Voy a intentar exponer brevemente por qué, incluso desde la definición como la propuesta en el debate inicialmente entre Russell y Copleston que se señala adecuada para el comienzo pertinentemente por SASETO, el contenido de la propuesta de punto de partida de las 5 vías de Tomás de Aquino, que se constituye realmente ideas eminentemente metafísicas que pecan de explicarse en términos que no son de su dominio epistemológico, son fácilmente descartables.
Por delante vaya que como se ha sugerido ya, en el marco de la experiencia religiosa personal, que es el único reducto de la creencia religiosa ya que en cualquier otro sentido no cabría hablar de creencia si no de estudio y este estudio constituye por derecho propio el cuerpo de conocimiento de la teología y del estudio multidisciplinar de las religiones, pienso que la fe es suficiente para la creencia en Dios; como en dios (o Dieu para los franceses) así como en dioses (entiéndase que el énfasis y la repetición no constituyen un error de redacción sino una llamada de atención a que la noción e idea de la divinidad es transcultural y que restringirla a la noción de la divinidad abrahámica cercena cualquier consideración interesante al respecto bajo un sesgo interpretativo histórico-cultural concreto que no es especialmente interesante aunque sea el más cercano que nos toque por nuestra cultura y lenguaje), y que por definición la fe en su marco no es susceptible de demostración empírica de ningún tipo al igual que, por definición de nuevo, el objeto de la fe.
En cualquier caso esto concierne a una interpretación matizada del concepto de existencia que mencionaré después de comentar las vías y dejarlas, espero, merecidamente atrás en un debate con la posibilidad de que se den posiciones más interesantes.
Primer motor: (Ya lo ha explicado rdomenech31, por ello no resumo su contenido y lo doy por consabido y etendido: básicamente a consecuencia del contexto histórico, esta premisa desconocía las leyes de la física moderna; la ley de la inercia F=ma en esencia, que nos explica que un objeto en movimiento continuará moviéndose hasta que una fuerza externa actúe sobre él y que no es cierto que cualquier cosa que se mueva en nuestro marco de referencia sea efectivamente movida por otra).
Causa primera: ‘todo efecto tiene una causa y debe existir una causa primera, incausada, que es Dios.’
En el conocimiento tenemos actualmente campos de entendimiento de un rigor sin igual, en este caso la física moderna (física cuántica, cosmología moderna, etc.) donde el principio de causalidad al que se recurre en este argumento para presuponer una ‘cadena causal infinita’ no tiene cómo defenderse ante los eventos efectivos en escalas subatómicas sin causas discernibles.
Contingencia: ‘Existimos los seres contingentes y debe existir un ser necesario, que es Dios, del que derivamos todos los seres contingentes.’
Bueno, aquí para empezar hay un salto lógico injustificado disfrazado en retórica, un non sequitur, de proponer que de la existencia de seres contingentes debe existir un único ser necesario, ya que la necesidad de existencia no se sigue lógicamente de la contingencia, es decir que, definiendo la contingencia en el marco de la lógica modal como: ◊∃x (es posible que x exista) y la necesidad como; □∃x (es necesario que x exista); no se siguie lógicamente que ◊∃x→□∃y.
Perfección: "Los “grados de perfección” observados en los seres sugieren que existe un ser “supremamente perfecto”."
Este argumento puede entenderse como contradictorio, o no tanto. En esencia dice que hay cualidades perfectibles en los seres, y se sigue que debe existir un ser en el que sus cualidades no son perfectibles, por ser en sí perfectas. Esta contradicción se podría ilustrar en la aritmética, en los números transfinitos o más intuitivamente con un argumento simple de conjunto: si tomamos un conjunto de todas las cualidades observables en los seres en S={q1 ,q2 ,…,qn} asumiendo que cada cualidad (q) puede ser mejorada asumimos a su vez que no existe un elemento máximo qmax en S que denote la absoluta perfección de tal ser.
Finalidad última o teleología: ‘el orden natural y la finalidad de las cosas apuntan a un diseñador inteligente.’
