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TEMA: "Pandemias milenarias del espíritu"

"Pandemias milenarias del espíritu" 14 Ene 2023 05:31 #74371

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Pandemias milenarias del espíritu se trata de un ensayo especulativo, denunciador de males atávicos que dificultan extraordinariamente la vivencia y manifestación de la luz y la música radicadas en los adentros, y en el que, desde la sana ambición de alcanzar la mayor tersura, plenitud y explosión interiores -expresada por su autor en diversos poemarios, prosas y textos de difícil catalogación-, se desarrolla una serie de graves reflexiones.

Tales divagaciones enfocan críticamente expresiones de poder mundanal, creencias, valores, conductas, formas de vida y actitudes ante ésta, presiones, referentes y fines mayoritarios que, a lo largo de milenios -aun con múltiples y notorias diferencias apreciables en distintos espacios y tiempos- han sostenido, en general, el imperio universal de la desdicha, la rapacidad de unos pocos sobre el vasallaje de otros muchos, la ignorancia esclavizante, el descuido de trascendentes dimensiones del alma, el egoísmo primario, la vulgaridad, la atonía, la inercia o la falsedad en concordancia con el interés del dominador, coartando, eclipsando, adulterando, cuando no prácticamente extirpando, algunas específicas necesidades, metas y potencias humanas -hasta el punto de que el curso histórico va camino de ni reconocerlas ya como propiamente nuestras-, consideradas aquí, en abstracto, como claves de una autorrealización inexcusable: encuentro constante, en base a la introspección y a la interacción, con nuestra magnitud como criaturas libre e infinitamente sensibles, creadoras e inteligentes, disconformidad preguntadora por la realidad interna y exterior, aspiración a una madura y dichosa soberanía moral, paz íntima fundada en el descubrimiento y cultivo del ser, o robusta salud rindiendo culto a la mente y al corazón como fuentes de vida y belleza inherentes.

Suponiendo una demoledora, de raíz beligerante crítica hacia prejuicios y condicionamientos culturales represivos, enmascaramientos masivos, modelos de existencia global, y prototipos humanos de ayer y hoy, este trabajo filosófico versa sobre diez terriblemente perniciosas desvirtuaciones históricas del amor, de la realidad y la realización de uno mismo, del otro, y de la verdad, especulando con una serie de enajenaciones transculturales en los mismos cimientos del modo de “vida” presente, las cuales se han traducido en un detrimento gravoso de lo que, desde una antropología veladora de lo mejor -aunque quizás no más que virtual o larvario todavía- de nuestra especie, son nuestra natural candidez, autenticidad, independencia sentimental, expresiva y artística, pilares de un vivir genuino del cual siempre se distó y del que se sigue mediando, desdichadamente, abismos. Frente a estructuras sociales inevitablemente cancerosas ha de erguirse el librepensamiento, auxiliándonos, no sólo como doctor que teoriza y diagnostica, sino aguijoneando la inquietud moral, proponiendo sentidos existenciales y alternativas de toda índole, desde la certeza de que, con honesta búsqueda individual, las puertas hacia perspectivas purgativas y liberadoras cruzadas ser pueden por quienquiera que las correspondientes llaves tome: infinito amor a sí, intelectualismo y a la par ahondamiento en la subjetividad emotiva, titánica voluntad de autosuperación, severa autocrítica, exigencia suma de pureza.

Lectura que ha de contribuir a una mayor toma de conciencia del incalificable desastre moral representado por el planeta Tierra sujeto a la depredación y autodestrucción de su principal morador, a un rearme ideológico previo a un crear, un sentir y un pensar inmunizados contra patologías a nivel planetario cuyos gérmenes ya en la antigüedad cabe rastrear -como poco-, Pandemias milenarias del espíritu aparece dividida en una docena de partes, interrelacionadas, y un corolario final, a modo de recapitulación exhortatoria, de los que son sus sinópticos títulos:

-La desvirtuación a partir de la mitificación pueril de la promiscuidad sexual y del placer sensorial en general

-La desvirtuación a partir del amoldamiento al estereotipo de hombre exitoso y convencional

-La desvirtuación a partir del brutal constreñimiento del instinto de conservación y de su explotación maliciosa por las élites que llevan la voz cantante

-La desvirtuación a partir de la delegación de la conciencia en las cosmovisiones religiosas o en grandes arquitecturas conceptuales

-La desvirtuación a partir de la siempre demencial proyección del instinto de conservación en el hijo virtual o efectivo

-La desvirtuación a partir del afinamiento y de la ejercitación del instinto sojuzgador o de su padecimiento

-La desvirtuación a partir de la adherencia al lenguaje burocratizado y persuasivo, y al vulgarizador imperio de lo fable, de lo tangible, de lo fútil, y de lo socialmente útil, reconocible y bien estimado

-La desvirtuación a partir de la construcción y el manejo inescrupulosos de un amplio repertorio de imágenes capaces de imponerse y de vender en un gran mercado

-La desvirtuación a partir del anclaje en la constantemente transmutativa y astringente inmediatez, y de la acción enajenada y las miras adventicias puestas en el día venidero

-La desvirtuación a partir del irracional apego cultural al otro, de prejuicios atávicos contra la soledad, y del desconocimiento de la grandiosidad de las órbitas propias

Corolario trágico sobre las diez epidémicas desvirtuaciones explicadas


Postdata:

Gracias por la paciencia y la comprensión, merced a la cual se ha de tener en consideración que solamente en un espacio de filosofía como éste puede tener cabida un trabajo de reflexión personal de la naturaleza y complejidad del ahora presentado. Si se desease echar un vistazo al -o leer íntegro el- texto se puede descargar desde la dirección que figura en mi perfil.

