Se repitió el mensaje

Hola, Xna.

He traído el ejemplo de Hugo Chávez para subrayar la imposibilidad en la que nos encontramos de alcanzar ese pacto lingüístico que mencionábamos, a fin de hacer más honesto y funcional el ámbito de las instituciones políticas; porque el acuerdo mínimo ético que exige un pacto de esas características es aún más difícil de lograr. Si alcanzar cierto consenso respecto al significado de la palabra "fascista" ya era un desafío, aún lo es más alcanzar el consenso respecto a quién y por qué encarna la figura del parresiasta.

Por eso tengo dudas a la hora de considerar parresiastas a, por ejemplo, Martin Luther King, Malcom X o Rosa Luxemburg, porque, gracias a los recursos (económicos, sociales) con los que supieron rodearse, conjuraban esa posición de debilidad que define de salida al parresiasta. Murieron por sus ideas, como Colosio, y quizás ese sea un rasgo a tener en cuenta para caracterizar la parresía.

En cuanto a tu comentario acerca de la campaña madrileña, yo tengo la impresión de que todos los candidatos están fuera de lugar -no sólo Gabilondo-, salvo Díaz Ayuso, que se la ve muy cómoda.
Es una lástima basar la decisión del voto en la mera guerra sucia, en las falsedades, en ambigüedades calculadas, y sin propuestas políticas...

La idea de relato supongo que tiene mucha relación con los posmodernos y especialmente con Lyotard y su fin de los metarelatos occidentales. No sé si hay antecedentes anteriores a esta idea, creo que los hay seguro, pero sin llamarlos relatos. Por ejemplo en la idea de paradigma de Kuhn, parece haber algo similar pero en la ciencia, y posteriormente parece que los paradigmas también se dicen como formas globales de comprensión en la filosofía y no sólo en las ciencias. Entonces supongo que por un lado tenemos este impulso de honestidad en el parresiasta, que incluso arriesga su vida, como ya habéis nombrado que Foucault pone de ejemplos a Sócrates, Diógenes de Sínope, los cínicos en general. En el juego de la posverdad y los relatos, parece que actualmente es quizás bien difícil distinguir quién es más y menos honesto, y que todo, las imágenes, los videos, las descripciones, todo puede ser hoy día manipulado por el interés de quien se expresa. La verdadero y la mentira se entrecruzan, porque no parece haber métodos claros para distinguirlos, más que la propia conciencia, el conocimiento, la intuición, y quizás sobre todo saber "quién habla", quién expresa, es decir, hacia dónde manipula y en qué dirección tergiversa quien se está expresando.

A esa complicación en distinguir quién habla honestamente, creo que se suma la idea de paradigma. Es decir, incluso en un terreno más honesto como la filosofía, los puntos de vista están sometidos a modos de comprensión e incluso escuelas filosóficas. Claro que hay "verdad" en la filosofía, pero no es demostrativa como en la ciencia. Sino que la verdad filosófica depende siempre de la capacidad de comprensión de quien la investiga. Pero además no son verdades absolutas, sino que el conocimiento ni en ciencia ni en filosofía puede escapar al hecho de que es "una escalera", un progreso en la comprensión, y que ya sabemos quizás que no se alcanza algo llamado "la verdad en sí". Supongo que estos dos problemas, los paradigmas y la honestidad o no del hablante, caracterizan como fondo el supuesto relativismo y posverdad, los relatos, que hacen que hoy día todo sean luchas de ideas e interpretaciones, y al decir esto supongo que es imposible no acordarse del bigotudo Nietzsche.

Finalmente está la idea del inconsciente para complicarlo aún más. O sea, la racionalidad incluso puede estar constreñida por nuestra necesidad de que las cosas sean de determinada manera, de creer que las cosas son de determinada manera. O sea que como mínimo creo que tres ideas complican la idea de "relato", la honestidad, la manipulación sistemática de nuestro entorno, la cultura también, y el inconsciente. Y Foucault que parece querer resaltar las técnicas de sí, una transformación del sujeto. Supongo que como sujetos transformarnos para ser más capaces de distinguir lo real, quizás sería a dónde nos lleva todo esto? No lo sé.

