Suele ocurrir en el fondo y, cada vez más, también en la forma de la acción política, que el pragmatismo maximalista de la emergencia se cuela en la aceptación natural del "demos", deviniendo en otro añadido causal a las cosas corrientes y cotidianas. Bien pudiera ser que se intente instaurar por parte de los poderes la idea de la emergencia continua como instrumento justificativo, sea esta emergencia sanitaria, medio ambiental, climática, religiosa, económica, tecnológica, etc...; en fin, un neopuritanismo contra la crisis permanente. En ello sitúo la experiencia que se está obteniendo con esta pandemia sobre el control disculpado democráticamente de las masas sociales por parte del principio de dominancia, y la correcta inercia de las mayorías sociales ante la excepcionalidad.
Una situación de amenaza globalizada en sazón como la actual, supuestamente al margen de estrategias previas de dominio, las crea necesariamente después, ya que supone una coyuntura ideal para aprovechar y desarrollar las "políticas o doctrinas del shock, N. Klein" al estar la convulsión y la alarma social ya propiciadas.
No obstante - como decía - existe una gran capacidad para metabolizar colectivamente la conmoción primera de una "nueva normalidad", que más allá de su declaración profiláctica, conlleva un claro riesgo de tentación behaviorista, cuestión que, por otra parte, no parece importar mucho.
Este resultado se asume en la opinión pública mayoritaria soslayando o desacreditando en su integridad el criterio discrepante o heterodoxo en aras de la seguridad y de la libertad, palabras suntuosas que definen derechos civiles fundamentales e irrenunciables, aunque - paradójicamente - se puede sacrificar parte de su integridad por defender su solemnidad; una contradicción.
Igualmente se me ocurre pensar, que en la situación - accidental - actual de pandemia no es descabellado vislumbrar nuevas formas de experimento en la acción comunicativa justificadas por imperativo categórico o razón instrumental de autoridad.
En esta tesitura podría suceder - espero que no - lo del pasaporte o certificado de garantía sanitaria, con lo cual habría que situar también en cada cruce de caminos un "check point".