El otro día en casa de mis padres encontré un librito breve que no me esperaba para nada que se convirtiera en un puñetazo en el estómago: "Una pena en observación", de C.S. Lewis.
C.S. Lewis es el autor de las novelas fantástico-maravillosas de Narnia... El hermano cursi de Tolkien (así lo tengo o tenía clasificado en mi cabeza), de quien siempre fue amigo a pesar de sus enormes divergencias en la escritura. Los libros fantásticos de Lewis son clarísimas alegorías cristianas y, en fin, nunca les he prestado demasiada atención.
Pues resulta que en 1952 el respetable, cincuentón y conservador cristiano se enamoró de una poetisa comunista y divorciada, Helen Joy Davidson Greeham, admiradora de sus novelas. Su relación fue intensa y breve, hasta que Helen cayó enferma de cáncer y murió poco después de su matrimonio. Hay al respecto una película de Richard Attemborough que no he visto, "Tierras de penumbra", por cierto, de ahí la portada del libro en Anagrama.
"Una pena en observación" contiene las breves notas que Lewis escribió tras la muerte de su esposa para tratar de reconciliarse de algún modo con la idea de su desaparición y con un Dios en el que no había dejado de creer pero del que no entendía en absoluto su crueldad. Así que el libro es un llanto, una teodicea, un duelo y un desconcierto. Me ha impresionado, la verdad. Os traigo algún párrafo para que os hagáis una idea:
p.37: "'¿Dónde está ella ahora?', lo que quiere decir es: *en qué sitio está en este mismo momento*. Pero si H. no es un cuerpo -y el cuerpo que yo amaba no cabe duda de que ya no es ella -, H. no está en ninguna parte en absoluto. Y 'este mismo momento' es una fecha, un punto, en nuestras series de tiempo. Es como si se hubiera ido de viaje sin mí y yo dijera: 'Me pregunto si estará en Euston ahora'. Pero a no ser que ella avance a sesenta segundos por minuto, recorriendo esta misma línea de tiempo por la que vamos viajando los seres vivos, ¿qué sentido tiene decir *ahora*? Si los muertos no están en el tiempo, o por lo menos en nuestra clase de tiempo, ¿hay alguna diferencia notoria, cuando hablamos de ellos, entre *era*, *es* y *será*?".
p.49: "¿No son todas estas notas las contorsiones sin sentido de un hombre incapaz de aceptar que lo único que podemos hacer con el sufrimiento es aguantarlo? Un hombre empeñado en seguir pensando que hay alguna estrategia (que es cuestión de encontrarla) capaz de lograr que el dolor no duela. Pero en realidad da igual agarrarse crispadamente a los brazos del sillón del dentista que dejar las manos reposando en el regazo. El taladro taladra igual".
p.94: "¿Son estas, Señor, tus verdaderas condiciones? ¿Puedo encontrarme con H. sólo si te llego a amar tanto que ya deje de importarme encontrarme con ella o no? Ponte, Señor, en nuestro caso. ¿Qué pensaría la gente de mí si le dijera a los niños: 'Nada de caramelos ahora. Pero cuando seáis mayores y ya no los queráis, tendréis todos los que os de la gana'?"