Conrado escribió:
Luego los hemos "sustituido" por un único Dios. Hume ofrece una interpretación psicológica de este cambio. Véase el capítulo que al respecto hay en el libro de Fraijó Filosofía de la Religión de Trotta. Por cierto, en mi opinión se trata de uno de los capítulos del libro que mejor redactado se encuentra.
Ese capítulo es de autoría de Gerardo López Sastre (no de Fraijó) y coincido con Conrado en que su redacción es clarísima y brillante. Aunque hay que reconocer que Hume se lo ha puesto fácil, no como otros filósofos.
Aunque la cita de Conrado es de otro hilo, quizá el problema de la existencia de Dios donde recibe mejor encaje es en el ámbito de esta asignatura y por eso abro aquí este hilo para una discusión más rigurosa del problema filosófico de Dios.
Entrando en el tratamiento que da Hume a dicho problema, creo que conviene empezar previamente por otra cita, esta sí de Fraijó (capítulo "Racionalidad de las convicciones religiosas" del libro
A vueltas con la religión, pp. 21-45):
Fraijó escribió:
Las religiones insisten en que el cuadro inteligible del mundo, que ellas proponen, cuenta con la misma débil racionalidad que es propia de otras explicaciones no religiosas del mundo. Conceden que son más fuertes en la "mostración", que en la "demostración"; pero no renuncian por completo al verbo "probar" (...) Parece difícil negar legitimidad a un procedimiento de este género. Y no está claro que la existencia de religiones que apelan, así de humildemente, a una racionalidad débil y fragmentaria entorpezca la marcha de la humanidad...
Dejo de lado de momento las subsiguientes referencias a Pannenberg, pues creo que merecen otro hilo aparte para discutir sus tesis con más profundidad. Ahora lo que me interesa es poner ese texto en relación con este otro del capítulo dedicado a Hume en el libro
Filosofía de la Religión (ed. Fraijó). Tras haber desarrollado las tesis de Hume en contra de la racionalidad de la creencia en Dios
Gerardo_López_Sastre escribió:
¿a dónde hemos llegado con todo esto? No, desde luego, a conclusiones que puedan resultar especialmente chocantes al creyente de hoy en día. Este podría reconocer sin ningún problema que los razonamientos de Hume demuestran convincentemente la inviabilidad de una supuesta ciencia a la que la mayoría de sus contemporáneos estaban muy apegados a la teología natural. Pero ésta no era sino un tipo especial de metafísica de la que se puede prescindir fácilmente. ¿Acaso han caído las creencias religiosas al descubrirse su carencia de respaldo racional? A la religión habría que situarla en el dominio totalmente autónomo de la fe.
¡Cuánto ha llovido desde las "pruebas" escolásticas de la existencia de Dios! Si no interpreto mal la idea rectora de Fraijó y sus colaboradores en el enfoque de la "Filosofía de la Religión", las posiciones teístas han ido cediendo terreno desde la afirmación filosófica de la existencia de Dios hacia una defensa de que no es irracional creer en la existencia de Dios. Con eso, al parecer, debería bastar y el resto es cosa de fe.
Pero pienso que se está ahí jugando peligrosamente con la equivocidad de "racional" e "irracional". En principio, "irracional" sería lo "no racional". Si no se puede demostrar la inexistencia de Dios (y, como es bien sabido, no se puede exigir la prueba de hechos negativos; eso se llama
probatio diabolica) la creencia en su existencia no es irracional, pues no es contradictoria con la razón.
Creo, sin embargo, que "irracional", en su uso más común, no significa "no racional", contradictorio con racional, sino "no razonable". Creo que se puede hablar legítimamente de "creencia irracional" cuando alguien cree en algo que es prácticamente inverosímil (aunque ontológica y racionalmente posible). Supongamos que yo digo: "creo que hay unicornios rosas en ese bosque". Ciertamente eso no incluye ninguna contradicción con ningún principio de razón; incluso es posible que ciertas mutaciones genéticas pudieran llegar a producir tal clase de animales. Pero si yo, real y seriamente, sostengo la creencia en que hay unicornios rosas en ese bosque, no estoy siendo racional, en el sentido de razonable. Y pienso que ése era el núcleo de la argumentación de Hume.
¿Se puede sostener, pues, sin inmutarse, que esas cosas son cuestión de fe, si sus propuestas son "irrazonables" (aunque sean racionales en sentido lato: "racionalidad débil y fragmentaria" la denomina eufemísticamente Fraijó)? El hueco que Fraijó y sus colaboradores intentan abrirse en la Filosofía es ciertamente muy estrecho y, si se me permite la expresión, traído por los pelos. Creo que está destinado al fracaso filosófico, aunque quizá no al fracaso pastoral, pues es bien sabido que la gente es bastante crédula, especialmente si es ignorante. De hecho creo recordar haber leído algunas estadísticas recientes que arrojaban el resultado de que la inmensa mayoría de la población mundial cree todavía que el Sol gira alrededor de la Tierra y que el hombre fue creado y no procede de la evolución desde animales más primarios.
En mi opinión, la batalla de la racionalidad de la religión no puede desarrollarse en el campo ontológico, sino en el lingüístico. Creo que ése es el sentido de la cita de Habermas (en
A vueltas con la religión, p. 26):
Habermas escribió:
Mientras el lenguaje religioso sea portador de contenidos semánticos que resultan irrenunciables, pero que se sustraen (¿por el momento?) a la capacidad de expresión del lenguaje filosófico y que aguardan aún a ser traducidos al medio de la argumentación racional, la filosofía, incluso en su forma postmetafísica, no podrá ni sustituir ni eliminar la religión (Pensamiento postmetafísico, p. 62).
Nótese que el sentido que Habermas da a "racional" es más parecido al mío que al de Fraijó. Pero lo importante es que, si se lleva hasta el final la tesis de Habermas, "Dios" existe en tanto en cuanto existen unas reglas de uso de la palabra "Dios" dentro de nuestro actual "juego de lenguaje". La existencia de Dios es, pues, semántica. Pero en tanto no podamos "experimentarlo sensiblemente" no dejará de ser un término puramente intensional, que carece de extensión, es decir, sin referencia.