La filósofa francesa Catherine Malabou escribió “
El placer borrado. Clítoris y pensamiento” una mirada caleidoscópica, un coro de voces que se construyen, se deshacen se vuelven, se elevan, respiran, sienten y piensan, porque “
el clítoris desconcierta las dicotomías”, también cuestiona la norma de la heterosexualidad, pese a su caminar silencioso e inadvertido durante siglos.
¿Goce excesivo?, ¿innecesario para la reproducción?, “
borrado pero lúbrico”. Para Malabou la existencia del clítoris es anatómica pero también simbólica y sobre todo política. Muestra coordenadas espaciales que son estética y ética del placer y que van más allá de la matriz heterosexual. El clítoris es un dispositivo libidinal que no pertenece necesariamente a las mujeres. Trastoca la visión tradicional de la sexualidad, el placer y los géneros, aunque sea siempre y todavía “
… física y psíquicamente el órgano del placer borrado”
Muchachas bellísimas, fuerzas vivas de la naturaleza, casi diosas, las ninfas nunca gozan, es el fantasma erótico por excelencia, la mujer ideal, imagen, mujer devenida idea, esquiva al placer, de la que no hay noticias de su deseo, quienes carecen de cuerpo, de sexo, sin clítoris.
Autonomía e intensidad orgásmica
“el clítoris solo existe en la distancia… con la vagina, distancia del pene, distancia del “falo”, distancia entre lo bilógico y lo simbólico, entre la carne y los sentidos, entre los sujetos del feminismo, entre los propios feminismos, distancia entre los cuerpos, entre el destino anatómico del sexo y la plasticidad social del género, distancia entre lo dado de nacimiento y la intervención quirúrgica, distancia entre la reivindicación de la existencia de la “mujer” y el rechazo de una categoría como esa, distancia entre un “nosotras las mujeres” y una multiplicidad de experiencias que impiden unificar o universalizar ese “nosotras” y a esas “mujeres”… distancia que revela la multiplicidad que se cobija en ella” El placer borrado. Clítoris y pensamiento
Hablar del clítoris y de su papel filosófico es invocarlo a aparecer. Pues invoquémoslo. Simone de Beauvoir expresa, por primera vez en un libro de filosofía, razones de ese lugar de placer no necesariamente ligado a la reproducción. Después emergerían teorías de la posdiferencia sexual, críticas de la fijeza del género, de la naturalidad de la binariedad, distancias que se abren entre filosofía, política y lenguajes dominantes, eurocentrismos, enfoques decoloniales. el clítoris se verá despojado del estatus de “órgano genital” privilegio de la mujer y se consagrará en “lugar enigmático” de lo femenino, algo nómada que aún no ha encontrado su lugar, que habita el no lugar.
Un poco de historia, también de anatomía
“… En el transcurso de la evolución, debido al levantamiento vertical de la pelvis, el clítoris se convirtió en un órgano anterior, visible, accesible por delante. En la mujer, por lo tanto, el clítoris no está (o ya no está) situado a la entrada de la vagina. Se apartó de ella. La ovulación devino espontánea, desencadenada de manera autónoma y cíclica sin que fuera necesaria ninguna relación sexual, es una innovación tardía de la evolución. En contraste con el orgasmo masculino, el orgasmo femenino no cumple una función directa con la reproducción. Después de haber tenido un papel preponderante en la ovulación, perdió en buena medida esa función para las mujeres, para no ser más que placer…"
La biología se entrevera con la política. Tras infinidad de debates sobre la distancia entre clítoris y vagina, orgasmo y reproducción, se oculta una realidad inevitable, la autonomía del placer de la mujer, algo que defender, que argumentar, que construir. La independencia de ese placer permite construir la sexualidad femenina y a las mujeres como sujetos sexuales por derecho propio, quienes “
dejarán de estar casadas con el pene o con la ley” y es que “
reducir la distancia es imposible”
Los filósofos existencialistas, Sartre y Merleau-Ponty, afirmaron la importancia de la sexualidad como expresión de un dilema, el dilema de la libertad del deseo, deseo que con Hegel había devenido alienante por ser un apropiarse de “otro”, pero Simone de Beauvoir irá más allá del estudio fenomenológico-existencial de la sexualidad, hacia una “filosofía de la existencia sexual”, una filosofía de la sexualidad vivida. La sexualidad será para Beauvoir un fenómeno, una manifestación, algo que no se produce de una vez, sino que se desarrolla, apariciones sucesivas de un cuerpo ante sí mismo y ante los otros. No hay cuerpo sexuado sino incorporación del sexo. A partir de la morfología de la mujer la francesa alcanzará a convertirla en sujeto, deslizando imperceptiblemente la sexualidad hacia el erotismo, con un movimiento suave y lento hacia ese lugar olvidado, el clítoris.
