Quiero advertir, en primer lugar, que lo que voy a exponer inmediatamente es fruto de mi experiencia personal (o, al menos, de observar experiencias ajenas). Señalo también que este post también se va a encontrar lastrado de generalizaciones y de algún que otro prejuicio -inadvertido o no-. Me confieso ignorante en el campo que vamos a tratar. Todo esto obedece más a una pretensión de compartir reflexiones que a un categorizar desde y hacia el absoluto. Dicho lo cual, comenzamos:
Estaba el otro día escuchando algunos podcasts donde, entre otras cosas, tres jóvenes declaraban acudir a terapia; no por recibir tratamiento de alguna patología mental en concreto, sino más bien por un motivo de gestión emocional: celos, "crecimiento personal", tratamiento de la tristeza, asertividad, tolerancia a la frustración, etc. Esto, que podría pasar inadvertido, me lleva suscitando interés largo tiempo, especialmente desde cuando un gran amigo mío me recomendó ir a terapia también, como él, por un asunto relacionado con las emociones y conductas. Lo que la gestión emocional sea es lo que quiero discutir aquí.
Sensu lato, podríamos distinguir tres tipos de psicólogos -sin perder de vista que no son elementos estancos, sino que todos estos factores atravesarán a todos ellos en mayor o menor medida-:
a) Los psiquiatras, aquellos que tratan patologías mentales/conductuales, los cuales que pretenden garantizar la posibilidad de la sanación de estados de ánimo a través de la medicación (apoyados simultáneamente -supongo- por terapeutas);
b) Los psicólogos que tratan patologías mentales como TDA, TDAH, TOC, TLP, personalidad múltiple, esquizofrenia, psicosis, entre otros, supongo que también mediante dependerán de la medicación y la terapia para la sanación del paciente;
c) Y, por último, los psicólogos de la gestión emocional, que tratan patologías emocionales, como, por ejemplo, toxicidad, ansiedad, celos, casos de superación de rupturas, terapias de pareja, entre otros. Probablemente alguien se ofenda si incluyo aquí depresión, pero no sé hasta que punto ésta es un síntoma y no una patología.
La distinción entre todos ellos parece obedecer a los distintos tipos de patología: mentales, conductuales y emocionales. No omito que en las mentales y conductuales se encuentre una dimensión emocional importante que exacerbe o mejore el cuadro clínico. El debate, a mi juicio, se encuentra en el fundamento de la patología emocional: ¿existe un fundamento emocional que justifique este tipo de "psicología"? Bien, pues no sólamente creo que es importante interrogarse acerca de ello, sino que además tomo partido para denunciarla. Expongo algunos argumentos para ello:
- Extrapolación injustificada -e imposible- de lo clínico-científico a lo emocional-afectivo. Los terapeutas emocionales, aquellos que les ocupa temas como la toxicidad, el autoestima, tristeza, posesividad, asertividad, intolerancia a la frustración, celos, relaciones deseables, etc., presuponen y analizan las categorías de lo emocional-afectivo como si sus resultados pudieran aplicarse con universalidad y necesidad. Dicho de otra forma, que son objetos para la constitución de un saber que ofrezca respuestas verdaderas.
Si su objetivo es sanar, podríamos comenzar preguntándonos acerca del el fundamento del criterio de demarcación que distingue lo sano y lo patológico. ¿Es la asertividad un estado emocional-afectivo sano? ¿Son los celos una patología? ¿Cómo se obtienen muestras de esta enfermedad? ¿Mediante microscopios? ¿Es posible cuantificar el estado y la evolución de la enfermedad en particular, y el estado general del paciente? ¿Qué medicamento y cuánta dosis del mismo puede sanar la toxicidad de un pa(de)ciente? ¿Puede el paciente, por su estado enfermo, y con el añadido de las condiciones de las emociones de inasibilidad, carencia de trasunto empírico, equivocidad de la semántica de este campo y valoración moral plural acerca de un mismo hecho, identificar infaliblemente su emoción? ¿Es tristeza, rabia, impotencia o decepción?
