semejante «Todo»: si es la totalidad de los objetos, o los objetos en cuanto que forman una totalidad, o la totalidad de los juicios sobre la totalidad de los objetos o un solo juicio (absoluto) sobre un objeto (también absoluto). En todo caso, en una concepción idealista un juicio particular dado debe ser consistente con todos los demás juicios. Se ha hablado por ello de la noción de la verdad como «coherencia». En sus versiones más extremas, el idealismo mantiene que todo juicio particular queda siempre, por así decirlo, «absorbido» en un juicio total. En sus Investigaciones lógicas (Investigación sexta, cap. V, §§ 36-39), Husserl ha considerado la noción de verdad en relación con las nociones de adecuación y evidencia. Según Husserl, tanto la percepción como la intención significativa tienen diversos grados de cumplimiento. El cumplimiento máximo es la adecuación de la cosa con el intelecto. Especialmente importante es el cumplimiento total de la intención significativa. Cuando tiene lugar este cumplimiento, hay perfecta adecuación entre la intención significativa y lo mentado (significado) por ella. Se puede entender ‘verdad’ de cuatro modos: 1) La plena concordancia entre lo mentado (significado) y lo dado; 2) la forma de un «acto» de conocimiento —acto empírico y contingente de evidencia—; 3) el objeto dado en tanto que es mentado (significado); 4) la justeza de la intención, especialmente como justeza del juicio (Investigaciones, trad. Morente-Gaos, tomo IV, págs. 131-133). En 1) se tiene en cuenta una situación objetiva o estado de hecho; en 2) se tiene en cuenta el proceso cognoscitivo; en 3) se tiene en cuenta el objeto que hace posible la evidencia; en 4) se tiene en cuenta la intención (significativa). El tenor general de estas ideas de Husserl sobre la noción de verdad es el de la verdad como correspondencia, pero se trata de una correspondencia entre lo que se significa (o lo que se «intenta» significar) y lo significado, o mentado. Como el acto de significar no es, o no es necesariamente, un acto empírico, y lo significado, o mentado, no es necesariamente una cosa, la correspondencia en cuestión queda confinada a una región «pura». Se trata de una relación «ideal» y —como diría Husserl, en su más fuerte (pragnant) sentido— «esencial». No parece imposible pasar de la noción de verdad como correspondencia a la noción de verdad como coherencia o consistencia. Este paso aparece en las Ideas y en las Meditaciones cartesianas. Heidegger niega que la verdad sea primariamente la adecuación del intelecto con la cosa y sostiene, de acuerdo con el primitivo significado griego, que la verdad es el descubrimiento. La verdad queda convertida en un elemento de la existencia, la cual encubre el ser en su estado de degradación (Verfall) y lo descubre en su estado de autenticidad. La verdad como descubrimiento puede darse sólo, por consiguiente, en el fenómeno de «estar en el mundo» propio de la Existencia y en él radica el fundamento del «fenómeno originario de la verdad». El descubrimiento de lo velado es así una de las formas de ser del estar en el mundo. Pero el descubrimiento es no sólo el descubrir, sino lo descubierto. La verdad es, en un sentido originario, la revelación de la Existencia a la cual pertenece primitivamente tanto la verdad como la falsedad. Por eso la verdad se descubre únicamente cuando la Existencia se revela a sí misma en cuanto manera de ser propia. Y toda verdad no es verdadera en tanto no haya sido descubierta. El ser de la verdad se halla, según ello, en una relación directa e inmediata con la existencia. «Y sólo porque se ha constituido la Existencia mediante la comprensión de sí misma, es posible la comprensión del ser.» Por eso hay verdad sólo en tanto que hay Existencia, y ser únicamente en tanto que hay verdad. Ahora bien, esta doctrina de la verdad, contenida en Ser y Tiempo (§ 44), ha sido por un lado precisada y por el otro refundamentada en la conferencia De la esencia de la verdad (Vom Wesen der Wahrheit, 1943). Aquí se presenta la esencia