La verdad es que lo único que puedo decir a todo este debate, se resume en una palabra: gracias.
Sólo puedo de momento, guiarme por la pura apariencia, asumir las cosas tal y como se me muestren en el momento. Y si después se me muestran de otra manera, pues las veré de otra manera. Para mí esto no ha hecho más que comenzar, y ahora estoy con los antiguos y aún no he hecho ni una pregunta, ni autoformulada, ni de las otras. Con vuestra ayuda y mi esfuerzo, ya iré cogiendo fondo. Con lo poco que sé, la propuesta me parece interesante, pero arriesgada.
Quizá la solución fuera que la ciudadanía, como decía Kant, dejara la minoría de edad política, que obedeciera y al mismo tiempo, se preocupara de hacer llegar sus objeciones y que no dejara de investigar las causas de haber llegado donde hemos llegado. Si Rousseau decía que el hombre es malo, porque las leyes no le dejan ser bueno, los cristianos atribuyen ese lado malo, al pecado original. No veo nada autoritario en subrayar los riesgos, ni en el hecho de señalar que la condición humana es la que es.
San Isidoro de Sevilla explica que las leyes se hicieron para salvar a la inocencia de la audacia de los malvados, Dante dice que las leyes y el orden son necesarios por la naturaleza pecaminosa de la raza humana, derivada del pecado original. Un cualquiera que no se atreve a transgredir el ordenamiento jurídico, como ciudadano privado es otra cosa, y sin duda en un puesto de poder, la tentación es mayor, porque es más fácil crear mecanismos de impunidad. Las clases populares son la raíz de los males que padecemos actualmente, y es difícil pensar que los vicios se van a purificar mediante el innovador sistema. Pero vivimos en un periodo de grave decadencia y no se sabe a ciencia cierta si lo nuevo que sustituya a lo de ahora, será el soplo de aire fresco necesario, o si será algo incluso peor que lo de ahora.