A "Outsider", participante en mi otro hilo "Sístole y diástole de la cronificada crisis moral postmoderna", se le saluda, si bien con tardanza, con la mayor gratitud; y se le comunica que pronto se publicarán en ese mismo hilo nuevos artículos. También se quiere expresar que uno de "maestro" nada, sólo se es un esmerado, pertinaz, concienzudo, consigo mismo hipercrítico buscador, ¿no equivale a un certificado de defunción del pensador que se lleva dentro considerarse, siquiera un instante, "sabio", o nada parecido; no hace inviable cualquier progreso espiritual creer que se ha llegado a conocer nada?
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Última Edición: 22 Ene 2023 03:30 por Zaoc.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 21 Ene 2023 02:35 #74449

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Resulta ser demasiado habitual que desde lo tenido demostradamente como algo eximio, acrisolado o prototípico, se genere también miseria moral o ética. La obsesión de marcar pautas de comportamiento o modos colectivos de racionalidad creencial, de uncir la individualidad con su socialización, de argumentar la verdad para luego devenir en recurrente modestia de renuncia a la tal, es siempre una apócrifa actitud, pero que yo también asumo.
Es por eso que siempre me desasosiega la planificación del suceso del individuo entorno a proyectos de corte eugenésicos.
Como ejemplo podría referir una amplia nómina de ellos, no obstante y dada la actualidad me gustaría comentar uno determinado. Se trata de las ideas que lanza Klaus Schwab en su libro "El reinicio", este tipo es el fundador y director del foro de Davos, y como todos los "sobraos" sueña con moldear al ser humano en su conjunto a su criterio; sea incluso por manipulación cerebral (tengo que admitir que cada vez lo tienen más a huevo).
El libro (reconozco que ni lo he leído, ni lo voy a leer), creo que viene a afirmar básicamente que después del COVID hay que iniciar una reestructuración del ser humano en todos sus ámbitos culturales, políticos y - como digo - somáticos.
No le falta a ello literatura y terminología, empezando por un concepto ya clásico como "transhumanismo", "posthumanidad" o lo que venga.
Lo que todo esto indica es que sigue existiendo el antiguo afán por controlar primero a lo colectivo y después al individuo dentro del actual conflicto híbrido mundial.
Un inciso; este mensaje-hilo me parece tan interesante, sincero y arriesgado que yo también quiero serlo.
Entiendo que el escepticismo y el descreimiento pueden avanzar por encima del relativismo, pues si la posesión de eso que se llama verdad me da miedo, tanto o más me da la moralidad de lo bueno y lo malo.
Con los virus y bacterias llega un momento que se asocian de tal manera a nuestro organismo que llegan a formar parte de él, pasando de ser patógenos a modos expresivos del sino, es por eso que las pandemias llegan a ser afortunadamente no epidemias, si no endémias.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 23 Ene 2023 05:43 #74468

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Pertinentes aclaraciones para Albert y cualquier interesado en este hilo:


Por supuesto, este trabajo de reflexión, concebido en su momento como la primera parte de la plasmación ensayística de la búsqueda y conservación de la mayor autenticidad, salud, robustez, pureza y soberanía de nuestra profundidad espiritual inherente, de nuestra interioridad sintiente, pensante y soñadora, busca, ante todo, estimular un pensamiento filosófico, principalmente ético, centrado en las cuestiones e inquietudes anunciadas en cada apartado, nunca sentar cátedra -¡risible empeño ello fuera, seguramente hallándose lejos de mi capacidad, a pesar de lo concienzudo y riguroso que, por respeto a la tan complicada y misteriosa vida y la no menos problemática verdad, siempre uno procura ser!-, o afirmar categóricamente tesis alguna. Nada, salvo el referirse a lo que se considera son enfermedades masivas y contagiosas de la humanidad, tiene que ver con el coronavirus, de hecho el texto escrito estaba desde el año 2015, si bien se ha revisado en los últimos meses -uno repiensa lo redactado, y lo repasa varias veces antes de por primera vez publicarlo, y ello aunque apenas por nadie hubiese de leído ser; los compromisos, inquebrantables, de desnudez del alma y expresión, son siempre de sí consigo mismo-, y se ha querido anunciarlo en esta sección del foro, abierta a aportes de sus miembros, y posibles glosas y discusiones posteriores.


