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TEMA: Ficha de lectura de "La discrepancia" de Lyotard

Ficha de lectura de "La discrepancia" de Lyotard 20 Mar 2012 19:57 #6712

  • Nolano
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Para que el interesado se pueda hacer una idea del contenido del fantástico libro de Lyotard, muy recomendable, pero de cierta dificultad por su nivel filosófico, os traduzco la introducción o "Ficha de lectura", que, además, y como advierte el propio Lyotard irónicamente, "permitirá al lector «hablar del libro», si se le antoja, sin haberlo leído". Da la impresión, al leer ciertas cosas, que más de uno ha hecho uso de este atajo.


LA DISCREPANCIA

FICHA DE LECTURA

Título.
A diferencia de un litigio, una discrepancia sería un caso de conflicto entre dos partes (por lo menos) que no podría ser zanjado equitativamente por falta de una regla de juicio aplicable a las dos argumentaciones. Que una de ellas sea legítima no implicaría que la otra no lo sea. Si no obstante se aplica la misma regla de juicio a la una y a la otra para zanjar su discrepancia como si se tratase de un litigio, se causa un agravio a una de ellas (como mínimo, y a las dos si ninguna admite esa regla). Un daño procede de una infracción a las reglas de un género de discurso, y es reparable según esas reglas. Un agravio procede de que las reglas del género de discurso según las cuales se juzga no son las del o de los géneros de discurso juzgado/s. La propiedad de una obra literaria o artística puede sufrir un daño (se atenta contra los derechos morales del autor); pero el principio mismo de que debe tratarse la obra como objeto de una propiedad puede constituir un agravio (se pasa por alto que el «autor» es su rehén). El título del libro sugiere (por el valor genérico del artículo) que en general carecemos de una regla universal para juzgar entre géneros heterogéneos.

Objeto.
Lo único que sería indudable, el enunciado, porque es presupuesto inmediatamente (dudar de que se enuncia es en todo caso enunciar, callarse constituye un enunciado). O mejor: los enunciados, porque el singular evoca el plural (como el plural el singular) y porque el singular y el plural son ya el plural.

Tesis.
Un enunciado, hasta el más ordinario, está constituido conforme a un grupo de reglas (su régimen). Hay muchos regímenes de enunciados: razonar, conocer, describir, relatar, interrogar, enseñar, ordenar, etc. Dos enunciados de régimen heterogéneo no son traducibles uno a otro. Pueden ser enlazados uno con otro según una finalidad dada por un género de discurso. Por ejemplo, dialogar enlaza una ostensión (mostrar) o una definición (describir) con una interrogación, siendo el propósito que las dos partes se pongan de acuerdo sobre el sentido de un referente. Esos géneros de discurso ofrecen las reglas de enlace de enunciados heterogéneos, reglas que son adecuadas para alcanzar los fines: saber, enseñar, ser justo, seducir, justificar, evaluar, emocionar, controlar... No hay «lenguaje» en general, salvo como objeto de una Idea.

Pregunta.
«Se presenta» un enunciado. ¿Cómo proseguir a partir de él? Un género de discurso ofrece mediante su regla un conjunto de enunciados posibles, señalando cada uno un régimen de enunciados. Pero otro género de discurso ofrece un conjunto de otros enunciados posibles. Hay una discrepancia entre esos conjuntos (o entre los géneros que evocan) porque son heterogéneos. Pero hay que continuar la cadena «ahora», no puede no presentarse otro enunciado, hay la necesidad, es decir, el tiempo, no hay no-enunciado, un silencio es un enunciado, no hay un enunciado último. En ausencia de un régimen de enunciados o de un género de discurso que goce de una autoridad universal para zanjar, ¿no es necesario que el enlace, sea cual sea, cause un agravio a los regímenes o a los géneros cuyos enunciados posibles quedan inefectivos?

Problema.
Dadas 1º la imposibilidad de evitar los conflictos (la imposibilidad de la indiferencia), 2º la ausencia de un género de discurso universal para regularlos o, si se prefiere, la necesidad de que el juez sea parte, encontrar, si no lo que puede legitimar el juicio (el «buen» enlace), al menos cómo salvar el honor de pensar.

