Buenas tardes. Me disculpo de antemano por si mi mensaje le roba tiempo a algún estudiante ocioso, si es que el tiempo tiene en
verdad valor, más allá del sentido figurado ligado a un simple papel numerado. No es mi intención. En realidad, lo escribo sin intencionalidades o pretensiones concretas, pero si reconozco hacerlo bajo mi perspectiva, o punto de vista.
La verdad, un tema, un artefacto dialéctico muy valioso desde el punto de vista psicológico y político. ¿Qué es verdad? ¿Qué no es verdad? O acaso, ¿procedería hablar de medias verdades? Si bien fuesen muchas sus "clasificaciones", sus " tipos" y "subtipos" también deslumbran su naturaleza polígama y caprichosa: verdad científica, verdad lógica, verdad matemática, verdad física, verdad física, verdad teórica, verdad empírica\ práctica\natural, verdad filosófica, verdad sociológica, verdad histórica, verdad metafísica, verdad teleológica, verdad literaria, verdad moral, verdad amorosa, verdad afectiva, verdad humana, verdad gregaria, verdad derivada\deducida, etc.
Esquivo concepto ese al que nos referimos tan alegremente al hablar de verdad, sobre todo en relación a otra cosa. ¿Existe la verdad por la verdad, o, la verdad en sí misma o elitista, en términos más filosóficos y "acomodados"? Yo prefiero, consciente de mi mundanidad superflua y nimia en cuanto a tamaño relativo y capacidad de racionalidad, buscar, o, más bien, acechar los misterios y valiosos secretos de la verdad con preguntas. Siendo optimista en cuento a nuestra especie, podría casi asegurar que nuestras capacidades analíticas depredadoras bastarían para inmiscuirse en la mente de Dios y de sus pensamientos más extranjeros y elitistas, para, y siempre para, robarlos para nosotros, aunque a título personal (quizás es por la edad) lo haría en tal caso sólo para mí, y no la compartiría jamás con nadie, de poder hacerlo y no morir crucificada o desterrada como una bruja. ¡Ah, ignominia tribal de locura colectiva! ¿Soportaría solitariamente la crudeza de la verdad? Creo que mejor, o por lo menos más conveniente, es admitir nuestra condición más bien suicida como variedad genética y admitir que ser confidentes de una única verdad podría acabar con nuestro raciocinio, o hacernos conscientes de su ausencia e incapacitarnos para toda hipocresía colectiva, pues no podemos huir de nuestro instinto de supervivencia: él nos acompaña, y no pide permiso.
Sobre la vía para el conocimiento de la verdad, opto por pensar que se encuentra en la pregunta. Y no una pregunta cualquiera: la de los curiosos, esto es, la de tipo autoformulada. Pero aún dentro del perfil de los curiosos, es necesario añadir un sesgo más: los curiosos escépticos. Efectivamente, quien desea conocer algo ajeno a sí mismo, primero debería ser consciente de sus condicionantes como observador. ¡He aquí la receta para el curioso profesional, que no filósofo!¡La pócima de la sapiencia en un frasco abierto y coloreado!
Olvidaros de las "preguntas" que buscan provocar, incomodar, confundir o embaucar.
Eso no son otra cosa que puñales arrojadizos de charlatanes o excéntricos, que buscan placeres mundanos como ellos. ¡Y lo desconocen!
Yo sólo me quiero referir a la pregunta que busca escapar de quien pregunta, de sus vicios e ignorancias, pero pasando necesariamente por todo ello, para tenerlo en cuenta y descartarlo. A riesgo de que el verano sea más incómodo sin gafas de sol, pues aveces, ser conscientes de la verdad perturba al curioso, muchas veces ingenuo. Se necesita mucha dureza y honestidad para la verdad, pues ella deja en evidencia nuestra capacidad de razón y nos despoja de toda autoestima. Porque habréis de saber, para aquellos que valoráis tanto vuestra ociosa y burguesa curiosidad hipócrita, que, así como la filosofía es inspiradora para la literatura, ésta necesaria para el periodismo, y el periodismo útil para la política; las matemáticas son necesarias para la física, y la física útil para los ingenieros.
¿Y la verdad para quien es útil? ¡Al diablo con la verdad y sus interpretaciones, nosotros sólo necesitamos explicaciones para nuestra necesidad de explicar y explicarnos! ¡Y quien piense lo contrario, al manicomio!
La razón humana divide para analizar por separado y relacionar. Ese es el principio básico de todo pensamiento racional y lógico relacional. Las matemáticas por ejemplo. Cabría pensar de esta manera que los números son conceptos surgidos de la naturaleza de nuestra mente racional para experimentar lo continuo e indivisible del entorno percibido de una manera discreta y distinguible, e incluso computable. La algebraizacion del pensamiento racional que representa por medio de números es el paso natural de nuestra mente relacional. Así surgen las relaciones matemáticas, que no dejan de ser modos de conversión o relación, valga la redundancia, de conceptos entendibles (los números). En realidad lo que existe es infinito, lo sepamos o no. Pero como nuestra razón no es capaz de comprenderlo o manejarlo, aún estando inmersos y perteneciendo a ello, lo hacemos divisible y particionable numéricamente, conformando una sucesión generada por adición, sin principio y sin final. Hasta nos atrevemos a suponer y hasta representar un 0 para el supuesto origen y un 8 tumbado para el supuesto infinito.
De la estructura racional de las matemáticas se construye la cosmovisión racional del entorno verificable por medio de las ciencias naturales. Por esto, sostengo que las matemáticas ofrecen una comprensión limitada de la realidad, aunque no incierta, puesto que está condicionada por las limitaciones de las características analíticas y de comprensión de la mente humana. Aún así, nos resulta útil de alguna manera, para nuestros intereses concretos y prácticos.
Las matemáticas, y por esto, toda interpretación lógico matemática, son representaciones parciales de la realidad, o una media verdad, podría decirse. La otra media verdad es lo que nosotros conocemos y llamamos azar, o milagros, o suerte, o destino, o karma. Pero esa media verdad, inaccesible para nosotros y experienciable en cuanto nos es útil para nuestra supervivencia.
En efecto, de esto cabe deducir que el ser humano, ni cualquier ser vivo, está concebido ni preparado para comprender la realidad en su totalidad. No le es necesario para su vida diaria. El concepto de verdad surge para autocomplacer nuestro ego ignorante e inmaduro en su su pregunta retórica recurrente, por desgracia en realidad (pues evidencia nuestra impotencia y la ignorancia de muchos) sobre los límites de su capacidad como observador, o sobre su inteligencia.