de la verdad desde luego como algo muy distinto de las diversas maneras posibles de adecuación o convenientia la verdad se hace patente sólo en la medida en que el juicio mediante el cual se enuncia la verdad de una cosa se refiera a ella, en tanto que la haga presente y permita expresarla tal como es. La cosa debe, pues, estar «abierta» o, mejor dicho, la cosa debe aparecer dentro de un ámbito de «apertura» que incluye la «dirección hacia la cosa». Al referirse a la cosa, el enunciado que la deja ver se «comporta» (verhält sich) de un cierto modo, posibilitado por la apertura. Lo que haya de adecuación, conveniencia o conformidad del juicio con lo real no estará, pues, fundado solamente en el hecho de que sólo en el juicio reside la posibilidad de verdad, sino en la situación más radical de una conformidad con el modo de estar abierto su «comportamiento». Esto equivale a una cierta «liberación», hecha posible por la entrega previa a la esencia de la verdad, «liberación» sólo factible en el caso de que sea libre de antemano respecto a lo que se manifiesta en la «apertura». Por eso «la esencia de la verdad es la libertad», pero una libertad que no es expresión de decisiones arbitrarias o cómodas —no una libertad que el hombre posee, sino una libertad que posee al hombre y que hace posible la verdad como descubrimiento del ente por medio del cual tiene lugar una «apertura». Hay un grupo considerable de concepciones sobre la verdad que exhiben ciertas semejanzas familiares. Kierkegaard había proclamado que la verdad es la subjetividad, pero esto no quiere decir que la verdad sea arbitraria: la subjetividad debe ser entendida como la existencia. Nietzsche mantuvo que es verdadero todo lo que contribuye a fomentar la vida de la especie, y falso todo lo que es un obstáculo para el desarrollo de la especie. Se ha hablado en este respecto de una concepción «biologista», y hasta a veces «darwiniana», de la verdad. En ambos casos se sustrae la noción de verdad de la esfera intelectual tradicional. Ello ocurre asimismo con el ficcionalismo de Vaihinger (véase Ficción) y con el «humanismo» de F. C. S. Schiller. Este último autor considera que puede llamarse «verdad» a «una función última de nuestra actividad intelectual». «Con relación a objetos valorados como ‘verdaderos’ —ha escrito Schiller—, Verdad es la manipulación de los mismos que, a base de ensayo, demuestra ser útil, primariamente para cualquier fin humano, pero en última instancia para aquella perfecta armonía de nuestra vida que forma nuestra aspiración final» (capítulo «Truth» en Humanism: Philosophical Essays, 1903, pág. 61). Para William James es verdadero lo que muestra ser bueno en el orden de la creencia; es verdadero lo que es «expeditivo» en nuestro modo de pensar. Como James habla asimismo de la verdad en relación con las «consecuencias prácticas», se ha argüido, contra James, y, en general, contra el pragmatismo, que su teoría de la verdad es o absurda o contradictoria consigo misma. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que James ha refinado considerablemente sus propuestas. Como en Peirce, en James la verdad está ligada a la investigación. Peirce había mantenido que no puede hablarse de verdad o en una investigación que no llega a ninguna parte o en una investigación que conduce a varios resultados, ninguno de los cuales hace ninguna diferencia en nuestras afirmaciones. Esto quiere decir que la verdad debe ser «verificada». No hay nada verdadero que no sea «satisfactorio». James siguió en este último respecto a Peirce. Ello permite decir que lo verdadero es lo útil, pero hay que entender la utilidad como lo que introduce un «beneficio vital» (no necesariamente «subjetivo») que merece ser conservado. La única diferencia entre un pragmatista y un antipragmatista en el problema de la verdad radica sólo, dice James, en el hecho de que «cuando los pragmatistas hablan de verdad se refieren exclusivamente a algo acerca de las ideas, es decir, a su practicabilidad o posibilidad de funcionamiento (workableness), en