Propósito.
Convencer al lector (incluyendo, el primero, al A.) de que, cuando enlazamos un enunciado con otro, están en juego el pensamiento, el conocimiento, la ética, la política, la historia, el ser, según el caso. Refutar el prejuicio anclado en él por siglos de humanismo y de «ciencias humanas» de que existe el «hombre», que existe el «lenguaje», que aquél se sirve de éste para sus fines, que si no acierta a obtener éstos, es por defecto de un buen control sobre el lenguaje «mediante» un lenguaje «mejor». Defender e ilustrar la filosofía en su discrepancia con sus dos adversarios: en el exterior, el género de discurso económico (el intercambio, el capital), en el interior de sí misma el género de discurso académico (el magisterio). Al mostrar que el enlace de un enunciado con otro enunciado es problemático y que ese problema es la política, erigir la política filosófica desviándonos de la de los «intelectuales» y de los políticos. Dar testimonio de discrepancia.

Contexto.
El «giro lingüístico» de la filosofía occidental (las últimas obras de Heidegger, la introducción de los filósofos anglo-americanos en el pensamiento europeo, el desarrollo de las tecnologías del lenguaje); correlativamente, el declinar de los discursos universalistas (las doctrinas metafísicas de los tiempos modernos: los relatos del progreso, del socialismo, de la abundancia, del saber). La fatiga con respecto a «la teoría», y el miserable relajamiento que la acompaña (neo-esto, neo-aquello, post-esto, post-aquello, etc.). La hora de filosofar.

Pretexto.
Los dos pensamientos que ponen sobre aviso al A.: el Kant de la tercera Crítica y de los textos histórico-políticos («cuarta Crítica»), el Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas y de los póstumos. En el contexto imaginado por el A., ellos son los epílogos de la modernidad y los prólogos a una postmodernidad honorable. Ellos enderezan el continuo declinar de las doctrinas universalistas (metafísica leibniziana o russelliana). Interrogan los términos en los que esas doctrinas creían poder zanjar las discrepancias (realidad, sujeto, comunidad, finalidad). Los interrogan de forma más rigurosa que la «ciencia rigurosa» husserliana que procede por variación eidética y evidencia trascendental, último recurso de la modernidad cartesiana. Por el contrario, Kant dice que no hay intuición intelectual, y Wittgenstein que el significado de un término es su uso. El examen libre de los enunciados aboca a la disociación (crítica) de sus regímenes (separación de las facultades, y su conflicto en Kant; desenmarañamiento de los juegos de lenguaje en Wittgenstein). Ellos preparan el pensamiento de la dispersión (diáspora, escribe Kant) que según el A. forma nuestro contexto. Su herencia debe ser hoy liberada de la deuda con el antropomorfismo que la grava (noción de «uso» en ambos, antropologismo trascendental en Kant, empírico en Wittgenstein).

Modo.
El modo del libro es filosófico, reflexivo. El A. tiene la única regla de examinar los casos de discrepancias y de buscar las reglas de los géneros de discurso heterogéneos que ocasionan esos casos. A diferencia de un teórico, no presupone las reglas de su discurso, sino solamente que éste debe, también él, obedecer a reglas. El modo del libro es filosófico, y no teórico (u otro), en la medida en que se propone descubrir sus reglas, y no su conocimiento por principio. Se prohibe, por eso mismo, zanjar a partir de sus propias reglas las discrepancias que examina (contrariamente al género especulativo, por ejemplo, o analítico). El modo es el de un metalenguaje en el sentido del lingüista (tiene como objeto enunciados), pero no en el sentido del lógico (no constituye la gramática de un lenguaje objeto).

Género.
En el sentido de la poética, el género es el de las Observaciones, Apuntes, Pensamientos, Notas, relativos a un objeto, es decir, una forma discontinua del Ensayo. ¿Un cuaderno de croquis? Las reflexiones se han dispuesto en una serie de números y agrupados en secciones, La serie se interrumpe, según la oportunidad, por Reseñas, que son notas de lectura de textos filosóficos. Pero el conjunto hay que leerlo seguido.

Estilo.
El ingenuo ideal del A. es alcanzar el grado cero del estilo y que el lector tenga, por decirlo así, en la mano el pensamiento. A veces resulta un tono de sapiencia, sentencioso, que conviene apartar. El tempo del libro no es el de «nuestro tiempo». ¿Un poco pasado de moda? El A. se explica al final sobre el tiempo de «nuestro tiempo».

