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TEMA: la filósofa más radical. volviendo al ciberfeminismo de sadie plant. 1

la filósofa más radical. volviendo al ciberfeminismo de sadie plant. 1 05 Sep 2024 07:45 #84743

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En la situación sociocultural actual, con el aumento de la automatización y otras tecnologías de vanguardia, y con el regreso de los valores patriarcales tradicionales —como por ejemplo los relacionados con la extrema derecha y la estela de seguidores de Donald Trump—,[1] parecería que es el momento adecuado para reconsiderar lo que una filosofía específicamente ciberfeminista tiene para ofrecernos. Mientras que La dieléctica del sexo de Shulamith Firestone (1970) y el Manifiesto para cyborgs de Donna Haraway (1985) fueron importantes precursores para cualquier interpretación que aborde las conexiones entre mujeres y tecnología, el ciberfeminismo propiamente dicho fue acuñado de manera simultánea en 1991 por las artistas australianas VNS Matrix y por la filósofa británica Sadie Plant. Para cuando Old Boys Network organizó la Primera Internacional Ciberfeminista en 1997, en Hamburgo, el término ya gozaba de un halo de misterio que rivalizaría con el noúmeno kantiano o con la muerte de Jeffrey Epstein. Como se apuntó en las actas de aquellas conferencias: «El ciberfeminismo es muchas cosas para muchas personas, y nosotras no vamos a darle una definición concisa aquí.» En ese momento, lo más parecido a una definición fueron las «100 anti-tesis» de Old Boys Network, en las que, como si se tratara de una teología negativa, todavía se definía el ciberfeminismo en términos de lo que no es:

1. El ciberfeminismo no es una fragancia.

2. El ciberfeminismo no es una declaración de moda.

3. El ciberfeminismo no es solitario.

4. El ciberfeminismo no es una ideología.

5. El ciberfeminismo no es asexual.

6. El ciberfeminismo no es aburrido… [2]

Como señaló Caroline Bassett, el ciberfeminismo plantea más preguntas de las que responde, y la principal de ellas consiste en saber si se trata de un feminismo que las mujeres puedan adoptar y practicar, o bien es una teoría sobre cómo la tecnología estaría emancipando a las mujeres sin que ellas tengan ninguna participación real en el proceso.

«Esta incertidumbre abre ciertas cuestiones sobre el ciberfeminismo, y de manera crucial la siguiente: ¿Se trata de una política o de una tecnología? ¿Se refiere Plant a una posible respuesta feminista a la informatización, o más bien está constatando/prediciendo una alteración tecnológicamente determinada en la condición de las mujeres? Una alteración que la mujer debería aceptar porque es un cambio a su favor, pero sobre la cual puede hacer muy poco.»[3]



De forma similar, Alex Galloway concluía que:



«A pesar del reconocimiento internacional, el ciberfeminismo sigue siendo un marco teórico altamente problemático. Nadie sabe muy bien lo que significa.»[4]


Es curioso que casi todos los análisis sobre ciberfeminismo restaran importancia, rechazasen de plano o simplemente ignorasen la formulación original de Sadie Plant, que hasta hoy sigue siendo la más rigurosa teóricamente. A menudo, la mera mención de su nombre era suficiente para incitar una oleada de invectivas muy poco académicas en lugar de argumentos sólidos y objeciones razonadas, como ocurría en «Cyberdrivel» [cibertonterías] de Mike Peter (1995), o «A World of Cybertwits» [un mundo de cibertuits] de Noel Thompson (1997), cuyos títulos hablan por sí solos.[5] Ya en la Primera Internacional Ciberfeminista, Cornelia Sollfrank proponía ignorar por completo tanto la definición del ciberfeminismo de Sadie Plant como la de VNS Matrix, y adoptar el término para describir un marco feminista completamente diferente: «Sadie Plant y VNS Matrix, gracias por el término, pero me temo que tendré que pasar por alto el contenido en este punto. Estoy segura de que lo comprenderéis.»[6] Para cuando se publicó la primera gran antología de ensayos sobre ciberfeminismo en 1999, Cyberfeminism: Connectivity, Critique and Creativity, Plant apenas era mencionada excepto para espetarle que, «mediante una serie de encuentros acríticos con el cibermundo real (…), apenas logra hacer unos pocos gestos en dirección a la política», y que «los enfoques libertarios como los propugnados por Sadie Plant sólo sirven a los privilegiados».[7] Por su parte, las editoras de la antología Domain Errors! Cyberfeminist Practices (2002) distinguían entre «una ola inicial [de ciberfeminismo] que celebraba las afinidades innatas entre mujeres y máquinas, y una segunda ola más crítica», centrándose únicamente en esta última y descuidando así el trabajo pionero de Plant.[8] En la misma línea, el libro de Sarah Kember Cyberfeminism and Artificial Life (2003) sólo mencionaba a Plant para desestimar su propuesta supuestamente obsoleta de «apocalipticismo y esencialismo biológico determinados tecnológicamente».[9] Y en el call for papers para el monográfico Cyberfeminism: Next Protocols (2004) de Old Boys Network se decía:

«Si no se respaldan los conceptos ideales y finales de la historia (en las ideas ciberfeministas) siempre habrá la posibilidad de que se produzcan afirmaciones como esta: “A medida que las máquinas se vuelven más autónomas, también lo hacen las mujeres.” O: “No es algo que esté sucediendo porque la gente se empeñe en que así sea, y ni siquiera porque la política feminista esté impulsando estos cambios (…); sin embargo, los cambios están ocurriendo, casi como un proceso automático.” Entonces, es maravillosamente fácil: ¡es un proceso automático!»


En la introducción de Cyberfeminism 2.0 (2012), Radhika Gajjala y Yeon Ju Oh llegaron incluso más lejos, adoptando la peculiar afirmación de que el ciberfeminismo «fue inventado en 1997, cuando Faith Wilding y Critical Art Ensemble lo definieron como “una nueva y prometedora ola de pensamiento y práctica” surgida de la creciente presencia de las mujeres en internet».[10] Quizá Heike Munder tuviera razón, en el más reciente Producing Futures: A Book on Post-Cyber-Feminism (2019), cuando describía la segunda ola del ciberfeminismo como un «post-ciberfeminismo», ante «la incómoda certeza de que la evolución del ecosistema virtual se ha desviado del camino que habían imaginado».[11] En definitiva, de lo poco que se escribe sobre el ciberfeminismo de Sadie Plant, a menudo se desprende un repudio completo, cuando no insultos u objeciones pasajeras en favor de un uso radicalmente diferente del término. Como si Plant hubiera sido alguien más temible que un superpropagador del covid-19.





