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TEMA: Hegel.Fenomenología.CapIV. La verdad de la certeza de sí mismo. Parte 2ª.

Hegel.Fenomenología.CapIV. La verdad de la certeza de sí mismo. Parte 2ª. 09 Dic 2023 00:35 #80392

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A. Autonomía y no autonomía de la Autoconciencia; dominación y servidumbre.

"La explicitación y análisis del concepto de esta unidad espiritual en su duplicación nos presenta el momento del reconocer".

Para la autoconciencia siempre hay otra autoconciencia, "tiene que cancelar este su ser otro; esto es cancelar el primer doble sentido, de lo que resulta el segundo doble sentido". El movimiento simple es "el doble movimiento de ambas autoconciencias" y que "una actividad unilateral -de una sola de las dos- sería inútil porque lo que deba ocurrir solo puede llegar a ocurrir por medio de las dos".

Lo que en el juego de las fuerzas era para nosotros, aquí en la conciencia es para los extremos "el término medio es la autoconciencia, que se descompone en los extremos". "Cada una le es a la otra el término medio por el que cada una se media y se silogiza". "Se reconocen como reconociendo-se recíprocamente".

El concepto puro de reconocer "de la duplicación de la autoconciencia dentro de su unidad, se ha de explicar ahora...". Se expone primero el lado de la desigualdad de ambos elementos de la duplicación y el salir del término medio "hacia extremos que se contraponen como extremos, siendo uno solo el reconocido y el otro solo el que reconoce".

Ahora se suceden unos párrafos en los que el filósofo se dedica a enfrentar entre sí a las dos contrarios o autoconciencias. No se sabe por qué Hegel lo hace de esa manera. Frases como: "un individuo entra en escena frente a otro individuo", pero parece algo importante como si fuese algo que quisiera íntimamente decir. Hegel pues va con la vida por delante a ese enfrentamiento. Dice que la abstracción pura de la autoconciencia se muestra como negación pura de su modo objetual y que eso enseña "que no se está atado a ninguna existencia determinada, que no se está atado en absoluto a la singularidad universal de la existencia, que no se está atado a la vida". Eso dice Hegel en su integrismo religioso, protestante y alemán e inmerso de lleno en las campañas napoleónicas. Y sigue a continuación: "esta exposición es la actividad doble; actividad del otro y actividad a través de sí mismo. En la medida en que es una actividad del otro, cada uno va entonces, a por la muerte del otro". "La relación de estas dos autoconciencias está pues determinada de tal manera que ellas se ponen a prueba a sí mismas y a la otra por medio de la lucha a vida o muerte". "Y es solo poniendo la vida en ello como se pone a prueba y acredita la libertad, como se prueba y acredita que, a la autoconciencia el ser no le es esencia". Son estas palabras pues, otro de los lugares, por los que el filósofo sería reconocido mas tarde como el filósofo del estado prusiano.

Pero no se sabe por qué a la autoconciencia el ser no le es esencia. La mención del ser en la Fenomenología no goza de unas prestaciones demasiado benévolas o positivas, siempre va asociado a la negación y a actos de servidumbre. Ya habíamos podido ver el desarrollo del ser en la Filosofía Medieval y Escolástica, su depreciación y segundo plano en relación con la existencia de dios, el ser excelente, y la cuestión de que la filosofía debía ser sierva de la teología. En realidad el Ser -palabra que procede del Latín indoeuropeo- que debe ser el ser de lo humano, o el ser de lo humano proyectado hacia el kosmos y la naturaleza, es decir, el ser nuestro, el de andar por casa, en los tiempos medievales y en su filosofía fuera siempre algo de un segundo estado y algo que partía o procedía de la divinidad. Existe ahí una vertiente peligrosa cuando, dentro de la manifestación y parafernalia de la religión y su pensamiento, podrían confundirse y mezclarse los términos significado e importancia de Demonio o Diablo con el ser propio de lo humano. Hegel, en su protestantismo e integrismo no lo aprecia mucho al ser que digamos. Algo después, más tarde, ya en pleno siglo XX sucederá el ser y la nada en Sartre y el ser y el todo en Hiedegger. De cualquier forma a nosotros lo que nos interesa en este sentido del Ser y de manera importante es la doctrina del ser desarrollada por la Última Escolástica Peninsular que es, por cierto, el primero de los seres que consigue escapar del marcaje religioso, el primero de los que parecen gozar de libertad y personalidad propia. Pero vamos, eso ya lo sabían muy bien los sabios, hermosos y famosos, chicos del norte.