En conformidad con lo dicho, con Pandemias milenarias del espíritu, evidentemente, a pesar de su enorme ambición, no se comete la aberración intelectual de pretender apuntar a ninguna verdad absoluta, ni referirse en concreto a algún período de la historia proponiéndolo como origen o síntesis de cuanto se cavila, menos aún se dogmatiza en base a lo que ésta se creyese en general, o se intenta hacer prevalecer una óptica única sobre qué ser pudiésemos -posiblemente no más que una interminable persecución de sentido y de voz a la altura se acerque al significado de tal “ser”-; tampoco consiste el escrito en una documentada y pudiera resultar que tediosa investigación, ni en un trabajo académico nacido de la erudición y el diálogo con textos análogos, pero ello no quita que abrigue una, desde el inicio perceptible, inquietud central por universales déficit relativos a los grados de individuación, emancipación, hondura alcanzada y personificada, voluntad no enajenada y veracidad en las existencias de ayer y de hoy; ni que contenga y desenvuelva una serie de ricas líneas discursivas que se permite su autor considerar altamente sugestivas y urgidas por el momento actual, y que es bien factible que conecten con cualesquier inteligencias y sensibilidades abiertas y preocupadas por el problema sempiterno de nuestro posible sentido trascendente per se, por la independencia, ingredientes y calidad de la vida psíquica y la conjeturable afirmación gozosa de su libertad, principio de cualquier acción en la que el sujeto se compromete ciertamente en su obrar.


El texto consiste, pues, en un filosofar individualizado acerca de todo ello, en un observar caviloso el devenir desde la premisa de que, a pesar de esos diez planetarios desastres pandémicos que no es posible dejar de señalar, la mayor felicidad fundada en un vivir de cara a nuestros abismos últimos sí es perfectamente alcanzable, y un proyecto vital concorde con él y completamente a contracorriente hacedero, siendo tácito que, si “esencia humana” hay, ésta se ha plasmado y se expresa, fundamentalmente, en la busca de la soledad introspectiva, así como en la de la interacción amorosa que procura el enriquecimiento mental y emocional de quienes entran en relación dialógica, y en la que se brinda a través del arte y la especulación filosófica. De ahí que se ponga de manifiesto una visión sumamente crítica de civilizaciones construidas y desenvueltas en el tiempo muy lejos de ese apetito de primordial espiritualidad libre, racionalizando el rechazo de algunas de las dinámicas y notas constitutivas suyas que seriamente restaran virtud, vigor, propiedad, limpieza como entidad sintiente y pensante a cualquier semejante nuestro inmerso en las mismas -de ahí el concepto clave de “desvirtuaciones”-; de ahí, una perspectiva sustentada en un franco amor a lo que dar puede de sí en vida cualquier criatura humana vuelta hacia lo que en este trabajo se estima como mejor y más definitorio de ella, considerándose muy insuficiente -o prácticamente inexistente- el desarrollo de hombres y mujeres de cualquier lugar o era como entidades realmente individuadas, humanizadas, creadoras, autosuficientes, fecundas y plenas; de ahí el tratar de contribuir a identificar algunos de tantísimos corsés, escollos, formas de censura y de homogeneización, deseos espurios que ataran a dimensiones superficiales de la realidad, canalizaciones alienantes, desviaciones y perversiones del pensamiento y la acción, manipulaciones a través del explotado descontrol de determinados instintos, falacias colectivas, cosmovisiones y postulados metafísicos hegemónicos que paralizaran la natural aptitud para el interrogante y la exégesis personales del cosmos, o miedos inducidos a enfrentarse al reto de importancia sin parangón, ya hermosamente loado por el viejo Píndaro, de ser radicalmente cada quien él mismo -en este ensayo presuponiéndose como un encontrarse y un descubrir y un redescubrir constantemente la verdadera identidad a través de la autocontemplación y la libre creación-, que, a lo largo del periplo histórico, han supuesto, y no dejan de significar hoy, poderosos óbices a una experimentación integral y mínimamente higienizada de la intimidad del ser.


Y justamente escrito fue este conjunto de entrelazadas reflexiones por el disconforme y subversivo viviente de un presente en el que el progresivo endurecimiento del coste de la mera subsistencia, la tecnocracia, la robotización existencial, el animalismo o el transhumanismo -la propia postmodernidad en fin, con su asunción implícita de la nada sobre cualquier posible absoluto-, al igual que otrora sólo que desde posiciones muy distintas, actualmente desechándose los paradigmas clásicos, lejos de incentivar disuaden la búsqueda interior con su descreimiento sobre una hipotética realidad estable propia, un lenguaje traductor de ésta, o acerca de una dirección existencial, una moralidad, una autorrealización, una experiencia interna y una dicha al margen de ese nihilismo y algunos de sus digamos que grandes “ejes difusores”: la orgía de intrascendencia ad infinitum exhibida como “vida”, y el caos informativo en particular y mediático en general, con la extraordinaria fragmentación, en el aluvión de discursos sobre lo dado, supuesta por efímeros relatos enseguida olvidados y suplidos por otros; y se da a conocer el libro digital cuando se agudiza ese grave y dañoso apartamiento de lo íntimo y sustantivo a nivel personal, además de poder enmascararse, huelga afirmarlo, nuevos y más sutiles mecanismos de dominación fabricadores del ser humano como un mero instrumento de los nuevos tiempos que, dada su naturaleza bastarda, choca frontalmente con la más antigua proclama de la filosofía -ya grabada en el oráculo de Delfos-, inherente también en el “cuida tu psique” socrático: conocerse a uno mismo -en Pandemias milenarias del espíritu más bien ser, la propuesta de un sentirse substancial, de un vivirse priorizando cuanto se tiene por “profundidades ulteriores”-.


