Mire, estimado conrado, le contaré algo, dada mi experiencia no poca como docente. Durante mis años de docencia universitaria en Reino Unido, los cuales me valieron como un segundo doctorado por lo valioso de las cosas que aprendí del trato directo con los que antaño fueron alumnos compañeros de hacienda en el extranjero y de clase.
Lo que pretendo es hacerle participe de una conclusion, en apariencia humilde en exceso, mas de gran discordancia entre su forma y su profundidad, pues, a semejanza de los grandes axiomas matemáticos, las grandes verdades sobre las que se gesta toda gran teoria y formulación universal se caracterizan por la incorresponsencia entre su apariencia débil y su profundo significado.
La tesis que le presento humildemente es que, dada la pluralidad de los sentires particulares y animicos de las gentes de hoy dia, la innerente pluralidad de los entes siempre mutables del universo, la mutabilidad inmanente a lo real y contingente, es el mayor y gran motivo de regocijo para quien observa imparcialmente desde la grada de anfiteatro propia de quien mira, observa y deduce; como lo seria la egregia palabra del avogado defensor para el acusado, o la equidad de la sentencia judicial para los dictaminadores de la justicia de los hombres para los hombres.
Ustedes y yo, en intención de considerarnos mentes pensantes en acto de conocer o simplemente humildes y no tan humildes «friends of knowledge» al estilo heleno primitivo, hemos de jactarnos por necesidad de mester del gran motivo de regocijo que a nosotros se nos presenta, esto es, la zafiedad de unos y la adecuacion de otros, la fealdad y la belleza, la estulticia osada y la obligada correcion por amor al egregio mester, que no ominoso, pues el arte del pensar y del buen hablar no se valora en la adecuada magnitud en nuestros dias por la gente del comun.Aplaudamos a los zafios y orgullosos o errados! alabemosles y lanzemoles arroz de bodas, pues ellos nos hacen aprender tambien de sus fallos y faltas! Y no nos olvidemos tampoco, los que somos humildes y ansiosos de conocer filosofico, de también repartir mercedes a los elocuentes y acertados, y hasta a la antitesis de todos ellos, a aquellos que, sin pena ni gloria, mira la virtud y la fealdad sin inmuterse, el filosofo.
No se indigne, amigo conrado, por la necedad ajena, pues no merece la pena, es un dolor no remunerado lo suficiente. Alabemosles y animemosles a seguir el camino por el que circulan esas voces que zafiamente farfullan entelequias y advenimientos de cataclismos astrologicos, pues pecar involuntariamente de farfullar es natural en quien aun no se ha maravillado en mente propia ante lo sublime del virtuoso y catarquico juicio racional. Ellos nos dan la oportunidad a quienes sabemos aprovechar todo tipo de flores del jardin floral de la sociedad, a quienes estimamos el arte del escuchar y observar; de ampliar nuestra experiencia, nos ayudan a elaborar y alumbrar al mundo egregios y pertinaces juicios, y nos brindan esa oportunidad muy altruisticamente, pues no nos cobran por darnos clases de zafiedad y necedad!
Todo ello se lo digo, compañero, a colación de mi experiencia como docente, como ya manifesté con anterioridad, pues, en mis sucesivas y cambiantes clases, he podido aprender mas que enseñar de innumerables maestros, unos me enseñaban a como pedir ayuda, otros a pedir educadamente un aprobado y otros no tan educadamente, también me enseñaban a hablar con humildad si eres excelente y a simular conocimiento si eres un simulador, aunque eso de simular dejemoselos mejor al experto, al simulador electrónico de juego o de vuelo o de cualquier virgueria con circuitaje enrevesado... Mas, ¿Que puedo hacer yo, desde mi privilegiada condición, con aquellos alumnos de quien tanto he aprendido durante tantos años, sino estarles inconmensurablemente agradecido por su inestimable altruismo, al no cobrarme por las clases que me dieron de educacion, de arbitrariedad, de agradecimientos, de risa, de zafiedad, de elocuencia en ciertas pero escasas ocasiones, y, en ultima instancia, de la pluralidad propia, como ya dije, de las contemporaneas gentes?
Sin duda, estimado Conrado, todos ellos, y en especial los orgullosos equivocados a los que usted se refiere con especial enfasis, son participes necesarios de mi ser y del conocimiento empirico que mi ser alberga en alguna recondita parte, y por ello no puedo estar mas agradecido, como persona y como observador, pues ellos se han dispuesto a ser desinteresadamente observados desde ojos de amigo de la sabiduria (y no digo filósofo porque me da excesivo pudor por la presuncion de la sutil expresion y porque no me considero eso, pues cobro por mis servicios, en tal caso me considerare sofista, quienes cobraban a los iletrados mecenas por sus servicios pedagogicos de retorica y de formas de convencer sutilmente a la plebe. Aunque tampoco me considero de esa calaña, pues no soy amigo del populismo).
Cordiales salutaciones.