La mañana que leí tú post, Martín, escuchaba en el bus música clasica en una emisora de radio en la que el locutor se arrancó con la siguiente reflexión:
En el mundo imperan mercados globalizados, el desarrollo de las IA desconocen los límites y las fronteras, estructuras supranacionales dirigen los destinos de los países, los grandes magnates de las mayores corporaciones tecnológicas se lanzan a la conquista de la opinión pública de los países y a su manejo para influir en qué gobernantes sean elegidos por los ciudadanos y, en algunos casos, formar parte de sus gobiernos, así, sin tapujos, que hasta ahora manejaban los hilos de sus títeres con más pudor y miramientos y, sin embargo, las leyes de los viejos estados nación siguen delimitando territorios y determinando a quiénes consideran ciudadanos y los bendicen con derechos y a quiénes dejan en los márgenes, detrás de las vallas y de los muros.
Entonces cacé al vuelo el título de un trabajo de 2003 de Sheyla Benhabid que ya estoy leyendo, Los derechos de los otros
Este es uno de esos regalos que te llegan de pronto, cuando apenas está amaneciendo.
Ahora que, de todos los muros, cierto, los peores no son los que no dejan entrar, sino los que enjaulan a una población y no la dejan salir mientras la borran con misiles de la faz de la tierra.