Tal y como yo veo las cosas, la matemática sí dice verdad de la realidad, y puede hacer esto precisamente porque es una construcción formal independiente (este aserto va a quedar finalmente muy matizado).
Voy a analizar primero porque sí dice la verdad, qué tipo de verdad dice o cómo ataca el problema de la verdad, bajo mi humilde opinión. Voy a tratar de mostrar, mediante una analogía, la clase de razonamiento que utiliza la metamatemática para concebir un cuerpo de axiomas verdaderos.
Uno que estudió derecho se encontró en su momento con una expresión que si no le molestó hasta el asco fue porque entendió que era solo una expresión pedante e inocente que arrastra la tradición jurídica, tal es lo que se nombra como la "dogmática". Un postulado dogmático puede ser la autonomía de la voluntad de la persona o la capacidad jurídica de la persona (la capacidad de ser titular de derechos y obligaciones), es decir, determinaciones racionales implícitas o supuestas en el ordenamiento jurídico.
Esta dogmática es análoga a la axiomática en lógica-matemática (= matemática desde que se refunda como lógica-matemática tras la "crisis de fundamentos"; Frege, Russell, etc.). Si digo que es análoga es porque el método de razonamiento es el mismo.
La titularidad de los grandes poderes medievales estaba fundamentada en el Libro y en toda una serie de apéndices literarios que ataban al poder, fuera temporal o espiritual, con la creación y esta con los actos de los hombres mediados por la intervención de Dios. La primacía del Obispo de Roma se debe a la entrega de Jesús a Pedro de las llaves del Reino de la Tierra y de los Cielos en Mateo 16:19; la pretendida e intermitentemente lograda primacía de la Iglesia sobre el poder temporal se trató de sostener sobre la "Donación de Constantino", es decir, un documento falsario en el que se recoge la entrega del poder sobre Roma, Italia y el Imperio de Occidente, de Constantino al papa Silvestre I y a sus sucesores. Pequeños hechos, como que los juristas de corte se dedicaran básicamente a encubrir las pretensiones de su señor con toda clase de ligámenes históricos que le darían el derecho a x cosa, generando grano a grano una enorme confusión jurídica, o grandes hechos, como la denuncia abierta de Lutero a la arbitrariamente autoatribuida condición vicaria de Dios de la Iglesia de Roma, tanto como a la plenitudo potestatis papal (lo que dará pie a que Lutero teorice sobre la necesidad de que los sacerdotes sean electos por la comunidad de fieles, etc.), provocarán el colapso y cerrarán el episodio histórico del Medievo; las naciones absolutistas lucharán por ser soberanas, los individuos lucharán por ser soberanos, y luego los individuos creerán forjar la nación burguesa como un pacto en que dicha soberanía individual se deposita, por mandato legal y revocable, en alguna clase de representación.
La cuestión que nos atañe, sobre la axiomática, es, ¿de dónde salen ideas tales como que todos los hombres son soberanos, que poseen voluntad autónoma, que son libres, en general capaces jurídicamente? En mi Facultad la respuesta hubiera sido, por la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano. Una respuesta que no me satisface. Pues no se debe en realidad a una declaración de derecho positivo, sino a un tipo de demostración que en matemáticas se conoce como reducción al absurdo, consistente en suponer la verdad de cierta proposición para así mostrar la contradicción fruto de dicha suposición y que lo contrario quede probado. El argumento, que reduce las grandes vigas del derecho medieval al absurdo, a cenizas, sería el siguiente.
Si cierto cuento sostiene el derecho y si a su vez cierto cuento es sostenido por la fuerza, sea esa fuerza directa o propagandística o del tipo que sea; si el derecho es fuerza, entonces el derecho en cuestión existe cuando hay fuerza y desaparece cuando no, o sea, que es conculcable ipso facto, luego no hay tal derecho, sino solo fuerza. Y, si solo hay fuerza, todos los que son capaces de imprimir fuerza con determinado sentido, en determinada dirección, son potencialmente capaces de ser titular de derechos y obligaciones, son potencialmente capaces de autodeterminarse. Como nadie tiene realmente derecho innato sino realmente fuerza innata, todos son potencialmente jurídicamente capaces, luego es preciso ordenar consciente o científicamente el derecho, de donde también las consignas típicamente modernas de que: que cada cual haga lo que quiera con el límite de que esto no implique que cualquier otro no pueda hacer igualmente lo que quiera y, ya en general, como digo, la fundación del derecho moderno y del estado de derecho.