El conocimiento científico actual da explicaciones, basadas en el hecho evolutivo y en procesos físicos que no requieren un diseñador ni, más gravemente, que todo ‘diseño implique un propósito “volitivo y consciente’. Al menos de momento la hipótesis de un diseñador inteligente no está siendo hasta ahora necesaria para explicar la complejidad de los fenómenos naturales ni de la biología.
A modo de aporte personal, como el título del hilo indica, más allá de la interpretación del concepto o la idea de Dios que asumamos, estamos hablando de su existencia. Como supongo, todos los que hemos entrado al debate somos conscientes de que nuestras posiciones personales no están en posesión de la verdad y que no es honesto pontificar una verdad en favor de una u otra posición de la que, además, por la naturaleza de la cuestión, no tiene sentido hablar en términos demostrativos.
Ahora bien, en este sentido y parte interesante surge de pensar que, cuando nos referimos a la existencia lo estamos haciendo en dos sentidos, a saber, la existencia conceptual y la existencia empírica o física. De hablar de su existencia conceptual es una perogrullada* porque sino no estáriamos hablando de ello; ahora, evidentemente esta cuestión ronda la noción o modo de existencia física.
*Si por cuestión de estilo o respeto no quiere aceptarse la expresión ‘perogrullada’, se ve sencillamente que, por reducción al absurdo: si no existiera conceptualmente no se podría manifestar o predicar nada que caiga bajo su concepto y, dado que se manifiesta la idea, la existencia conceptual es un hecho. Dicho sea de paso, Ulrich del El hombre sin atributos o Harry Potter de la oba homónima también existen conceptualmente, y pueden ser descritos detalladamente, aunque su existencia física correlativa a un conjunto de átomos no. Los números, por ejemplo, son esta clase de entidades de existencia conceptual sin correlato físico, igual de legítimas de considerar reales por pertenecer al ámbito de la existencia conceptual como las entidades ficticias ‘Ulrich’ y ‘Harry Potter’, y que sin embargo sí nos permiten hacer medidas, pro ejemplo los espacios vectoriales o, en física con la teoría de campos podemos inferir el espacio-tiempo, distancias y tiempos denotando que, sin ser objetos materiales, físicos, estos campos de espacio-tiempo, existen.
La expresión sólo la utilicé por economía y, aunque espero no haber ofendido a nadie por la duda me he visto impelido a hacer esta aclaración antes de “enviar” el post.
Cuando hablamos de existencia física hablamos de entidades que pueden ser medidas al interactuar con aparatos de medida u observadores. En el marco explicativo más general del caso de la idea de Dios, daríamos con el punto común y transversal que Nolano señala a la cosmovisión de las distintas religiones teístas: la existencia del conjunto de aprehensiones cognitivas que denominamos <mundo>, que forjan un sistema aparentemente finito en el que se dan las experiencias del conocimiento en un sentido, como destaca también Annabella, finito en el espacio y en el tiempo y que, bajo nuestro equipo cognitivo cae bajo las características ideales que un objeto debe poseer para ser objeto de análisis empírico y explicación suficiente que, al parecer y como también (de nuevo) señala Nolano es de manera asombrosamente regular que se dé como objeto de explicación de la cosmogonía religiosa.
Hasta aquí, sin que parezca sorprendente espero, el dominio de las asunciones y la terminología de las 5 vías no entran en conflicto consigo mismas: es cuando se plantea o postula una hipótesis ajena a las características y cualidades de nuestro equipo cognitivo, como es la existencia de un ser, o un modo de ser o una forma de ser (exprésese como se quiera), de existencia, que se basa en cualidades metafísicas que tiene influencia directa sobre las cualidades físicas del resto de ‘formas o modos de ser’ de los seres, para dar en explicar las cosas y los sucesos que sí pertenecen a dicho sistema físico de existencia; como digo, no sólo se está dando el salto lógico que se da en Aquino y señalo arriba en, por ejemplo, el argumento de la contingencia, sino que es de hecho el salto de fe [ ∀x(C(x)→¬E(x)), donde C(x) representa los seres con existencia conceptual y E(x) la existencia empíricamente verificable ] que no es analizable en un sentido debatible.