En eso último que hemos visto en el escrito de Hegel, decir que, si en ese sistema de contrarios cada uno va recíprocamente y sin primeros ni segundos nombramientos a por la muerte del otro se acaba la cosa de seguir contarios y que cuando uno de los dos consigue su satisfacción sobre el otro, consigue matarle. Si la cosa se observa desde la vida que se pone, el juego de fuerzas entre los dos contarios sería de enfrentarse recíprocamente para ir a por la vida del otro, para arrebatársela y robársela para quedarse con ella. No se sabe si algo o alguien tiene potestad de robar o arrebatar la muerte de otro algo o alguien. Y en el sentido del fin y término de las cosas, de desaparición de materia y elementos, de devolución de todo lo que se ha tomado al medio de donde procedía, es claro observar que solo se podría devolver las cosas que existen y susceptibles de robarlas y matarlas, no las cosas que no existen. No se puede robar la muerte, no se puede matar la muerte. La muerte recíproca de los contrarios en el juego de fuerzas y su lucha sería algo que tendría que suceder a un mismo tiempo, pero dice la metafísica y la ley lógica que uno de esos contrarios debe seguir siendo cierto, debe seguir estando vivo.

Es por esto por lo que Hegel piensa -o debe hacerlo- que esta lucha a muerte entre contrarios es algo no terminado, algo que todavía no alcanzó el ser. Dice que por la muerte adviene la certeza de que ambas autoconciencias arriesgaban su vida en la lucha, pero que esa certeza no adviene "para los que han superado la prueba de esta lucha" superación que debe identificarse con la muerte de los dos contrarios y el surgir de "extremos muertos" que se dejan mutuamente libres, indiferentes y como cosas.

Hegel pretende con sus palabras y el juego a muerte entre contrarios, entre dos autoconciencias que se juegan la vida en ello, que haya un resultado en el cual uno de los contrarios, una de las dos autoconciencias, sea el sujeto en la oración y el otro el predicado, uno sea el que triunfe y el otro el derrotado, uno sea el señor y el otro el criado.

Dice el filósofo que estos momentos "son en cuanto dos figuras contrapuestas de la conciencia; una la autónoma a la que la esencia le es el ser-para-sí; otra la no-autónoma, a la que la esencia le es la vida o el ser para otro; aquella es el señor, ésta es el siervo". Y hágase notar que aquí la vida cae en el lugar de la conciencia no-autónoma, en el ser para otro y en el siervo.

El señor es la conciencia que es para-sí y sólo está mediada consigo misma o a través de otra conciencia, otra conciencia sintetizada o unida con "el ser autónomo o con la cosidad en general".

"El señor se refiere al siervo mediatamente, a través del ser autónomo", pues es ahí donde está pillado el siervo que se mostró no-autónomo al no abstraer en el combate su condena. "El señor, en cambio, es el poder sobre este ser -el ser autónomo- pues él -el señor- demostró en la lucha" que este ser autónomo sólo le consideraba como algo negativo, "al ser él -el señor-, el poder sobre este ser -el ser autónomo-, y éste ser el poder sobre el otro -el ser no-autónomo-, el señor tiene en este silogismo a este otro -al siervo- bajo sí". Pero, pero. Hay que tener en cuenta que Hegel elucubra por separado los términos de señor y ser autónomo y de siervo y de ser-no-autónomo.

El señor se refiere mediatamente, a través del siervo, a la Cosa, así tal cual, y ahora lo explica: que el siervo como autoconciencia se refiere negativamente a la cosa "y la cancela", que debe ser porque puede hacerlo el cancelarla, pero que como ésta -la Cosa- "es autónoma para él" sólo puede aniquilarla por medio de la negación, es decir, por medio del trabajo. El señor posee la referencia inmediata "en cuanto negación pura de la cosa", o sea, el disfrute efectivo de la misma pues "lo que el deseo no logra, lo logra él -el señor-: acabar con la cosa y satisfacerse en el goce". ¡Pues no te jode! El señor pone al siervo entre la cosa y él, se enlaza con la no-autonomía de la cosa y la disfruta, el lado de la autonomía se lo deja al siervo para que la trabaje.

Esa potestad que tiene el siervo de cancelar la Cosa es la base de todos los marxismos, pues, en cambio el señor es la negación absoluta.

Las dos autoconciencias creadas, la del señor y la del criado, podrían ser también, decimos nosotros, las autoconciencias del sujeto y el predicado en la oración, de dios y del diablo en la religión, de lo bueno y lo malo en la moral, del hombre y la mujer en lo humano, de lo vegetal y lo animal en lo biológico.