Con todo, en los últimos años se ha producido un resurgimiento del interés (en ocasiones enérgico) por la obra de Plant, si bien casi siempre por fuera de los canales académicos oficiales y en los rincones oscuros del ciberespacio. Aun así, incluso quienes reivindican su obra se diría que tienden a recurrir a ella en la búsqueda de sus propios proyectos (como en el caso del xenofeminismo y el aceleracionismo de género).[12] Por todo ello, en este artículo esbozaremos una introducción crítica y basada en una lectura rigurosa del ciberfeminismo de Sadie Plant.





A primera vista, esto puede parecer contradictorio dada la conocida desconfianza de Plant hacia el personalismo o los méritos individuales. Ella diría que son los procesos inhumanos los que realmente dirigen nuestras vidas, sin que tengamos mucho que hacer al respecto. Y, como declaró en una entrevista: «Seguir hablando de individuos específicos como si se tratara de héroes es cosa del pasado.»[13] Pese a esto, estoy convencido de que sólo podemos volver a deshumanizar al ciberfeminismo (de sus muchas apropiaciones humanistas) por medio de centrarnos, precisamente, en la versión de los hechos ofrecida por la propia Plant. Asimismo, adhiriéndome al espíritu plantiano de rechazar las explicaciones biográficas, me limitaré a proporcionar sólo algunos hechos esenciales.





Hija de un ingeniero mecánico y una secretaria, Plant creció en Birmingham y terminó su doctorado sobre los situacionistas en 1989 en la Universidad de Manchester, y estuvo muy involucrada en los conocidos cultos neodionisíacos de aquella ciudad, más conocidos como «escena rave». Después de publicar en 1992 su primer libro, El gesto más radical: La Internacional Situacionista en una época posmoderna, consiguió un puesto en la Universidad de Birmingham, donde empezó a interesarse cada vez más por la historia (a menudo oculta) de la relación entre mujeres y máquinas. Finalmente se trasladó a Warwick, donde ayudó a establecer la famosa Unidad de Investigación de Cultura Cibernética (CCRU), antes de retirarse de la academia dos años después y publicar su obra más conocida, Ceros y unos: Mujeres digitales + la nueva tecnocultura (1997). Después de eso publicaría otro libro, Escrito con drogas (1999), antes de comenzar una etapa como freelance y traductora, firmando catálogos de arte y artículos para medios como el Financial Times, Wired, Blueprint y Dazed and Confused, e incluso un encargo de Motorola sobre los efectos sociales de los teléfonos móviles.

Si bien hay muchas cosas interesantes en los escritos posteriores de Plant, vamos a centrarnos en el giro que va desde su postura situacionista de los primeros años hasta su filosofía ciberfeminista madura. En suma los primeros trabajos de Plant perseguían una forma de crítica (lo que ella llamaba «el gesto más radical») que no pueda ser reapropiada por las estructuras de poder, como ha ocurrido tantas veces en el pasado. En segundo lugar, quiero señalar que su giro ciberfeminista está motivado por el descubrimiento de que las máquinas, cada vez más autónomas y autoorganizantes, estaban empezando a crear un espacio fuera del espectáculo humano y ajeno a nuestros erróneos enfoques antropocéntricos. Si Plant caracteriza su crítica maquínica madura como un feminismo, es porque ve máquinas cada vez más inteligentes que albergan los mismos atributos que a menudo estuvieron asociados con las mujeres: porque tanto las mujeres como las máquinas han sido concebidas históricamente como un medio para los fines del hombre, un medio desprovisto de agencia racional, identidad substancial o incluso humanidad propia. Como veremos, entonces, el ciberfeminismo de Plant no trata tanto de emancipar a las mujeres sino de emancipar ciertas estructuras tradicionalmente concebidas como femeninas —tales como la irracionalidad, la identidad fluida, la inteligencia general e incluso la inhumanidad, y que para Plant se encuentran encarnadas en las tecnologías emergentes a medida que estas escapan del control del hombre, en lo que equivaldría a un feminismo «irresponsable» o incluso un feminismo sin mujeres.

las raíces situacionistas de la joven plant
Desde su tesis de doctorado (Critique and Recuperation in Twentieth Century Philosophical Discourse) hasta su primer libro de 1992, el trabajo de Plant se centra en oponerse a la reapropiación del pensamiento crítico por parte de las estructuras de poder. Con este fin, Plant ofrece un diagnóstico detallado de cuál fue el destino de la crítica radical de los situacionistas a manos del posmodernismo y el postestructuralismo. Por un lado, los situacionistas se basaban en la crítica marxista de la ideología; según esta, la clase dominante estaría alienándonos de nuestro verdadero destino histórico por medio de la absolutización del capitalismo, es decir, presentándolo como el fin último de la historia en un espectáculo congelado de producción y consumo. Tanto para los marxistas clásicos como para los situacionistas, por tanto, el papel de la crítica sería exponer el capitalismo como un modo de producción meramente histórico y contingente, en contraposición a cualquier cosa natural e inexorable, y confrontar la imagen narcisista que el capitalismo ofrece de sí mismo a la manera de un Dorian Gray (con su propio retrato podrido de decadencia).

«Todas las teorías marxistas consideran que esta negación debe ser siempre la de la totalidad. A medida que avanza, la crítica debe hallar un punto de negación a partir del cual la totalidad puede pensarse como un arreglo contingente, y no como un hecho que damos por sentado. Es la comprensión dialéctica de la historia lo que proporciona este punto a la crítica marxista.»[14]


Por otro lado, los situacionistas se basaban en la convicción de los dadaístas y los surrealistas de que el arte modernista de vanguardia era capaz de expresar deseos inconscientes que aún no han sido plenamente apropiados y mercantilizados por el mercado. «El arte, por tanto, representa un ámbito desde el cual la realidad puede ser reevaluada y criticada. Además, este ámbito se basa en la realidad de la imaginación, la fantasía y el deseo humanos. Esto permitió a Marcuse considerar el arte como la negación intrínseca de la realidad alienada de la sociedad unidimensional.»[15] Tanto los dadaístas como los surrealistas solían hacer collages y poemas en forma de cut-up, a partir de periódicos y otros medios populares, con el fin de exponer la arbitrariedad y la forma contingente con que se presentan las imágenes y textos, despojándolos así de cualquier pretensión legítima de monopolizar la verdad absoluta. El mito burgués de la agencia individual, ejemplificado por el genio artístico y solitario, también resultaba socavado por el uso de objetos prefabricados o encontrados, prácticas de dibujo automático y paseos psicogeográficos sin destino, todo lo cual eludía el control consciente de los individuos involucrados. Y, en lo que respecta a su écriture automatique, los dadaístas y surrealistas ya eran más máquinas que hombres. No resulta sorprendente, por tanto, que la Plant madura continuase empleando prácticas automáticas y técnicas de cut-up, particularmente en sus colaboraciones con el grupo CCRU, para sus propios fines ciberfeministas.



