Este creo que os gustaría y/o os irritaría a partes iguales a varios de los habituales de por aquí... Así que lo recomiendo encarecidamente: "Cómo hablar de los hechos que no han ocurrido", de Pierre Bayard.

Ya había leído hace tiempo "Cómo hablar de los libros que no han leído", que me pareció super gracioso y sorprendentemente incisivo... Pero no sabía que era el primero de una trilogía, junto al que comento ahora y otro que no se ha traducido al castellano que yo sepa, pero que sería "Cómo hablar de los lugares que no se han visitado". Juntos forman lo que Bayard llama "crítica de la ignorancia", es decir, y cito literalmente, "crítica basada en la preocupación, para evitar prejuicios, de tener un mínimo de información sobre los temas tratados". Es decir, la visión contraintuitiva de que no es en realidad necesario haber leído completamente El Quijote para hablar de él, o haber visitado París para comprender su espíritu, o haber vivido realmente una situación para comentarla... Si del análisis de ese libro no leído, lugar no visitado o hecho no vivido surgen explicaciones válidas, enriquecedoras y productivas sobre la vida.
Bayard escribe con muchísima ironía y su lectura es super adictiva. En este caso, cada capítulo empieza con un ejemplo de la vida real en la que una persona narró como real un suceso que no ocurrió, o bien lo embelleció creativamente, o bien se basó en una interpretación errónea. Y comenta después en cada caso cómo y por qué, si bien la verdad objetiva es que eso no sucedió (e independientemente de que cuando hay mala fe por parte del narrador ello sea moralmente criticable), existen otros tipos de verdad en la que acaba encuadrándose esa situación. Dedica así capítulos a la verdad subjetiva, literaria, histórica, científica...
Por poner un ejemplo: la teoría freudiana de la sublimación a través del arte, o la de Arendt sobre la banalidad del mal, se basaron en malentendidos sobre, respectivamente, la supuesta castidad de Leonardo Da Vinci y la ausencia de antisemitismo en Eichmann. Ambas teorías se verificaron más adelante en otros muchos sujetos, pero el exemplum que usaron ambos autores fue absolutamente erróneo: Da Vinci tuvo una vida sexual riquísima y Eichmann era virulentamente antisemita. Bayard se divierte especulando con que Freud se proyectó
a sí mismo en su ejemplo davinciano (un intelectual sin vida sexual que sublima su ausencia en su trabajo), y a quien Arendt tenía en la cabeza era más bien... A Heidegger.
Traigo el párrafo porque a Xna le hará gracia... P.184: "No es a Eichmann a quien Hannah Arendt describe en su libro, es a Martin Heidegger. Un hombre que no era especialmente antisemita -no más que muchos alemanes de su época, sin duda-, que tenía una visión crítica del nazismo y que, sin embargo, no tuvo el valor de decir no cuando era necesario". (...)
El Eichmann de Arendt o el Da Vinci de Freud son "personajes conceptuales", dice Bayard, pillando un concepto de Deleuze y Guattari... P.185: "El personaje conceptual no es una persona real. Encargado de ilustrar un concepto y darle vida, tiene ciertamente raíces en la realidad, y raíces aquí tanto más profundas cuanto que el inconsciente del teórico se moviliza en su invención. Pero va más allá de la persona real para convertirse en una figura de narración teórica que permite desarrollar la reflexión".
En fin, lo dicho, solo es un ejemplo. En este librito delicioso, propio de un polemista que se lo pasaría en grande en un foro de filosofía, aparecen leyendas urbanas, periodismo trumpista, viajes ful y un guiño gracioso a Steinbeck. Y es cortito, se lee en dos tardes.