Bueno, eso ya depende de la capacidad literaria de cada autor. Los hay que utilizan experimentos mentales o dilemas morales narrados con más encanto y otros que no tienen ese talento. Copio un texto de Russell (que tenía más talento literario que Thomson) en que utiliza una pequeña fábula para plantear el problema del mal:
Mefistófeles le contó al doctor Fausto en su estudio la
historia de la creación, diciendo:
Las alabanzas sin fin de los coros de ángeles habían
empezado a hacerse pesadas; pues, después de todo,
¿no merecía Él sus alabanzas? ¿No les había dado
alegría eterna? ¿No sería más divertido recibir
alabanzas inmerecidas, ser adorado por aquellos a
quienes torturaba? Él se sonrió para sus adentros, y
decidió que se representara el gran drama.
Durante incontables eras la nebulosa caliente giró sin
rumbo por el espacio. Poco a poco empezó a tomar
forma, la masa central arrojó planetas, los planetas se
enfriaron, los hirvientes mares y las ardientes
montañas se irguieron y sacudieron; precipitándose
desde negros nubarrones, cálidas cortinas de lluvia
inundaron la corteza apenas solidificada. Y entonces
creció el primer germen de vida en las profundidades
del océano, y se desarrolló rápidamente en el calor
fecundo, dando lugar a grandes bosques de árboles;
inmensos helechos surgían del suelo húmedo, los
monstruos marinos se multiplicaban, luchaban, se
devoraban y desaparecían.
Y de los monstruos, a medida que avanzaba la
representación, nació el hombre, con el poder de
pensar, el conocimiento del bien y del mal y la sed
cruel de adoración. Y el hombre vio que todo pasa en
este loco, monstruoso mundo, que todo está luchando
por arrebatar, a cualquier precio, unos escasos y
fugaces momentos de vida antes del decreto
inexorable de la muerte. Y el hombre dijo: «Hay un
designio oculto, si lo pudiéramos desentrañar… y es
bueno; debemos venerar algo, y en el mundo visible
no hay nada que merezca veneración». Y el hombre
permaneció al margen de la lucha, decidiendo que
Dios tenía la intención de que del caos surgiera la
armonía gracias a los esfuerzos humanos. Y cuando
siguió los instintos que Dios le había transmitido de su
ascendencia de animales de presa, lo llamó pecado, y
pidió a Dios que lo perdonara. Pero dudaba de que el
perdón fuera justo, hasta que inventó un plan divino
por el que podía aplacarse la ira de Dios. Y, al ver que
el presente era malo, lo hizo aún peor, para que de
esta forma el futuro pudiera ser mejor.
Y dio gracias a Dios por la fuerza que le permitía
renunciar incluso a las alegrías que estaban a su
alcance. Y Dios sonrió; y cuando vio que el hombre se
había vuelto perfecto en renuncia y adoración, mandó
a otro sol por el cielo, que chocó con el sol del hombre;
y todo volvió de nuevo a ser una nebulosa.
«Sí —murmuró—, fue una buena representación; la
volveré a ver otra vez».