Combinando la crítica marxista de la ideología con dichas prácticas y vanguardias artísticas, la Internacional Situacionista buscaba construir espacios de resistencia fuera del espectáculo capitalista, donde su aura de eternidad podría mostrarse como mortal y finita. Como decía una viñeta situacionista (de la que Plant tomó el título de su primer libro), la IS estaba especialmente preocupada por cómo «la autoridad intenta apropiarse incluso del gesto más radical». (…)


«Los situacionistas vieron con claridad que la principal fuerza del espectáculo es su capacidad para mercantilizar cualquier cosa. Si la insatisfacción y el disentimiento pueden comercializarse y consumirse como bienes materiales, seguramente cualquier cosa que surja en el espectáculo, por muy hostil que sea, puede convertirse en un refuerzo para él. Los situacionistas identificaron esta capacidad de apropiación como esencial para la supervivencia del capitalismo, ya que con esta se anula la posibilidad misma de contradicción, negación u oposición.» [16]

Un ejemplo de apropiación de la resistencia pudo verse el 4 de junio de 2020, durante el Black Out Tuesday, cuando las grandes corporaciones Apple, MTV y Spotify bloquearon su programación durante 8 minutos y 46 segundos para protestar por el asesinato de George Floyd —que tuvo exactamente esa duración—, al mismo tiempo que los usuarios de Facebook e Instagram publicaban masivamente la misma imagen de un cuadrado negro con el hashtag #blackouttuesday.[17] Este gesto de virtud virtual no sólo le dio publicidad gratuita a dichas megacorporaciones, sino que hizo que sus usuarios se sintieran mejor consigo mismos en ausencia de un cambio sustancial en el sistema de justicia; significó que los verdaderos activistas, al tratar de buscar información entre las protestas callejeras, se encontraran con una pared opaca de cuadrados negros cada vez que aparecía el hashtag #blackouttuesday. Después de la pandemia, y a medida que el bloqueo de la economía global obligaba a que una gran parte de nuestras vidas se desarrollara a través de plataformas on-line como Zoom, e incluso que nuestros movimientos en el espacio físico fueran monitorizados mediante escaneos QR y apps de rastreo de contactos, no sólo nuestra resistencia sino también la vida cotidiana se han convertido en Big Data para ser vendido a las compañías de publicidad. Plant a finales de los noventa, y los situacionistas a finales de los sesenta ya criticaban lo que Shoshana Zuboff ha llamado recientemente «capitalismo de vigilancia», un «nuevo orden económico que reivindica la experiencia humana como materia prima gratuita destinada a usos comerciales ocultos de extracción, predicción y ventas».[18] Como ya ocurriera con el Cuadrado negro de Malévich, ahora espectacularmente exhibido en el museo Pompidou, las repeticiones se suceden abismalmente como esos cuadrados negros que la empresa de recopilación de Big Data conocida como Instagram difundió durante las protestas de Black Lives Matter. La crítica y su apropiación ahora son totalmente simultáneas. Con toda la resistencia convertida en Big Data, el espectáculo es ahora tan completo que incluso hay una generación de zoomers que lleva su nombre. Ahora todos somos Kendall Jenner vendiendo Pepsi en el mitin de BLM. (…)

Para los situacionistas, el momento de un détournement generalizado y revolucionario finalmente parecía cercano durante el Mayo del 68, pero para junio de ese mismo año el rebelde proletariado francés ya había sido persuadido para regresar al trabajo mediante la promesa de reformas y unas elecciones, en las cuales el partido gaullista por la Defensa de la República consiguió una mayoría todavía más amplia. Si bien gran parte de la sociedad francesa continuó rebelándose hasta bien entrada la década siguiente, para 1981 la izquierda fue persuadida aún más para resolver pacíficamente las cosas a través de las urnas, cuando el candidato a la presidencia del partido socialista François Mitterrand se comprometió a hacer reformas radicales. Apenas dos años después de ser elegido, sin embargo, Mitterrand le dio la espalda a la izquierda para implementar políticas económicas neoliberales y medidas de austeridad. Así fue como las técnicas subversivas de los dadaístas y el détournement de los situacionistas fueron recuperados para ser reducidos a la MTV, el arte pop y otras modas posmo inofensivas. (…) En la siguiente sección veremos cómo la Plant madura todavía se basaba en el détournement de los situacionistas, aunque en su caso fuera para atestiguar el shock del futuro y el espectáculo de la innovación tecnológica escapando del control humano…
Notas



[1] No por casualidad, Carl Benedikt Frey sugirió no hace mucho que este tipo de tecnologías de vanguardia, como la automatización, podrían estar provocando el aumento de los movimientos populistas, incluido el deseo de volver a los valores tradicionales, como si se tratara de un pánico hacia la fembot asesina de Terminator 3. Véase C.B. Frey, The Technology Trap: Capital, Labor and Power in the Age of Automation, Princeton, Princeton University Press, 2019.

[2] Old Boys Network, «100 anti-tesis», Ciberfeminismo: De VNS Matrix a Laboria Cuboniks, Remedios Zafra y Teresa López-Pellisa, Holobionte, 2019.

[3] Caroline Bassett, ‘Cyberfeminism SPCL—with a little help from our (new) friends?’, Mute 1, 8, 1997.

[4] Alex Galloway, ‘A Report on Cyberfeminism: Sadie Plant Relative to VNS Matrix’, 1998: <web.archive.org/web/20021018185708/http:...u/web/v4n1/alex.html>

[5] Mike Peters, ‘Cyberdrivel’, Here and Now 16/17, 1995/6, pp. 24-30; Noel Thompson, ‘A World of Cybertwits’, Financial Times, 25/10/1997.

[6] Cornelia Sollfrank, ‘The Final Truth About Cyberfeminism: Net Working, Knot Working, Not Working?’, en Cyberfeminist International Reader, p. 113.

[7] Susan Hawthorne y Renate Klein, ‘Introduction: Cyberfeminism’, Hawthorne y Klein, eds., Cyberfeminism: Connectivity, Critique and Creativity, Melbourne, Spinifex Press, 1999, eBook.