Filosofía y psicoanálisis serán recurso, pero también obstáculo. Lacan no ve en la sexualidad un intercambio sino una función que se pliega a la ley del lenguaje y el discurso es válido para hombre y mujer por lo que esa diferencia se anula ante la ley-discurso. No hay “Segundo Sexo” para Lacan, todo es discurso dirigido a uno Otro a quien se habla y que no se corresponde con la persona físicamente presente. Se descartan las categorías “hombre” y “mujer” y será el “falo” el significante, amo último del deseo que, aunque viril en su imagen, no se encarnará en ningún sexo. Si no hay “segundo sexo” no hay palabra femenina, ni clítoris, ni vagina. Algo que discutirá Lonzi, escupiendo al mismísimo Hegel.
En “
Escupamos sobre Hegel” enfrenta la dialéctica del amo y el esclavo pues, aunque los papeles en esa relación al final se inviertan, la idea de poder permanece. La diferencia será el motor para la suspensión y dislocación del sometimiento y la dominación. Para Lonzi el clítoris será el emblema de la autonomía libidinal de la mujer, el espacio de resistencia a la heteronormatividad de la “cultura sexual masculina”. Ser mujer “clitoridiana” le dota a la mujer de la capacidad de pensar en primera persona. Si hay distancia reductible será la que separa el saber pensar y el saber gozar, autoconciencia y autonomía psíquica, por ahí Lonzi le calza una patada en el culo a Freud y a su equivalencia entre clítoris e inmadurez.
Una vuelta de tuerca más es la que da Luce Irigaray, quien no habla de solo dos sexos en la mujer (vagina y clítoris) sino de una sexualidad plural, descartando el logos masculino, el espejo donde jamás se refleja mujer alguna, “
la mujer tiene sexos por doquier”, goza con casi todo, “
la geografía de su placer es mucho más diversificada, múltiple en sus diferencias, compleja y sutil de lo que se la imagina” desde los parámetros dominantes, los masculinos, pilares de culturas en los que se ha negado el goce de la mujer, Irigaray opone a la binariedad la heterogeneidad y la pluralidad a la diada.
En esté despliegue del placer y el gozo es preciso arrojar luz hacia las violencias ejercidas sobre las mujeres. La palabra se hace oficial, “Mutilación”, “mutilación sexual femenina”: Clitoridectomía, Escisión, Infibulación. La Comisión Nacional Consultiva de los Derechos del Hombre arroja un dato terrorífico, en el mundo cada quince segundos una niña o una mujer sufre una escisión. La mutilación genital femenina supone la extirpación del clítoris, órgano cuya única función es el placer sexual, algo que no tiene equivalente en el hombre pues el lugar del placer en éste es compartido con el de la reproducción. “
Las mutilaciones de mujeres en África no son diferentes a las violencias físicas, los abusos sexuales, las violaciones que sufren las negras en los Estados Unidos y que caracterizan la herencia de la esclavitud”
Hoy se pone en tela de juicio el término “Mutilación” como singular de la violencia contra las mujeres, pero es un término impreciso, abarca otras acciones que se practican también en Occidente contra, por ejemplo, los niños intersexuales. La Mutilación es el borrado del placer.
Pero los cuerpos no son siempre los que son, sufren transformaciones y la frontera con la mutilación tal vez no sea tan grande. La categoría “transexual” caracteriza a individuos cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer. No hay dos sino una multiplicidad de géneros e incluso de clítoris. Uno no tiene un género, más bien el género le posee. Para Paul B Preciado no hay cuerpo indemne, no tocado por artefactos o prótesis farmacológicas. Todos los cuerpos, no solo el de las mujeres, son frágiles porque son fabricados y mutilados.
En contra de lo que suele creerse, también la filosofía forma los cuerpos, los amaestra, esculpe una erótica, su discurso tiene un efecto sexualizante. Malabou expresa que la no binariedad intelectual es lo contrario de una desexualización. Existe “lo femenino” como subjetivación, al margen de la diferencia sexual y de la heteronormatividad y eso “femenino” no es enteramente asimilable a mujer. La única forma de enfrentar el falocentrismo filosófico es afirmar la no binariedad de la filosofía, lo que no la hace neutra, ¿neutra?, ¿no dijeron del Dasein que era asexuado?, la neutralidad en Heidegger es la apertura a una pluralidad de formas, de géneros, de pensamiento.
Hemos de hallar el clítoris de los textos, el lugar donde el ser pensante goza, olvidando su sexo anatómico y su género social, el espacio donde se estremece el logos occidental y se abre a otros cuerpos extraños, a otros repertorios de placer, pues el clítoris se relaciona con el poder, pero no es relación de poder, es un orden sin dominación, ni potencia ni acto, ni gobierno ni obediencia. Es anarquía.