- Objetualidad imposible de universalizar y de dotar de necesidad. La toxicidad, al igual que los celos y el autoestima, no es observable, tangible, ni medible. Todo intento de percepción y observación empírica en el paciente de estos "objetos" se encontrará encontrará mediatizada por criterios culturales y tamizada por experiencias personales anteriores que condicionen su experiencia. Antes de preguntarnos cómo resolver la obsesión de su ex, los celos que siente porque su amiga -sólo amistad- habla con otro, el complejo de inferioridad ¿por qué asumimos que eso sea algo necesario de sanar para la salud afectivo-emocional del pa(de)ciente?
En otras palabras: el conceptualizar los celos como algo negativo no es más que un producto moral, y por ende, algo que pertenece a la esfera de lo múltiple, particular y contingente. Cada sociedad en general, y cultura en particular, determina lo permisible y lo censurable. ¿Cómo universalizar, diagnosticar y prescribir soluciones a estas emociones que dependiendo de la cultura donde nos encontremos indicarán salud o enfermedad? ¿Cómo interpretarlas si su estatus se encuentran mediatizadas por cada moral -que no ética-? ¿Serían los celos sentidos hacia una pareja, calificados en nuestra cultura como una "patología emocional", algo a sanar en una sociedad islámica? ¿Es el cáncer de pulmón una enfermedad en Occidente deja de serlo en Oriente?
- Imposible de justificar sin presuponer un fundamento único, universal y necesario.
. Aquí llegamos a lo crucial de la exposición: si hemos determinado que las emociones y afectos son los objeto que ocupa a psicología emocional-afectiva (ya sean tratadas como patologías o estados de ánimo no deseables), es necesario presuponer un fundamento único, universal y necesario que posibilite la investigación de este campo; un fundamento que nos permita establecer un criterio de demarcación entre entre lo sano y lo patológico o lo deseable y censurable, distinguir lo verdadero de lo falso en una investigación de lo psicológico-afectivo, la clasificación de las experiencias emocional-afectivas, la medición de las mismas, la constatación de leyes en su operatoriedad, la corrección para la sanación de las censurables, etc.
Así las cosas, ¿cuál es el fundamento que funda esta psicología? ¿Qué nos permite no ya categorizar y distinguir experiencias emocionales-afectivas la tristeza de la felicidad, sino la ira de la decepción, la irritación? Si todas estas experiencias se viven en el fuero interno de cada uno de nosotros, si carecen de trasunto empírico, y su reconocimiento unívoco es falible, ¿cómo justificarlo? Y si este fundamento existe, ¿quién lo conoce, cómo lo conoce y cómo lo ha llegado a conocer? ¿Por intuición? ¿Hay un Libro de la Vida escrito, accesible para unos pocos, o peor, cuyo acceso sea por eso que invocamos por "sentido común"?
En definitiva: la terapia emocional es un absoluto camelo. Aquellos que la acepten tendrán que señalar cuál es el fundamento unívoco, universal y necesario que sostiene:
a) su objeto, esto es las experiencias emocionales-afectivas experimentadas en el fuero interno, que son problemáticas en tanto que carecen de trasunto empírico y por encontrarse determinadas -o, peor, fundamentadas- en la moral, que de suyo es antitética a la ciencia por su naturaleza múltiple, particular y contingente;
b) el criterio de demarcación entre lo patológico/tóxico de lo sano/deseable;
c) el método empleado (hipotético-deductivo, empírico, ambos...?);
c) el criterio de verdad aplicado en sus resultados (¿correspondencia? ¿representación? ¿lógica?);
d) su modelo de explicación científica (¿modelo de cobertura inferencial? ¿Pragmática?);
e) el acceso al conocimiento al mismo (¿intuición? ¿Observación? ...)
Porque, lo que no es ciencia... ¿puede llegar a ser un saber garantizado?