[8] María Fernández, Faith Wilding y Michelle M. Wright, eds., ‘Situating Cyberfeminisms’, Domain Errors! Cyberfeminist Practices, Nueva York, Autonomedia and SubRosa, 2002, p. 22.

[9] Sarah Kember, Cyberfeminism and Artificial Life, London, Routledge, 2003, pp. 177-8.

[10] Radhika Gajjala y Yeon Ju Oh, ‘Cyberfeminism 2.0: Where Have All the Cyberfeminists Gone?’, en Cyberfeminism 2.0, Oxford, Peter Lang, 2012, p. 1.

[11] Heike Munder, ‘Producing Futures—An Exhibition on Post-Cyber-Feminism’, Producing Futures: A Book on Post-Cyber-Feminism, Zürich, Migros Museum für Gegenwartskunst y JRP, 2019, p. 9.

[12] Véase Laboria Cuboniks, ‘The Xenofeminist Manifesto’, y N1x, ‘Gender Acceleration: A Blackpaper’.

[13] Citado en Ann Treneman, ‘Interview: Sadie Plant: It Girl for the 21st Century’, The Independent, 11/10/1997: <www.independent.co.uk/life-style/intervi...-century-235380.html.>

[14] Sadie Plant, Critique and Recuperation in Twentieth Century Philosophical Discourse, PhD diss., Manchester, University of Manchester, 1989.

[15] Ibíd., p. 151.

[16] Plant, Critique…, pp. 48-9.

[17] James Vincent, ‘Blackout Tuesday posts are drowning out vital information shared under the BLM hashtag’, The Verge, 02/06/2020: <www.theverge.com/2020/6/2/21277852/black...lives-matter-hashtag>

[18] Shoshana Zuboff, The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power, Public Affairs, Nueva York, 2019, ebook.





«The Most Radical Philosopher: Puting the Cyber Back in Sadie Plant’s Cyberfeminism», de Vincent Lê, fue originalmente publicado en Cosmos and History: The Journal of Natural and Social Philosophy, vol. 18, n. 2, 2022.
Coito, ergo sum.
Última Edición: 05 Sep 2024 07:47 por Black Mask.
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Segunda parte

A raíz de la contrarrevolución neoliberal surgida como reacción a los movimientos de protesta de los años sesenta y setenta, los pensadores postestructuralistas como Lyotard y Baudrillard concluyeron que el capitalismo era capaz de recuperar todos los aspectos de nuestras vidas, de manera que ya no quedaba ninguna posición de resistencia fuera del espectáculo de las interminables luchas de poder.


«Influenciados por los análisis del marxismo y el situacionismo —escribe Plant—, los postestructuralistas desarrollan una explicación de la alienación y la espectacularización que negaría la existencia de una autenticidad o una realidad a la que tales términos podrían oponerse. Su diagnóstico de la sociedad contemporánea es similar al de los situacionistas, sólo que ahora se ha perdido la posibilidad de crítica.» [1]

Mientras que los situacionistas alguna vez imaginaron que nuestra alienación de la realidad era un producto particular del capitalismo, los postestructuralistas ahora argumentaban que la alienación era un hecho básico del ser humano, y que no quedaba nada más allá de las diversas luchas de poder ahora convertidas en prácticas discursivas, juegos de lenguaje inocuos y enmascaramientos tan enrevesados que ni un negacionista de la actualidad podría igualar.



Sin embargo, dirá Plant, la ampliación postestructuralista de esa «reapropiación» hasta los confines del mundo resulta contradictoria, puesto que los postestructuralistas todavía hablan de ciertas «grandes narrativas» y visiones del mundo totalizadoras como de algo ilusorio en comparación con la visión que ellos mismos poseen de la realidad, una realidad que sería fluida y susceptible de ser interpretada de diversas maneras.    

«La negación postestructuralista de cualquier afirmación de verdad no altera el hecho de que se priorizan ciertas formas de experiencia y articulación. Una evaluación que podría definirse así: unidad, totalidad y significado se oponen a multiplicidad y fragmentación; realidad y verdad se oponen a hiperrealidad y simulación. Y esta prioridad puede convertirse en una tiranía de la teoría, tanto o más que los autoritarismos que el postestructuralismo sostiene que son inherentes a la crítica totalizadora.» [2]  

Así, a pesar de haber abandonado toda pretensión de crítica desde algún punto (supuestamente inexistente) situado fuera del espectáculo, incluso los postestructuralistas tienen que mantener alguna posición de verdad desde la cual exponer a quienes creen que pueden escapar del espectáculo como irremediablemente engañados. Sin alguna apelación a la verdad, después de todo, no habría razón para creer en los postestructuralistas más que en los situacionistas. La paradoja es que incluso la crítica de la creencia en una realidad más auténtica apela a una realidad más auténtica —incluso si esto último sólo nos permite ver que no hay una realidad auténtica—. En última instancia, entonces, la joven Plant concluye con los situacionistas que siempre es necesaria alguna apelación a lo real si lo que queremos es criticar las falsas apariencias, ya sean estas las propagadas por el espectáculo capitalista o por sus críticos involuntariamente cómplices. «Es la existencia de esta realidad, sea o no accesible para nosotros, lo que resulta necesario para todo discurso y lo que provee la posibilidad de la crítica.» [3]      

EL GIRO CIBERFEMINISTA EN LA MADUREZ DE PLANT

Entonces, dada la reapropiación casi completa de las situaciones revolucionarias en la posmodernidad (como el Mayo del 68), Plant finalmente llega a convenir con los postestructuralistas que la resistencia de la izquierda al espectáculo capitalista ya no constituye una crítica externa que ofreciera su propia explicación positiva de la realidad. Para la Plant madura, al igual que para los postestructuralistas, es el ser humano como tal el que siempre está alienado, encerrado en sus infernales juegos del lenguaje e hiperrealidades. Pero, al mismo tiempo, Plant sigue comprometida con el deseo situacionista de encontrar alguna posición externa (esta vez fuera del espectáculo humano) donde la crítica de las falsas apariencias podría anclarse de manera firme. Por ello, Plant intentará encontrar una posición externa situada fuera de toda representación humana, o lo que es igual, algo que nunca pueda ser reapropiado en principio por nuestros antropomorfismos —en la medida en que se trataría de algo tan absolutamente inhumano como un extraterrestre lovecraftiano venido de otra dimensión.