Tengo que contestaros pero mañana ya, Heidegger me ha frito los fusibles

Hola a todo el mundo:

En mi opinión, y creo que sobre esto hay amplia bibliografía, empezando por el propio Grice, las teorías de Grice no suponen una recomendación sobre el lenguaje y la conclusión de que a causa de que dicha recomendación, debido a que el auditorio la da por hecho mientras que el comunicador de turno no la sigue, aparece la mentira. Casi es algo un poco al contrario; se trata, más bien, de una serie de puntos de partida de la comunicación, que la hacen colaborativa, pero que en realidad nos estamos saltando casi todo el tiempo, no solo los oradores interesados, sino todos los hablantes. Las máximas, según Grice, serían el punto de partida de una conversación, que tiene un trasfondo cooperativo, al tiempo que los casos en los que se siguen fielmente sus postulados son la excepción. No obstante, gracias a que como hablantes damos por hecho ese punto de partida podemos entender ciertos elementos del discurso (las omisiones, las implicaciones y sus hijas predilectas, las famosas implicaturas), que de otro modo entenderíamos de manera literal, perdiéndonos gran cantidad de información. Gracias a que seguimos las máximas podemos saber que cuando decimos «¡Mierda, se me olvidó la cartera!» y alguien responde «Tengo yo dinero», esa persona nos está diciendo que ella se encarga de la cuenta y que no nos debemos preocupar, a pesar de no haberlo dicho con la claridad que las máximas demandan.

Lo que quiero decir con esto es que no creo que el problema de que los políticos nos engañen como les da la gana tenga que ver con el seguimiento o no de la cooperación griceana, sea por su parte o por la nuestra. De hecho, de las tres principales perspectivas que se encargan del estudio de la argumentación, la dialéctica, que se preocupa de las condiciones para que se dé un debate limpio y educado, reconoce el problema de que estas condiciones solo son posibles con arbitrio, en situaciones muy particulares, y no en el día a día.
Desde luego, el modo en que se maneja la retórica para influir en la sociedad tiene un efecto, pero el hecho de que esto siga siendo así como si nada creo que tiene que ver más con otras cuestiones, que son muchas, más relacionadas con la teoría política, como la cuestión de la representación, los mass media, los sesgos cognitivos, etc.
En fin, mientras leía el mensaje inicial de este hilo se me iban ocurriendo estas ideas y pensé que quizá venía a cuento dejarlas por aquí.

Buenos días y un saludo.

Entiendo que con el término "El Relato" se intitula la forma que adquiere la estrategia de la credibilidad en estos tiempos que corren. Este concepto - si es que lo es - implica una trampa semántica de síntesis, sobreentendidos y similares que bloquean toda actitud crítica, no sólo frente a los demás, si no también en las capacidades propias. Es por ello, que se me ocurre pensar en el "El Relato" precisamente como el correlato del discurso arengador que establece fórmulas de adscripción y dominancia para todo buen prosélito, algo totalmente diferente a las dialécticas críticas del escéptico y del perplejo; a las que intento subscribirme.
De momento y antes de entrar en lo que se ha dado en llamar "acción comunicativa" o tratamiento de la información de masas, me planteo - aprovechando la ocasión - aquello de los "metarrelatos" modernos y de los pequeños "relatos" posmodernos para incidir sobre una cuestión que hace tiempo me inquieta.
Como moral de los grandes "relatos" (doctrinas) religiosos o sociales se desarrolló y se desarrolla un puritanismo o integrismo de dominancia que curiosamente tiene bastante similitud con los neopuritanismos de empoderamiento de los pequeños "relatos". Paradoja de como aun siendo los planteamientos tan distintos, se rozan en hermandad reactiva; en los dos casos fatal para el cínico. Espero continuar con el asunto.