Muchas gracias, por descontado, por su paso por aquí y su lectura; huelga añadir que cualquier análisis, pregunta, glosa, demanda interpretativa, intervención extensa y pródiga en sugerencias como la de “Albert”, o breve y de lo más generosa para conmigo como la de “Outsider” -quienes merecen la mayor de mis gratitudes-, serían bienvenidas.
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Última Edición: 25 Ene 2023 00:42 por Zaoc.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 20 Feb 2023 00:14 #74877

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Sucede que a veces la palabra escrita no se manifiesta banal y prescindible, situación que como ocurre en este hilo me sirve de modelo y escusa, pues uno puede ser influenciado determinantemente por el fondo argumental de lo próximo, ya que lo inmediato induce a pensar según se articula en esa palabra hablada, estribada comúnmente en el eco colectivo del discurso programático, lineal y sintético; de tal manera que la palabra escrita, como parte de la reflexión, en muchas ocasiones (demasiadas) se tiene que emboscar y renunciar a la dialéctica compartida, patrimonializando de forma solipsista al "único", que se reconoce en el espejismo de su propia imagen.
Se me ocurre considerar que en tal situación escribir es sólo una necesidad interior para fijar eventualmente los pensamientos creados, marcándolos como hitos orientativos en el cruce de caminos interminable del pensamiento, permitiendo que de esa manera emerjan otros.
Así, y al relance de la décima "desvirtuación" me permito plantear una contradicción, un absurdo - mío y personal - que me condiciona en el destino de las conjeturas críticas de la dialéctica imaginada.
Aún reconociendo que soy y somos seres culturales, comunicativamente sociales y propensos a la mitofilia cultualmente compartida, me pregunto: ¿Debe ser siempre el "otro" objeto para el pensamiento?, o ¿el pensamiento puede sobrevivir sin el otro?
Resumiendo, llegando inminentemente a la instrumentalización virtual de la inteligencia cuantitativa me surge otra pregunta: ¿Merece la pena el pensamiento del error abstracto y estocástico; es decir, no objetivista?
Mal rollo con estas preguntas, aunque bien pudiera encontrar salida rebuscando en uno de esos hitos o marcas de camino dejadas en unos textos habitualmente preteridos que conjeturan: "La referencia al "único" carece del nosotros, y el del "otro" no se integra en el ellos, jamás debería apelar a esos plurales demagógicos tan enardecedores, con lo cual la idea que ronda sobre el "único" no es planteamiento de jerarquía, en cualquier caso será empeño "proseliticida"; ya que no necesita corifeos.
Por tanto, convengo en reducir a su justa medida de una manera extendida de que todo lo que no sea el "único" del "otro" me interesa cada vez menos.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 28 Feb 2023 03:12 #75020

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Algo adverso al escepticismo crítico o a la apostasía relativista resulta ser la constante histórica del puritanismo; "pathos" de vocación categórica aplicable a toda coyuntura empoderativa, sea esta de mayorías o de minorías. Cuando ocurre en las mayorías, normalmente ya dominantes, se enmascara con el doctrinario o la moralidad ya establecida, cuando son las minorías las que exigen al resto su acatamiento, el hecho resulta más abigarrado y variopinto.
Aparentemente ese barroquismo de la diversidad, de la multiplicidad que busca señas singulares de identidad, que despliega un continuo caleidoscopio de originalidades se define como algo genuino, algo con procedencia orgánica única, pero sin caer en el conflicto del "único"; esto supondría demasiado compromiso personal.
Lo que pasa con ello es que esas nuevas referencias de la postmodernidad se amacollan o anclan en planteamientos demasiados recurrentes, se les puede reconocer en lugares comunes, demasiado comunes, ocupando una centralidad y un protagonismo en su lógica justificativa que convierte al "único" en contingente, y necesaria a cualquier ocurrencia identitaria.
Todo esto viene a cuento de la cuestión expresada en la primera "desvirtuación" o tránsito moral - entiendo yo - desde unos modelos de comportamiento a otros. La duda que expresa me la puedo suscitar yo también, lo que ocurre es que en mi caso sólo me produce perplejidad, primera reacción del escepticismo. Es como mucho una floja turbación lo que me provoca llegar a esa situación de cisma donde la clásica superstición deja su lugar a las ideologías sexualistas y de género, recomponiendo un nuevo ordenamiento clasificatorio y encuadrante.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 19 Mar 2023 03:12 #75293

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Siempre me ha parecido un punto pretencioso y confuso todo lo relacionado con las cosmovisiones latréuticas que tratan de explicar lo que ocurre entre la cosmogonía y la cosmólisis en esa visión geométrica y lineal de un universo sujeto a fecha, hora y lugar, pero dada la casi absoluta unanimidad consensuada, participada, aceptada, etc., en torno a las seductivas cosmovisiones publicitarias, empiezo a no dudar tanto de si aquello de un mundo cerrado sobre ciertos parámetros deterministas se muestran como la constatación inapelable de la transcendentalidad cosmovisiva de la causa-efecto, aplicable además a la génesis de esos determinantes usos conceptuales estructurados en husos clasificatorios que se infiltran como fondo creencial en el sentido crítico de la duda.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 20 Mar 2023 15:08 #75301

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Nuevas puntualizaciones realizadas desde la mayor gratitud

Enormidad de pensamientos se agolpan en la mente del redactor ahora: dudas acerca de lo leído, de líneas interpretativas a seguir, de bocetos de respuesta...; en cualquier caso, el “fuego amigo” de Albert merece mucho más que esta contestación, en la que se tratará de sintetizar tanto como fuese dable.