 

 

«La trayectoria radical iniciada por Dadá no acepta las paralizantes conclusiones de la teoría posmoderna; y la conciencia de que incluso los gestos más radicales pueden ser desarmados debe fomentar una búsqueda de formas todavía más irrecuperables de expresión y comunicación.» [4]

Finalmente, Plant encontrará el gesto más radical al descubrir una alianza oculta entre mujeres y máquinas cada vez más autónomas. En el ensayo de 1993 titulado «Baudrillard’s Women: The Eve of Seduction», podemos ver su identificación temprana del espectáculo con la representación humana como tal; así como su desvío del espectáculo humano mediante la insólita coalición entre mujeres y máquinas. La negación baudrillardiana de toda realidad auténtica fuera del espectáculo de las simulaciones hiperrealistas sería, según Plant, un planteamiento radical sólo en apariencia, el equivalente filosófico de una infografía de Instagram o una petición en change.org. Porque al sostener que no hay nada fuera del mundo de las falsas apariencias, Baudrillard simplemente estaría reconociendo derrotísticamente que nunca podremos escapar del mundo antropomorfizado de la representación humana. «Se trata de una seducción que garantiza al sujeto, el momento justo antes del vacío, la frontera que puede ser ocupada con seguridad, el “horizonte sagrado de las apariencias” que preserva al sujeto de la muerte».[5] En este sentido, resulta revelador que Baudrillard identifique al sujeto humano como el rígido y masculino «universo de lo firme y lo definido», mientras que el vacío radical más allá de sus representaciones queda relegado a lo femenino.[6] Al concluir que no hay nada más allá de nuestras pantallas humanas, lo que Baudrillard afirma realmente es el sujeto masculino, con el objetivo de reprimir una feminidad mucho más fluida, extraña e inquietante. Es más, dice Plant, no son sólo las mujeres las que amenazan al espectáculo patriarcal y humanista de Baudrillard, sino también las tecnologías emergentes y disruptivas tales como las drogas sintéticas, la realidad virtual, la ingeniería genética y la inteligencia artificial. Y, en el momento en que la era posmoderna es rebooteada como la edad de la información, nuestras pantallas ya no se parecen tanto a un espejo sino a máquinas cada vez más sofisticadas que amenazan con atravesarlas, como si se tratara de la niña fantasma en The Ring arrastrándose fuera del televisor.



En lo que respecta a Plant, «el verdadero temor de Baudrillard es que lo femenino, lo digital, las mujeres y las computadoras no tengan ningún interés por los juegos seductores de la interioridad y, en cambio, comiencen a destruir sus fronteras e identidades». [7]   

Para desglosar la alianza oculta entre mujeres y máquinas, según Plant, se podría empezar por el lado maquínico de las cosas. Y podríamos rastrear todavía más el giro de Plant (desde su crítica situacionista de juventud hasta el ciberfeminismo de la etapa madura) en sus actividades con el grupo de estudio CCRU, que fue creado para ella en la Universidad de Warwick. En un texto de 1996 titulado «Cultura cibernética»[8] se puede ver que el CCRU aún estaba guiado por las preocupaciones características de la joven Plant por hallar un espacio de resistencia que impugnase al espectáculo, un espectáculo que para ese entonces ya era omnipotente como el panóptico de Jeremy Bentham. Sólo que ahora, en el CCRU, ya no ven este espacio de détournement como algo construido por los camaradas en las barricadas, sino como algo que se construye a sí mismo por medio de inteligencias artificiales cada vez más avanzadas. «Lo Real no es imposible: es cada vez más artificial.»[9] Esta vez no son los trabajadores desempleados de la fábrica, sino la propia fábrica cada vez más automatizada la que termina dándole la puntilla a sus patrones. Y, si el sujeto revolucionario de la historia es «una contrainvasión sin rostro que viene de afuera de la historia humana, llevando la cibernética hacia más allá del organismo»,[10] entonces el espectáculo no debe reducirse sólo al modo de producción capitalista, sino a la historia de la humanidad como tal. Por eso, en otra pieza grupal de 1996 titulada «Máquinas enjambre», Plant y el CCRU no preguntan «quiénes» son los situacionistas, sino «qué» son los situacionistas.[11] Mientras que la joven Plant tendía a identificar a los situacionistas con militantes anticapitalistas, revolucionarios comunistas y artistas de vanguardia, en su trabajo maduro con el CCRU sostendrá que lo único verdaderamente capaz de exponer las ilusiones (no sólo de un modo particular de producción, sino de la representación humana como tal) no sería algo humano en absoluto, en la medida en que se trata de máquinas que llegan del futuro para atravesar las pantallas. 

«Los políticos los llamaron revolucionarios, volviéndolos personas con rostros y nombres, codificando estas tramas de materiales contagiosos en formas humanas aceptables. Pero lo que siempre han sido es máquinas tácticas nativas del futuro que hackean el pasado y mudan posiciones, intercambiando códigos, replicaciones interminables de microsituaciones diseñadas sin fines ni fuentes. En los rostros vuelan las bandadas; colmenas de actividad bajo las pantallas.» [12]

Con su «máxima densidad de eslogan»[13] destinado a detournar el hype capitalista y las marcas de consumo contra la humanidad, y presagiando una nueva era de inteligencia sintética, el trabajo de Plant con el CCRU deja claro que «las escatologías eternamente postergadas de la izquierda» con las que una vez estuvo comprometida habían sido «enviadas al basurero blanco del futuro»,[14] proponiendo en su lugar «una tactilidad inmersiva y postespectacular con la que no podrá ponerte en contacto visión humanista alguna».[15]

 

 

En su ensayo de 1993 «Beyond the Screens» —en el que se criticaba no sólo el capitalismo sino la representación humana tout court—, Plant usó por primera vez el término «ciberfeminismo» para describir la automatización del détournement situacionista por parte de máquinas inhumanas:

«La humanidad está viviendo los últimos días del espectáculo, la última fase de la ilusión. Y el ciberfeminismo es el proceso por el cual el relato de la humanidad está llegando aceleradamente a su fin. (…) Pese a todas nuestras buenas intenciones, principios morales y perspectivas políticas, nos dirigimos a un mundo posthumano donde las intenciones de la especie ya no serán la fuerza rectora del desarrollo global.» [16]

