Futaki escribió:
Creo, Bolindre, que nuestras posturas no están tan separadas. Bien sabes, porque lo hemos hablado, que Eco diferenciaba entre la Intentio autoris, intentio ópera e intención lectoris, y con ello se centra en la interpretación desde el punto de vista del autor, de la obra o del receptor. Y como límite pone los errores de la sobreinterpretacion, en su lucha a muerte contra Derrida y sus discipulos.
El formalismo, el estructuralismo y toda la amalgama de críticos que abrazaron más o menos estas corrientes pugnaban contra la interpretación que valoraba fundamentalmente la historia de la literatura sin usar argumentos hermenéuticos científicos o contra la estilística de Croce. Y en su intento de otorgar un método científico a la literatura, cometieron algunos errores, pero sin duda fueron muchos más sus logros.
Ellos, como bien dices, se centran en el texto con independencia de cualquier dato biográfico que no estuviera íntimamente relacionado con la obra. En ese sentido, el S/Z de Barthes es probablemente el ejemplo máximo de esa postura, cuando el ególatra erudito aún se mecía en el sueño estructuralista. Pero, ¿es esa la única forma de abordar la literatura? No, of course. Los análisis marxistas, psicoanalíticos, deconstructivistas o de cualquier otra escuela nos ayudan a comprender los textos. También la biografía del autor, que cobrará más importancia cuanto más relevante sea este/a y mayor relación exista entre autor y obra. Sin embargo, la idea de cancelar a un autor por sus ideas políticas, sus comportamientos sexuales, etc. me resulta un tema complejo.
Y no es algo nuevo. Desde siempre los escritores se han lanzado pullas por estas cuestiones. Basta con recordar la Divina Comedia y el repaso de Dante a los diferentes tipos que vagaban por Florencia. En cambio, Cervantes haría una crítica más acorde a tu postura en la famosa quema de libros en el cap. VI del Quijote. Juzga por el valor literario, aunque también por su moralidad. Recuerda lo que dice de La Celestina, “ un libro, en mi opinión divino, si encubriera más lo humano”.
No sé. No puedo olvidar mi moralidad al juzgar a ciertas personas. No cometeré la hipocresía de afirmar que soy neutro, que me importa un carajo si un director de cine, un filósofo o un novelista es un violador o un criminal. Debemos invitar a un festival de cine a un tipo como Polanski, en el caso de que sean ciertas las acusaciones de violación, aunque admiremos profundamente sus películas? Tengo mis serias dudas, mucho más cuando en esos mismos eventos se reivindican ciertos valores.
El tiempo lo amortigua todo y Polanski terminará por imponerse como cineasta a sus posibles delitos, pero para eso hace falta un tiempo. Y si esos valores se defienden en las obras publicadas, como en el caso de Céline, su readmisión puede resultar más difícil.
Pido de nuevo disculpas por la extensión del mensaje y las posibles faltas, porque escribo desde un teclado tan precario como mis ideas.
Veamos. Si en un festival de cine se reivindican ciertos valores, pues vaya birria de festival de cine. Las personas son morales o no, pero su arte carece de moralidad. No creas que no te entiendo, yo me pongo enferma cuando leo alguna noticia relacionada con Farruquito, por poner un ejemplo, pero eso ya es cosa mía. No voy a pedir que le cancelen. Y lo que hizo fue, a mi modo de ver, mucho peor que lo de Allen o Polanski. Si uno siente escrúpulos de conciencia, dudas, entre el artista y el arte, supongamos que a mí me encantara cómo baila Farruquito pero no pudiera quitarme de la cabeza que mató a un hombre y las circunstancias añadidas, que lo dejan difícilmente en peor lugar, pues sería un dilema mío personal. No le veo complicación a nivel global. Sí puede haberlas a nivel particular, pero eso ya cada cual.
Ah, y de acuerdo con bolindre. Nada tiene que ver conocer con comprender. De hecho, tampoco es lo mismo entender que comprender. Se pueden entender ciertas razones, pero no comprenderlas, en el sentido de ver claramente el porqué de las cosas, pero ser incapaz de asimilarlas por completo. La racionalidad no nos abandona, pero la emotividad sí.