De nuevo, aquí veo grandes discrepancias entre nosotros sobre qué es eso de "filosofar". Y no se trata de que estemos muy seguros de todo, sino de que no se puede vivir en un escepticismo radical permanente. Tarde o temprano tenemos que apostar por una visión de la filosofía o por otra, ya habrá tiempo de rectificar el camino si encontramos que se hace impracticable. Ese camino de la filosofía entendida como actividad de disipación de sombras debe llevarnos desde las apariencias, constituidas por la la información que nos aportan los sentidos, hasta verdades objetivas racionalmente construidas (con todo lo que esto implica: una ontología, una lógica, una gnoseología...). Y no de manera acrítica, claro, no como lo hacen los saberes mágicos y mítológicos, sino de forma crítica aunque sin llegar a un escepticismo total que acabe por disolverlo todo en un "todo vale" ante el cual ya sólo nos queda decir, "si todo vale, ¿para qué filosofar?"
Por supuesto, nunca llegaremos a agotar la realidad, siempre nos quedará mucho que conocer, y sólo llegaremos a conocer aquello que está dado a escala humana, y hemos de contar con que "el mundo" no sea algo bello y ordenado (un "cosmos")que podamos algún día llegar a totalizar, sino que más bien que no forme ningún "todo" sino que como decía el profesor Vidal Peña, tengamos que reconocer que
"La realidad, la sustancia spinoziana, es una sustancia efectivamente infinita, es decir, que no se puede totalizar. Se habla del panteísmo de Spinoza, pero cuando uno ve las cosas desde la sustancia infinita, desde la "natura naturans", que produce infinitas cosas de infinitos modos, por eso se halla ante un concepto (materialista) crítico que dice que la realidad no está nunca íntegramente cancelada. Sin embargo, siempre que conocemos modos o modificaciones de la sustancia, entonces hay que conocerlos según un orden y según un proceder racional. Es decir, la realidad en sí no es ordenada, no se puede conocer como íntegramente ordenada, pero sin órdenes parciales tampoco hay conocimiento».
Sea como fuere, estoy seguro que un ser humano que hubiese nacido en el seno de una comunidad de beduinos podría llegar a pensar como cualquiera de nosotros, pero para ello tendría que alterar su modo de vida, leer a Platón y a Aristóteles, entre otros, y pasar a formar parte del área de difusión helénica, de ese ámbito que originalmente fue occidental, pero que se extendió de tal manera que le quedaría pequeña la acusación de "eurocéntrico".