Alma escribió:
Hola, no, no me refería a que la nada existe, sino a que no hay nada que exista. Para refutar ese asombroso argumento (no sé qué pinta ahí la lingüística, habría que leer a ese señor Unger, pero de acuerdo contigo cuando dices que a partir de las características de nuestro lenguaje dudosamente se pueden extraer conclusiones sobre las características de la realidad) deberíamos tener clara la diferencia entre la nada y la existencia. Si existe la nada, cómo saber que nosotros mismos no somos nada. ¿Realmente yo existo y estoy en mi casa escribiendo desde un ordenador? ¿O soy un producto del genio diabólico descartiano? Sí, tengo conciencia de mí misma y de que estoy pensando, pero ¿cómo puedo asegurar que estos pensamientos son míos, es más, que estos pensamientos son reales?
Estoy de acuerdo con lo que dices, pero lo de Unger era más radical. No defendía un escepticismo extremo sino que afirmaba que podemos estar seguros de que nada existe. Su argumento era más o menos el siguiente: Un concepto como, por ejemplo, "verde" es vago. A causa de ello, si se nos presenta un color intermedio entre el verde y el amarillo, en ciertos momentos diremos que es verde y en ciertos momentos diremos que esa misma tonalidad no es verde sino amarilla. Por tanto, aplicamos y negamos el mismo concepto de una misma cosa. Por lo tanto, es un concepto contradictorio. Puesto que todos los conceptos de nuestro lenguaje son vagos (para todo podemos imaginar casos intermedios en que no esté claro si el concepto se aplica), todos los conceptos de nuestro lenguaje son contradictorios. Pero resulta que lo referido por un concepto contradictorio no existe (no existen, por ejemplo, círculos cuadrados, ya que el concepto de "círculo cuadrado" es contradictorio), y, además, el hecho de que no exista no es contingente sino necesario. Por lo tanto, puesto que los conceptos con que nos referimos a todas las cosas son vagos y, en consecuencia, contradictorios, no hay ninguna cosa que exista.
El argumento es ingenioso, eso está claro. Pero en mi opinión está claro que es incorrecto. Incluso aunque todos nuestros conceptos fueran contradictorios (cosa que me parece muy dudosa), ello no impediría que existiera algo real que no fuera adecuadamente descrito por ninguno de nuestros conceptos.
De acuerdo con el tema de las distintas motivaciones de los actos, podemos incardinarlo dentro de la complejidad del objeto de estudio. Que se dé en las ciencias físicas también es cierto, lo que sucede es que en estos casos imagino más fácil ir descartando las hipótesis probables.
Totalmente de acuerdo, por eso a la psicología y a las ciencias sociales (pero también a la neurociencia) les cuesta más progresar.
Sobre el dualismo de sustancias, la verdad es que no he entendido tu ejemplo de los hemisferios, y por supuesto no hablaría de alma, con las connotaciones que tiene esta palabrita (probablemente yo también lo haya hecho, es tan tentador acudir a ella), en este contexto. De hecho, tampoco hablaría exactamente de un dualismo cuerpo/mente, que es una buena forma de simplificar el asunto (y de nuevo es posible que yo lo haya simplificado en anteriores mensajes), sino de una continuidad entre los procesos físicos y los cerebrales y los resultados de estos, bien se plasmen en pensamientos, emociones o acciones.
Entonces lo que defiendes no es un dualismo de sustancias sino un emergentismo, que es una teoría perfectamente defendible. Sin embargo, no creo que el emergentismo sea compatible con una interpretación inmaterialista del psicoanálisis (aunque sí con una materialista o instrumentalista). Al fin y al cabo, según el emergentismo lo mental es algo emergente con respecto a lo cerebral. Pero el psicoanálisis considera lo pulsional como lo primario o lo originario, no como un simple nivel emergente.