Es posible describir incluso la euforia o entusiasmo asociados al a creencia religiosa; el sentimiento de plenitud y lo reconfortante y beneficioso para el creyente y seguidor de una doctrina – pero no hay que olvidar, a razón del debate entre Copleston y Russell, unas palabras de Russell que creo parafraseo de memoria y que custodian una muy humilde y segadora certeza lógica: ‘que una creencia tenga un efecto moral positivo sobre un individuo no arroja evidencia alguna en favor de su verdad’. De modo que dicha creencia, la creencia religiosa o la fe, no constituye conocimiento porque ni interroga ningún elemento del <mundo>ni aporta conocimiento a un cuerpo de conocimiento específico cualesquiera, si entendemos al conocimiento como algo provechoso o productivo en el contexto de existir participando positivamente del mismo –; sin embargo lo que causa dicho sentimiento no es objeto de análisis en el contexto de la noción o forma de ‘existencia física’ porque simple y llanamente se trata de una existencia conceptual sin correlato físico. Una creencia y su objeto son una forma de conocimiento hermético y no verificable que no puede interactuar de forma beneficiosa para sí mismo con una forma de conocimiento verificable de manera no ya positiva, sino constructiva, en sentido laxo.
Esto es importante porque aquí es donde se relacionan los relatos religiosos, donde la existencia conceptual de la narrativa religiosa y la existencia física que presuponen en un lenguaje interpelado a funcionar bajo las connotaciones actuales de los términos en que se expresa no pueden reconciliarse de ninguna manera racional. Si no me equivoco, aunque esto da para largas y bellas reflexiones – sin ir más lejos recomiendo la lectura del librito Dios, ciencia y filosofía: de lo racional a lo divino, de Carlos Blanco; su contenido es super accesible –, pienso, si como digo y en caso de que no me equivocase, que de este modo es como se llega al punto, Annabella, que pretendes hallar, a saber: hasta dónde llega la razón en este punto.
Hasta aquí como cualquiera he pensado estara siendo imparcial; ahora en pocas líneas intentaré dar algunas ideas que siempre me han rondado la cabeza de muchas formas distintas porque, pese a que no soy creyente, cuando me preguntan al respecto siempre respondo que no, pero que pienso seriamente en la idea de la divinidad.
No pienso que la idea de Dios, que entido por la noción general y transversal al concepto transcultural que comparten los constructos histórico-culturales deístas, sea distinto a una intuición metafísica unificadora que la mente humana genera por un íntimo autoconocimiento, probablemente en gran parte subconsciente, de su propio conocimiento de interacción y aprendizaje. Me explico de la forma más simple posible para no alargar el tostón:
Si subdividimos el funcionamiento del equipo cognitivo humano, tenemos la clara distinción de los sistemas que funcionan de forma autónoma y los sistemas que funcionan de modo deliberado. Ambos sistemas aunan distintos procesos de lo que a grandes rasgos denominamos mente, y es el sistema deliberativo el que por orden le tocaría hacerse cargo de los procesos racionales y conscientes del comportamiento. Mientras que nuestros sistemas nervioso y endocrino están informando constantemente a nuestros órganos y siendo informado constantemente del conjunto del organismo sin nustra intervención consciente, decimos que ese tipo de información no cae en la sección de la división que podría denominarse como ‘pensamiento discursivo o consciente’. (No entraré a considerar la forma de comunicarse estas dos formas de procesamiento de la información de nustro equipo biológico para no caer en falacias o inconsistencias por la complejidad que revisten y por mi certera incapacidad y falta de formación.)
En cualquier caso, no parece descabellado considerar que el modo más directo y rudimentario de que el sistema cognitivo aprehenda y consolide el conocimiento sea a través del método de ensayo y error; de ensayo en asociación con el error.