Leyendo entre líneas el participativo y creativo exégeta parece coincidir con mi consideración de que, como cualquier escrito que no pretenda realizar un camuflado ejercicio de persuasión o de proselitismo, en sí mismo, Pandemias milenarias del espíritu -como cuanto escribiese uno ayer o anhele registrar de sí mañana-, representa no una búsqueda sino la gran procura de cualesquier posibles sentidos o sinsentidos para el radical autorretratista -¡obsérvese!: la elección en la oración de un artículo determinado en lugar del indeterminado implica no sólo un juicio de valor sino una confesión que revela el secreto de una existencia al entero!-: la de sí mismo, en la que el pensamiento conjetural y la poesía son inevitables compañeros que desembarazan la senda, tanto como frutos naturales en la interminable y fascinadora travesía.

Por eso el texto presentado carece de carácter conclusivo, es una sonda superficialmente lanzada en el abismo que se siente ser interrogándose sobre su posible sustantividad, autenticidad, entereza, plétora o mismidad, apuntando a una liberación perpetua de fuerzas reductoras y manipulativas que tratan de ser identificadas; viene a connotar el observarse, remirarse, soliviantarse, dudarse, problematizarse de un “yo”, según se especula, potencialmente perteneciente a cualquier criatura humana, abordado como la piedra filosofal.

Por descontado, de Albert aplaudo todas sus intervenciones, pues se infiere que perfectamente capta esa búsqueda sustancial de fondo, esa añoranza de hallazgo y fijación de contenidos en lo que en mi texto se denomina como “espíritu”, ese salto a una rompedora trascendencia sin salir de la propia mente y el propio corazón, presto uno a sacudirse, para hacer camino en su encuentro y descubrimiento de sí, infinidad de invisibles losas y argollas, vestiduras y blasones impuestos, sofismas y presiones colectivas o claudicaciones silenciosas, que se estiman ya heredados de siglos y siglos atrás….

Como, a pesar de mi formación, la jerga filosófica la había dejado de lado hacía unos años, tratando de escribir para mí recurriendo lo mínimo a ella, había olvidado el significado general de cosmólisis -que me ha costado bastante deducir correctamente y recordar-, y desconocía el de estocástico -que enseguida he consultado-. Más allá de este enriquecimiento léxico, el cual me trae a mientes que, sin temor a que se me achacase un hipotético “esnobismo conceptual”, siempre fue un reto ir aproximándose a una escritura más que nada confesional, pero hallándose en disposición de manejar con rigurosidad cada vez mayor número de voces -incluyendo arcaísmos, tecnicismos, préstamos...- entre las que conforman la inmensidad del tesoro del idioma -al cual se abraza como el intérprete el instrumento musical desde el precepto de que el decir ha de concitar preguntas filosóficas, y, a la par, siempre de amartelada delicia resultar sinónimo-, importante es despaciosamente leer al generoso Albert, pues siempre da juego a sugestivas formulaciones y matizaciones, predisponiendo a repensar y problematizar lo escrito.

Algunas perífrasis del susodicho me parecen concomitantes con algunas de las mías, cábalas y consideraciones de otro viajero subido en un barco con el cual uno se cruza, si bien siguiendo quizás otros rumbos, y tal vez por mares que uno haya de recorrer mejor o atisbar por vez primera, quizás, en adelante. Celebro que a la hondura vacilante que creo mostrar se responda con enriquecedora profundidad que me atiende, y recapacita al hilo de lo por mí plasmado -el gentil lector no ignora que, aun cuando pudiera parecer que se va uno por las ramas, hay un poderoso ejercicio de síntesis incluso en plena digresión-. En cualquier caso, ¿podría ello un argumento a favor suponer de la tesis de que la plenitud solipsística ha de no sólo despertar el poder dormido de otras subjetividades sino puntos de intersección sacar a la palestra que permiten alumbrar contenidos específicamente humanos mejor que mejor, algo que llanamente así expresara el buen Machado: “En lo más íntimo está lo universal”?

Aunque habría de extenderme muchísimo más de lo que lo hago, me limito ahora a tomar nota de las que me han parecido algunas de las más felices aportaciones a este hilo: tocando la compleja cuestión de la comunicabilidad, y a qué hipotético nivel y conllevando qué posibles presupuestos, de las individualidades, al menos en potencia, escribe el interviniente: “Reducir a su justa medida que todo lo que no sea el único del otro me interesa cada vez menos”; pensando la en el texto fundamental noción de “desvirtuación" como tránsito moral desde unos modelos de comportamiento a otros -aquí uno quiere matizar que no osa proponer una acción concreta en la vida práctica, que más bien la autocontemplación y la profundización interminables, sin puntos de partida ni de llegada prefijados, en lo humano han de ser los sellos de espíritus “al fin libres”, eso sí, sólo después de la concienciación de los males pandémicos abordados, y de al menos ponderar una serie de recetas postuladas para lograr cierto grado de asepsia en el ensayo siguiente, respuesta complementaria al primero-. Agréguese a lo expuesto que cualquier asunción -especialmente la acrítica, rígida, dogmatizante- de una cosmovisión latréutica -según sugiere Albert- es susceptible de ser incluida como expresión de la cuarta desvirtuación. Por descontado, no significa ello que haya de ser desechado quien ciertas notas de ésta ofrece: por ejemplo, en un Santo Tomás, o un San Agustín podríamos apuntar sensibilidades e inteligencias profundamente desnaturalizadas de acuerdo con la reflexión realizada, pero bien dignas, por su grandeza, por su trascendencia histórica, del mayor ahondamiento, si bien cuidándonos de caer en el reductor sectarismo de sus tiempos, de limitar nuestra “vivencia y perspectiva, expectativa y realización del ser” a la visión de la doctrina católica.

