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TEMA: Disidencia y naturaleza de los movimientos sociales

Re: Disidencia y naturaleza de los movimientos sociales 09 May 2012 23:30 #7014

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pboest escribió:
La verdad es que se condensan muchas cosas en tus pocas líneas.
Quizá sea esta la marca que lleva este hilo de nacimiento :P

Como se acercan los exámenes tendré que dejar un poco aparcado este asunto, y para después postergo la lectura en profundidad del artículo que citas, Nolano. Pero de momento adelanto lo que vengo reflexionando tras muchos de los acontecimientos actuales que han suscitado este hilo:

La democracia es, exceptuando obviamente a la anarquía, el único sistema que acepta como intrínseco en su seno la disensión de sufragio universal*. Dicho esto, la cuestión central me parece que se cierne sobre si el polemos que la sociedad civil puede ofrecer en democracia es suficientemente eficaz para su gobernabilidad. O dicho de otro modo, si los mecanismos legalmente admitidos para canalizar la discrepancia (huelga previamente programada, manifestación previamente solicitada, asociación dentro de la legalidad, libertad de prensa, libertad de partidos políticos,… y evidentemente el propio sufragio universal) bastan para asegurar que el demos se gobierne a sí mismo y, lo que no es menos importante, que además sienta que es así.

Y la cosa se complica por el establecimiento de cierta aporía al abordar esta cuestión:

1. Al ser ésta una cuestión de grado (¿es o no suficiente? ¿para quién? ¿quién decide cuánto es suficiente?) resulta bastante opinable, lo que parece requerir como respuesta más adecuada – y menos mala, como diría Churchill – el juego democrático y su sistema de mayorías para discernir cierto equilibrio que ofrezca estabilidad; sin embargo…

2. Esta cuestión forma parte en gran medida de las condiciones previas del propio sistema democrático, lo que hace que en la práctica sea casi imposible alterar dentro de la propia dinámica democrática sus reglas del juego, como sucede en diversos ejemplos (como con la emblemática ley electoral, o con el nivel de impunidad e inmunidad en delitos de corrupción que atentan contra la propia credibilidad del sistema).

En el contexto de la frustración que supone no poder salir de este círculo vicioso es donde surgen estos movimientos sociales en los que aflora la cuestión de la disidencia y su legitimidad, pues la difícilmente cuestionable percepción de ingobernabilidad de las democracias, ¿está fundada, es real? ¿o se produce como hastío ante las enormes inercias sociales que impiden el ejercicio de gobierno de la propia democracia, típicamente en períodos democráticos poco convulsos y alentados por sociedades excesivamente acomodadas y poco dadas a ejercer verdaderamente la discrepancia a la que tendrían acceso?

Sobre la cita de Marx, en cuyo humanismo contrario por principio a la violencia surge la legitimación de aquella violencia dirigida contra la violencia del capital y la injusticia, se encuentran entre otras la que dice “el arma de la crítica no puede sustituir la crítica por las armas; la violencia material no puede ser derrocada sino con violencia material" (Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel), la de que apela a la “acción práctica y violenta de las masas, única que puede resolver estos conflictos” (Carta a Annenkov No. p. 540.) o la famosa que recuerda que la violencia es “la partera de toda vieja sociedad que anda preñada de una nueva” (El capital, L. I. V. II, p. 397). Indudablemente da que pensar. Aunque sobre la legitimidad de la violencia, creo como Nolano que quizá podemos extender la cuestión a la disidencia en general, en cuyo extremo puedan encontrarse formas de este tipo. De momento me quedaría, como apunta Bud, con el famoso apunte de M. Weber:
Weber en El político y el científico escribió:
Hoy, por el contrario, tendremos que decir que Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el “territorio” es un elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima.

* Se distinguiría así de regímenes como las repúblicas oligárquicas en las que también puede haber disensión, pero desde luego no universal. En cualquier caso, admito que puede haber matices a esta afirmación, como el hecho de que esa universalidad tampoco es absoluta en nuestras democracias, pues algunos miembros de nuestra sociedad, como los inmigrantes o los menores de edad, no tienen capacidad para ejercer plenamente sus derechos a la discrepancia.
Javier Jurado
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Re: Disidencia y naturaleza de los movimientos sociales 10 May 2012 09:14 #7017

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Parece entonces que la cosa queda así: la violencia cuando la ejerce el Estado es legítima, pero cuando dicha violencia es injusta, también parece legítimo hacerle violencia. Esta idea bastante simple encierra una contradicción, y es que, aprovechando lo que ha dicho Nolano, hay un cruce de instancias, o algo así, jaja.