tanto que cuando los antipragmatistas hablan de la verdad quieren decir frecuentemente algo acerca de los objetos» (The Meaning of Truth, 1909. Prefacio). A diferencia del pragmatismo de James, del humanismo de la verdad de F. C. S. Schiller o del instrumentalismo o pragmatismo de Dewey, Brádley sostiene una concepción llamada «absolutista» de la verdad. Este absolutismo no es un panlogismo, sino más bien un organicismo. Según Bradley «la verdad es el objeto del pensamiento, y el propósito de la verdad es cualificar idealmente la existencia», pero, a la vez, «la verdad es la predicación de un contenido tal que, cuando sea predicado, resulte armónico y suprima la inconsistencia y con ella la inquietud» (Appearance and Reality, 1893, pág. 165). Se observa aquí una cierta «tendencia a lo concreto». Algo similar ocurre con la noción bergsoniana de la verdad. Para Bergson, lo absoluto de la verdad no significa que la proposición que la expresa haya existido virtualmente siempre; significa que el juicio de verdad es verdadero sin restricciones. Lo absoluto se opone aquí meramente a lo relativo, y en manera alguna quiere decir lo eterno, lo que ha sido desde siempre o será así siempre. La verdad depende de «la realidad». Es cierto que la noción «tradicional» de la verdad destacaba asimismo dicha «dependencia», pero el pensamiento actual ha buscado a menudo una noción de verdad que, superando el relativismo y el utilitarismo manifestados en las primeras reacciones contra toda «abstracción», valiera en cierto modo como «absoluta». Ortega y Gasset ha definido la verdad como «la coincidencia del hombre consigo mismo». Ortega examina por qué se da por supuesto que hay un ser o verdad de las cosas que el hombre parece tener que averiguar, hasta el punto de que el hombre ha sido definido como el ser que se ocupa de conocer el ser de las cosas o, en otros términos, como el animal racional, ente que hace funcionar su razón por el mero hecho de poseerla. Tal definición y sus implicaciones necesitan una justificación a fondo. El hombre necesita justificar por qué en algunas ocasiones se dedica a averiguar el ser de las cosas. Tal averiguación no puede proceder simplemente de una curiosidad; por el contrario, mientras la filosofía tradicional afirmaba que el hombre es curioso y rebajaba así la ciencia al nivel de una afición, el pensamiento actual, que niega la supuesta intelectualidad esencial del hombre, sostiene que éste se ve obligado a conocer porque el conocimiento es el acto que le salva del naufragio de la existencia. El saber se convierte de este modo en saber a qué atenerse. De ahí que sea erróneo, según Ortega, suponer sin más que las cosas no tienen por sí mismas un ser y por eso, para no verse perdido, el hombre tiene que inventárselo. Ser es, por consiguiente, lo que hay que hacer. Pero entonces la verdad no será simplemente la tradicional adecuación entre un ser que hay y un pensar que el hombre tiene porque sí de este ser; será la idea que le sostendrá en el naufragio de su vida. En suma, verdad será aquello sobre lo cual el hombre sabrá a qué atenerse, el ponerse en claro consigo mismo respecto a lo que cree de las cosas. Muchos filósofos analíticos han defendido lo que se ha llamado «la teoría de la verdad como correspondencia» —si bien algunos, implícita o explícitamente, se han inclinado, sin por ello hacer necesariamente profesión de idealismo, hacia una teoría de la verdad como coherencia —. Los que han defendido la teoría de la verdad como correspondencia han seguido líneas parecidas a las de Aristóteles y a las de las ideas escolásticas sobre la «adecuación entre el intelecto y la cosa» (véase Adecuado), pero han discutido en detalle muchos aspectos no siempre tratados por Aristóteles y autores medievales. Al desarrollar sus respectivas teorías, y diferentes versiones de sus teorías, sobre la verdad como correspondencia, Russell y Moore advirtieron las dificultades que suscita decir que un enunciado es verdadero si hay correspondencia entre el enunciado y el