Por favor, sepa Albert -y quien ojeare esta nota- disculpar que, en este espacio pleno de aportes de lo más interesante -aunque aún no se decida uno a intervenir en ellos por distintas razones, fundamentalmente no estar seguro de contar con los mejores elementos de juicio-, se haya insistido explayándose, así como cuando se expresa que se dan actualmente los últimos retoques y pinceladas a la segunda parte que completaba el trabajo aquí anunciado. Se hace sin mayor pretensión, en principio, que estimular el sentimiento, el pensamiento y la expresión menos impuros y oscuramente sometidos a tantas “depredaciones intelectuales” como ha habido históricamente y siguen multiplicándose, consciente de que, al menos, inocencia, honradez intelectual y enorme esfuerzo se estima que se tenían y se conservan haciendo que merezca la pena intentar dejar abierta una vía comunicativa y de reflexión con quienquiera que poseyese la formación, sensibilidad e inquietud apropiadas para recibir tal aporte. A su debido momento, relativamente pronto, se mostrará un enlace con esa continuación, también hace unos ocho años redactada, bíblicamente titulada Las diez tablas del vivir solo y plenario. Tras la diagnosis de males milenarios, ¿es no sólo deseable, como parecer semejar claro para el doctor, sino factible, concebible inmunizarse eficazmente contra las interrelacionadas patologías pandémicas diagnosticadas? Tras el descendimiento a la primera cuestión se brindan propuestas de emancipación fundadas, básicamente, en determinadas dinámicas psíquicas alcanzables, previamente atendiendo el problema de adueñarse cada cual de las que en el libro se tienen por algunas de las potencias específicas del espíritu humano que han de hacer posibles tales tónicas redentoras: voluntad, memoria lírica, autoconciencia, o éxtasis creador.

Honrado por su lectura, y especialmente en deuda con Albert, que tanto da que pensar en cada intervención, queda una vez más quien aquí se expresa.
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Última Edición: 03 Abr 2023 03:52 por Zaoc.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 01 Abr 2023 11:54 #75357

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*Añadido de matizaciones explicativas:

Sin más ánimo que contribuir a facilitar la lectura comprensiva de quien se acercase al título que encabeza este hilo, dicho sea que, obviamente, se sabe que algunos presupuestos implícitos en el texto, sobre todo en la actualidad, han de parecer quiméricos o incluso “contra natura”, pues, ciertamente, desde siempre, desde hace milenios -de ahí la perífrasis “pandemias milenarias”- en la humanidad, especialmente en Occidente, han prevalecido conceptos -y praxis- de ser humano, vida y realización que implicaban formas de existencia fuertemente condicionadas por mundos externos y enfocadas hacia la transformación de éstos, no hacia ningún conjeturable “abismo interior”, si bien el sabio clásico, el místico y el homo religiosus de la antigüedad se cuentan entre algunas excepciones a tales tónicas, que, además, resultaran incluso valoradas positivamente.

Sin embargo, no hay que confundir nunca dinámica histórica con realidad natural, ni perder de vista lo que podríamos llamar la “potencialidad de ser”; la humanidad ha existido durante miles y miles de años pero ello no significa, ¡para nada!, que haya desarrollado a lo largo del tiempo las que pudieran considerarse como más deseables virtudes específicamente suyas. Cuando se vive para, desde, por, hacia la exterioridad y no un como universo único en sí, cuando un ente inteligente cualquiera no trasluce infinito amor propio, manifestado para sí en una estable y deleitosa vida interna que le singulariza inevitablemente, con un libre y original sentir, pensar, expresarse, crear, cuando va abandonando la búsqueda de un sentido trascendente por sí solo -radicalidad típica en algunas adolescencias con rebeldía pensantes, si bien poderosos condicionantes y alienaciones culturales provocan que sea abortada, sin mayor provecho, habitualmente más pronto que tarde-, capaz de llenar de goce y plenitud cada instante, entonces empieza a facilitarse el terreno para las desvirtuaciones que se analizan: el “espíritu” -entendamos el término en la clásica acepción de racionalidad, pero también incluyendo la esfera emocional más elevada que nos distingue del reino animal- se difumina para su poseedor, se desfigura en la misma conciencia, deja de ser un fin en sí mismo, un posible eje, un pozo de saber, la gran clave, el indiscutible guía. Y esa impotencia interior de orden espiritual, ese vacío, ese desencuentro fundamental, una desdicha común -aunque rarísimamente comentada- del hombre y la mujer de cualquier tiempo, pero muy especialmente de ahora, se pagan carísimos, teniendo que procurar fuera de uno -y expuesto quedándose a infinidad de formas globales de manipulación en curso-, lo que cada quien debiera hallar constantemente por sí solo: luz, voz propia, felicidad, estructuración mental, fluidez emocional, cauce artístico, satisfactorias respuestas individuales a los más hondos porqués concernientes a sí.