Esto genera un contexto, muy mecánico y simplista por cierto, donde priman dos cualidades cognitivas: formar conjuntos cognoscibles y reconocer en sus elementos su pertenencia al conjunto. Desde reconocer a la progenie, las inclemencias naturales, las amenazas físicas, los elementos nocivos, todas estas exposiciones a la información que proveen a los sistemas cognitivos de los seres vivos parecen pasar por esta fase asociativa: ensayo y error donde las observaciones determinan la clase de cosa o suceso y a qué conjunto pertenecen y son categorizadas en virtud de sus cualidades observadas en cierto grado. Y digo que es cuestión de grado porque en etapas de la evolución de la vida, donde se situarían ya formas de vida relativamente complejas, la presencia de agua era crucial y grandes eventos medio ambientales que serían nefastos para las especies biológicas de hoy en un momento dado pudieron ser posibilitadores decisivos de la perpetuación de la vida en el planeta en detemrinado estado de desarrollo (tras las causas que los posibilitaron, claro); también, donde se sitúa a nuestros antecesores, ya no en especie sino en tiempo, las inclemencias naturales como las tormentas y las grandes lluvias dejaron de ser eventos cataclísmicos, sino arduas eventualidades que traían contingentes bienes sopesables a la adaptación a su periodicidad observada, adaptación que podría proporcionar valor para responder acerca las primeras interpretaciones de las fuerzas naturales y su equiparación a fuerzas o entidades unificadoras de sentido. Por esto es, esta variabilidad epistemológica en el seno de la actividades cognitivas también una cuestión de grado: recordemos como los fenómenos astronómicos como los ecplises pasaron de ser manifestaciones divinas inexplicadas a ser eventos naturales explicados claramente.
Si esto fuese a grandes rasgos aproximado (que tiene posiciones a favor y pisiciones que lo cuestionan en, como digo, líneas generales), la forma en que el pensamiento consciente se informa del mundo (un pensaimento consciente que ya está adaptado a la forma adaptada que tomaron, por ejemplo, sus órganos sensitivos, etc.,) no sería distinto a un proto sistema de conjuntos no en términos de datos agregativos, finitos y computables, sino de sistema finito y no computable, debido a una diferencia de grado que es abrumadora: la forma en la que parece funcionar el organismo gracias a los sistemas nervioso, endocrino, etc., es tan distinta de la forma en la que funciona el pensamiento consciente adaptado a la atención del entorno que es rídiculo considerar en estas líneas cómo, bajo nociones de la teoría del procesamiento dual de la mente, se traducen e interrelacionan los sistemas rápido e intuitivo con el sistema lento y racional para la sóla formación de un concepto cultural. Lo sublime, en mi opinión, de la idea (que no noción, que no concepto, porque son términos que caen bajo interpretaciones más reducidas a contextos culturales) de la divinidad, recae en la pregunta: ¿existe algún mecanismo psicológico o cognitivo específico identificable como el responsable entre la aprehensión sensorial y la conceptualización abstracta o metafísica que da lugar a la figura o concepto cultural de la divinidad? Sin duda la persistente idea transcultural de la divinidad a pesar de la evolución de las lformas de c onocimiento desde la intuición metafísica a la razón especializada de hoy día representa un constructo psicológico fundamental del conocimiento humano de una belleza escandalosa en su complejidad de dotador de sentido a lo desconocido.
En líneas bastas, que son las que desearía que sean objeto de fusilamiento aquí, pienso que este sistema cognitivo nuestro que pudiera operar formando conjuntos lo haga movido por la necesidad de comprender la exterioridad a la que está expuesto, así como su interioridad, hasta sus últimas consecuencias y que, a función de relfjeo de dichas últimas consecuencias, la idea de la divinidad cumpla una función desmaterializadora en tal grado del mundo externo que represente de algún modo en el funcionamiento de la mente humana una intuición de un conjunto omniabarcador o superconjunto (o superobjeto en ciertos términos). En cualquier caso, me iré preparando para la primera objeción que se me ocurre, a saber: en este sentido la noción de Dios (o de divinidad) de una cultura, o para la idea transcultural de la divinidad, habría un correlato estructural, material, de existencia física, que se podría explicar en términos biológicos a través de su evidencia empírica.
*Nota: hasta ahora mi nombre de usuario era Germán Eiriz, la administración cambió mi nombre por una solicitud antigua que no tuvo ocasión de atender hasta ahora. Ya he solicitado y estoy a la espera de que lo cambien a Geiriz, por lo demás no tengo preferencia entre uno u otro modo de nombrarme.