No sabía cómo iniciar el hilo, si crear uno o usar el mismo que ya hay de Butler, así que rescato las preguntas que le asaltan a Anuska y os cuento un rollo para tratar de contestarlas que, como son tan fáciles y yo no estoy casi empanada del verano…
Anuska… Mis interrogaciones vienen desde dos ámbitos. El primero, es que me cuesta aterrizar dentro del feminismo más moderno, el llamado posmodernismo, y del que surge la cuarta ola, (creo que yo aún estoy instalada en la segunda o inicios de la tercera, supongo que por cierta comodidad en mis planteamientos feministas). El segundo es que, queriendo aprender lo que tiene que decir este nuevo feminismo, donde se critica la transfobia y se explica claramente la diferencia entre sexo (macho, hembra e intersexual) y género (hombre, mujer y trans), o sea, entre naturaleza y cultura, y precisamente quién lo hace es Butler, queriendo aprender, decía, me sumerjo en el libro y hay varias cosas que me chirrían. La más básica es esta: ¿si entramos a deconstruir la identidad de las mujeres, porque hay que hacer un hueco para las lesbianas, los transexuales, los bisexuales, los transgénero, los gays y etc, etc, no hay un peligro real de que en esa deconstrucción del sujeto mujer nos quedemos precisamente sin sujeto? ¿no nos estamos cargando al sujeto político mujer, con su buen número de derechos que ha ido conquistando a lo largo de décadas de lucha?. ¿No sería más fácil que el sujeto mujer siguiera su curso y el resto de colectivos, los citados anteriormente, y muchos otros más, lucharan en paralelo por sus propios derechos?. Esta es la gran duda, el gran interrogante que se me viene a la cabeza a mi paso (lento y doloroso de intentar entender todo el planteamiento de esta gran filósofa.
Ponte el casco, te invito a un viaje, puedes agarrarte a mi cintura y apretarte a mi cuerpo, somos feministas y yo butleriana hasta las trancas. Vamos.
El feminismo emerge ya como una deconstrucción del sujeto, la del “sujeto moderno y universal ilustrado”, el “sujeto clásico”, único e idéntico a sí mismo, algo que se parecía mucho al hombre blanco, occidental, heterosexual y es que esa idea de “sujeto” dejaba fuera, de entrada, al conjunto de todas las mujeres. Sobre la idea de diferencia de género, entre hombre y mujer el feminismo se eleva de forma contestataria como movimiento de liberación de la dominación masculina y se propone conquistar la igualdad de derechos y oportunidades, a nivel individual y colectivo. ¡Mira! por ahí van las sufragistas, para ellas la mujer debe ser sujeto político.
Durante el s.XX, con la segunda ola (había pasado tiempo, años 50 o 60, por eso se consideró una ola), se produce un amplio y desarrollado cuerpo teórico que se puede denominar feminismo constructivista. La posición social y las constituciones subjetivas entre hombres y mujeres son distintas, por ser el género una construcción social (S.Beauvoir). Un feminismo de corte materialista entiende que esa diferencia también como constructo, aunque exista cierto determinismo biológico, es el caso del feminismo marxista y del feminismo radical para los que la construcción social parte de la división sexual del trabajo tanto en la producción como en la reproducción, también para el feminismo cultural, que va más allá del radical y habla de “clases sexuales”, las que diferencian a hombres y mujeres, ellas abajo, subordinadas, siempre en un sistema capitalista que junto a la familia serán los núcleos de opresión. La sexualidad ordena y jerarquiza y es diferente, la masculina de la femenina. El determinismo biológico es capital también entre las feministas del psicoanálisis…
Determinismo biológico, construccionismo social, el caso es que ven en la sexualidad masculina y la femenina una diferencia radical. Hagamos dos grupos para no liarnos: feminismo de la igualdad (el género se construye a partir de una matriz puramente biológica, el sexo, pero hombres y mujeres no son diferentes y por eso deben ser el mismo sujeto político con los mismos derechos) y un feminismo de la diferencia (diferencia ontológica entre la identidad femenina y masculina, hombres y mujeres somos diferentes, urge eliminar el sistema de opresión elevado sobre esa distinción), aunque ambos bajo una sola bandera la de “lo femenino”. Resultado, una idea de sujeto, “mujer” al estilo clásico, única e idéntica a sí misma. Un sujeto homogéneo como aquel que quisieron deconstruir en origen. Una identidad que se apoya en el indisoluble sistema sexo/género, enraizada en el par naturaleza/cultura. Entonces, si a la mujer se le otorga un género en virtud de su biología, todas las mujeres de todas las sociedades, objetos de esa dominación y discriminación, tiene los mismos intereses y luchan por la liberación, existe una identidad colectiva, la de “un” sujeto mujer basada en la diferencia de género. Las mujeres, diferentes de los hombres, deben conquistar una posición de autoridad. El problema, dirá Bloch, es determinar cuáles son nuestros intereses.
Años 80, con las hombreras y el tecno-pop se levanta una tercera ola. Las reivindicaciones de las mujeres negras, las chicanas, en EEUU, desmarcándose de la centralidad del discurso de las mujeres blancas de clase media, también las de las mujeres lesbianas, dinamitando la heterosexualidad obligatoria y finalmente, las identidades fronterizas (transexuales, queer…). El concepto de sujeto entra en crisis. El postestructuralismo, el deconstruccionismo y el psicoanálisis van a barrenar ese sujeto homogéneo “mujer”. El debate será ahora el de la unidad vs diversidad. Las diferencias están ahí y ya no pueden silenciarse: clase social, etnias, orientación sexual, confesión religiosa, edad, ideología… hablamos de “mujeres” frente al sujeto mítico y universal que el feminismo había construido, un sujeto idéntico y sin fisuras y es que las diferencias se dan entre las mujeres y dentro del propio feminismo. Surge el antiesencialismo y el multiculturalismo. Hay que deconstruir el sistema sexo/género, dirá Butler o hay que afirmar diferencias, especificidades e identidades colectivas (multiculturalismo).
A lo lejos se escucha a Fraser “ojo” no olvidarse con tanta identidad de las estructuras sociales de dominación y las relaciones sociales de desigualdad.
¿Hacemos un alto en el camino? Es preciso alumbrar las posiciones objetivistas del feminismo de la igualdad y de la diferencia (segunda ola) pero también el relativismo al que nos podrían abocar algunos discursos postmodernos (tercera). Haraway nos invita a una objetividad consciente, encarnada y parcial, para ti y para mí un relativo relativismo. Sea, la travesía ha sido larga y ya teníamos sed.
El tránsito continúa de la idea de “sujeto” a la de “agencia” que es actuar y hacer, pero también intermediación, es conocimiento del lugar de la enunciación. El cuerpo ya no es un atributo biológico, es metáfora de nuestra situación en el espacio y en el tiempo y límite de nuestra percepción y conocimiento. Las fronteras son permeables, híbridas, eso hace de la identidad un proceso, mestizaje. El cuerpo es nuestra situación, sobre él se nos interpreta y nos interpretamos. Somos sujeto y objeto, se nos construye y nos construimos, el poder se ejerce sobre nosotrx y lo ejercemos al mismo tiempo. También nos situamos en el lenguaje, el yo es un efecto del lenguaje, somos identidades múltiples y conflictivas, también provisionales, somos construcción y deconstrucción. ¿Esa es la cuarta ola? Pues hasta aquí te he traído. Vamos a surfearla.