hecho o hechos que enuncia. El caso más simple sería el de un enunciado en el cual hubiese una relación isomórfica entre los elementos del enunciado y los supuestos «objetos» que el enunciado describe —y sería especialmente simple si todos los enunciados de que se tratara describieran, en efecto, isomórficamente hechos en el mismo orden en que aparecen en el anunciado—. Sin embargo, hay casos más complejos donde no hay semejante relación isomórfica. Hay, además, casos en los que se niega que haya tales o cuales hechos, hablándose entonces —lo que ha suscitado torrentes de comentarios— sobre «hechos negativos». Por si las dificultades fuesen pocas, no ha quedado siempre bien claro si aquello que se supone corresponder con los hechos es una expresión lingüística o lo que esta expresión significa —suponiendo que la expresión puede significar una proposición—. Para complicar las cosas, no es claro si aquello de que se dice que es verdadero es un enunciado o es la creencia expresada en el mismo. Una forma en que se ha elaborado la verdad como correspondencia es el llamado «concepto semántico de verdad» presentado por Alfred Tarski. En este concepto de verdad las expresiones ‘es verdadero’ y ‘es falso’ son expresiones metalógicas. Una definición adecuada de ‘verdad’ tiene que darse en un metalenguaje. Según Tarski, hay que «construir una definición objetivamente justificada, concluyente y formalmente correcta de la expresión ‘enunciado verdadero’» («Der Wahrheitsbegriff...», cit. infra, pág. 261). Tarski trata primero de ver si puede darse semejante definición en el lenguaje coloquial o corriente (Umgangssprache), pero encuentra que todos los métodos fallan. La universalidad del lenguaje coloquial —que incluye enunciados y otras expresiones, así como los nombres de los enunciados y de otras expresiones— es la fuente de las antinomias semánticas del tipo de las de «El Mentiroso» y de los términos heterológicos. Es cuestionable, por tanto, un uso consistente de la expresión ‘enunciado verdadero’ que concuerde con las leyes de la lógica y el espíritu del lenguaje coloquial. Y es igualmente cuestionable la posibilidad de construir una definición correcta de ‘enunciado verdadero’ en el mencionado lenguaje. Tarski recurre, en vista de ello, a lenguajes formalizados, en donde el sentido de cada expresión se halla determinado sin la menor ambigüedad por su forma, y construye una definición formalmente correcta en tales lenguajes: en el lenguaje del cálculo de clases, en lenguajes de orden finito y en lenguajes de orden infinito. Uno de los más conocidos, o difundidos, resultados de Tarski aparece en las tesis relativas a la relación entre el orden del lenguaje y el orden del metalenguaje: en un metalenguaje se puede proporcionar «una definición formalmente correcta y objetivamente justificada» de ‘enunciado verdadero’ siempre que el metalenguaje sea «de orden superior al lenguaje objeto de investigación»; si «el orden del metalenguaje es, a lo sumo, igual al orden del lenguaje, no puede construirse tal definición» —en una versión extensible a otros conceptos semánticos, Tarski señala que se puede establecer la semántica de cualquier lenguaje formalizado como parte de la morfología del lenguaje siempre que el lenguaje en el que se establezca la morfología sea de orden superior al del lenguaje cuya morfología es objeto de examen; si el orden del lenguaje usado al efecto es por lo menos igual al del lenguaje mismo, no se puede establecer la semántica del lenguaje (op. cit., págs. 399-400). Es usual presentar en forma muy simplificada —en rigor, muy cercana al lenguaje coloquial cuyas ambigüedades se trataba justamente de evitar— la «concepción semántica de la verdad» propuesta por Tarski. Usando el artificio descrito en el artículo Mención, si queremos decir que un enunciado —por ejemplo: ‘Dante es un poeta italiano’— es un enunciado verdadero, escribiremos: ‘Dante es un poeta italiano’ es verdadero (1), con lo cual ‘es verdadero’ aparecerá como un predicado metalógico (semántico). Y si queremos