Porque claro, eso debe de haberlo puesto Hegel por alguna cosa, por algo que él quería íntimamente decir, porque así lo contemplara en los blancos anaqueles de la historia y en las no menos blancas superficies genéricas de la historia. Pero Hegel no debía saber, o no quería darse cuanta, que los blancos anaqueles podían estar manchados de sangre, pero no de esa sangre derramada entre el siervo y el amo, sino de esa otra sangre que es la confusión, el olvido y la tergiversación del dato desnudo de la historia. Y, entonces es que ahí puede ser, en las profundidades prehistóricas de la historia que no se tratase de un amo y un siervo, un señor y un criado, sino de un ama y una sierva, de una señora y una criada. Esto habría sido el gozne que conformara una primordial Era de Matriarcado, algo que habría durado unos 10.000 años antes de la historia si concedemos a ésta un recorrido de unos 3 o 4.000 años. A lo que puede referirse Hegel en su referencia de dialéctica histórica es a la auténtica Era del Guerrero, la siguiente fase, señalada y puesta en la historia y que sí resulta algo muy parecido a lo que el filósofo elucubra y nos quiere íntimamente decir, algo por supuestísimo que llega hasta nuestros días y sus perfectas leyes y sus perfectas consignas y sus perfectas costumbres. Es pues según estas relaciones históricas por lo que ya dijimos que los humanos habríamos sido antes ladrones que asesinos.

Esa teoría del amo y el criado cuenta y ha de hacerlo con la presencia del guerrero como ente característico, y debe atenerse, pues, a la ley de la guerra y su justicia. Pero hubo un tiempo en el que no había guerras ni ejércitos, al menos de una manera manifiesta y efectiva. En las sociedades igualitarias de la prehistoria, predominio del matriarcado, el hecho de la guerra aún no había sido formalizado, y la relación de dominio debe estar presupuesta por un ama y una criada, o un ama y un criado, cuya dialéctica debe ser elucubrada de manera diferente.

Existe pues una connotación importante procedente del estado natural prehistórico, pues es muy posible que el trabajo, tal como lo entendemos ahora, lo hayan inventado las mujeres, mientras los hombres, sus maridos, siguieron haciendo sus costumbres de caza, pesca y recolección de todo lo que pillaban. Ellas, las mujeres, habían observado desde unos principios, cómo enterrando las semillas de árboles y plantas volvían a surgir de nuevo de la tierra según unos ciclos y el ritmo de las estaciones. Ellas, después, comenzaron a trabajar la cosa según ese ritmo. E inventaron el trabajo. Los varones siguieron cazando porque lo habían inventado ellos y después también trabajaron, construyeron caminos, canales y puentes para regar las huertas, casas, y edificios públicos y, por último, su sangre de cazadores inventó la guerra.

El comienzo natural es pues así: cuando la mujer inventa el trabajo de la tierra y la huerta y consigue unos réditos por ello, riqueza, casas y aparatos, los hombres quedaron organizados en torno a los edificios centrales del poblado. Las mujeres pues inventaron el capitalismo por el manejo del dinero y la riqueza, inventaron los impuestos y el préstamo a usura, inventaron la herencia como método de perpetuar la riqueza en la figura de sus hijas, sus auténticas criadas y siervas, inventaron la propiedad privada y su relación en la sociedad, y por supuesto inventaron las clases sociales y su resultante posterior la lucha de clases. Los hombres inventaron el socialismo, inventaron las relaciones sociales y la organización comunitaria y artesanal desde los edificios centrales del poblado. Los hombres inventaron la guerra como una resultante de la aristocracia inicial procedente del ambiente de familias y clanes, primero como defensa de los propios intereses y los recintos de habitación comunitaria, más tarde, como la auténtica manifestación hacia el exterior de conquista y anexión de territorios y ciudades. Será esto último pues con la creación de los primeros reinos e imperios y la relación por escritos y leyendas de sus hazañas, fechas y nombres, lo que poco después va constituir la Historia. Historia que sin duda llega hasta nuestros días.

Regresando a Hegel nos dice: "En estos dos momentos llega para el señor su ser-reconocido por otra conciencia", conciencia ésta puesta como inesencial y que "en ninguno de los dos momentos puede llegar a ser dueña sobre el ser y alcanzar la negación absoluta".