En Pandemias milenarias del espíritu se asume, desde el subtítulo, que, fruto de tales procesos degenerativos universales, no solamente se van perdiendo parte de las capacidades intrínsecas de ser humano y posibilidades de autenticidad y de individuación, así como el pilar elemental de la paz y la felicidad, sino que también se desvirtúa, por pura inercia que no necesariamente por maldad, al otro, así como a la verdad -pues desentendido de sí, habiendo renunciado a hacer centro de su existir el autocontemplarse, el vivirse interior, el ir conociéndose hondamente, un sujeto cualquiera abocado está a horizontes de vida y realización donde lo que los seres, cosas, situaciones ser y significar pudieran por sí mismos, las preguntas por su posible entidad per se, su hipotética verdad, causa primera y o última, substancialidad, sentido, no pueden contar nunca como prioridades intelectuales, mucho antes preponderan, en esa mirada, conveniencias egoístas, prejuicios epocales o presunciones y creencias interesadas, que pudieran perfectamente fundadas estar no más que en un apetito intolerante de negación de lo ajeno y distinto-. Todo ello se da, básicamente, porque un paradigma cualquiera de algunos de los diez males explicados contempla la alteridad y el mundo en derredor, inmediata o lejanamente, desde la propia insuficiencia, desrealización y merma internas -al igual que un enfermo mental aquejado de psicosis introduce su delirio malinterpretando cuanto se mueve en derredor-; así, por ejemplo, no logra, ni de lejos, imaginar o concebir en el otro la mismidad, la entereza, la exuberancia o la pulcritud de las que él carece, unas cualidades y potencias propias de la fase superadora de las patologías planetarias tratadas, que en parte se abordan en Las diez tablas del vivir solo y plenario.
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Última Edición: 01 Abr 2023 11:56 por Zaoc.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 03 Abr 2023 01:51 #75367

  • Albert Walden
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Una paradoja o contrasentido que encuentro en mi escepticismo incluido el cinismo posible, es la necesidad de tener referentes sentenciosos a modo de principios generales en un caso o de apuntes de gramática parda en el otro, para que se mantenga ese sentido de propiocepción identitaria ingénita en la reflexión. Es por eso que en una cultura social basada en la emulación "creativa" del modelo difundido es complicado substraerse a dicha influencia; cierto es que las formas o ideas a imitar y seguir surgen de la repleción diegética o narrativa de cúpulas veneradas y vértices hegemónicos de ideación cuya función es la simple dominancia en lo colectivo; es decir, de lo "insingular". De ahí que necesito recordar ahora aquella propuesta declarativa a medio camino entre el cinismo y el escepticismo que viene a afirmar: "...a las masas negadas como tales se les puede decir, que cuanto más estólido es su sujeto particular más fuerte será su masa, relación igualmente eficaz en sentido contrario, con lo cual lo peligroso del líder es su amor a lo masivo"; es en esto donde entronco este texto con la segunda "desvirtuación", la que atañe al tipo o tipa exitoso pues suele convalidarse el éxito con el liderazgo como demostración pragmática y racionalista de la palabra infusa del líder o lideresa.
También es cierto que cuestionar la labor del liderazgo entra dentro de su rutina concurrencial, es por ello que no es este análisis el que aquí conviene, sino lo que necesitaría desarrollar ampliamente es la forma en que dicho imperativo condiciona la manera gnoseológica de reflexionar; es decir, de buscar conocimiento.
Así se me ocurre pensar en la dialéctica encontrada entre evocaciones pirrónicas y autarquías cínicas como una fórmula para ello, sin apremio de plantear posicionamientos previos o posteriores, tales como amigos o enemigos, nosotros o ellos, ni siquiera - como dije - una concepción del yo identificativo en el "único" asocial.
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"Pandemias milenarias del espíritu" 29 Abr 2023 23:13 #75588

  • Zaoc
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Nuevo aditamento clarificativo:


Como siempre, mucho jugo tienen los párrafos de Albert. No he podido resistirme a comentarlos un poco, superficialmente de momento, ahora que se tiene la oportunidad de relacionar Pandemias milenarias del espíritu con su continuación, cuando se pueden y se deben relacionar ambos textos. Ahondando en la segunda desvirtuación hay que señalar que, si antaño los poseedores de los medios de producción en la infraestructura forjaban en gran medida la superestructura, si el mundanal burgués acabó imponiendo sus mezquinos intereses y perspectivas, hoy claro es que ya no tiene tal peso en la conformación de la conciencia, más o menos mistificada, el sector secundario; en el siglo XXI la tecnología, la información o sus peligrosos sucedáneos, la publicidad y la propaganda son las grandes fábricas de las “identidades”, el ser humano tiene cada vez más de errátil, vacuo, tragicómico espectro digital, de respuesta previamente calculada a inducciones constantes que le permitan no sólo subsistir, sino encajar en distintos contextos como un “ganador”, al menos como una pieza de valía.