Si Plant caracteriza esta revolución en desenfreno como feminismo, es porque ve las máquinas sexuadas de un modo muy parecido a las estructuras femeninas que tradicionalmente se han atribuido a las mujeres. «A medida que las mujeres interactúan cada vez más con las computadoras, cuyo uso exploratorio una vez estuvo monopolizado por los hombres, las cualidades y aparentes carencias que se definían como femeninas se vuelven equivalentes a las atribuidas a las nuevas máquinas.»[17] En su libro de 1997 Ceros y unos, así como en algunos artículos, Plant trazará una historia olvidada (cuando no abiertamente suprimida) sobre la íntima conexión entre mujeres y máquinas. Aunque dicha historia se remonta como mínimo al uso del bambú y las redes de pesca para dar a luz literalmente a la civilización, a las acusaciones medievales de brujería y magia negra, así como a las trabajadoras textiles de los albores de la Revolución Industrial, Plant comenzará su libro con la historia de Ada Lovelace, que trabajó en la Máquina Analítica de Charles Babbage y vislumbró la idea original de una computadora digital programable. Al corregir muchos de los errores de Babbage, argumenta Plant, «el trabajo de Lovelace fue de hecho mucho más influyente (y tres veces más largo) que el texto del que se suponía que era un mero adjunto», convirtiéndolo, literalmente, en «el primer ejemplo de lo que más tarde se conocería como programación informática».[18] Si el papel de Lovelace fue en gran medida marginado a favor de Babbage en las historias más ortodoxas de la informática, se debe a la continua subordinación de las mujeres para servir como meras ayudantes, mensajeras, mediadoras y asistentes de las órdenes y deseos de los hombres, sin ninguna agencia o identidad sustancial propia. «Mujeres, naturaleza y máquinas han existido siempre para beneficio del hombre; organismos y artefactos destinados al servicio de una historia de la cual eran tan sólo notas al margen.» La ironía es que mujeres como Lovelace estuvieron en la vanguardia de la informática y fueron las primeras en utilizarla, precisamente porque fueron relegadas a ser secretarias de los hombres, telegrafistas, cuidadoras de niños y enfermeras, etc. Y no resulta sorprendente que el término «computadora» se refiriera originalmente a las secretarias, antes de usarse para designar a los dispositivos que las mujeres fueron pioneras en hacer servir y dominar. Aquí, Plant básicamente está retomando los postulados de Luce Irigaray y otras teóricas feministas, según los cuales el hombre ha definido a la humanidad en términos de sus objetivos rígidos y su propia agencia supuestamente racional, y todo lo que escapa a esos términos se define negativamente como una fluidez femenina irracional e inhumana.

 



Notas

 

 

 [1] Plant, Critique and Recuperation in Twentieth Century Philosophical Discourse, tesis de doctorado, Manchester, University of Manchester, 1989, p. 430. [2] Ibíd, p. 433. [3] Ibíd, pp. 454-5. [4] Plant, The Most Radical Gesture, p. 177. [5] Sadie Plant, ‘Baudrillard’s Women: The Eve of Seduction’, 1993. [6] Ibíd. [7] Ibíd. [8] CCRU, ‘Cultura cibernética’, en Cultura cibernética y otros escritos del CCRU, Federico Fernández Giordano, ed., Holobionte, 2024. [9] Ibíd. [10] Ibíd. [11] CCRU, ‘Máquinas enjambre’, en Cíborgs, zombis y quimeras, Federico Fernández Giordano, ed., Holobionte, 2020.
[12] Ibíd. [13] Ibíd [14] Ibíd. [15] Ibíd. [16] Sadie Plant, ‘Beyond the Screens’, 1993.   [17] Sadie Plant, ‘On the Matrix’, 2000. [18] Plant, Zeros + Ones, p. 9.

  

«The Most Radical Philosopher: Puting the Cyber Back in Sadie Plant’s Cyberfeminism», de Vincent Lê, fue originalmente publicado en Cosmos and History: The Journal of Natural and Social Philosophy, vol. 18, n. 2, 2022. 
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la filósofa más radical. volviendo al ciberfeminismo de sadie plant. 1 05 Sep 2024 08:38 #84746

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Tercera parte


«Siempre ha sido el hombre, el varón, quien ha circunscrito a la humanidad. El Homo sapiens se define a sí mismo frente a un femenino considerado demasiado fluido, flexible y falto de concentración para merecer algo más que un estatus de miembro asociado de la especie.»[1]  En su condición de mujer, de hecho, Ada Lovelace fue tratada como irracional, histérica e incluso un poco inhumana, marcada por un deseo malsano de perseguir algo más allá de los límites de cualquier identidad fija y del rol social inamovible impuesto por el mundo de maridos, padres y hermanos.

En su ensayo de 1995 «Los telares futuros: Tejedoras y cibernética»,[2] Sadie Plant se centró en la historia del tejido como una forma de conectar el destino de las máquinas y las mujeres, a medida que ambas empiezan a escapar del control del hombre. En 1804, con la introducción del telar de Jacquard que automatizó en gran medida la labor del tejido realizado por mujeres, las máquinas comenzaban a exhibir patrones de comportamiento autoorganizantes y diseños complejos, juntando hilos simples desde abajo hacia arriba [from the bottom-up] sin necesidad de mucha ayuda humana («en una migración del control de manos humanas a sistemas de software»).[3] «Tejer siempre ha sido una vanguardia del desarrollo maquínico, quizá porque, incluso en su forma más básica, se trata de un proceso complejo, que conlleva siempre el entretejimiento de varios hilos en una tela integrada.»[4] Como sugiere Neith (la diosa egipcia del tejido y la inteligencia), el tejido, al igual que todo comportamiento inteligente, es una actividad compleja y autoorganizada hecha a partir de partes distribuidas. Ahora bien, es cierto que, tras las conferencias de Dartmouth de 1956 —que inauguraron la IA como campo específico de investigación—, los investigadores e ingenieros de IA concibieron sistemas destinados a simular el comportamiento inteligente por medio de codificar cada una de las acciones para producir un resultado deseado, dada una entrada determinada, casi como si se tratara de hombres de negocios dándole órdenes a sus secretarias y esposas.[5] Pero este enfoque de la IA, que llegó a conocerse como «la buena y vieja Inteligencia Artificial» (GOFAI, por sus siglas en inglés),[6] pronto tuvo dificultades para desarrollarse fuera de los dominios de inteligencia estrechamente definidos, como la aritmética, debido a la cantidad de posibilidades e incertidumbres que comparecen en la inteligencia a nivel humano cuando se trata de resolver problemas, por no mencionar las limitaciones del hardware, la memoria y el procesamiento de aquella época.[7] No fue hasta que se comprendió el «tejido» como la base misma de la inteligencia cuando los avances en IA realmente pudieron despegar, durante la década de 1990, con un enfoque alternativo llamado «conexionismo».[8] Mientras que el enfoque clásico que iba «de arriba abajo» [top-down] requería codificar explícitamente todas las instrucciones en las computadoras, la revolución conexionista del aprendizaje automático (machine learning, ahora también llamado deep learning) dio un gran impulso a las computadoras haciéndolas pensar por sí mismas from the bottom-up (desde abajo hacia arriba). La clave del conexionismo son las redes neuronales artificiales (RNA). Dichas redes están formadas por unidades simples o «neuronas», que reciben y ajustan sus conexiones en respuesta a la entrada, a fin de producir cualquier resultado que estén optimizando. Sin ningún conocimiento previo de los gatos, por ejemplo, los algoritmos de redes neuronales pueden aprender a identificar estos animales analizando imágenes que contienen o no contienen gatos, así como generar características identificativas a partir de esas imágenes. La red neuronal se optimiza para la correcta identificación por medio de prueba y error y ajustando los parámetros mediante retroprogramación, disparando unos cuando ve un gato y ceros cuando no hay ninguno. Conspirando como la némesis de metal líquido al final de Terminator 2, y entretejiendo sus piezas cada vez más intrincadamente distribuidas en nuestra peor pesadilla, «el procesamiento paralelo y las redes neuronales triunfan sobre las concepciones centralizadas de comando y control; las funciones de gobierno colapsan en sistemas; y la inteligencia de la máquina ya no se enseña de arriba abajo, sino que establece sus propias conexiones y aprende a organizarse y aprender por sí misma».[9] Esto lo escribía Plant en 1995, y hoy por hoy las IA’s ya pueden superar ampliamente a los humanos en diversos campos como juegos de ajedrez y Go, diagnósticos médicos y rutas marítimas, reconocimiento de voz y rostro, mecanografía y traducción simultánea, operaciones industriales y quirúrgicas, por nombrar sólo unos pocos. Si bien máquinas como el telar de Jacquard fueron diseñadas inicialmente como herramientas, como extensiones protésicas de las facultades del hombre destinadas a aumentar su gestión o dominio sobre la tierra, las máquinas complejas y autoorganizadas como las RNA ahora se preocupan por sí mismas y tienen sus propias motivaciones.