decir que el enunciado (1) es un enunciado verdadero, escribiremos: ‘‘Dante es un poeta italiano’ es verdadero’ es verdadero’. En general, será conveniente indicar en qué lenguaje se dice de un enunciado que es verdadero, con la condición, antes apuntada, de que tal lenguaje (o, mejor, metalenguaje) no sea del mismo orden que el lenguaje del cual se dice que es verdadero, sino de orden inmediatamente superior. El concepto semántico de verdad está, así, basado en el bicondicional: ‘p’ es verdadero ↔ p que se lee: ‘p’ es verdadero si y sólo si p, uno de cuyos ejemplos puede ser el mismo indicado por Tarski: ‘La nieve es blanca’ es verdadero si y sólo si la nieve es blanca. Los predicados metalógicos ‘es verdadero’ y ‘es falso’ son los usados en la lógica bivalente. En una lógica polivalente el número de predicados metalógicos aumenta; hay tantos como valores de verdad. Así, a los predicados ‘es verdadero’ y ‘es falso’ se agrega en la lógica trivalente el predicado ‘no es verdadero ni falso’. Otros predicados posibles en lógicas polivalentes son: ‘es más verdadero que falso’, ‘es más falso que verdadero’. Pero como en las lógicas polivalentes se usan números para expresar los valores de verdad, los predicados mencionados son considerados como interpretaciones (semánticas) dadas a tales valores. Según Tarski, los resultados obtenidos pueden extenderse, mediante cambios apropiados, a otras nociones semánticas, tales como la noción de «satisfacción» (cfr. infra) y las de «designación» y «definición». «Cada una de estas nociones —ha escrito Tarski— puede analizarse de acuerdo con lo establecido en el análisis de la verdad. Así, pueden establecerse criterios para un uso adecuado de tales nociones; puede mostrarse que cada una de estas nociones, cuando se usa en un lenguaje semánticamente cerrado de acuerdo con aquellos criterios lleva necesariamente a una contradicción; se hace entonces indispensable de nuevo una distinción entre el lenguaje-objeto y el metalenguaje, y la ‘riqueza esencial’ del metalenguaje prueba ser en cada caso una condición necesaria y suficiente para una definición satisfactoria de la noción de que se trate». Así, resultados obtenidos en una noción semántica particular son aplicables al problema general de los fundamentos de la semántica teórica. Tarski ha definido (cfr. supra) la verdad en términos de ‘satisfacción’ (‘X satisface’). Dentro de un lenguaje dado se asignan entidades a las variables individuales libres de una sentencia dada (así, ‘x es amarillo’ es satisfecho por la asignación de la entidad oro a ‘x’ si y sólo si ‘el oro es amarillo’ es verdadero). A la vez se asignan, o pueden asignarse, designata a las constantes individuales que haya, y extensiones a las constantes predicados (por ejemplo, indicando que cada una de las constantes individuales designa algún miembro del universo del discurso del lenguaje elegido, y que cada una de las constantes predicados tiene como extensión algún subconjunto del propio universo del discurso). Una vez ejecutadas estas operaciones, o la parte ejecutable de ellas, puede probarse que toda definición de la verdad —siempre que cumpla con los requisitos de adecuación— es extensionalmente equivalente a la definición de Tarski. La concepción semántica de la verdad especialmente en el modo como fue formulada por Tarski antes de las precisiones introducidas en los tres últimos párrafos, ha sido objeto de variadas críticas. Pueden ser clasificadas en dos grupos: filosóficas y analíticas. Las primeras arguyen que la concepción semántica de la verdad no resuelve el problema filosófico de la verdad en el sentido en que ha sido tradicionalmente entendido, o no tiene en cuenta los supuestos que subyacen en toda concepción semántica. A ello puede responderse que la concepción semántica no intenta dar tal solución ni averiguar tales supuestos; se trata sólo de lograr una definición del ya citado predicado metalógico. Las segundas proclaman que el concepto semántico de verdad, aunque muy útil para la construcción de lenguajes