La primera violencia, la que ejerce el Estado, se hace legítima por emanar de él. Esta legitimidad en nuestras sociedades parece darla la soberanía popular. Es decir, esa cosa extraña a la que llamamos nación decide como grupo ejercer la violencia contra los individuos. Dicho de otra manera, y dado que la nación no decide, sino sus miembros, cada uno de los miembros de dicha nación, decide qué acciones están o no permitidas, y erige un cuerpo especializado en defenderse contra dichas acciones. El problema principal de esto radicaría en cómo saber (el problema que ha ido atravesando el hilo) cuál es y cuál no es la manera de averiguar qué quiere la nación, quién es la nación. Es decir, la mayoría, el consenso/disenso, el acuerdo, lo razonable..

Por otro lado, la segunda violencia, parece recurrir a una instancia superior. Algo así como una justicia divina. Para mí esto no tiene por qué ser así. Igual que la primera violencia recurre a un grupo de personas (el Estado), la segunda, simplemente, recurre a otro grupo de personas. Como miembros de una comunidad, forman una minoría discrepante dentro de ella todos aquellos para quienes el Estado no les representa (no se sienten identificados con él, pues si no, ¿por qué iban a hacerle violencia? ¿por masoquismo?). Una vez se sienten separados del grupo, ya no tiene sentido decir que su violencia es menos legítima, pues hay un choque de intereses, de instancias (situadas al mismo nivel). Además, la violencia del Estado dejaría de ser legítima en tanto que quien se supone la legitima, deja en parte, de hacerlo. Esta es una manera de pensar. Otra manera de pensar es que el Estado aparece para quedarse rígido. Esta idea obviamente parte de una asamblea constituyente única y que deviene eterna, sagrada, lo que sea. Todos aquellos que queden fuera, ya no tienen derecho a criticarla (nadie lo tiene) se olvida así su condición contingente para pasar a constituir una pequeña comunidad sagrada. Esto para mi gusto es reificar el Estado, olvidarse de su procedencia. A su vez, significa divinizar la nación, como si fuese una conciencia permanente en el tiempo y no el resultado macroscópico de muchas voluntades. Es muy fácil entonces erigirse defensor de esta idea genuina, señalarle enemigos, etc.

En cuanto a la tercera violencia, la que se ejerce pretendidamente justa contra la injusta del Estado, su legitimidad ya parece basarse o bien en esta otra instancia que se ha creado (la subcomunidad o como se quiera llamar) o bien en el Estado originario. Para poder basarse en el Estado originario, en éste habría de recogerse la posibilidad de la discrepancia, y como corolario, el derecho desgañitado de todos para recurrir a lo que quieran recurrir para salvaguardárselo. Pero para mí esto es una trampa, pues se está apelando aquí, de nuevo, a una instancia moral, superior. Se sabe que dicha instancia supone un hueco, sería como abrir una puerta a una habitación vacía. El Estado parece así intentar salvarse de la instancia superior, de no caer en la 'injusticia divina', sin darse cuenta de que es él quien decide lo que es justo y lo que es injusto. Aparece así un inmovilismo difícil de combatir. Cuando una parte de la población detecta una injusticia (lo 'sea' o no), el Estado le propone que averigüe si es o no justa. Esta averiguación habrá de hacerse apelando a una instancia superior, pues está claro que apelando al Éstado va a salir que no es injusta. Como dicha instancia superior es inapelable, se anula la posibilidad de cambio. Aparece así entonces la necesidad de violencia física, real, bélica. Momento muy desgraciadamente inevitable si continuamos por este camino. Creo que la tarea, la incógnita, está en saber cómo eludirlo.
Última Edición: 10 May 2012 09:25 por pboest.
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Re: Disidencia y naturaleza de los movimientos sociales 11 May 2012 13:30 #7038