Estas verdades dogmáticas, que fundan nuestras sociedades modernas, la famosa tabla rasa de la Modernidad, son autoevidentes y simplísimas, no son realmente (aunque por algún autor hayan podido pasar por tal), especulaciones metafísicas, derecho natural, etc., sino el resultado de probar que lo contrario es indemostrable, que es indemostrable que Fulano tenga un mejor derecho que Mengano porque el nombre de aquel empieza por F y su padre hizo x rito en el solsticio de invierno a su favor y además hay una carta de Chindasvinto en la que se recoge el legado de aquel a los antepasados de Fulano del señorío de tal o cual lugar y sobre sus vasallos, etc. Esta indemostrabilidad es, pues, la verdad negativa, simple y autoevidente de que Fulano y Mengano son potencialmente igualmente capaces e igualmente libres de imponerse el uno al otro y de engañarse, de donde esas verdades dogmáticas del derecho: capacidad jurídica, autonomía de la voluntad, etc., y de aquí toda la construcción more geometrico del estado de derecho.
La axiomática, igual que el discurso jurídico moderno, responde a la necesidad de constituir un lenguaje formal, la lógica-matemática, un lenguaje cuyas reglas estén establecidas de partida (axiomas) y las cuales doten a dicho discurso de univocidad. La verdad de los axiomas no se discute, ellos son el producto negativo, simple y autoevidente, de discutir ciertas ideas que sí son contradictorias, ellos son el residuo verdadero de dicha operación, de dicha "crisis de fundamentos", semejantemente a lo sucedido con el derecho. En este sentido, la matemática es un discurso verdadero. Pero, y aquí concedo parte de razón a quién afirme que a la matemática no le va la verdad, esa verdad es fruto de la necesidad de verdad, a la manera en que Schopenhauer decía que la voluntad precede a la razón o ya a la manera en que muchos, entre los cuales me encuentro, tenemos por tema central de nuestros pensamientos los presupuestos irracionales de la razón (entender la razón desde el punto ciego de su necesidad). Es decir, que la necesidad de razón, que es básicamente la necesidad cognitiva de que el ser no sea gratuito, no es la misma idea que la realidad (¿acaso la realidad es gratuita?). Pero, si nuestra ciencia es tan fuerte, o, si se quiere, si la necesidad irracional de ciencia es tan necesaria, es porque una realidad gratuita, incausada, inconsistente, contradictoria, equívoca, carece absolutamente de sentido, y si no digo que carece de sentido solo relativamente (relativo al ser humano) es porque para el ser humano su condición no es una relación que contemple alternativas cognitivas, es la única y absoluta, aunque la reflexión conceda apariencia de condicional a dicha condición humana.
La axiomática, creo, es el residuo simplísimo de discusiones que muestran no tanto la indemostrabilidad del axioma (como se suele decir) cuanto la indemostrabilidad, o inconsistencia, del postulado contrario al axioma en cuestión, siendo que esta axiomática se construye por necesidad de razón, y siendo que esta necesidad de razón no da lugar a ninguna razón relativa sino absoluta. Ahora bien, dado que las ideas de consistencia, univocidad, etc., vienen dadas por la necesidad de razón y no por algo así como la realidad, sino, insisto, por exigencias racionales para entender la realidad, la lógica-matemática posee necesariamente independencia formal, tautologicidad (= propiamente responde a exigencias de racionalidad, no propiamente a la realidad), gracias a lo cual responde a la necesidad de razón y gracias a lo cual tal formalismo es verdadero. Ahora bien, para que dicho formalismo funcione como explicación de algo aparte de sí mismo, o sea, para que sea explicación racional de algo, verdad de algo, la realidad a explicar y no solo la forma con la que se explica la realidad, debe estar presente en sus operaciones de algún modo. La decidibilidad de los sistemas de axiomas es el modo en que la realidad conecta con el formalismo matemático. Hay una pluralidad infinita de sistemas de axiomas válidos porque o bien se contempla la consistencia en su grado máximo, 0 o 1, o bien la completitud en su grado máximo, donde 0 es que no se contempla la demostrabilidad del fenómeno que se quiere demostrar y 1 que sí. Siendo así posible que dos fenómenos sean demostrables en dos sistemas de axiomas distintos pero mutuamente contradictorios en uno. El formalismo, que hoy en día parece ser ontológicamente pluralista, apunta pues hacia una realidad que desborda la lógica en el sentido de que, si hay una unidad ontológica de lo real, dicha unidad no es lógicamente construible, pues completitud y consistencia entran inexorablemente en conflicto. Esto es algo que se supone que ha sido demostrado por Gödel pero de lo que yo no puedo dar el detalle lógico-matemático. Que alguien se atreva en cualquier caso a negar que eso no es vanguardia filosófica.
Gracias a la construcción axiomática y al despliegue de un discurso formal como a la decisión para uno u otro fenómeno de este o aquel sistema nos dotamos de estructuras que aparentan biunivocidad con la realidad; si es estética, es desde luego el mejor baile.
El vigor lógico, cuya verdad formal es negativa, permite ya en segunda instancia la explicación positiva de fenómenos naturales, o su predicción por consistencia de las antedichas estructuras lógicas, la relatividad, etc., etc.