artificiales, ofrece graves dificultades al aplicarlo a los lenguajes naturales. Entre los que han presentado objeciones desde el punto de vista analítico figuran Max Black y P. F. Strawson. Black ha señalado que el examen de los pasos necesarios para adaptar el procedimiento de Tarski a un lenguaje ordinario (en su ejemplo, al inglés ordinario) crearon condiciones realmente paradójicas. Pues la definición, arguye Black, resultaría anticuada en todos aquellos lugares en que se introdujeran nuevos nombres en el lenguaje. Se trata, por lo tanto, de una dificultad que surge cuando se intenta aplicar la definición semántica al marco de un lenguaje natural. La exposición de Tarski es, según Black, la consecuencia de una «teoría de la no verdad» (o neutralismo completo), pero ni esto ni ninguna definición formal de la verdad puede alcanzar el corazón del problema filosófico. P. F. Strawson indica que ha habido en las discusiones sobre el problema de la verdad dos diferentes tesis: una (sostenida por F. P. Ramsey) según la cual cualquier enunciado que comienza con ‘Es verdad que...’ no cambia su sentido asertivo cuando la expresión ‘es verdad que’ es omitida; la otra según la cual decir que una sentencia es verdadera equivale a formular un enunciado sobre un enunciado de un lenguaje en el cual se ha expresado la primera sentencia. La primera tesis es cierta, pero inadecuada; la segunda es falsa, pero es importante. La primera es cierta en lo que afirma y equivocada en lo que sugiere. La segunda es falsa en lo que afirma y cierta en lo que implica. Con el fin de aclarar este problema Strawson propone examinar los usos de ‘verdad’, ‘es verdadero’, etc., en frases en las cuales aparecen dichas expresiones. El resultado de tal examen es el descubrimiento de un gran número de usos que los lógicos descuidan. Por ejemplo, el uso confirmativo en la respuesta ‘Es verdad’ a una frase como ‘Juan es inteligente’; el uso admisivo, parecido al anterior, en cuanto ‘Es verdad’ puede traducirse por ‘Lo admito’; el uso concesivo, etc. Ellos —y otros que podrían agregarse— muestran que es inadmisible transformar todo enunciado donde interviene la noción de verdad en un enunciado anterior. Los partidarios de la teoría semántica de la verdad llegan a sus conclusiones por haber descuidado los citados múltiples usos y por haber hecho sinónimos, dentro de una lógica extensional, ‘condición de verdad’ y ‘significación’. ‘Es verdad’ es ampliado por dichos partidarios a ‘es verdad si y sólo si’, y ‘es verdad si y sólo si’ es interpretado como ‘significa que’. Así, la frase ‘‘El monarca ha fallecido’ significa (en español) que el rey ha muerto’ es transformada en ‘‘El monarca ha fallecido’ es verdadero (en español) si y sólo si el monarca ha fallecido’. La objeción que puede ocurrírsele al defensor de la teoría semántica —que tal teoría es necesaria para evitar las paradojas semánticas — es obviada por Strawson al indicar que tanto la paradoja como su solución son innecesarias si prestamos atención al hecho de que la «lógica» de ‘es verdad’ en la paradoja es parecida a la «lógica» de ‘lo mismo digo’ cuando no se ha formulado antes ningún enunciado. Así, como ‘lo mismo digo’ en semejante caso es una frase que ni va ni viene, la expresión ‘lo que digo es falso’ es una frase que ni va ni viene si no se ha dicho nada anteriormente. Se trata, según Strawson, de una manifestación lingüística espuria. La teoría de la verdad elaborada por Strawson ha sido llamada «teoría ejecutiva (‘performativa’ = performative) de la verdad» por cuanto se basa en considerar que ‘verdadero’ es una expresión ejecutiva (véase ejecutivo) y no descriptiva. Varios filósofos, especialmente de propensión lógica, han argüido que el concepto semántico de verdad ha sido construido para lenguajes formalizados, de modo que las objeciones contra el mismo a base de una «filosofía del lenguaje corriente» no son válidas —o, en todo caso, no son aplicables—. Según Ayer, no importa que la concepción semántica de la verdad no proporcione ninguna definición