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Aunque ya habrá tiempo para contestar a tu mensaje 7017 (así como a los previos de otros), no quería dejar de compartir con vosotros este extracto de "Verdad y justificación" de Habermas, que he estado leyendo para la asignatura de Metafísica, y que creo que viene bastante al pelo:
Habermas en Verdad y Justificación escribió:
Incluso siendo cierto que hasta los Estados plenamente democráticos se encuentran en un proceso permanente de realización de sus principios constitucionales, esto no confiere aún legitimidad alguna a aquellos regímeneos cuyo respeto por los derechos humanos no pasa de ser mera palabrería. Sólo pueden exigir lealtad a sus ciudadanos los regímenes que en estas circunstancias aspiran, de modo claro y mediante políticas apropiadas, a cerrar la brecha entre las normas constitucionales proclamadas y la oscura realidad constitucional. (Trotta, p.61)
Como veis, tiene bastante miga.
Javier Jurado
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Re: Disidencia y naturaleza de los movimientos sociales 15 May 2012 23:04 #7098

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Re: Disidencia y naturaleza de los movimientos sociales 08 Ene 2013 17:55 #11290

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Aunque entramos en época de exámenes, tenía pendiente retomar este hilo así que dejo aquí algunos comentarios que tenía anotados:
Thunderbird escribió:
4. ¿Cuál es la naturaleza esencial de los derechos? ¿Tienen carácter inmanente o material?
Una pequeña aclaración, previa: Entiendo que identificas inmanente y material, y no los contrapones...
Thunderbird escribió:
El Estado liberal (y no solo el liberal) ha tendido a ser paternalista con el pueblo
Yo más bien lo que observo es que el Estado liberal ha cedido buena parte de la paideia que la democracia ateniense asignaba como responsabilidad a la polis. Escaldado del desastre totalitario del siglo XX cuyos Estados imponían coactivamente un modelo cerrado de valores a sus individuos, el Estado democrático liberal se ha ido en buena medida al extremo contrario, minimizando la educación en valores, lo que ha contribuido a la crisis general de valores y a la pérdida de legitimidad (al margen de sus propias incoherencias que han minado esa legitimidad).
Thunderbird escribió:
la postmodernidad, el fin de las ideologías, el fin de la historia, etc.; tiene diversos nombres la cosa, pero es lo que es [...] la postmodernidad está cuestionada
El abanico es demasiado grande para entrar en tantas cosas. Pero al menos creo que es oportuno advertir que "siendo lo que es" cada cosa es diferente. Los tiempos que vivimos en lo que respecta a movimientos sociales son quizá buena muestra de que la historia no ha terminado, o de que las ideologías, aunque latentes o aligeradas, no están muertas del todo. En lo que respecta a la última afirmación, que habría que explicar en mucho más detalle, creo que también es importante advertir que lo que parece cuestionado no es tanto la postmodernidad como el imaginario político de la modernidad (a finales del siglo pasado caía el bloque comunista, pero a principios de éste atendemos a cómo el capitalismo democrático que se prometía haber llegado al fin de la historia también sufre su propia hecatombe, aunque no sea herida mortal, suscitando respuestas diferentes; ya ni siquiera la socialdemocracia singularmente europea parece ser capaz de maquillar el sistema). Este cuestionamiento no es de la postmodernidad sino, antes bien, que la postmodernidad se consolida, aunque sea una época en transición, pues la enormemente minada legitimidad de nuestras democracias nos encara hacia el desafío de construir un nuevo metarrelato. Y de ahí, en buena medida, el bullir de todos los movimientos sociales y el problema de encontrar la legitimidad para reformar un sistema que ha aquilatado ya décadas de fundamentación frente a los totalitarismos del siglo XX. La amenazante posibilidad de su regreso como alternativa parece bloquearnos todavía en la resignación de Churchill cuando decía: "La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes.".
Thunderbird escribió:
cuando lo viejo está caduco y no vale, solo los principios últimos sirven
Tanto en política como en religión, las profundas reformas se viven normalmente en la aspiración por "regresar a las fuentes" o "volver a los orígenes". La crítica al sistema no tanto viene por la necesidad de instaurar un sistema completamente nuevo como por "reiniciar" el sistema, tal y como plantean algunas de las cristalizaciones todavía demasiado líquidas del vaporoso 15M. Existe una clara tensión entre intoxicarse al participar del sistema que se critica y diluirse infructuosamente al mantenerse al margen de él.
F. J. Martínez Martínez, en Metafísica, Editorial UNED, p.474 escribió:
Respecto al partido político, podemos decir, que está sufirendo las consecuencias de la crisis de representación que aqueja a nuestras sociedades occidentales y que se ve cogido entre los males de la burocratización y el autoritarismo interno y la corporativización creciente de la sociedad que pretende plantear directamente sus problemas y expectativas sin pasar por el filtro (reductor pero también organizador y homogeneizador) de la política, dando lugar a una pluralización de las instancias de intervención política con el peligro de su dispersión y neutralización"
De dicha contradicción, que exacerba el sentimiento de impotencia, es muy posible que surja la violencia, pues...
Thunderbird escribió:
Me parece un acierto por tu parte tratar esta cuestión [los principios inmanentes] en relación con la de la violencia, pues creo que ambas están íntimamente unidas entre sí y a la cuestión general que has planteado, que entiendo que es la de la legitimidad.
Como decías, este regreso a los orígenes no suele ser gratuito. Como apunta Habermas, existe una "interna conexión entre derecho natural y revolución" (Verdad y justificación, Trotta, p. 310). La perplejidad de quien cuestiona la legitimidad de un ámbito democrático se revela en que es incapaz de legitimar completamente su propia crítica. Sigue Habermas: "El proyecto de la revolución social pone de manifiesto una premisa que hace que la desconfianza de la crítica se dirija a las mismas presunciones de la razón que realiza la crítica" (p.311). Este es el problema de instancias al que apuntaba Pboest.