Como "Post scriptum" definitivo a mi "Relato" me gustaría recomendar dos canciones de los "Celtas Cortos", una es "Tranquilo majete", la otra es "Cuéntame un cuento"; ambas esencia del periodismo, de su libertad y de la "Acción comunicativa" democrática.

Al margen de ironías musicales, creo que hemos llegado una vez más a esa locura histórica en que "El relato" adquiere la misma letalidad que los obuses artilleros. La fuerza de la imagen y de la palabra exaltando las trincheras ensangrentadas hacen que dentro de "El relato" se den todas las contradicciones, hipocresías, miserias y falsedades que afloran entre los principios de las grandes palabras de la acción comunicativa, y en las razones poseídas de la redacción informativa.
No sé ya si merece la pena reflexionar sobre ello con la esperanza de encontrar alguna alternativa compartida, o sentarme a contemplar con morboso deleite el desastre anunciado.
Lo que sí entiendo es que estamos ante un gran ejemplo de eso tan de nuestro tiempo que es la instrumentalidad de "El relato" como doctrina de masas.

Existe una frase que los acontecimientos actuales hacen plenamente vigente. Define, desde el escepticismo, la labor de un poder (el cuarto) cuando los intereses de las geopolíticas necesitan que los imperativos categóricos de la razón de estado modulen con "El relato" o con el "Pensamiento único" a su "Opinión pública". Frase que delata la fragilidad y el relativismo del derecho a la información crítica que afirman existir en las democracias avanzadas; menos en las que no lo son.
La tarea del periodista, informador, articulista, tertuliano, etc., no deja de resultar comprometida cuando como empleado de una empresa tiene que seguir las directrices que se ordenan desde las cúpulas de sus corporaciones, les guste o no; si no les gusta peor, si sí mejor.
Como todas las frases solemnes, esta también puede contener su propia negación, y no ocurrir así siempre. Pero es mucha la experiencia acumulada a través de la crónica de los conflictos humanos como para pensar en que la objetividad sea un fin preferente de los medios; los presentes acontecimientos lo demuestra con descaro.
La frase a considerar se atribuye a un político norteamericano que afirmó en 1917 que "La primera víctima de la guerra e la verdad", y como existe una cierta relación directa entre verdad e información o acción comunicativa, de ser asumida por alguien esta sentencia, dejaría en un comprometido lugar a ese derecho tan fundamental como es estar informado; consecuentemente también a sus profesionales.
Otro político francés, Jean Jaurés, afirmó: "El valor consiste en buscar la verdad y decirla, en no plegarse ante la ley de la mentira triunfante que pasa y en no hacernos eco en nuestra alma, en nuestra boca y en nuestras manos de los aplausos imbéciles y los abucheos fanáticos"; esta actitud le costó la vida en 1914.
Como a la periodista de Al-Jazeera Shireen Abu Akleh muerta el miércoles pasado por un disparo en la cabeza.

"Nipper" es un simpático personaje, como suelen ser los perrillos mestizos, curioso y algo desconcertado ante lo "inexplicable" e inesperado, mostrando ese típico gesto formal en todo can de ladear alternativamente la cabeza cuando intentan comprender eso que les causa sorpresa y curiosidad.
"Nipper" trata con sus sentidos de aprehender la incoherencia de oír la voz de su amo que sale del fondo del gramófono sin ver la presencia de este; supongo.
Esta imagen o símbolo se me ocurre que puede representar la actitud de mi perplejidad cuando la forma en que "El Relato" se ofrece a la acción comunicativa es algo reducido a simple propaganda de guerra, degenerando incluso el maniqueísmo sofístico tradicional del discurso político, empleando para ello a todo tipo de "tribulete" que se preste para tal finalidad.
Alguien se planteó algunas dudas respecto a lo que "El Relato" puede contener, preguntándose: ¿Acaso puedo asumir una ruptura en la relación de dependencia del diálogo respecto de la comunicación, al igual que la separación ya establecida entre dialéctica y diálogo?, ¿es posible desvincular a la comunicación de la información, al igual que a esta de la estimulación colectiva?