ksetram escribió:
En tu ejemplo: señalan que el bocadillo de pimientos era aparente, no lo habíamos visto aún por dentro y de ahí el desengaño posterior, creo que ahí Alma tiene razón. El caballo de Troya parecía un regalo o algo aprovechable para alabar a los dioses, luego vino el desengaño pues se abrió el bocadillo por la noche y hubo pimientos asesinos digamos. El bocadillo era un bocadillo espejismo.
Empiezo por el final. No hablo en ese tema de la apariencia-realidad, de la duda cartesiana, sino del Principio de no contradicción. Un bocadillo no puede tener y no tener pimientos. Si el bocadillo tiene pimientos verdes fritos, entonces es un bocadillo con pimientos. Pero no puede tenerlos y, a su vez, no tenerlos.
Endispués. La idea del rebaño. El rebaño es una metáfora que, evidentemente, en el plano sagrado hace referencia a los miembros de una comunidad que comulgan con unas creencias. “El Señor es mi pastor, nada me falta”. Pero no hay que confundir a ese pastor, al líder, con los falsos profetas. Ahí es donde está el quid de la cuestión.
Los falsos profetas nos venden que su idea es la válida y los demás somos borregos. Yo opino de otra manera. Las ideas son plurales y cada uno acepta la suya dependiendo de sus experiencias, circunstancias vitales, herencia, etc. No es la idea orteguiana de la separación entre élites y masas, porque en una sociedad democrática como la nuestra, todos tenemos acceso a una cultura mínima Si hay alguien que se cree que nos implantan microchips con las vacunas, se debe a sus propias creencias fruto de su ideología, que a su vez es producto de las circunstancias anteriormente citadas.
Uno de los nombres que Xna ha citado es ejemplo perfecto del perfecto idiota (con perdón) que se cree que los demás son borregos. Houellebecq, el inconformista, el rebelde. El necio. Es típico producto de nuestra época. Un tipo con unas mínimas dotes literarias que imita en su estilo a Henry Miller, pero sin tener su talento. Que necesita ser protagonista con sus excentricidades. Que arremete contra la sociedad contemporánea para formar parte privilegiada de ese sistema. Un falso poeta maldito. Es la majorette del liberalismo, el niño malo que se forra a costa de quienes dicen no ser borregos.
Muchos hablan de los borregos y pocos reconocen serlo. Me gustaría que alguien dijese “Yo soy borrego, y me doy cuenta, porque mi Dios es Houellebecq, o Trump, u Orbán”. Pero no. Quienes tachan a los demás de borregos suelen ser iluminados, pero seres de luz opaca. Yo no me siento borrego, pero tampoco creo que sea borrego el que piensa diferente a mí.