La desvirtuación tocada, como las otras, no se califica de milenaria gratuitamente, pues en la Tierra jamás hubo verdadera libertad ni una noción de éxito masivamente afirmada que entroncara con el encuentro constante de uno consigo y su expresión artística; a pesar de indudables avances jurídicos, sociales, morales también, tal noción tiene mucho de letra muerta en tanto imperan un conservadurismo y una inercia según los cuales se ha de presuponer, aun con sus taras y problemáticas, la bondad -y si no la indefectibilidad- del orden social, y cada quien, necesariamente, ha de encaminar sus ansias, pensamientos, pasos a ser útil dentro de él: de ahí la versatilidad venal, el investigar mayoritariamente con fines crematísticos, el estudiar saberes prácticos, el adaptarse, el mutar, el ir a remolque de modas, imponderables, de “necesidades colectivas”, de demandas de “mercado”. Desde que se es niño opera, con una fuerza espantosa, la pandemia analizada: prácticamente se conmina, con energía irrefragable, a la construcción de cualquier ser de fuera adentro, con una exterioridad deificada, tomando ladrillos, hormas, esquemas, brújulas de un entorno siempre envilecedor, haciendo de sus fines los de uno mismo; en adelante, configurado uno para decir, actuar, proyectar desde la subordinación al contexto cultural, no cesan de venderse ideas de éxito, progreso, felicidad, “buena vida”, prevaleciendo ya más que el tener ciego simplemente el aparentarlo.


Al hilo de la claúsula “lo peligroso del líder es su amor a lo masivo”, se pregunta uno, ¿no se ve especialmente tal afección en la “política”, cuando un incesante buscar caladeros de votos determina el mensaje, igual que el programa o la pose?, ¿no resulta evidente que en la existencia particular se hace, demagógicamente, en parte por emulación, lo mismo, igual que se olvida la interrogación sobre la verdad individual propia y ajena, suplida por el pragmatismo de un triunfo cimentado en la renuncia a humanizarse, el cual conduce a emplear unas u otras máscaras según una visión de éxito a asociar con la obtención de poder sobre otros, alienándolos, reificándolos, cosificándolos, tanto como obra el dominador completamente despersonalizado al no implicarse en la interacción desde la realidad sustantiva de su personalidad? Profundizando en esta desvirtuación tal vez se vea con más nitidez que “las humanidades” estén condenadas a su extinción, pues en la escena social solamente hay cabida para una idea de mérito ligada al sentido práctico y a criterios utilitarios. Importante me parece destacar, punto en el cual habría que detenerse mucho, que de acuerdo con Albert la propia noción de lo que fuese conocer estaría también viciada, pudiendo servir a fuerzas hegemónicas, probablemente con premisas y puntos de destino de las cogitaciones fijos, contribuyendo a encarrilar las presunciones de “saber” de todo aquel que no se aleja crítica y conscientemente de las pandémicas concepciones de “normalidad” y “triunfo” comentadas, para empezar reconociendo el grado de infiltración de diversos agentes de éstas en una interioridad, la suya, en principio virgen, al menos para bien y para mal bastante dúctil.


“Reconocerse y vivirse a uno mismo completamente fuera de la miseria y la impostura establecidas, la introspección gozosa y perpetua en conexión con la naturaleza y la divinidad originales”: tal la receta en la que se ahonda para trascender el mal ancestral sobre el que divaga el anterior interviniente. Si las represivas y avasalladoras ficciones masivas de las culturas, so pena de extinguirse, velando por su propia continuidad en el tiempo y su imprescindible cohesión, no pueden prescindir como de su motor principal de la insulsez impositiva que el hombre y la mujer medios, ya simplemente numéricamente, comportan, innegablemente habrá que guardarse de sus constantes persuasiones; no bastará sólo desligarse de ellas y procurar una inmunización a la medida de quién se fuere o se aspirara a ser libremente, sino aprender a crearse a uno mismo desde sentimientos y conceptos de realización que chocan frontalmente con los dominantes y promovidos. Con la forma de superación propuesta en Las diez tablas del vivir solo y plenario, primeramente, se ponen entre paréntesis las concepciones -que más fuerza influyente pueden poseer implícitas que expresas- de vida, normalidad, corrección, talento o triunfo; el foco se desplaza del encaje en familias, grupos o consorcios a la espiritualidad solitaria, identificándose como un primer problema el cuestionarse hasta qué punto realmente nos pertenecen emociones, deseos o lenguajes usados o empleables; luego ha de afrontarse la cuestión capital de la apropiación y la gobernación de los contenidos y las formas, los horizontes y sentidos de nuestro vivir, que ha de ser una obra original, en singular siempre; además se apuesta, con relación a nuestro modo de habitar este planeta, por priorizar a las urbes el campo abierto, la visión diaria del mar, del cielo, de tal manera recordando, de acuerdo con el espíritu de ambos ensayos, con cierto toque roussoniano si se quiere, cuál es, metafísicamente, la sola realidad primaria, la verdadera casa común -pudiera ser que hasta la maravillosa lejanía de dónde, en última instancia, procedemos-.


En el fondo de cada quien radica la clave para caminar hacia su liberación y descubrimiento constantes, no permaneciendo atado a praxis y cuadros mentales y anímicos inauténticos y degradantes; ¿qué mayor responsabilidad moral que responder con dignidad y amor propio a enfermedades universales de milenios que, arraigadas en las mismas bases de la existencia colectiva, convierten a entes potencialmente capaces de soberanía y genialidad -en parte expresión culmen de su subjetividad única- en hiperactivos peones y gendarmes suyos, incluso cuando oferta o propone las que eran o son, como demuestra contundentemente la historia reciente, falsas rebeldías?
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