A esta perplejidad racional que conduce a cierto inmovilismo, se suma la capacidad del sistema actual de encauzar los propios movimientos, institucionalizándolos, abriéndoles un hueco en el politeismo moral postmoderno, sin alterarse en lo sustancial y reduciendo el ruido que causan. Como ejemplificaba un antiguo profesor mío, la disidencia de un sistema capitalista globalmente injusto acaba canalizándose en instituciones basadas en el régimen del "voluntariado", que no es sino otra forma de consumismo sometido a la "voluntad" del consumidor. Este fragmento del libro de Metafísica resume esto:
F. J. Martínez Martínez, en Metafísica, Editorial UNED, p.477-478 escribió:
"Las sociedades complejas contemporáneas han roto con el mito de la transparencia y se presentan como sistemas siempre parciales que han metabolizado la crisis, y que enfrían el proceso innovativo mediante diversos mecanismos de filtrado que seleccionan las novedades y sólo admiten las compatibles con el sistema, el cual reduce la complejidad de su entorno mediante la diferenciación y el aumento de complejidad interior" [...] "al ideal democrático de autogobierno y autodecisión, generador de identidad y de sentido, se opone una concepción autoritaria del poder, que acepta la democracia sólo como una ficción y que recupera de Carl Schmitt, la noción de soberanía como la capacidad de decidir en el instante del peligro (y en la sociedad contemporánea todos los instantes son peligrosos), de manera que se seleccione entre las distintas posibilidades abiertas y se reduzca así la complejidad. Ya no interesa tanto la integración parsoniana que tenía lugar en torno a valores de participación y consenso, como la gobernabilidad entendida como la optimización de los procedimientos de decisión política, tendentes a la neutralización de las amenazas provinientes del ambiente. Dado que el mundo es indeterminado, es la decisión del poder quien lo determina reduciendo su apertura y complejidad infinitas. En este sentido la legitimación del sistema no se basa en los mitos, ni en su capacidad emancipatoria, sino exclusivamente en su "performatividad", es decir en su capacidad de optimizar la relación de las salidas a las entradas del sistema, que es lo que define la racionalidad sistémica como eficiencia en la reducción de complejidad de un ambiente siempre hostil, y como capacidad para estabilizar los límites ambientales del sistema de forma que asegure su mantenimiento en condiciones ambientales siempre cambiantes."
Y por aquí pueden ir los tiros del acomodamiento actual que, si bien tiene antecedentes como el relatado en la película de Renoir, se exacerba hoy en día:
Thunderbird escribió:
Sospecho, pues, que estamos bien acomodados, o quizá somos más bien acomodadizos, en el mundo en que vivimos. O al menos así era hasta que éste empezó a ser cuestionado.
Ya se sabe que hasta que no nos aprieta el zapato, es difícil levantarse del sofá. Aunque pudiera haberlo dicho hoy, lo decía Rousseau a mediados del siglo XVIII:
“el pueblo, acostumbrado ya a la dependencia, al reposo y a las comodidades de la vida, incapacitado ya para romper sus hierros, consintió la agravación de su servidumbre para asegurar su tranquilidad” (J. J. Rousseau. Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres)
Sobre los límites o cauces para una disidencia legítima, el debate está presente y parece no haber consenso. Incluso en el seno del propio movimiento 15M existen debates sobre los límites de sus propias acciones:
"Dentro del 15-M, movimiento que ha aglutinado muchas de las protestas del último año, el debate del activismo y sus límites ha alcanzado altos vuelos. Miembros de la Comisión de Análisis del 15-M de Madrid explican que uno de los temas a los que más vueltas le están dando es a la desobediencia civil y las circunstancias en las que la misma es viable. El movimiento defiende esta opción, con una creciente querencia por las ocupaciones del espacio público y las intervenciones contra desahucios y actos que considera ilegítimos. Su postura es que las vías que ofrecen las instituciones para vehicular ciertas protestas no son siempre óptimas. [...] Uralde propone [...] <<La proporcionalidad es clave: si la acción es pacífica, el castigo debe ser moderado>> [...] Ricardo Montoro, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y exdirector del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), considera que los límites del activismo están perfectamente definidos, además de por la ley, por los principios cívicos de una democracia. “Disfrutamos de un marco muy satisfactorio que acepta la conformidad y la protesta” [...] El doctor en Sociología de la Universidad del País Vasco Imanol Zubero [...] está en desacuerdo con esta visión. En su opinión, “los poderes tienen que dejar espacio para reivindicaciones que estén fuera de los cauces institucionales” más habituales [...] Rosa Parks. Cuando esta militante de los derechos civiles de los negros en EE UU se negó a ceder su asiento a un blanco en el autobús en 1955, también forzó al vehículo a detenerse y fue por ello a prisión. Su acción violentaba la ley pero se ha terminado considerando legítima"
sociedad.elpais.com/sociedad/2012/06/04/...38839594_601642.html
Thunderbird escribió:
si la legimitidad está bajo cuestión (y desde luego lo está), y se hace imprescindible fundar una nueva, esta fundación ¿ha de hacerse sobre la apelación a principios inmanentes, que por ser tales están más allá de la ley positiva del régimen, y por tanto no contaminados por la corrupción de éste? ¿O más bien habrá de fundarse la nueva legitimidad sobre la violencia, que Marx encuentra en todo caso inevitable? [...] ¿O habrá una tercera base sobre la que fundamentar la nueva legitimidad?
Yo tengo la no poco esforzada confianza en que el hombre sería capaz de refundar la legitimidad de sus gobiernos sin tener que pasar por la violencia. El diálogo interreligioso creo que podría contribuir a ello, como ya he expresado en otros hilos. Sin embargo, tengo la sensación de que sucederá algún acontecimiento violento históricamente importante que se anticipe a este logro, forzando la transformación del sistema global tal y como lo conocemos. Descartada la capacidad de transformación del conflicto con el islamismo radical, alguna vez lo he ubicado en la inmigración masiva o en una catástrofe ecológica. Últimamente, me da la sensación de que podría pasar por un nuevo conflicto bélico que volviese, como a finales de los años treinta del siglo pasado, a reactivar una economía deprimida tras un profundo crack. En este caso, aunque ya todo es global, el escenario andaría acaso más lejos de nosotros que en las "primeras" guerras mundiales: internacional.elpais.com/internacional/2...55944420_348889.html.
Thunderbird escribió:
¿podríamos plantearnos, Kierke, hasta qué punto su idea de que la violencia será inevitable en la revolución es una justificación a priori y preventiva de la violencia que quizá se produzca?
No me parece que Marx ponga tanto el acento en el determinismo violento de la historia como, precisamente, en la justificación de la violencia material para vencer a la violencia material, como ya cité. Pero, de nuevo, volvemos a la cuestión de si existe legítima violencia.

Cuando haya más tiempo, podríamos volver sobre este texto que Nolano nos planteó como material para el debate:
Javier Jurado
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Última Edición: 08 Ene 2013 18:00 por Kierkegaard.
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