Lector.
Filosófico, es decir, cualquiera con la condición de que acepte no llegar al fondo del «lenguaje» y no «ganar tiempo». No obstante, la presente ficha de lectura permitirá al lector «hablar del libro», si se le antoja, sin haberlo leído. (Para las Reseñas, un lector un poco más profesional.)

Autor.
Ha anunciado las presentes reflexiones en el Descomunicado de prensa de Rudimentos paganos (1977) y en la introducción a La condición postmoderna (1979). Si no temiese ser pesado, confesaría haber comenzado este trabajo inmediatamente después de la publicación de Economía libidinal (1974). E incluso... Estas reflexiones no han podido finalmente ver la luz más que gracias a un acuerdo concluido entre la universidad de París VIII (Vincennes en Saint-Denis) y el C.N.R.S., y a la cortesía de Maurice Caveing y de Simone Debout-Oleszkiewicz, investigadores del C.N.R.S. El A., si no el lector, se lo agradece.

Destinatario.
Pues bien, ya no habrá libros el siglo que viene. Lleva demasiado tiempo leer, cuando el éxito consiste en ganar tiempo. Se llamará libro a un objeto impreso cuyo «mensaje» (el contenido en información) con el nombre y título, habrán difundido antes los medias, una película, una entrevista periodística, una emisión televisada, una cinta magnetofónica, y con cuya venta el editor (que también habrá producido la película, la entrevista, la emisión, etc.) obtendrá un beneficio suplementario, porque la opinión será que hay que «tenerlo» (por tanto, comprarlo) bajo pena de pasar por un imbécil, bajo pena de ruptura del vínculo social, ¡cielos! El libro será distribuido como una prima, dará un suplemento de beneficio financiero al editor, simbólico para el lector. Este libro pertenece, con otros, a un fin de serie. Pese a todos sus esfuerzos por hacer comunicable el pensamiento, el A. sabe que ha fracasado, que es demasiado voluminoso, demasiado largo, demasiado difícil. Los promotores se han escabullido. A decir verdad, su timidez le ha impedido «contactar» con ellos. Bueno, feliz de que un editor, él también (y por eso mismo) condenado, haya aceptado publicar este montón de enunciados.
Los filósofos nunca han tenido destinatarios instituidos, eso no es nuevo. El destino de la reflexión es también un objeto de reflexión. El fin de serie dura después mucho tiempo, y la soledad. No obstante, hay algo nuevo. Es la referencia al tiempo, estando uno tentado de escribir: el «uso del tiempo», que reina en el «espacio público» hoy. No se rechaza la reflexión porque sea peligrosa o molesta, sino simplemente porque hace perder el tiempo, y no «sirve para nada», no sirve para ganarlo. Pero el éxito consiste en ganarlo. Un libro, por ejemplo, es un éxito si la primera tirada se agota rápidamente. Esta finalidad es la del género económico. La filosofía ha podido publicar sus reflexiones bajo la cobertura de muchos géneros (artístico, político, teológico, científico, antropológico), al precio ciertamente de menosprecios y de agravios graves, pero en fin... –mientras que el cálculo económico le parece fatal. La discrepancia no se plantea sobre el contenido de la reflexión. Afecta a su presuposición última. La reflexión exige ponerse en guardia ante la ocurrencia, no saber ya lo que está llegando. Deja abierta la pregunta: ¿Llega? Intenta mantener (palabra penosa) el ahora. En el género económico, la regla es que lo que llega sólo puede llegar si ya ha sido adquirido, o sea, ha llegado. El intercambio presupone que la cesión es anulada de antemano por una contracesión, la tirada del libro anulada por su venta. Y cuanto más rápido se haga, mejor.
Al escribir este libro, el A. ha tenido el sentimiento de no tener por destinatario más que el ¿Llega? Es a él al que evocan los enunciados que llegan. Y, por supuesto, nunca sabrá si los enunciados han llegado a destino. Y no debe saberlo, por hipótesis. Sabe solamente que esta ignorancia es la última resistencia que el evento puede oponer al uso contable del tiempo.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
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Última Edición: 20 Mar 2012 20:03 por Nolano.
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