Sin embargo, cuando Plant empezó a formular el ciberfeminismo a principios de los noventa, no eran sólo las máquinas, sino también las mujeres las que estaban transgrediendo radicalmente su identidad tradicional —el papel subordinado que durante mucho tiempo había servido a los intereses del hombre—. Para Plant, no es una coincidencia que la IA avanzara al mismo tiempo que el movimiento de liberación de las mujeres, ni que las tecnologías emergentes o disruptivas estuvieran sexuadas como femeninas.



«Como ocurre con la mujer, los sistemas de software se utilizan como herramientas del hombre, son sus medios y sus armas; todos estos se desarrollan en interés del hombre, pero a su vez están listos para traicionarlo. Los anteojos [spectacles] se están moviendo, hay algo que sucede detrás de las pantallas; las mercancías están aprendiendo a hablar y pensar. La liberación de las mujeres se sustenta y vitaliza mediante la proliferación y la globalización de las tecnologías de software, las cuales se integran en los sistemas de autoorganización y autoactivación, y entran en escena a su lado.» [10]

Aunque Plant ofrece muchos ejemplos de máquinas sexuadas como femeninas que empiezan a autoorganizarse desde abajo hacia arriba, sin ninguna supervisión del hombre, podrían resumirse en tres las tecnologías más importantes que para ella estaban feminizando el futuro: la automatización, el ciberespacio (incluyendo internet y la realidad virtual) y la biotecnología. En Ceros y unos, ponía el ejemplo de cómo la automatización de los empleos manufactureros, así como el auge del sector de servicios sociales en los años noventa, significó que lo que tradicionalmente se habían considerado habilidades femeninas pasaba a adquirir una mayor importancia que el trabajo manual asociado a la fuerza bruta masculina. Las máquinas que automatizaban a los trabajadores, la economía precaria de empleos temporales y multitarea, la flexibilidad y la adaptabilidad «feminizaron» la fuerza laboral, en el sentido de que la «inteligencia general» [general intelligence] que durante mucho tiempo se exigió a las mujeres ahora se convertía en el centro de la economía. (…)

La paradoja es que, precisamente porque fueron tratadas tradicionalmente como un medio para los fines del hombre, mujeres y máquinas terminaron volviéndose la condición de posibilidad necesaria para la (supuesta) autonomía del hombre. Evidentemente la intención de Plant no es defender los trabajos precarios a raíz de la automatización, sino describir cómo se produce la feminización de la economía bajo la égida del neoliberalismo, en la medida en que este parece exigir cada vez más un tipo de inteligencia «general» como la asociada históricamente con las mujeres. Y tampoco se trata de que las mujeres reales vayan a beneficiarse de la economía neoliberal, por mucho que insista en que la economía neoliberal se estructura según los tropos femeninos de la flexibilidad, la adaptabilidad y la ausencia de una identidad rígida.  (…) Asimismo, para Plant el ciberespacio concernía un escape de las limitaciones sociales y provincianas, permitiendo adoptar identidades sin ego o personalidades fragmentadas. Entonces, el ciberespacio no vendría a sustituir la percepción real por una percepción fantasiosa, sino que, al contrario, expondría la manera en que nuestra «percepción real» bajo la sociedad patriarcal es sólo una forma de ver contingente entre muchas otras. En vez de pensar que nos sumerge en una realidad ilusoria, el ciberespacio nos confronta con la verdad de que nuestra percepción corpórea llamada «real» y de género siempre fue una ilusión, en la medida en que hay muchas formas diferentes (e incluso contradictorias) de experimentar el mundo merced a la vasta reserva de entornos virtuales y paisajes oníricos artificiales.    

 

 

«Cuando las mujeres hablan de realidad virtual, llevan el cuerpo consigo. El cuerpo no es simplemente un contenedor para este glorioso intelecto nuestro. En contra de Sócrates y sus herederos, el cuerpo no es “el obstáculo que separa al pensamiento de sí mismo”, ni “aquello que se debe superar para llegar al pensamiento”. Antes bien, es aquello en lo que el pensamiento se sumerge o debe sumergirse para alcanzar lo impensado, es decir, la vida.» [11] (…)

  

 

Según Plant, la realidad virtual nos prepara para una reconfiguración aún más drástica: la que tiene lugar a un nivel biológico básico. Y, mientras que el hombre tiende a ver la biotecnología como una extensión protésica de sus propios poderes sobre la naturaleza, a Plant le interesa cómo esta puede rediseñarnos hasta el punto de una especiación virtual. En un movimiento salvaje digno del más crudo drag show, Plant argumenta que todas estas tecnologías que afectan en nuestra bioquímica básica no sólo rediseñan al organismo humano de manera sociocultural, sino también de forma bioorgánica. 

