Nolano escribió:
Creo que esto viene a cuento porque parece que el debate deriva hacia la manifestación personal de algunos intervinientes que basan su creencia en Dios en algo así como ese sentimiento "oceánico" (algo parecido le pasaba a Unamuno).
Ante ese sentimiento, supongo que todo lo que podamos argumentar los otros va a ser romperse la cabeza contra un muro sin producir nada útil.
No veo por qué salvo que entremos con intenciones de ganar el debate desde la increencia religiosa. Pero los debates no se ganan. En este caso, Annabella ha manifestado que saldrá del debate enriquecida por el mismo, pero con la fe probablemente incólume. La orientación del debate en este sentido:
Por eso, para salir de ese callejón sin salida creo que haría falta reconocer lo siguiente: que si Dios existe necesariamente tiene que haber alguna manifestación fenoménica de esa existencia. Ya no hablaré de pruebas, sino al menos de indicios, como quiere Annabella.
Nos hace caer en contradicciones con asunciones de partida. La primera es que, si
Dios es una entidad es metafísica P1 (la divinidad abrahámica) y
se espera que sea comprensible a través de manifestaciones físicas P2, y si
estas manifestaciones deben ser coherentes con las leyes naturales C1 para ser informativas o de lo contrario no serían manifestaciones físicas (hacen el fenómeno claramente comprensible: nos están manifestando una entidad concreta, nos están informando), entonces
las características de cualquier manifestación de Dios deberían estar ligadas a las leyes naturales que rigen los fenómenos físicos
P1∧P2 →C1; (incluso aunque se presente como un "fenómeno material novedoso"), y debería acontecer inteligiblemente desde una extensión coherente con las leyes físicas, o de lo contrario no se puede considerar dicha manifestación una evidencia válida de esta entidad metafísica (ya me diréis si se ve el oscuro pozo de contradicción en el que nos tiramos aquí en búsqueda de coherencia).
La segunda es
cómo la instancia material de una entidad metafísica se agota en la información veraz con la que da sentido a nuestra apercepción del fenómeno en la naturaleza P3; porque entendemos que
dicha manifestación es suficiente para justificar la inferencia de una entidad metafísica C2 subyacente a partir de la entidad física observada
P3 →C2. En este punto, volvemos a la pregunta que hace de estructura al debate: ¿Qué justifica asumir que tras una entidad física de la naturaleza hay una entidad metafísica?
Existirían más contradicciones en esta forma de encarar la cuestión, como las evidencias fenoménicas de otras deidades histórico-culturales que podrían entrar en conflicto entre sí
P4, si el fenómeno físico que informa de la existencia de la deidad lo hace en el sentido plenamente definido de ser dicha deidad la única deidad manifestada. Esto es lo que nos pasa en los relatos religiosos, que la narrativa mítica confunde dos sentidos de los que hablar de existencia. Por esto es problemático afirmar la existencia de cualquier deidad basándonos exclusivamente en estos fenómenos
C3, porque son errores del lenguaje, al fin y al cabo lo que designamos como verdad es la adecuación entre nuestras enunciaciones y la realidad.
rdomenech31 escribió:
El argumento del diseño inteligente puede resumirse con el siguiente ejemplo: si nos encontramos un reloj en el suelo, no suponemos que este ha surgido por azar, sino que, debido a su complejidad, suponemos que alguien lo ha creado con algún objetivo.
¿Pero la forma en que queda “refutado” el argumento del relojero no cae, más bien, bajo la reformulación o relectura del mismo como una "paradoja"? Es en dicha paradoja, donde se destaca enfáticamente una “complejidad” ideal, y se incurre en varias falacias informales,
primeramente, la forma de una paradoja
no admite por definición un contrario de la verdad, así mismo
no da cuenta de que hay una verdad de creencias y de afirmaciones y por tanto éstas
no están conectadas a cosas; luego en una posible falacia de composición al extender una posible concepción coherente del concepto de Dios, a la naturaleza. De hecho, es la misma falacia con la que Paley montó su fugaz argumento para el diseño inteligente: la diferencia entre la naturaleza de un objeto manufacturado y un objeto natural dan lugar a la falacia de composición del mismo modo que el universo y el concepto de Dios.
Entiendo que se hace, como indicaste aquí:
Para formar la idea de Dios consideramos las distintas perfecciones aumentándolas al máximo y eliminamos las limitaciones.
el ejercicio de extender el significado de la noción de Dios a la noción de Todo. Pero sabemos que no es posible definir el ‘todo’ de manera consistente. Entiendo que detectar cómo cae en una paradoja por economía escogemos concluir laplacianamente que la hipótesis de Dios no es necesaria por hacer más compleja la cuestión.
En cualquier caso, el ejemplo de la tetera traído por bolindre, aunque como también nos explica en su post es criticado, no deja de ser una conceptualización de esta clase de
énfasis en elevar al infinito el significado de algún término con el que señalamos propiedades [de] , en el caso de la tetera, destacando (implícitamente) que se trata de un objeto ridículamente pequeño a una distancia ridículamente grande y, haciendo explícito que, ni con los sistemas de observación más sofisticados podríamos observarla o detectarla. Este ejercicio de retórica se lleva a cabo en todos los ejemplos expuestos, como el del dragón en el garaje para, en virtud de la forma en la que se expone y lo inverosímil de sus descripciones físicas, romper la atención en la tensión entre los dominios de la existencia conceptual y física y la naturaleza del contenido de los conceptos de los términos con los que los expresamos. Y lo entiendo, dicha tensión se quiere salvar porque la creencia en una entidad sobrenatural del creyente medio tiene un elemento de confusión entre estas dos instancias de la existencia que su propia idea de la divinidad que le lleva a concepciones y expresiones de la divinidad muy literales al significado gramatical de las palabras con las que forma la imagen antropomórfica o emocional y personal de la divinidad que le toca.
Pero de este modo, se está "atacando a lo fácil", reventando cualquier expresión de creencia religiosa por las inconsistencias lógicas o imposibilidades físicas (que van ligadas) de las ideas equivocadas acerca de una idea metafísica, que está compuesta por errores epistemológicos y ontológicos que quedan pasados por alto.