general de la verdad y se límite a proporcionar un criterio de validez. Algunos lógicos no consideran que la teoría semántica de la verdad sea un requisito indispensable para referirse a la verdad o falsedad de todos los sistemas logísticos. Pueden construirse, en efecto, ciertos sistemas logísticos capaces de definir su propia verdad. Ejemplos de ellos se encuentran en Alonzo Church, The Calculi of Lambda-Conversion (1941), y en John Myhill, «A System which can define Its Own Truth», Fundamenta mathematica, 37 (1950), 190-192. Parece imposible reducir a un común denominador todos los conceptos de verdad hasta aquí presentados. En vista de ello algunos autores han declarado que no hay, en rigor, un concepto de verdad. Así opinan Ogden y Richards cuando dicen que la expresión ‘verdad de una proposición’ es sólo «un examen exhaustivo de la situación de los signos por medio de cada una de las ciencias especiales». El problema de la verdad es, según esto, un «falso problema» debido al hecho de «poder usarse una sola palabra como signo taquigráfico que se refiere a todos los signos». Los distintos conceptos de la verdad pueden ser agrupados en varios tipos fundamentales. Esto se hace cuando se habla de «verdad lógica», «verdad semántica», «verdad existencial», etc. Conviene, sin embargo, que tales agrupaciones sean hechas de un modo sistemático. Una de las presentadas es la ya clásica de la verdad lógica (no contradicción), verdad epistemológica (adecuación del entendimiento y de la realidad) y verdad ontológica (realidad como algo distinto de la apariencia). Otra es la que distingue entre verdad semántica y verdad filosófica. Otra es la propuesta por Russell cuando distingue entre cuatro conceptos de verdad: teoría que sustituye ‘verdad’ por ‘aserto garantizado’ (Dewey); teoría que sustituye ‘verdad’ por ‘probabilidad’ (Reichenbach); teoría que entiende ‘verdad’ como ‘coherencia’ (idealistas y, con distintos supuestos, algunos lógicos); teoría que entiende ‘verdad’ como ‘adecuación’ (con la realidad). Otra es la indicada por Félix Kaufmann cuando distingue entre tres conceptos de verdad: verdad como propiedad temporal de las proposiciones (verdad lógica aplicable a proposiciones analíticas); verdad garantizada por la asertabilidad (proceso de «validación») de proposiciones sintéticas; verdad como ideal de última y completa coherencia en una experiencia total (verdad como principio regulativo). Otra es la que se limita a distinguir entre dos tipos de verdad: verdad fáctica y verdad lógica. Otra es la que clasifica las principales teorías de la verdad bajo expresiones como «teoría de la verdad como correspondencia (o adecuación)», «teoría de la verdad como coherencia», «teoría pragmatista de la verdad», «teoría existencial de la verdad», «teoría ejecutiva de la verdad». A estas expresiones deberían agregarse las de «teoría relativista de la verdad» y «teoría historicista de la verdad», que no suelen exponerse en la literatura filosófica sobre la noción de verdad, pero que han sido sumamente importantes e influyentes. Cabe distinguir entre teoría relativista (no hay verdades absolutas) y teoría historicista (las verdades están en la historia, es decir, toda verdad es relativa al tiempo o época en que es formulada), pero ambas tienen en común el suponer, según la consagrada fórmula, que veritas filia temporis, que «la verdad es hija del tiempo». |
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 22:46 #61994
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claro si está sucia está sucia no? haya invitado o no
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Los siguientes usuarios han agradecido: Moira
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Existe el concepto "Mi verdad" 25 Mar 2021 22:48 #61995
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vamos que es un concepto para protegerse de alguna manifestacion o afirmacion del propio sujeto ¿no?
gracias¡¡ |
Última Edición: 25 Mar 2021 22:55 por Dpz.
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