Da la sensación, no obstante, en el escrito de Hegel, que esta conciencia que reconoce, es de primeras un simple término o concepto, algo inesencial, y que debes ser tú, el lector, o ello mismamente, quien identifique esa conciencia que reconoce con la conciencia o autoconciencia del siervo. También podría ser aquí, creo yo, la conciencia de otro señor. El juego de contrarios recíprocos entre esas dos conciencias, identificadas o no, va a originar pues que "lo que hace el siervo es, propiamente, un hacer del señor; a éste sólo le es esencia el ser-para-sí; él es el puro poder negativo para el que la cosa es Nada".

Demuestra ahora las incompetencias del señor para constituirse como conciencia autónoma y asocia pues que: "la verdad de la conciencia autónoma es la conciencia servil". Pero bueno, como son sus barbaridades, pues son suyas. "Así como el dominio del señor mostraba que su esencia es lo inverso de lo que quiere ser, también la servidumbre llegará a completarse en lo contrario de lo que es... y se volverá hacia la verdadera autonomía".

Dice que ya ha explicado "lo que la servidumbre es en relación con el dominio del señor. Pero es autoconciencia y lo que... ello sea en y para sí misma, es lo que se ha de examinar ahora".

"Y es que esta conciencia -la autoconciencia servil- no ha tenido miedo de esto o aquello, en este instante o en otro, sino que ha tenido miedo por su esencia toda; pues ha sentido el temor de la muerte, del señor absoluto". Temor procedente, decimos nosotros, de la lucha a muerte entre los dos contrarios, entre el siervo absoluto y el señor absoluto. Esto es la esencia simple de la autoconciencia, la negatividad absoluta, el puro ser para sí, que hay en esta autoconciencia. No se sabe lo que sucede cuando en la lucha a muerte entre los dos contrarios, es el señor el que posee en sí esa esencia.

"Y si bien el temor al señor es el comienzo de la sabiduría -esto es de la Biblia- en ese temor, la conciencia, es para ella misma, no es el ser para sí. Pero por medio del trabajo llega a sí misma".

Según Deseo, a la conciencia que sirve le toca el lado inesencial hacia la cosa. El Deseo se reserva el puro negar del objeto, pero esta satisfacción es solo un desaparecer, "el trabajo, en cambio, es deseo inhibido, retiene el desaparecer... el trabajo forma y cultiva", "la conciencia que trabaja llega pues así... a la intuición del ser autónomo en cuanto intuición de sí misma".

"Para esta reflexión son necesarios los dos momentos, el temor y el servicio en general". "Sin la disciplina del servicio y la obediencia, el temor se queda estancado en lo formal, y no se difunde por la efectiva realidad consciente de la existencia. Sin el cultivar y formar, el temor permanece como interior y mudo y la conciencia no llega a ser para ella misma". Así tal cual se despacha el filósofo como si albergase la esperanza de que nadie le entiende. Pongamos pues la frase al revés: con la disciplina del servicio y la obediencia el temor sobrepasa lo formal y se difunde por la efectiva realidad consciente de la existencia, con el cultivar y formar el temor es logos y la conciencia es para sí misma. Ha de ser pues en Malagón, en el estado de peor a peorísimo, donde han de suceder los cambios, donde la mejor aprehensión de la negación absoluta se ha de suceder. De ahí la frase que inicia el párrafo.

"Si la conciencia da forma sin el primer temor absoluto, se trata tan solo de vanidad del sentido propio; pues su forma o negatividad no es la negatividad en sí". Si la conciencia no ha sentido el temor absoluto, ella seguirá perteneciendo en sí al ser determinado y "el sentido propio es obstinación, una libertad que aún permanece estancada dentro de la servidumbre". Para sentir otra clase de libertad son necesarios, pues, el temor y el servicio en general.

Alemán y protestante, el señor Hegel y circunstancia alemana y protestante. Él se salva porque es el inventor del Protestantismo. También es que en estas secuencias el filósofo se sirve un poco o un mucho de la idea spinoziana de asociar esperanza con temor como si fuesen la misma cosa, y que en otros parajes de la Fenomenología lo sigue haciendo. Esto no nos conviene mucho a nosotros la gente del sur peninsular, pues nosotros habíamos quedado definidos y encuadrados como capitanes de la Contrarreforma.

No es pues que el filósofo esté psicoanalizando una situación determinada, puesto que el psicoanálisis aún no existía, sino que el psicoanálisis y sus adalides, cuando existan, deberían tratar de psicoanalizar a Hegel. Pero no se sabe si éste está dispuesto a dejarse a hacer ese análisis.
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