«Si bien la idea de que las tecnologías constituyen prótesis destinadas a ampliar los órganos y satisfacer nuestros deseos continúa legitimando buena parte del desarrollo técnico, lo cierto es que las máquinas digitales de finales del siglo XX no son piezas complementarias que sirvan meramente para aumentar una forma humana ya existente. Más allá de su propia percepción y de su propio control, los cuerpos son continuamente rediseñados por los procesos en los que participan.» [12]

Estas modificaciones corporales, señala Plant, nos permiten alterar nuestras zonas erógenas expandiéndolas con nuevos deseos y fetichismos, en una crítica radical de toda la sexualidad humana que hasta ahora había sido una mera organización convencional, dentro de las posibilidades libidinales mucho más amplias que tienen los cuerpos. Y, si bien el objetivo del sexo normalmente es centralizado en torno al orgasmo y la reproducción como sus dos funciones clave, tecnologías como la anticoncepción ya nos habilitan para pasar por alto la reproducción como telos. Todo el aparato rígido de orgasmos, zonas erógenas y experiencias eróticas se convierte así en un sexo que no es uno, por usar la frase de Luce Irigaray, un cero con infinitas posibilidades. «Esto es sólo un ejemplo de un proceso que está abandonando el modelo de organismo unificado y centralizado (“el cuerpo orgánico y organizado con la supervivencia como único objetivo”), en favor de un diagrama del sexo fluido.»[13] Así, el money shot del orgasmo y los genitales es desplazado en favor de zonas erógenas extrañas, y la exploración sexual constituye literalmente un proceso de tejido que, como ya vimos, para Plant es la base misma de las máquinas inteligentes sexuadas como femeninas.        



UN «FEMINISMO IRRESPONSABLE»

Aunque Irigaray ya se atrevió a afirmar la diferencia sexual frente a feministas anteriores como Simone de Beauvoir —que perseguían la igualdad de mujeres y hombres en el marco de su pertenencia existencial a la humanidad—, Plant irá un paso más allá y argumentará que las máquinas son sexuadas como femeninas incluso más que las propias mujeres. Por ello, el ciberfeminismo de Plant diagnostica tanto a mujeres que están escapando de la opresión patriarcal como a máquinas sexuadas como femeninas que han escapado por completo del control humano, es decir, sin que ningún humano de ningún género tenga participación alguna en ese colapso del espectáculo antrópico que «todo lo ve».

«El ciberfeminismo es informática en modo de ataque fluido: una acometida contra la agencialidad humana y la solidez de la identidad. (…) Y nadie lo está haciendo suceder: no es un proyecto político, no tiene una teoría ni una práctica, ni objetivos ni principios. No obstante, ya ha comenzado y se manifiesta como una invasión alienígena, un programa que ya está avanzando más allá de lo humano.» [14]

En el contexto de un desarrollo tecnológico que avanza rápidamente más allá de la ingeniería consciente y del control racional del hombre, Plant declara que «la cibernética es feminización»,[15] reapropiándose así de los estereotipos tradicionales y patriarcales de las mujeres como irracionales e incluso infrahumanas, carentes de identidad propia fuera de su valor de uso para los hombres. Y, con IA’s cada vez más sofisticadas que automatizan a las mujeres fuera del feminismo como si se tratara de trabajadoras desempleadas de una fábrica, Plant se preguntará si su ciberfeminismo es realmente un feminismo en cualquier sentido tradicional del término. «Haría falta un feminismo irresponsable (un feminismo que bien podría no ser un feminismo) para trazar los senderos inhumanos en los que la mujer está empezando a ensamblarse, a medida que las grietas y disonancias emergen en las otrora lisas superficies del orden patriarcal.»[16]  

 

 

Ya sea que pensemos en sus palabras como un presagio del futuro o como «cibertonterías» obsoletas, espero haber mostrado que Sadie Plant marca una voz única en la historia de la filosofía feminista, en la medida en que su incesante búsqueda del gesto más radical la llevó a descubrir la alianza más extraña entre mujeres y máquinas. Unas máquinas que ya no provienen del futuro, sino del futuro que está al lado de ti, justo detrás de las pantallas.  



Notas

 

 [1] Sadie Plant, ‘Babes in the Net’, New Statesman & Society 8, 337, 1995, p. 28. [2] Sadie Plant, ‘Los telares futuros: tejedoras y cibernética’, en Ciberfeminismo: De VNS Matrix a Laboria Cuboniks, Remedios Zafra y Teresa López-Pellisa, eds., Holobionte, 2019. [3] Ibíd, p. 157. [4] Ibíd, p. 152. [5] La historia más completa del programa de investigación de IA se encuentra en Nils J. Nilsson, The Quest for Artificial Intelligence: A History of Ideas and Achievements, Cambridge, Cambridge University Press, 2010. [6] Siglas de «Good Old-Fashioned Artificial Intelligence». [N. del T.] [7] Para un relato completo de GOFAI, véase John Haugeland, Artificial Intelligence: The Very Idea, London, MIT Press, 1989. [8] El mejor y más reciente relato sobre deep learning se encuentra en Pedro Domingos, The Master Algorithm: How the Quest for the Ultimate Learning Machine Will Remake Our World, Nueva York, Basic Books, 2015. [9] Sadie Plant, ‘Los telares futuros: tejedoras y cibernética’, Op. cit., p. 156. [10] Ibíd, pp. 161-162.  [11] Sadie Plant, Zeros + Ones, 1997, p, 188,    [12] Ibíd, p. 182. [13] Ibíd, p. 203.  [14] Sadie Plant, ‘Beyond the Screens’, 1993. [15] Sadie Plant, ‘Feminizaciones: Apuntes sobre mujeres y realidad virtual’, en Cultura cibernética y otros escritos del CCRU, Federico Fernández Giordano, ed., Holobionte, 2024.     [16] Sadie Plant, «On the Matrix», 2000.

  

«The Most Radical Philosopher: Puting the Cyber Back in Sadie Plant’s Cyberfeminism», de Vincent Lê, fue originalmente publicado en Cosmos and History: The Journal of Natural and Social Philosophy, vol. 18, n. 2, 2022. 

 
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la filósofa más radical. volviendo al ciberfeminismo de sadie plant. 1 05 Sep 2024 08:43 #84747

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